Esto
del matrimonio es un camino a recorrer. Es todo un aprendizaje, y por cierto
bastante durillo. Estar atento a las miradas, a los gestos, a los movimientos
del rostro… Es aprender a VER al otro. Es aprender a LEER al otro, para
comprenderle, para descifrar su mensaje,
porque cada día la otra persona es un regalo renovado para uno; Es ACOGER el
mensaje y a la otra persona, ser RECEPTIVO, no juzgar, sólo amar. Es EXPRESAR a la persona amada eso que he visto, eso que
he creído comprender para que el otro disfrute de saberse amado por aquel con
quien comparte su vida.
Porque
puede pasar que el hombre vea a su esposa con cara seria, enfadada y mostrando
distancias y le pregunte: «Cariño, ¿qué te pasa?»- A lo que la esposa le
responda: «Nada». ¡Puff!, Por cierto, cuando una mujer dice que ‘no pasa nada’,
es que ‘pasa todo’. Y como el hombre sigue insistiendo termine la esposa
llamándole de todo porque el otro no ha sido ni capaz de captar las razones más
elementales del enfado ya que el hombre ha pasado de los sentimientos de su
esposa. Y ya tenemos la marimorena. Es que no HA VISTO AL OTRO, no HA LEÍDO AL
OTRO, no HA ACOGIDO AL OTRO y no HA EXPRESADO LO QUE EL OTRO LE HA COMUNICADO.
Cuando
uno lleva ya 25 años, como Felipe y Maribel, uno ya sabe leer el lenguaje no verbal de la otra persona y con
una simple caricia se trasmite ternura y fortaleza mutuamente. Pero este modo
de comunicarse ‘de corazón a corazón’ no surge por generación espontánea;
supone esfuerzo, trabajo, discusiones, un sacrificio de superación para unir
las dos almas. Porque estoy seguro que si ahora mismo yo pidiera a Felipe y a
Maribel que recordasen momentos o circunstancias en las que su matrimonio ha
estado a punto de ‘romperse’, seguro que se les pasarán por su cabeza muchas
ocasiones. Recordemos, que tal y como nos instruye San Pablo, ‘un tesoro tan
valioso lo llevamos en vasijas de barro’. Gracias a que Cristo está en medio ha
sido posible darse el perdón, la comprensión y el amor que cicatriza todas las
heridas ocasionadas por la convivencia. Jesucristo es el médico que nos
administra el tratamiento adecuado para sanar las relaciones en el matrimonio.
Si
yo preguntase a Maribel y a Felipe, o a cualquier matrimonio de los presentes
si es lo mismo tener sentimientos amorosos que amar en verdad ¿qué me
responderían?. Pues...que no es la misma cosa. Una relación no se construye ni
se fundamenta sobre sentimientos amorosos, porque los sentimientos son
frágiles, pasajeros, cambiantes e inestables. Maribel y Felipe han elegido la opción de amarse con
un amor verdadero que dé vida. Pero atentos, no todos eligen esta opción: Les
hay que permanecen juntos por rutina o porque hay intereses mutuos para no
mostrar abiertamente lo que ya está roto y se continua en la convivencia
teniendo los cuerpos cerca pero los corazones distantes. Hace poquito me
impactó negativamente un anuncio en la televisión: Salía un famoso futbolista
en un especie de consultorio del tarot. En ese momento recibía una consulta de
un chico joven que preguntaba al que echaba las cartas si debería de volver con
su ex (en este caso da igual que fuera novia o esposa). El que echa las cartas
le despacha tan fresco con esta frase: «No, ni se te ocurra. Las ex son como un
partido en diferido, ya sabes como acaba». Nosotros no queremos cartas del
tarot, nosotros queremos que nos escriban cartas de amor...esas
cartas que entre los esposos se escriben en donde quedan bien plasmadas en qué
han decidido darse y cómo les duele haber rechazado algo del otro ser amado.
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