DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
UNA CARO
Elogio de la monogamia
Nota doctrinal sobre el valor del matrimonio
como unión exclusiva y pertenencia recíproca
Link o enlace del documento original del Dicasterio para la doctrina de la fe: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20251125_una-caro_it.html
(El presente resumen, al tratarse de un documento tan extenso lo presentaré en tres partes para su lectura y disfrute)
Una caro, elogio de la monogamia
(parte 1 – 3)
Presentación
La Nota doctrinal sobre el valor del matrimonio como unión exclusiva y
pertenencia recíproca, bajo el título «Una caro. Elogio de la monogamia», se
dirige a toda la Iglesia, pero pide ser acogida y trabajada en cada Iglesia
local, dentro de sus propios retos culturales.
Parte de un hecho muy concreto: vivimos en un contexto marcado por un gran
desarrollo del poder tecnológico, que alimenta la sensación de que la persona
humana no tiene límites y puede alcanzar casi todo lo que imagina. En este ambiente se oscurece fácilmente el
valor de un amor exclusivo, reservado a una sola persona, porque supone
renunciar libremente a muchas otras posibilidades.
Ante esta situación, la Nota emitida por el Dicasterio para la Doctrina de
la Fe no adopta un tono de lamento, sino una perspectiva propositiva: quiere
recoger, de la Sagrada Escritura, de la historia del pensamiento cristiano, de
la filosofía y de la poesía, razones y motivaciones que impulsen a elegir una
unión de amor única y exclusiva, entendida como una pertenencia recíproca rica
y totalizante entre los esposos.
De este modo, la Nota busca enriquecer la reflexión y la enseñanza sobre el
matrimonio, poniendo el acento en un aspecto poco desarrollado hasta ahora: el
elogio de la monogamia como forma cristiana de amar.
Al mismo tiempo, «Una caro» desea ofrecer un material amplio y útil para
movimientos y grupos matrimoniales, y para otros espacios de estudio y diálogo.
Por eso explica que el texto es extenso y que incluye numerosas citas de
autores. No es un exceso gratuito: se confía en que de cada autor y de cada
texto citado pueda extraerse algún matiz o acento concreto que ayude a una
reflexión serena y a un estudio prolongado.
La Nota doctrinal anuncia que tendrá en cuenta las intervenciones
principales del Magisterio y una serie de autores, desde la Antigüedad hasta
hoy, entre teólogos, filósofos y poetas. Con todo ello se va componiendo una
especie de “mosaico” que enriquece la comprensión de la monogamia,
especialmente en lo que se refiere a la unión de los cónyuges, a su
reciprocidad y al carácter totalizante de la relación matrimonial.
Además, ofrece una indicación práctica: quien busque solo una síntesis
breve para motivar la elección de una unión exclusiva entre una sola mujer y un
solo hombre puede ir directamente al último capítulo y a la conclusión, donde
se subrayan la pertenencia recíproca y la caridad conyugal. Aun así, el
Prefecto, Víctor Manuel Card. Fernández, recomienda una lectura paciente del
texto completo, para no perder la riqueza de los muchos aspectos que se ponen
en juego en este tema delicado y hermoso.
I. Introducción
La Introducción de la nota doctrinal del Dicasterio para la Doctrina de la
fe explica que casarse, para la fe cristiana, no es solo “vivir juntos”, sino
que hace nacer un “nosotros” real, donde el hombre y la mujer deciden
pertenecer el uno al otro de forma única y exclusiva. Presenta la monogamia no
simplemente como “no tener otros”, sino como una manera positiva de amar, en la
que la entrega del cuerpo y del corazón refuerza la unión y el sentimiento de
pertenencia. Y recuerda que este “nosotros” matrimonial está llamado a crecer
como comunión de vida y a ser signo del amor entre Cristo y la Iglesia,
ofreciendo a obispos, matrimonios, jóvenes y novios una visión más profunda y
hermosa del matrimonio.
1. “Una sola carne” y el “nosotros
dos”
La Introducción parte de una expresión bíblica y de una experiencia humana
muy sencilla. La Escritura presenta el matrimonio como una realidad en la que
el hombre y la mujer llegan a ser “una sola carne” (una caro). En el lenguaje
cotidiano, algo parecido se expresa cuando hablamos de “nosotros dos”.
Según la Nota doctrinal sobre el valor del matrimonio como unión exclusiva
y pertenencia recíproca, este “nosotros dos” aparece cuando, en un matrimonio,
se vive una reciprocidad intensa, se percibe la belleza de un amor exclusivo y
se experimenta una alianza en la que dos personas comparten toda su vida, con
sus luchas y sus esperanzas. “Nosotros dos” es la manera de nombrar deseos,
sufrimientos, ideas y sueños compartidos; aquello que es propio y único de esa
pareja, porque solo ellos lo han vivido juntos.
Así, el “nosotros dos” se convierte en una forma cotidiana de expresar la
decisión profunda de pertenecerse mutuamente, de ser realmente “una sola carne”
y de caminar juntos por la vida. La Nota recoge unas palabras del papa
Francisco, que recuerda que los esposos están llamados a formar una primera
persona del plural, un “nosotros”: delante uno del otro sigue siendo un “yo” y
un “tú”, pero frente al mundo, incluidos los hijos, están llamados a
presentarse como un “nosotros”.
Esto es posible porque, manteniendo cada uno su propia identidad, han
forjado con su libre consentimiento una unión que los sitúa juntos ante los
demás. Se trata de una unión abierta generosamente a los otros, pero que parte
siempre del núcleo único y exclusivo del “nosotros” conyugal.
2. ¿Por qué esta Nota y por qué
ahora?
La Introducción explica también las motivaciones que han llevado a elaborar
esta Nota emitida por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. En primer lugar,
recuerda una indicación de san Juan Pablo II, que afirmaba que la monogamia
“merece ser cada vez más profundizada”. El hecho de que este aspecto no haya
sido suficientemente desarrollado es uno de los impulsos que están en el origen
del documento.
En segundo lugar, la Nota menciona los diálogos con obispos de distintos
continentes, especialmente en las visitas ad limina. En algunos países
de África, la cuestión de la poligamia sigue siendo muy relevante. Al mismo
tiempo, en Occidente crecen diversas formas públicas de uniones no monógamas, a
veces llamadas “poliamor”, junto a otras formas más reservadas que siempre han
existido.
Sin embargo, «Una caro» subraya que estas circunstancias son motivos
secundarios. La motivación principal es positiva: se trata de comprender la
monogamia cristiana no solo como lo contrario de la poligamia, sino como un
modo de vivir el matrimonio en toda su riqueza y fecundidad. Esta perspectiva
se vincula al fin unitivo de la sexualidad: la sexualidad no se reduce a
asegurar la procreación, sino que contribuye a enriquecer y fortalecer la unión
única y exclusiva y el sentimiento de pertenencia recíproca entre los esposos.
3. Unidad e indisolubilidad: qué va
a tratar la Nota y qué no
La
Introducción recuerda la enseñanza del Código de Derecho Canónico: las
propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad; el
matrimonio es un vínculo de por sí perpetuo y exclusivo. La Nota doctrinal
constata que, en la teología y en el Magisterio recientes, se ha desarrollado
ampliamente la indisolubilidad, especialmente frente a la legalización del
divorcio, mientras que la unidad, entendida como unión única y exclusiva entre
un hombre y una mujer, ha recibido menos atención específica.
Por eso, el
documento aclara su propósito: no pretende volver a exponer la doctrina sobre
la indisolubilidad ni desarrollar el tema del fin procreativo del matrimonio,
porque ambos aspectos ya cuentan con una sólida elaboración. En cambio, se
concentrará en la unidad como primera propiedad esencial del matrimonio,
entendida como una unión única y exclusiva entre una sola mujer y un solo
hombre, es decir, como una pertenencia recíproca que no se comparte con otros.
4. El matrimonio como “unión”: una
tradición constante
La Introducción muestra cómo, en la tradición de la Iglesia, el matrimonio
se ha definido de manera constante como una unión entre el hombre y la mujer.
Recuerda, por ejemplo, que santo Tomás de Aquino presenta el matrimonio como
una unión conyugal entre el varón y la mujer, contraída por personas legítimas
y ordenada a una comunión de vida indisoluble; y que, precisamente por esa
unión, uno recibe el nombre de marido y la otra el de esposa.
Se menciona también la tradición jurídica recogida por Justiniano, que
describe el matrimonio como una unión del hombre y la mujer que implica una
comunión de vida que no se disuelve. Y se evocan autores modernos, como
Dietrich von Hildebrand, que hablan del matrimonio como la unión más profunda e
íntima entre personas humanas.
La Nota utiliza estas referencias para subrayar que la unidad de los
esposos es un dato objetivo fundamental y una propiedad esencial de todo
matrimonio, llamado a desplegarse como una verdadera comunión de vida.
5. De la unidad a la comunión, y de
los esposos a Cristo y la Iglesia
La Introducción explica que esta unidad objetiva está llamada a madurar
como una comunión de vida cada vez más profunda: una amistad conyugal que
crece, una ayuda recíproca estable y una comunión total que abarca todas las
dimensiones de la existencia. Con la gracia de Dios, esta comunión se convierte
en signo de otra unión que la excede: la unión entre Cristo y la Iglesia, su
Esposa amada, como recuerda la carta a los Efesios.
La Nota recoge la enseñanza de san Juan Pablo II: por el pacto de amor
conyugal, el hombre y la mujer ya no son dos, sino una sola carne; y, al mismo
tiempo, están llamados a crecer continuamente en esa comunión, avanzando hacia
una unión más rica en todos los niveles.
6. Destinatarios y horizonte de la
Nota
Por último, la Introducción sitúa el conjunto del documento. La Nota
doctrinal sobre el valor del matrimonio como unión exclusiva y pertenencia
recíproca está destinada ante todo a los obispos, pero desea ayudar también a
parejas casadas, a novios y a jóvenes que piensan en una futura unión, para que
puedan descubrir mejor la belleza de la propuesta cristiana sobre el
matrimonio.
El texto reconoce que, para muchos, este mensaje puede sonar extraño o
claramente contracorriente. Por eso aplica a esta enseñanza unas palabras de
san Agustín: «Dame un corazón que ame, y entenderá lo que digo». Al
mismo tiempo, expresa su gratitud por la pasión de tantos creyentes –hombres y
mujeres, clérigos y laicos– que han acompañado a parejas, han desarrollado una
espiritualidad del matrimonio y han sostenido una pastoral conyugal: sus vidas
son como un testimonio vivo de lo que «Una caro» quiere proponer y elogiar.
(El testimonio no está en la
Nota doctrinal, es un añadido)
Testimonio de
Ana y Marcos (14 años de matrimonio)
Me llamo Ana soy la esposa de Marcos y tenemos dos hijos y uno en el Cielo.
Llevo 14 años casada por la Iglesia con Marcos. Tenemos dos hijos, mil cosas en
la cabeza… y un matrimonio muy normal: con días preciosos y días en los que nos
caeríamos fatal. En casa las broncas casi nunca son por algo enorme.
Empiezan por chorradas:
—¿Otra vez llegas tarde?
—¿Y quién recoge a los niños?
—Siempre soy yo la que está cansada, ¿sabes?
Y en nada, lo pequeño se hace grande.
De los platos pasamos a los reproches de siempre:
—Tú estás más pendiente de tu familia que de mí.
—Y tú nunca valoras lo que hago.
—Si no fuera por los niños…
Luego viene el clásico: puerta, silencio, cada uno por su lado.
Él en una
habitación, yo en otra, repasando mentalmente y murmurando la lista de todo lo
que el otro hace mal.
Y sí, alguna vez he pensado, muy dentro: “Con todo lo que se oye hoy de no
complicarse la vida, de no atarse, de probar… ¿no habría sido más fácil otra
vida, con otra persona… o sola?”.
Pero siempre, detrás de esos pensamientos, hay una imagen que vuelve: el
día de nuestra boda, allí, delante de Dios y de todos, mirándole a los ojos y
diciéndole: “Yo te recibo a ti… y
prometo serte fiel todos los días de mi vida”. Ese día empezó algo
nuevo: no era solo “Marcos” y “Ana” compartiendo piso. Empezó un “nosotros” de
verdad, una historia que es solo nuestra. Te cuento dos momentos que para mí lo
han hecho muy real.
1. Una bronca que nos pudo romper…
y nos hizo elegirnos otra vez
Un día tuvimos una
discusión de esas que te dejan hecha polvo.
Ni me acuerdo de qué empezó, pero sí de cómo acabó: los dos cansados, dolidos y
con muchas ganas de tener razón. Cuando los niños se durmieron, yo estaba en el
sofá, con un nudo en la garganta, pensando: “Siempre tengo que ser yo la que
aguanta. Si me hubiera casado con otro… igual esto no pasaba”.
Marcos salió del dormitorio y se sentó a mi lado.
Yo pensé: “Ya estamos, otra vez”. Pero no. Se quedó callado un rato, miró
al suelo y al final dijo:
—Ana, hoy te he
tratado fatal. Te he hablado como si fueras mi enemiga. He sacado cosas del
pasado solo para hacer daño. He pecado
contra ti.
Hizo una pausa y añadió:
—Pero hay algo que no cambia: yo te
elegí a ti, delante del Señor. Solo a ti. Y no quiero vivir como si
tuviera otras puertas abiertas.
Yo ahí no pude
seguir con el papel de “la ofendida perfecta”.
Porque sabía que yo tampoco estaba limpia. Y le dije:
—Yo también he
pecado. Me guardo cosas, te castigo con el silencio, sé dónde darte y a veces
lo hago aposta. Perdóname. Yo también te elegí a ti, delante de Dios. Solo a ti.
No hubo frase
mágica. Nos abrazamos, medio torpes, en ese sofá lleno de juguetes. Pero dentro
de mí pasó algo muy claro:
“Vale, seguimos siendo nosotros. Con heridas, sí, pero seguimos siendo
nosotros dos”. Ahí entendí que la monogamia no es solo “no tener
otros”.
Es decir: “cuando me duele, cuando no me gustas, cuando me sacas de quicio…
aún así, sigues siendo tú. Solo tú.”
2. El día que el paro dejó de ser “su problema”
para ser cosa de los dos
Otra etapa fuerte fue cuando despidieron a Marcos. Le llamaron un día y, de
repente, se quedó sin trabajo. Yo vi a un hombre tocado. Se sentía poca cosa,
se comparaba con otros, estaba de mal humor, preocupado.
Más de una noche se quedaba en la cocina, a oscuras, mirando el móvil:
ofertas de trabajo, cuentas, números… y suspirando.
Yo también me asusté. Pensaba: “¿Y ahora qué? ¿Y si esto va para largo? ¿Y
si se amarga?”.
Y aquí es donde, en la vida real, uno puede irse cada uno a su rincón: “Tu
paro, tu problema, tu mal humor”. “Tus nervios, tu miedo, tus lágrimas”.
Pero dentro de mí
había algo muy sencillo que no me dejaba: “Yo soy su mujer, y él es mi marido. Punto.” No estoy con él por
su sueldo, ni por la seguridad.
Ese día en la iglesia dije “sí” a
Marcos entero, con sus etapas buenas y sus crisis.
Una noche me miró
y me dijo:
—No sé cuánto voy
a tardar en encontrar algo… Me siento un fracasado.
Y me salió del
alma, muy sencillo:
—Mira, Marcos, tú
no te casaste con tu nómina. Te casaste conmigo.
Y yo me casé contigo, no con tu éxito. Esto no es “tu marrón”: es nuestro. Lo vamos a pelear juntos.
Y ahí, sin grandes discursos, se hizo carne eso de “ser uno”.
No era “él y sus problemas” y “yo y los míos”:
era nuestra historia, nuestro
miedo, nuestra lucha.
Y la intimidad… como manera de decir “sigo siendo
tuya”. En todo este camino —discusiones, paro, cansancio—
también hemos tenido que aprender a cuidar nuestra intimidad.
No siempre apetece. Hay etapas en las que estás enfadado, cansado,
preocupado. Pero hemos descubierto algo: cuando nos hemos pedido perdón, cuando
hablamos de verdad, cuando volvemos a mirarnos con cariño…
y después nos abrazamos y nos entregamos el uno al otro, con respeto, sin
prisas, sin usar al otro… ahí pasa algo muy hondo.
Para mí, muchas veces, es como repetir con el cuerpo lo que dije en la
iglesia: “En la alegría y en el dolor,
en la salud y en la enfermedad… yo sigo siendo tuya, y tú sigues siendo mío. Tú
y yo, solo nosotros.” La sexualidad, así, no es una “obligación de
casados” ni solo algo para tener hijos.
Es como volver a decirnos: “te elijo
otra vez, con lo que hemos pasado, con lo que somos hoy”.
No somos un matrimonio modelo, somos como Dios quiere y permite que seamos.
Seguimos discutiendo, seguimos metiendo la pata, seguimos aprendiendo. Pero
cuando miro estos años, con sus broncas y sus miedos, también con sus abrazos y
reconciliaciones, yo, Ana, dentro de mí le digo al Señor: “Gracias, porque
este ‘nosotros’ tan pobre y tan real—Marcos y yo, solo nosotros dos— me
habla un poquito de tu amor fiel por tu Iglesia:
un amor que no sale corriendo, que se queda, que perdona
y que vuelve a empezar.”
Y si te cuento todo esto no es para ir de experta. Es por si, escuchando
algo de lo nuestro, tú también puedes mirar a tu marido o a tu mujer y, aunque
estéis cansados o enfadados, quizá esta noche, por dentro, puedas repetir: “Te elegí a ti. Solo a ti. Y contigo
quiero vivir este ‘nosotros’, con Dios en medio.”

No hay comentarios:
Publicar un comentario