sábado, 26 de agosto de 2017

Homilía del domingo XXI del tiempo ordinario, ciclo a

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
            Hoy somos testigos de un fuerte tirón de orejas que Dios da a un alto funcionario de palacio llamado Sobná. Y me podéis decir, ¿pero Dios no es misericordioso lento a la cólera y rico en piedad? Pues sí, así es, pero también dice la Sagrada Escritura en el canto del Magníficat que «Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos».
            Entonces ¿por qué Dios ‘le canta las cuarenta’ a este cortesano llamado Sobná? Sobná era un soberbio de corazón. Este funcionario de la corte defendía abiertamente una política de alianzas con Egipto. Sobná llevaba la contraria abiertamente al profeta Isaías. El profeta Isaías apoyaba una política basada en confiar ciegamente en Yahvé y dejarse de alianzas extranjeras que no hacían más que perjudicar los intereses religiosos de Judá. Sobná, aprovechándose descaradamente de su status de privilegio en la corte, movía todos los hilos e influía en las personas que tomaban las decisiones para que fueran contra los intereses planteados por el profeta Isaías. Sobná maquinaba las cosas contra el profeta.
Y me pueden preguntar, ¿qué tiene de malo que Sobná –este alto funcionario real- apoyase la política de alianzas con Egipto?, ¿es que acaso no es una opción tan legítima y buena como la del profeta Isaías? ¿Por qué esta intolerancia? ¿Acaso no nos dicen que hay que ser tolerante y solidario con el que es distinto a nosotros o que todas las opiniones son válidas? ¿A qué viene entonces este ramalazo de intolerancia hacia Egipto? Es decir, si se dan cuenta, a los ojos y criterios mundanos, el mismo profeta Isaías pasaría por un intolerante, un tirano, un fanático, un xenófobo. ¿Qué tiene Isaías contra Egipto?
Isaías, que está lleno del Espíritu de Dios, tiene el don de discernimiento y sabe entender la voluntad de Dios en todo lo que ocurre. Sobná quiere hacer pactos con Egipto, para buscar las fuerzas y la estabilidad en todas las cosas que Egipto le proporciona. Egipto le proporciona comida, seguridad, estabilidad, diversión, comercio… cosas que hacen que el pueblo se olvide de Dios porque no le sienten como necesario. Pero se olvidan que los placeres de Egipto son efímeros, caducos, perecederos. Se olvidan que cimentando su vida en esas cosas que Egipto les proporciona van construyendo su convivencia diaria sobre terreno inseguro, movedizo. Egipto, con su faraón al frente, nos catequiza para llevarnos a su terreno, haciendo pasar al profeta Isaías como un impostor, intolerante e intransigente. Egipto te dice que todo es bueno y que todo es válido. Egipto usa de cosas, aparentemente inocentes y que pueden pasar desapercibidas por ser ‘normales’ pero que son muy corrosivas. Como muestra un botón:
En la actualidad hay un spot publicitario de un refresco muy conocido en el que aparece un chico joven, musculoso, con el torso desnudo y sudando por estar regando el jardín de una casa. Desde las habitaciones de la primera planta se encuentran un hermano y una hermana, ambos adolescentes, que desde la ventana están mirándolo con una lujuria descarada. Ambos y a la vez salen corriendo al frigorífico para ofrecer ese refresco al chico musculoso y de buen ver. Se pelean el hermano y la hermana para llegar el primero y así ofrecérselo. Y al llegar a su destino se encuentran que su madre se lo estaba ofreciendo en ese mismo momento al muchacho sudoroso disfrutando con una mirada poco casta. A lo que el funcionario real Sobná nos diría retando al profeta Isaías que qué tiene de malo este spot publicitario. A lo que el profeta Isaías le podría responder que cuando uno hace una alianza con Egipto y el pecado que conlleva nos olvidamos de Dios y damos por bueno y correcto cosas que nos llevarían derechitos al infierno. Porque ese hermano pone sus ojos en otro de su mismo sexo y se ve como normal. Porque esa hermana pone sus ojos con lujuria en ese muchacho y se ve como normal. Porque esa madre tontea con ese chico y se ve como normal en una mujer casada. Sobná siendo partidario de la alianza con Egipto ve esto como normal y como producto de una normal evolución social y cultural del pueblo y de la sociedad.
            El profeta Isaías sostiene que la única política que tenemos que sostener y apoyar es confiar ciegamente en Yahvé. Sobná se cree que con mentiras y comportándose buscando su propio interés va a alcanzar la misma meta que esperan tener lo que son fieles a Yahvé. Sobná se aprovecha de su situación de privilegio –al ser cortesano- y se pone a escavar su sepulcro en una zona recosa reservada para los ciudadanos de alta posición. Se piensa que haciendo trampas y comportándose de una manera deleznable iba a adelantar en la carrera a aquellos que han sido fieles a Yahvé. Y además quiere labrarse el sepulcro en la parte más saliente, en la zona más elevada, estando esta zona reservada a la nobleza judía para que mencionado mausoleo fuera por todos admirado desde la distancia. Sobná no tenía derecho a este tipo de sepulturas de privilegio, sino que se tenía que conformar con la común de la gente, ser enterrado como uno más, a una especie de fosa común (cfr. Jer 26, 23). Dios no se lo va a permitir, le echa de su puesto y le destituye de su cargo y le expulsa a Asiria, y allí las cosas le pintan muy mal, tan mal que él mismo es capturado como botín de los asirios acabando con sus huesos en la miseria y en la dura esclavitud. El desenlace de la vida de este antiguo alto cortesano es la consecuencia lógica de aquellos que no confían en Yahvé.
            Por eso mismo, en el Evangelio Jesucristo pronuncia una sentencia trascendente henchida de importancia y colmada de seriedad: « ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo». Sólo aquellos que como el profeta Isaías confían ciegamente en Yahvé y en su Hijo Jesucristo, podrán adquirir un discernimiento y unas energías sobrenaturales para afrontar el invierno glaciar de la secularización planteada por el Egipto seductor y por su maquiavélico faraón.



Lectura del libro de Isaías 22, 19-23
Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc R. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 33-36
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20
27 de agosto de 2017


La Trasverberación de Santa Teresa de Jesús, año 2017

LA TRASVERBERACIÓN  DE SANTA TERESA DE JESÚS 2017
Únicamente los enamorados de Cristo pueden entender las cosas de Cristo y ser ambientadores del aroma de Cristo. Cristo no desea que seamos sus funcionarios ni sus asalariados, nos quiere suyos, porque somos un pueblo santo, una nación sagrada, un pueblo de su propiedad. Un pueblo que no ha sido comprado al por mayor, como cuando uno compra a granel los garbanzos y o las alubias para el cocido. No hemos sido comprados a granel, sino uno a uno, con su historia particular de pecado y de miseria.
Hermanas, cuando uno compra un piso, no solo compra el piso, sino que también –si uno no anda despierto- también adquiere las cargas, las deudas y todas las trampas económicas que el anterior dueño ha tenido. De tal modo que sus deudas pasan a ser tuyas propias. Pues Jesucristo nos ha comprado uno a uno a precio de su sangre, y ha adquirido para Él nuestros propios pecados y miserias. Unos pecados y miserias que nos conducían a la más absoluta de las catástrofes, a toda velocidad y derechitos al infierno. Como cuando uno se lanza al acantilado sin esperanza de salir de allí con vida, pues igual. Mas el Señor, por su infinita misericordia nos ha socorrido y lo ha hecho sin que nosotros nos lo mereciéramos.
Hay algunas personas, incluso algún cura muy atontado, que dice que eso del infierno no existe y que es semejando al ‘hombre del saco’ o al famoso ‘que viene el coco y te comerá’. Dicen que es un invento de los curas carcas, sacados de aquellos libros que nos hablan de la Inquisición, que atemorizaban al personal para así someterlos a su voluntad. Malos pastores que deforman la conciencia de sus feligreses condenándolos al privarlos de la luz. A lo que la propia Palabra de Dios les sale a responder. Cuentan que los apóstoles en una de las tantas ocasiones que les habrá pasado, venían cabizbajos, tristones y preocupados porque un demonio se les había resistido. Un niño poseído y que sufría mucho...no fueron capaces los discípulos de ayudarle. A lo que la madre de ese niño se acerca a Jesucristo pidiéndole auxilio y Cristo increpa al demonio y le expulsó (cfr. Mt 17, 14-20). A lo que Cristo les dice a sus discípulos que no pudieron echarle «por su falta de fe». Si uno no tiene fe se dejará orientar en la vida por todo aquello que le pueda apetecer, siendo pasto del mismo Satanás. Hay mucho cenutrio suelto que actuando como actúan y pensando como piensan terminan mareando hasta al mas espabilado.
            No hemos sido comprados a granel, como las alubias, lentejas, garbanzos o cebada. Hemos sido rescatados uno a uno y comprados,  precio de la sangre del Cordero de Dios, uno a uno. Cuando la civilización aun estaba sin civilizar llegándose a cometer el terrible atropello de la compra y venta de seres humanos, se ponían a los esclavos y esclavas sobre una plataforma un poco elevada, con una especie de pizarra colgando sobre sus cuellos, muy cerca de sus corazones, donde estaba anotado el dinero que costaba. Pagaban al comerciante de esclavos el correspondiente importe y pasaba a ser propiedad del nuevo amo e iban ‘de mal en peor’. Nosotros los cristianos llevamos una cruz colgada del cuello, muy cerquita del corazón, para recordarnos que hemos sido adquiridos a precio de la sangre del Cordero de Dios para ser sus hijos, para ser libres, dejando de ser esclavos del pecado. Y como la sangre del Hijo de Dios tiene un valor infinito, así es el valor que tiene nuestra propia dignidad. Ante esto sólo cabe una respuesta sensata: una vida dócil al Espíritu Santo en señal de agradecimiento profundo por el don recibido.
            A lo largo de la historia ha habido cristianos y cristianas que han respondido a este don recibido con una vida santa que al mismo Dios le ha agradado. Una de ellas es la vida de Santa Teresa de Jesús. Su fe fue tan alta y su confianza en el amor de los Amores tan elevada que fue premiada con una gracia mística: la transverberación. Dios escoge a los hijos e hijas que Él desea como señal de un amor excepcional que hacia Él le profesan. Una flecha divina marcó el corazón de Santa Teresa de Jesús. Cuenta la santa mística que cierta vez vio a su izquierda un ángel en forma humana. Era de baja estatura y muy hermoso, su rostro lucía encendido y dedujo que debía ser un querubín, uno de los ángeles de más alto grado. “Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios”, describió Santa Teresa de Jesús.

            Y nuestra santa, buscando corresponder a este regalo divino hizo el voto de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Dice Dios en el libro del Deuteronomio: «Graba en tu corazón estas palabras que hoy te he dicho. Incúlcalas a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales» (Dt. 6, 6-9). Nosotros, los cristianos, llevamos el crucifijo colgado en el cuello al lado del corazón, pero hay veces que el Señor tiene un deseo que hace realidad, enviar a un ángel para abrasar en amor a aquella que por amor vive y muere, a Santa Teresa de Jesús.  

domingo, 20 de agosto de 2017

Homilía del Domingo XX del Tiempo Ordinario, ciclo a

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo a
          La primera frase tomada del libro del profeta Isaías empieza diciéndonos: «Esto dice el Señor», que podría equivaler –en este caso- a poder decir algo como “estas pistas os da el Señor”. Sí, pistas, palabras de orientación venidas de lo alto del Cielo para que podamos descubrir todas aquellas cosas que las personas que viven mundanamente no pueden descubrir.
El Señor nos dice, « ¿queréis que yo pueda intervenir en vuestra vida para salvaros de vuestro particular fango de pecado en el que estáis adentrados?». Si al Señor le contestamos con un ‘sí’, un ‘sí quiero que intervengas en mi vida’, Él nos ofrece un itinerario abierto, una hoja de ruta para tal fin. Nos dice cosas como «observad del derecho, practicar la justicia», también nos ofrece estas otras pistas para poder seguir ese nuevo itinerario abierto por Dios para que nosotros sepamos cómo acoger su salvación: que sirvamos al Señor, que observemos el día del descanso, que amemos el nombre de Dios. Podemos pensar que el Señor nos lo pone muy fácil creyendo que con sólo decírselo con los labios ya estaría todo solucionado y conforme.
Sin embargo el Señor, buscando nuestra purificación y nuestro arrepentimiento sincero, nos pone pruebas en nuestro camino –algunas más duras que otras- que ponen en evidencia todas aquellas resistencias que ofrecemos a la acción divina. A modo de ejemplo: el esposo amando a la esposa y la esposa amando al esposo están amando a Dios, ya que los dos son una sola carne. Y pueden llegar a creer que por el hecho de estar casados por la Iglesia ya está todo como debe de estar. Pero ¿esto garantiza que este itinerario de salvación que el Señor les ha planteado lo están siguiendo? Llega el Señor, ilumina nuestra vida para descubrir que las cosas no marchan tan bien como pensamos. ¿Saben cuántos matrimonios se han roto a causa de los mensajes y fotos de los WhatsApp y de otras redes sociales? Llega la mujer –o el marido- y ve que su consorte tiene mensajes comprometedores e inapropiados de otras personas del otro sexo, o fotos de contenido indecente. ¿Cómo es posible que esto ocurra con aquella persona con la que comparto mi vida? Esto ocurre porque se prefiere seguir los dictámenes mundanos antes que hacer caso al itinerario divino. Si no dejamos que Dios intervenga en nuestra vida ya se procurará Satanás de arrasar con todo lo que encuentre a su paso en la tuya. O de aquel presbítero que se ve muy seguro de sí mismo y –al dejar la oración y el cultivo de la vida espiritual- cae en brazos de vicios y de malos hábitos haciendo todo lo posible para justificarlo. Yo conozco un caso concreto de un ministro ordenado, que le gusta hacer ‘levantamiento de codo’, poniéndose más contentillo de la cuenta –el alcohol hace milagros a la hora de desinhibirse perdiendo la vergüenza- que para justificar sus mejillas coloradas a causa de la bebida dice tan campante cosas como estas: “A Jesús también le llamaban comilón y borracho”. Y como siempre hay gente que tiene por vocación ‘buscarse pocos amigos’ le contesta a este particular deportista de ‘levantamiento de vidrio’ que Jesús sobre todo era virtuoso en grado sumo. A lo que el argumento de aquel que tiene las mejillas coloradas se cae por el suelo por inconsistencia pudiéndose vengar de malas maneras.
San Pablo a los Romanos nos lo dice con otras palabras: «En efecto, en otro tiempo desobedecisteis a Dios», pero atención, esa acción pasada de desobediencia se puede hacer presente en el aquí y ahora tan pronto como no seamos dóciles para seguir el itinerario trazado por Dios. Sin embargo Dios nos corrige con misericordia para que el pecador se pueda arrepentir y así alcanzar el regalo de la vida eterna.
¿Y cómo descubrir ese itinerario divino? Reconociendo que hay Alguien con mayúsculas, que tiene el poder de poder arrancar de nosotros mismos esos demonios. Dice la Palabra que «una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Esa mujer cananea reconoció y grito auxilio al único que podía ayudarla. Nos sigue diciendo la Palabra que «ella se acercó y se postró ante él diciendo: Señor, ayúdame». A lo que Jesús aprovecha esta ocasión para que también sus apóstoles pudieran abrir los ojos y que ellos también descubrieran este nuevo itinerario divino. Los judíos se sentían muy seguros de su salvación al saberse el pueblo elegido, a lo que Jesucristo les demuestra que una mujer cananea, una pagana, les puede adelantar en el camino de la salvación porque cree más esta mujer pagana en Jesús más que los propios apóstoles en Él. De este modo demuestra que la salvación de Dios no tiene fronteras.
Jesucristo nos recuerda que el hecho de estar en la Iglesia no nos garantiza nuestra salvación, porque nos podemos acostumbrar a estar, bajar la guardia en el combate contra Satanás y estar muertos en vida. Hace poco un amigo me contó un chiste muy ocurrente. Un joven llamado Manolito se acerca corriendo a su catequista y le dice: «¡Ya sé lo que significa mi nombre! ¡Mi nombre significa ‘monumento de piedra de una sola pieza’!». A lo que el catequista le mira de los pies a la cabeza y le responde: «Mira que eres tonto Manolito, eso que has buscado es un monolito». Hay cristianos que aún no se han enterado de lo que es ser cristiano, se han acostumbrado a estar en la Iglesia y a repetir una serie de costumbres y se han quedado estériles espiritualmente hablando. Les ha pasado como ha este Manolito, tan tonto como un monolito.


lunes, 14 de agosto de 2017

Homilía de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, año 2017
            Escuchando la lectura del libro del Apocalipsis a uno le puede entrar cierto miedo, incluso poder tener alguna que otra pesadilla en medio de la noche. Ese enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas… realmente da miedo. Sin embargo, en contra de todas las apariencias terroríficas que nos pueda generar, aquí se nos habla de esperanza, de vida, de felicidad plena.
Nos habla del Arca de la Alianza, un Arca de la Alianza que había sido sustraída, robada del Santuario de Jerusalén, probablemente con la conquista de los babilonios. Y era imposible encontrarla. Todo esto del Arca de la Alianza perdida es un símbolo que nos indica que el anterior modo que tenían de relacionarse con Dios ya ha caducado, ya no sirve. Es como si uno intentase llamar a un número de teléfono que no existiera o emplear el telégrafo para escribir en morse cuando nadie se va a encontrar en el otro lado del cable para recibir el mensaje. Ahora se inicia un nuevo modo de relaciones entre Dios y la humanidad.

            Entonces, si lo anterior ya no sirve para ponernos en contacto con Dios, ¿quién será capaz de crear las infraestructuras necesarias para las telecomunicaciones con lo divino? ¿Cómo poder trazar un cable de conexión que una, poniendo en contacto, lo divino con lo humano? Ese cable lo trazó el mismo Dios y se lo hizo llegar a una joven virgen de Nazaret llamada María. Dios Padre a un lado del cable de telecomunicación y en el otro extremo la Santísima Virgen María. Gracias a Ella lo divino se unió a lo humano, pudiendo el Verbo encarnarse en el seno virginal de una hija de Sión, Santa María. De tal modo que ese símbolo del cielo del que nos habla el libro del Apocalipsis es una nueva comunidad que nace a partir de este nuevo modo de comunicarnos con lo divino, gracias a María. Por medio de ese nuevo cableado, que une lo eterno con lo pasajero, el Cielo con la tierra, el Verbo eterno, la Palabra engendrada y no creada se aproxima a nosotros y se encarna haciéndose hombre como uno de nosotros. De tal modo que ahora, gracias al ‘Sí de María’ y a gracias a la iniciativa divina, ahora sí la Palabra puede anidar en nuestros corazones para liberarnos, para engendrar nuevos hijos a los que les espera una vida más allá de la historia. Éste es el cielo del que nos habla el libro del Apocalipsis: La Santísima Virgen María engendra nuevos hijos para el Cielo. Ella es nuestra Madre que no deja de rogar por nosotros para que seamos su Pueblo y su Heredad. 

María, pequeña María

Homilía del domingo XIX del tiempo ordinario, ciclo a

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
           
            La Palabra de Dios hoy nos habla de esperanza. Nos pone ante nuestros ojos la fragilidad de nuestra vida. Creemos que podemos escalar el monte Everest pero resulta que llegamos con la lengua fuera en la primera cuesta que nos encontramos en el camino. Fantaseamos mucho con las cosas que podemos hacer y de lo que nos vemos capaces de realizar, pero cualquier dificultad nos hace tambalear. 

            A San Pablo, nuestro querido apóstol, nos lo encontramos hoy entristecido. Se encuentra apenado porque se da cuenta de cómo su propio pueblo judío no ha creído en Jesús como el Cristo, el hijo de Dios vivo. Y está apenado porque él mismo, descubriéndose frágil y poquita cosa ha descubierto cómo Cristo Resucitado al asistirle con su gracia, todo va saliendo adelante y cómo su amargura se volvió en paz. Ha podido experimentar cómo en todos aquellos que se han convertido a Cristo han ido renaciendo del agua y del Espíritu de Dios, abriéndoseles un horizonte esperanzador. Que con gente que antes te encontrabas por la calle y te miraba con indiferencia, ahora se preocupa por ti, te invita a entrar en su casa, te comparte su historia, compartes con ellos la fe, todo lo que son y tienen creándose un lazo más fuerte que el vínculo de la sangre porque Cristo ha entrado en la vida de esa persona. Ellos han descubierto que han sido salvados gratuitamente en Cristo y han entrado en una dinámica de agradecimiento al Padre, no exentas de caídas y dificultades. Que antes uno se dejaba llevar por los dictados de los propios apetitos, ahora uno lucha para ser fiel a Aquel que te proporciona esa paz en el alma. Y San Pablo está apenado porque este magnífico don es rechazado por los suyos. 

Homilía del domingo XVIII del tiempo ordinario, ciclo a

HOMILÍA DEL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

          Esta Palabra proclamada hoy en toda la iglesia católica no es para todos. No es para todos porque muchos no la van a querer ni escuchar y menos acoger. ¿Y esto por qué? Porque el mundo nos seduce y cada día intenta conquistarnos cada vez más... el mundo con sus pasiones entontece la mente y encapricha el corazón con cosas efímeras que se nos venden como eternas. Y uno cuando tiene la cabeza atontada y se olvida de que hay un Dios, hace cosas que no tiene que hacer y piensa como no tiene que pensar y ama como no tiene que amar.... en otras palabras: mucho ponemos ‘verdes’ y criticamos a aquellos israelitas que esculpieron aquel becerro de oro, y nosotros, con nuestras inconsciencia y necedad, somos capaces de cambiar a Dios por una simple baratija. A lo que el Señor nos dirá «uno de vosotros me traicionará» y nosotros diremos «¿cómo?, ¿yo traicionarte a tí?, ¡ni harto de chupitos!». A lo que el apóstol San Pablo nos recuerda: «Por tanto, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer» (1 Cor 10, 12).
          Recuerdo que una vez mi abuela Engracia, la de Paredes de Nava, me comentó que, cuando ella era jovencita, en una boda mataron a unos conejos para celebrarla. Y muy pocas veces se comía este manjar, sólo en situaciones muy selectas. Pues sucedió que uno que estaba convidado se llenó el estómago de patatas asadas y del vino cosechero. Y cuando se dio cuenta de que tenían conejo para comer ‘se tiraba de los pelos’ de rabia porque no le cabía más en el estómago y no podía comerlo. Y no acaba aquí, ya que de postre tenían flan de huevo casero, y como estaba inflado de comer patatas asadas y de beber vino cosechero, pues ni lo pudo probar.
Nos dice el profeta Isaías: «Vosotros, sedientos, venid a por agua; venid vosotros también los que no tenéis dinero. Comprad grano y comed de balde, leche y vino que no cuestan nada» (Isaías 55, 1-3). Y ahora digo yo, y si ya estamos satisfechos de las cosas de este mundo y creemos que así nos podemos mantener porque responde a lo que nos apetece, aunque no nos convenga, pero nos apetece, ya que lo importante es disfrutar del momento presente y poderse auto-realizar, ¿para qué voy a acudir a por ese agua y a por esa comida de la que nos habla el profeta? Además, Dios nos dice por medio del profeta lo siguiente: «Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis manjares deliciosos; prestad atención e id tras de mí». A lo que nosotros le podríamos replicar: ¿Por qué me tengo que someter a hacer lo que me dices? ¿Por qué tengo que hacer el ejercicio de escuchar a Dios y de prestarle atención? ¿Por qué tengo que ir detrás de él si todo en mi vida va perfectamente y puedo hacer lo que me venga en gana?  Y la respuesta nos lo ofrece la misma Palabra en el Salmo responsorial: «su amor llega a todas sus obras (...) y todos te miran con esperanza». Porque podremos tener muchas cosas, placeres, comodidades, todo lo que nos venga en gana, pero no podríamos tener la esperanza. Nunca podríamos progresar en las cosas imperecederas, en las que nunca caducan. Sin Dios seríamos como una vela que mientras está prendida y hay cera, sirve, ¿pero luego que es de ella?, nada, ya no es nada, ni nadie se acuerda de ella. Por eso la Palabra sale en nuestro auxilio y nos lo recuerda: «Escuchad y vuestra vida prosperará. Pactaré con vosotros una alianza eterna». Además, y si esto no ha quedado claro, San Pablo nos lo repite: «Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni ningún otra criatura será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro». El mundo y sus pasiones son como esas patatas asadas y ese vino cosechero de los cuales uno abusa y se llena el buche...y luego todos sabemos donde acaba todo esto. Nosotros, aunque, como dice la Palabra «por tu causa estamos en trance de muerte cada día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero», preferimos pasar hambre de patatas asadas y preferimos tener sed de vino cosechero, ¡porque lo nuestro es disfrutar de lo eterno!
       

Isaías 55, 1-3
Salmo 144,8.9.15-18
Romanos 8,35.37-39
Mateo 14,13-21
6 de agosto de 2017