domingo, 17 de septiembre de 2017

3MC - 3 Minute Catechism - 41. ¿Qué es el pecado?

El pecado es como el queso

Primera Confesión 2016

Homilía del Domingo XXIV del tiempo ordinario, ciclo a

HOMILÍA DEL DOMINGO  XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

            La Palabra de hoy es muy clara. Quien no quiere perdonar, quien se obsesiona en la venganza no puede pensar que sea sabio ni religioso. Porque el sabio, en todo momento, pone a Dios en medio. ¿Cómo es posible que alguien se considere religioso cuando le carcome por dentro el odio y el rencor? Cristo es la medida de todas las cosas. A más odio, menos de Cristo;  a más perdón, más del Señor. El rencor y la ira nos conduce a la perdición porque deforma nuestra alma buscando las cosas humanas, y lo nuestro es buscar las cosas del cielo, y no las de la tierra.
            Muchas realidades que vivimos o situaciones delicadas de conflicto son oportunidades que el Señor permite para calibrar la calidad de nuestra fe. Cuando uno cae en la cuenta de que en esto el Señor está en medio, todo cambia. Nos dice el libro del Eclesiástico: «Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor? Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?». Hace poco leí esta leyenda que decía: «No basta con ser sincero, hay que ser verdadero». Si yo quiero realmente y valoro de verdad el amor de Dios, Jesucristo me pide que ponga todas las cartas descubiertas sobre la mesa. Y cuando lo hacemos nos damos cuenta de la tarea que tenemos por delante, que el amor hay que trabajarlo y hay que emprender una guerra interna contra todo aquello que me impide amar al hermano. Porque el hermano que tengo en frente es mi espejo. Si el otro me pone enfermo de los nervios es porque interiormente la soberbia y la ira me dominan, y se manifiestan en el exterior con mis manifestaciones o comentarios. Cristo es la Verdad y estando más cerca de Él sabremos cómo vivir en la verdad. Porque cuando vivamos en la verdad sabremos ayudar incluso a aquellos que nos calumnian, nos atacan y desean nuestro mal.  Recordemos que el perdón no tiene medida.
            Si aceptamos que hemos sido redimidos por Cristo, sabemos que le pertenecemos. Que somos soldados de Cristo y debemos de tomar las armas de la luz para afrontar las tentaciones y acechanzas del único enemigo que es Satanás. La muerte y la resurrección es algo que acontece en cada uno de nosotros. Siempre que vivimos y nos desvivimos por los demás luchando contra el egoísmo radical lo pasamos mal, porque es algo que implica renuncia, negación de uno mismo. Pero al mismo tiempo somos luz de Cristo para nuestros hermanos y esperanza de una vida mejor para aquellos que estén con nosotros. No se trata de ser solidarios, aquí lo que se proclama es una donación absoluta.
            Ser solidarios para ‘llevarnos bien y sentirnos como buenas personitas’ es muy sencillo, consiste en organizar festivales solidarios, teatros y demás actividades para poder recaudar dinero... o colaborar en una ONG o algo por el estilo. Es verdad que esto es lo que realmente vende a la gente y algunos tienden a calibrar la eficacia de la pastoral por el nivel de participación solidaria que se dé en una parroquia. Pero no duden que apenas salten algunas chispas, al carecer de espiritualidad, esto prende y genera un incendio sin precedentes.
            Y digo que esto de ser ‘solidario’ vende porque se ve. Se puede contar el dinero recaudado para una causa justa, se puede contar la gente involucrada en la participación y organización… hay números y se hacen fotos, entrevistas, se redactan artículos, se saca en la radio y televisiones locales…. O sea, vende. Sin embargo la oración silenciosa, las horas de confesionario escuchando y reconciliando penitentes, la oración contemplativa ante la Custodia, la lectura atenta y pausada de la Palabra de Dios, el esfuerzo de acompañamiento diario y constante a las familias y a los consagrados y consagradas, etc…., eso no se ve y nadie lo saca en los medios…. Y ya se sabe, lo que no sale en los medios no existe.
Lo nuestro es la donación absoluta y esto solamente se puede hacer cuando hay una relación de amistad íntima con Cristo. Por que solamente Él te irá dando razones del por qué e irá conquistando tu alma para vivir para Él. Porque vivir para Dios es, de algún modo, destruir la espiral del mal.  


Lecturas del domingo XXIV del tiempo ordinario, ciclo a, 17/09/2017
-Lectura del libro del Eclesiástico 27, 33-28, 9
-Sal 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12 R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
-Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9

-Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35

sábado, 9 de septiembre de 2017

Homilía del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ciclo a

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO a
            «Hijo de hombre, te he nombrado centinela de Israel». Así empieza la primera lectura de hoy tomada del profeta Ezequiel. Un centinela, que guarda la ciudad, que emplazado en su puesto de observación descubre quienes están por la inmediaciones, quien entra y sale. Los demás pueden descansar, relajarse, trabajar, hacer lo que hagan con normalidad, pero cuando escuchen la voz del centinela, todos deben de acudir para salvar la ciudad, y si alguien no lo hace está perdido. Ese centinela militar es el encargado de dar la alarma ante el peligro.
            El profeta Ezequiel se siente responsable de la suerte espiritual de su pueblo, y por eso se cree en la obligación de mantenerse vigilante frente a los peligros que sobre él se ciernen. El profeta Ezequiel ha anunciado primero la destrucción de Jerusalén en castigo de los pecados acumulados durante generaciones por la comunidad israelita. Ahora tiene que anunciar los nuevos peligros para la vida religiosa de todos aquellos que se exiliaron y formar la conciencia de éstos para restaurar la nación.
            En esta misma línea de ser centinela que vigila por dónde acecha el enemigo nos lo planteaba esta semana el apóstol San Pablo. El apóstol nos ofrecía criterios de discernimiento para nuestra vida cristiana diciéndonos que nuestras malas acciones van engendrando una mentalidad que nos aleja de Dios (cfr. Col 1, 21-23). Una persona podría pensar que un pecado muy grave jamás lo llegaría a cometer. Pero si uno van dando de paso a una, a otra y a otra acción… que no son adecuadas ni cristianas, poco a poco se va adentrando en una oscuridad en su conciencia, y al darse cuenta de que –por lo menos aparentemente- no acarrea consecuencias, puede llegar a realizar pecados o acciones perjudiciales de un nivel tan serio que antes, en un principio, eran impensables de realizar.
            El profeta, como centinela espiritual del pueblo, anuncia los peligros que nos acechan. Si no quieren oírle, no tendrá responsabilidad alguna sobre la muerte de ellos, como en el caso del centinela militar. Al contrario, si éste no cumple su misión de anunciar el peligro de la invasión del enemigo, será responsable de lo que pasare y pagará con su vida su falta en el cumplimiento del deber.
            Ahora bien, nosotros que estamos en la iglesia y vivimos nuestro ser iglesia católica en una comunidad cristiana concreta, ¿percibimos – a la luz de la Palabra y en el ejercicio de la corrección fraterna- por dónde nos acecha el enemigo y no nos deja crecer? Quizá pueda ser la indiferencia, o la frialdad, o la comodidad o pereza, o el egoísmo y los propios intereses los enemigos que pueden estar atacando a las comunidades cristianas. De ahí que escuchemos y atendamos a la voz de alerta del centinela.
            Cuando el amor disminuye, se nota las consecuencias. Esto es igual que el tema del agua: Cuando muchos a la vez hacen uso de los grifos del agua, la presión disminuye, tanto que a veces el propio calentador de gas no enciende. El Demonio ya se preocupa de que tengamos fugas de agua, porque él ya sabe ‘dónde nos aprieta el zapato’. Dice la Palabra: «Si con alguno tenéis deudas, que sean de amor, pues quien ama al prójimo ha cumplido la ley» (Rom 13,8). Seamos claros, cualquier excusa es buena para no amar al hermano. Cualquier excusa es buena para que la presión del agua del amor sea inferior o salga como un inservible hilito de agua.
¿Por qué tengo yo que preocuparme de esta persona cuando es un egoísta y un egocéntrico insoportable? ¿Por qué tengo yo que visitar en el hospital o en su casa a este hermano enfermo cuando me molesta por lo que dice o hace? Además, ¡con las cosas que he hecho yo –que han sido muchas- jamás me lo han agradecido y por algo que les pido que hagan o me apoyen me dejan en la estacada! A lo que la Palabra, como centinela de nuestras vidas, nos dice: «Si con alguno tenéis deudas, que sean de amor».
            La comunidad cristiana nos tiene que ayudar a ponernos las pilas, los unos a los otros. Que esos centinelas nos digan cuáles son nuestras faltas, eso, con toda garantía nos van a molestar y nos enfadaremos…, de eso estoy totalmente seguro (si te pinchan, saltas y sangras), pero ayudaremos y nos ayudaran a ir actuando contra los enemigos que acechan la ciudad, a cerrando esos grifos y arreglando esas fugas de amor para podernos salvar y gozar del abrazo del Padre Eterno.

10 de septiembre 2017
Ezequiel 33, 7-9
Salmo 94, 1-2.6-9
Romanos 13, 8-10
Mateo 18,15-20