viernes, 31 de octubre de 2014

Homilía del DÍA DE TODOS LOS SANTOS 2014

HOMILÍA DEL DÍA DE TODOS LOS SANTOS 2014

Apocalisis 7,2-4. 9-14
Salmo 23,1-2. 3-4ab. 5-6
Primera de San Juan 3, 1-3
Mateo 5, 1-12a

Me da la impresión que los cristianos andamos por la vida encorvados. ¡Nuestra vida espiritual tiene ya hasta una joroba! Sí hermanos, tenemos una hermosa joroba porque nos hemos ido dejando someter a los criterios y formas de pensar y amar de este mundo. Todo eso se ha ido cargando sobre nuestras espaldas hasta que ha generado lo que ha generado. Nuestros ojos apenas pueden alzar la mirada porque nos hemos dejado domesticar por Satanás.  Sus seducciones, sus tentaciones, sus insinuaciones, su modo de estar oculto pero administrándonos sus dosis de maldad ya forman parte de nuestro organismo espiritual. Se nos está adiestrando para eliminar todo resquicio del ‘estado de gracia’. De tal modo que cuando uno siempre tiene puesta su mirada en el suelo se llega a olvidar del Cielo. Y si nos olvidamos del cielo perdemos nuestras auténticas raíces, ya que como nos dice San Pablo: No olvidéis que sois ciudadanos del cielo.

Además Satanás es vengativo y crueL hasta niveles insospechados. Cuando un alma se siente amada por Dios y alza la mirada hacia lo alto, corrigiendo su columna encorvada –con todo lo que supone de arrepentimiento, de deseo profundo de conversión y de corresponder con amor a Cristo-,ya se procura Satanás que todos aquellos que le rodean, que tienen sus buenas jorobas –sus amigos y gente de confianza- la dejen de lado, la aparten, la marginen, no cuenten con ella. Satanás lo hace con la esperanza de poderla reclutar de nuevo. La lucha interna de esa persona es durísima. Pero vamos a verlo desde lo alto, al lado de Dios: Cuando Dios, la Santísima Virgen, los ángeles y arcángeles, toda la corte celestial y los santos de todos los tiempos están observando a esa persona que lucha por ser santa se parecen a esos seguidores de un equipo de fútbol que con sus cantos y aplausos animan entusiasmados, con todo su ser, para que su equipo consiga ganar la tan ansiada copa de la victoria. Y Dios anima a esa alma proporciándole el don del Espíritu Santo.

En la primera carta de San Juan ya nos avisa diciéndonos que «el mundo no nos conoce  porque no le conoció a Él». Seamos claros: El mundo desprecia a los que son de Dios y no quieren tener ninguna relación con ellos, porque con el actuar cristiano les denuncia en su pecado.  Con esto no quiero decir que el que actué como cristiano sea precisamente santo. Tal vez sea más pecador que todos ellos juntos, pero con un matiz muy importante: Se ha puesto en camino de CONVERSIÓN y desea tener a Jesucristo en el centro de su ser.  Si se han dado cuenta, en la lectura del Apocalipsis ya nos URGE A LA CONVERSIÓN.  Dice el Apocalipsis: «Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Los males cósmicos son una llamada a la conversión.  Nos dice con toda claridad que dejemos de andar encorvados sacando la joroba, mirando al suelo y viviendo a lo mundano. 

Y para que uno pueda enderezarse es muy importante recibir, con cierta frecuencia, una palabra de los presbíteros, de los catequistas, de los responsables, de los hermanos por medio de sus ecos… porque Jesucristo se hace presente de este modo. Es asombroso cómo el Espíritu Santo, con unas vasijas tan frágiles como somos nosotros, sea capaz de hacerse presente. Esto es un motivo claro para alabar y dar gracias a Dios. Los sacramentos, en especial  el de Reconciliación y el de la Eucaristía son nuestros mejores aliados para estar conectados directamente con toda la Corte Celestial de los Santos.

sábado, 25 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXX del Tiempo Ordinario, ciclo a


DOMINGO XXX del tiempo ordinario, ciclo a

            Algo mal debemos de estar haciendo para que la gente no capte el profundo gozo de estar con Cristo. Es cierto que cuando uno se encuentra ante una comunidad cristiana que no es significativa, que es fría y apática, que no es diferente respecto a lo que uno se encuentra en el mundo, que no es referente en la vida cristiana a uno le queda totalmente indiferente creyendo que esto de ser cristiano da muy poco de sí. Para aquel que busca algo en la fe se descubre con la seria dificultad de encontrar a muy pocas comunidades cristianas que estén ardientes en el seguimiento de Cristo. De tal modo que cualquiera puede llegar a pensar que ser cristiano no lleva en sí mas carga que la de cumplir con unos ritos o costumbres antiguas de los pueblos. Reconozco la dureza del momento en el que estamos viviendo. Estamos pagando todavía las deudas de un pasado prepotente donde se daba por sentado que todos ya habíamos sido evangelizados por estar en un país tradicionalmente católico. Muchos se mueve por la lógica del “mínimo necesario”  negándose a entrar en la lógica del amor generoso, que es la lógica del amor “máximo posible”. Únicamente se podrá llevar a cabo la tan urgente nueva evangelización cuando se entre en la lógica de los mártires que dejan su vida limpiamente en las manos de Dios y de su Iglesia, para vivir enteramente al servicio del Reino, sin pedir nada, sin esperar nada, sin lamentarse de nada.

            Una persona que esté fría en la fe, o por lo menos algo templadita, que entre en una iglesia en el momento de la celebración de la Eucaristía puede ver bancos y personas anónimas sentadas y a un presbítero hablando pero no llega a entender lo que se hace. Si ese es su único referente de vida cristiana a lo largo de la semana ¿cómo va a llegar a descubrir que Jesucristo puede ir colándose por los diversos aspectos de su vida?, ¿cómo va a ir dando pasos en ese periodo de conversión para descubrir su pecado y los múltiples negaciones a Dios que han ido ocasionando malformaciones en su conciencia cristiana? ¿Cómo irla enseñando a descubrir la sabiduría divina contenida en la Biblia para dar respuesta cristiana a sus problemas diarios? ¿Cómo sentirte miembro de la Iglesia cuando el anonimato es una constante sintiéndose como si fuera uno  un consumidor que va a adquirir los productos para el carro de la compra en unos grandes almacenes?

            Laicos deberíais de despertar de vuestro letargo: Empezad a exigir a los presbíteros que en sus parroquias, en los colegios de la iglesia, en las capellanías… se anunciase el KERIGMA, que se empezase a evangelizar en serio. Pero de tal modo que se hiciera como si ninguno hubiera escuchado jamás el nombre de Jesucristo. Sin lugar a dudas más de un presbítero esta simple idea le llegaría a aterrar ya que supone el fin de su vida tranquila y relajada. Y cuando se deja a los laicos que ejerzan como laicos ya nos podemos ir preparando porque pueden llegar pisando tan fuerte que no nos quedará más remedio que ponernos al día en el Concilio Vaticano II y en todas y en cada una de las orientaciones que el Espíritu nos vaya regalando. San Pablo nos dice que acogiendo la Palabra del Señor se llega a ser modelo para los demás.

Supongan ustedes que una pareja de novios se presenta en el despacho parroquial y preguntan al presbítero que qué han de hacer para tener un noviazgo cristiano, ya que la carne llama a la carne, la sensualidad y la atracción sexual está a flor de piel y además los dos vienen heridos de otras relaciones amorosas que les han desorientado y desconcertado en gran medida. ¿Creen ustedes que les valdrá cualquier respuesta del presbítero o del catequista?, es más ¿sería satisfactorio y suficiente esas palabras más o menos afortunadas en ese momento puntual en el despacho?, y la pregunta del millón ¿hasta qué punto el pastor quiere dar su vida por las ovejas comprometiéndose en el descubrimiento de Cristo en esa pareja de novios? Hermanos, estamos hablando de amor, de cómo ese amor ha de ser realidad concreta en mi prójimo.

Vamos a dejar una cosa en claro. Cuando Dios no es la presencia que aglutina a los hombres entre sí, si Dios no es horizonte de todo amor y hacia donde tiende todo deseo de amar, el amor se degrada en una relación egoísta y esclavizante que bloquea toda posibilidad de crecimiento personal. No hay amor donde se busca el interés o el provecho propio. Únicamente en el trato de amistad con Dios el amor muestra el auténtico rostro. Sin Dios el amor se degenera en un intercambio de favores, en egoísmos camuflados. Cuando el Señor en el libro del Éxodo nos dice que «no oprimirás ni vejarás al forastero», que «no explotarás a viudas ni a huérfanos», «no seas usurero si prestas dinero a un pobre que habita contigo», lo que está haciendo es poner en evidencia la falta de amor reinante.

El amor no se improvisa ni se disfruta por el mero hecho de proclamarlo. La atención y el trato con Dios es la fuente y plenitud de todo amor. El trato con Dios aproxima en el trato con los hombres. La oración nos abre a la verdad del amor que debemos a nuestros hermanos. Necesitamos una nueva evangelización que donde los cristianos empiecen a vivir gozosos el gran regalo de estar bautizados, donde la fe esté ardiendo y Dios sea el horizonte de todo amor.

martes, 14 de octubre de 2014

domingo, 12 de octubre de 2014

sábado, 11 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo a


HOMILÍA DEL DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 25, 6-10a
SALMO 22
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 4, 12-14. 19-20
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 1-14

            No hace mucho pregunté a unos muchachos de confirmación -vísperas de la celebración- de por qué deseaban recibir el sacramento. Y si lo llego a saber ni se me pasa por la cabeza el preguntárselo. La impresión que me dieron es que estaban totalmente atontados, pero tanto ellos como aquellos que se han encargado de su educación en la fe. Además en este caso era un grupo muy reducido. O sea, que el resto ni siquiera se habían planteado esto de las catequesis. Dense cuenta, este grupo reducido que había asistido a las catequesis deberían de marcar una diferencia respecto a los que no habían acudido pero tanto unos como los otros 'no se habían enterado de la fiesta'. Muchos niños y niñas llegan al día de su Primera Comunión y su principal ilusión son el vestido y los regalos. Y al siguiente domingo se produce la 'gran estampida' ya que si te quieres acordar de ellos tienes que sacar el álbum de las fotos. Estudiantes que son alumnos de colegios privados o concertados de la Iglesia y que se divierten del mismo modo que los demás, que hacen lo que no deben y dicen lo que no piensan. Presbíteros y personas consagradas que descuidan su vida espiritual porque desean invertir su tiempo en 'cosas que sean productiva y que se vean'. Evidentemente aquí hay algo que falla. Vamos a ver: A un niño pequeño al principio se le pone en un triciclo -y el padre tirando con una cuerda para que se mueva-, y poco a poco va aprendiendo. Después en una bicicleta pequeña con patines. Cuando el niño va adquiriendo equilibrio y seguridad se van quitando esos patines y se hace con otra bicicleta más grande hasta que termina por manejarlo con soltura. Sin embargo no olvidemos que siempre ha habido una persona que le ha ido enseñando y ayudando en todo este itinerario de aprendizaje para montar en la bicicleta. A lo que a mí me da la sensación que pocos son los que se dejan acompañar y menos los que se complican acompañando en la fe creyendo que ya tienen demasiado con lo que hacen.

            Pero vamos a ver, ¿lo nuestro no es crear una cultura nueva? Es preciso tener una experiencia profunda e intensa de Dios para interpretar toda la vida dejándonos guiar de esa presencia divina. Un arquitecto y todo su equipo elaboran los planos para construir los edificios y a partir de esos planos se levanta la construcción. Jesucristo tiene para ti un plano, una vocación. Tan pronto como uno entra en contacto con lo divino se percata de la densa niebla que le impide caminar y avanzar en ese proyecto divino: Es el pecado. Y tanto tú como yo estamos urgidos a levantar el edificio de nuestro ser teniendo tanto en la retina como en el corazón ese plan personal de Dios para cada uno.

            El albañil, llueva, nieve, con niebla, ya granice, así con el sol asfixiante de agosto, o en las heladas de pleno invierno se afana colocando ladrillos y haciendo la masa. Un estudiante cristiano, que por ser fiel a Cristo, se va posicionando -aún sin darse cuenta- ante una serie de cuestiones, que su opinión difiere a la opinión reinante; que su mirada se está dejando educar por Cristo y su forma de actuar deja traslucir la existencia de lo trascendente; cuando no va buscando lo que todos buscan sino que se afana por encontrar el tesoro escondido; es entonces cuando siente en sus huesos el frío del desprecio de algunos de sus compañeros; soportando el aguacero de las críticas burlonas de los que se creen que gozan más de la vida; atravesando los bancos de niebla de la indiferencia de los que se ponen a sí mismos sus propias reglas y normas de conducta moral. Lo mismo que el albañil, lo nuestro es construir, unos edificios de ladrillo y otros cristianos santos para Dios. Quien dice estudiante, dice padre o madre de familia, religioso y consagrado, presbítero o cual sea la vocación dada por Dios. Lo nuestro es caminar con Jesucristo, tal modo que con nuestras palabras, gestos, silencios, trabajos y pensamientos le vayamos irradiando, dejando la esencia del perfume de su presencia allá por donde estemos. Y atención que esto lo hacemos no precisamente en un ambiente favorable para la fe. Nos escribe San Pablo contándonos su experiencia: «Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta».

            Es cierto que el pueblo judío había sufrido el exilio de Babilonia y que mencionado exilio ya había quedado atrás, pero aún estaban sin estar cicatrizadas las heridas espirituales ocasionadas en el pueblo. ¿Qué heridas eran esas? El haberse ido tras otras creencias; el haberse relajado en la vida espiritual; el no haber tenido presente las tradiciones de los antiguos; el hacer propio usos y costumbres paganas que desdecían y atentaban contra su propia fe; el creerse dueños y señores de sus vidas desplazando a Dios e incluso negando su existencia. Todo esto genera heridas de gran gravedad. A lo que el profeta Isaías nos asegura que solamente en ese banquete preparado por el Señor será donde se crearán las condiciones necesarias para la eliminación de la muerte y de sus tradicionales compañeros como son el dolor y las lágrimas. Daos cuenta de cuántas personas, en vez de acudir a Cristo que es el médico de las almas, acuden a ídolos condenándose a la desazón incesante que va torturando cada vez más hasta la muerte total del ser.

            Pero les hay también que se llaman a sí mismos 'cristianos', que acuden al banquete preparado por el Señor, que son miembros del Pueblo Santo de Dios pero «no llevan el traje de boda». Se dicen -creyéndose la misma mentira- que soy cristiano pero 'yo vivo mi vida como a mi conveniencia', 'mis hijos han hecho la primera comunión, se han confirmado y ahora viven en pareja, ya se sabe, es lo normal ahora en estos tiempos', 'yo estoy viviendo en pareja sin pasar por el Altar y estoy tan feliz', 'cuando salgo de fiesta pierdo el control bebiendo y gastando el dinero que me da la gana para pasármelo genial y hago lo que me apetece', además 'cada cual es dueño de su vida' y yo estoy muy bien como estoy. 'Yo soy cofrade de la Virgen de mi pueblo pero no me interesa ni las misas ni esas cosas de los curas ni de las monjas'; yo soy párroco de mi parroquia y no quiero que en mi parroquia nadie me diga lo que tengo que hacer ni cómo lo tengo que hacer, la parroquia está a mi servicio y aquí se hace sólo lo que yo digo y no quiero ni movimientos ni cosas raras de esas'. Piensan 'yo no quiero cambiar nada en mi vida', estoy en la Iglesia porque me bautizaron y por planteamientos sociales, culturales...pero una cosa es la fe y otra lo que yo a mí me apetezca hacer con mi vida. A esos el Señor les reprende echándoles del banquete porque las obras de la caridad deben de acompañar SIEMPRE a la fe.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXVII del tiempo ordinario, ciclo a


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
                Is 5,1-7; Sal 79; Flp 4,6-9; Mt 21,33-43

No hace mucho me comentaban que un cura de un pueblo bautizaba y casaba a la gente ‘sin pedir tantos requisitos’. Mejor dicho, no pedía ningún requisito y muchas personas se iban a donde él para que les hiciese todo. Además –algunos de ellos tienen la desfachatez de decirte- «ahí tienes el crucifijo, confiésate con él» o engañan a sus feligreses impartiendo la absolución general sin que nadie pase por el confesionario a manifestar sus pecados. Nada de catequesis o de preparación previa, nada de formación en la vida espiritual, nada de nada. Y además me comentaban que la gente y sus feligreses están contentísimos con ellos y que les quieren mucho.

Ante esto me paro a pensar y me digo: De este modo ¿se ayudará a que las personas bautizadas se puedan llegar a plantear el fundar hogares cristianos? ¿Acaso creen ustedes que se llegan a plantear que esto de ser cristiano es un estilo de vida basado en seguir a la persona de Jesucristo? Deseo recalcar eso de «se puedan llegar a plantear» porque no se puede dar ya nada por supuesto. España es territorio de misión en toda regla y es urgente adentrarse, sin miedos ni temores, en una nueva evangelización. Esos curas –más funcionario del culto que otra cosa- con su lamentable modo de ejercer su ministerio ¿están provocando que se den los primeros pasos para la conversión y así poder aceptar el mensaje de Jesucristo? ¿No será que ese cura se ha secularizado y mundanizado y lo único que haga sea un emisor, que esté emitiendo, generando ondas corrosivas de esa secularización y mundanización pervirtiendo la vida cristiana y así perjudicando a tantas almas? Si el pastor de almas no está profundamente enamorado del Señor y no tiene un trato muy frecuente con Él en la vida de oración ¿cómo va a trasmitir a los demás una espiritualidad que no tiene? ¿Cómo comunicará una experiencia viva y profunda de Dios si carece de ella? Ahora bien, como no genera problemas –al plantear todo tan light`- que ningún responsable le dice nada incrementando, aún más, el daño a las almas ocasionado por ellos. A corto plazo todo iría genial, a largo plazo esas parroquias tendrán que poner el cartel  cerrado por cese de negocio.  

            Dice el profeta Isaías «Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; y construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones».

Los primeros que nos tenemos que convertir somos los presbíteros. Los presbíteros no gozamos de inmunidad ante el pecado, como pueden gozar de inmunidad parlamentaria algunos políticos. A nosotros también el pecado nos corroe, nos erosiona. Por eso la oración personal y la oración de intercesión de cada uno de ustedes son tan sumamente importantes. Nos dice San Pablo «vuestras peticiones sean presentadas a Dios». Recordemos que llevamos un tesoro tan importante ‘en vasijas de barro’.

            Un padre o una madre de familia ¿cómo van a santificarse si ni siquiera se han planteado tener a Jesucristo en medio de su matrimonio? Uno se encuentra con parejas de novios que primero van a hablar con el restaurante, determinan el día de su enlace matrimonial conforme a los intereses del banquete y luego el presbítero tiene que ceder en el día y hora  para que ‘no le armen la marimorena’.  Uno se encuentra con parejas de novios que dicen que se casan por lo civil porque no tienen dinero para casarse por la Iglesia, a lo que yo digo ¿tanto cobrarán los curas por las bodas?, pues yo soy presbítero y yo que sepa no se cobra por administrar los sacramentos.  Muchos novios se excusan para no asistir a los cursillos prematrimoniales por falta de tiempo y acuden a todas y cada una de las citas con el modista o la tienda de ropa, así como de todos los preparativos nupciales. Muchos padres y madres no dan importancia a la asistencia de sus hijos a las catequesis, no llevan a sus hijos a la Eucaristía dominical –porque ellos tampoco asisten-  ni participan en la vida parroquial y luego bien se afanan en que vayan vestidas como princesitas o como marineros sin importar el tiempo y el dinero a emplear. Van a bautizar a sus hijos y ponen como padrinos o madrinas a personas que no son referentes en la vida cristiana porque Cristo para ellos ‘ni les va ni les viene’.  ¡Toda esta gente no se ha enterado aún de lo que va el ser cristiano!

¿Cómo pueden sacar ‘el jugo’ de la vida conyugal si lo más importante –que es Cristo- está siendo excluido? Es cierto que el paladar se puede llegar a acostumbrar a todo –a todos los sabores de muy baja calidad que no dejan de ser sucedáneos,- ¿pero no creen ustedes que será mejor poder paladear y disfrutar de lo que es auténtico y dejar de lado lo que es sucedáneo? ¿Por qué estar metido en un amor de baja intensidad pudiendo estar en alta tensión?

Nos escribe San Pablo diciéndonos que «lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra». Ahora bien, ¿cómo pueden llegar unos esposos a vivir su matrimonio en cristiano si la fe de uno de ellos o de ambos ha quedado estancada  en la etapa de la Primera Comunión? ¿Cómo poder llegar a trasmitir la fe a los hijos si ellos no estiman como importante la fe? ¿Cómo poder realmente plantear la vida cristiana en familia  cuando no se ha llevado a cabo una evangelización dando por sentado que todos ya éramos cristianos? ¿Cómo es posible que conozcan la Buena Noticia si nadie les ha presentado a Cristo? ¿Cómo es posible?

            Dios se compromete con cada uno de nosotros. Depende de nosotros también  deseemos comprometernos con Él.