miércoles, 31 de diciembre de 2014

Homilía del día 1 de enero de 2015 SANTA MARÍA MADRE DE DIOS


SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, 1 de enero 2015
Núm 6,22-27
Sal 66
Gál 4,4-7
Lc 2,16-21

            La mayoría de las veces lo más importante es aquello que pasa desapercibido. Muy pocos reparan en todo el tiempo y dedicación que dedican las madres y esposas en preparar la comida para que luego nosotros lo disfrutemos. Muy pocos reparan en aquella señora de la empresa de limpieza que se afana en barrer y fregar lo que otros ensuciamos. También tenemos otra modalidad de actuación: aquellos que ‘han conseguido lo que pretendían’ –o así lo creen ellos- y luego o bien arrinconan a Dios o le permiten en paso en su vida ‘a cuenta gotas’. Dicen: ‘Dios dame un trabajo para vivir’; ‘Dios permíteme tener un trabajo mejor; ‘Dios regálame una novia’; ‘Dios ayúdame a sacar los exámenes’; ‘Dios concédeme una vivienda’, etc… y cuando Dios ha accedido a nuestros deseos le arrinconamos comportándonos como auténticos insensatos, ya que si Él no está en medio de todo las cosas se desploman por sí mismas ya que es Dios quien las llama a la existencia y las da la consistencia. Y resulta que ese trabajo, esa novia, esos estudios, esa vivienda nosotros lo elevamos a la categoría de ídolos, en ellos ponemos nuestro corazón y les tributamos -con los hechos- un gran culto. Un chico puede querer mucho a su chica, pero como Cristo no esté en el centro de esa relación de noviazgo el amor de donación se cambia en amor de dominio; la preocupación que brota del querer a esa persona se convierte en preocupación interesada; las cosas perdonadas son ‘echadas en cara’ como arma arrojadiza; quizá todo esto no de la noche a la mañana, pero si vivimos como paganos terminaremos pensando como paganos.

No somos hijos de la Iglesia únicamente cuando nosotros lo decidamos tener ‘tiempo libre’ o simplemente ‘nos de la gana’; si en verdad somos de Cristo, ¡somos de Cristo y sólo de Cristo! La Santísima Virgen María fue y es una mujer responsable y fiel a Cristo. A Ella no le valía las excusas para con Dios; para Ella estar con Cristo es el regalo más sublime que puede alcanzar y el tiempo que estuvo con Él fue el tiempo más bello y gozoso de toda su andadura en esta tierra. La Virgen era la portadora de la Palabra, no solamente porque le llevó durante el tiempo de la gestación en su seno materno,  sino que estaba totalmente empapada de la Palabra de Dios, tenía una capacidad extraordinaria de hablar con autoridad, porque su autoridad residía y reside en esa obediencia y escucha de la Sagrada Escritura. Ella no ejerció la autoridad buscando ser el centro de atención; Ella ejerció la autoridad ayudando a los hermanos a descubrir la importancia de Cristo para cada uno de ellos.

Muchos son los que entienden que el desempeño de la autoridad es para que todo el mundo, todos los hermanos, toda la comunidad, toda la iglesia gire en torno a uno; Santa María nos enseña que el desempeño de la autoridad sirve para acercar al hermano a Cristo y que empiecen a dar vueltas, a girar en torno a Cristo Jesús. Recordemos lo que nos dice San Pablo en la carta a las comunidades cristianas de Galacia:

«Y la prueba de que sois hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ‘Abba’, es decir ‘Padre’».

Es el Espíritu de Dios el que morando en cada uno nos faculta para girar nuestra vida en torno a Cristo, de nosotros depende el permitírselo al Espíritu.

La Santísima Virgen nunca tuvo una excusa; Ella nunca se puso en primer lugar; Ella nunca se olvidó de los hermanos que estaban más débiles en la fe y siempre urgió a los Apóstoles y a los discípulos a seguir con el corazón ardiente a Cristo anunciándole con el testimonio de sus vidas. Muchos de los que nos ven por las calles no conocen a Jesucristo o si dicen conocerle es ‘de oídas’, ‘de cosas anecdóticas e incompletas’; nuestro modo de ser, de comportarnos, de amarnos, de perdonarnos, de acogernos son el modo de dar a conocer a Cristo a estos hermanos nuestros que aún no han oído de Él. Tenemos una responsabilidad altísima ante Dios. Recordemos que la autoridad viene dada de lo Alto y la ejerceremos correctamente, todos y cada uno de los aquí presentes, siempre que con nuestra vida proclamemos a Cristo, principio y fundamento de nuestra vida. Aquellos que nos vean que puedan ver a Cristo; aquellos que se relacionen con nosotros puedan percibir la influencia de Cristo; que aquellos que nos oigan puedan oír la voz salvadora de Cristo… y si no fuera así tener la humildad suficiente para volver a retomar el camino de seguimiento en el punto exacto donde lo abandonamos. Además contamos con una ayuda extraordinariamente potente, la bendición de Dios, que cae de lleno sobre tu persona aquí y ahora:

 «El Señor te bendiga y te guarde;
el Señor haga brillar su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor te muestre su rostro
y te dé la paz».

 La Virgen Santa María fue y es la «bendita de entre todas las mujeres» porque con sus palabras, gestos, pensamientos, acciones y hasta en los propios suspiros…llevaba y sigue llevando de su mano a todos nosotros, hijos suyos,  ante la presencia de su Hijo y Nuestro Salvador Jesucristo.

Homilía del domingo de la Sagrada Familia de Nazaret 2014

LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET 2014
Eclo 3,2-6.12-14
Sal 127
Col 3,12-21
Lc 2,22-40

            Estamos inmersos en una profunda crisis. Como el Pueblo de Israel estuvo atravesando cuarenta años el desierto sufriendo todo tipo de penalidades, y eso que estuvieron asistidos por la solicitud divina, así está atravesando la institución familiar este particular desierto. El pueblo acudía a Moisés, la mayoría de las veces para ‘ponerle la cabeza como un bombo’ con el sinfín de quejas y protestas, porque reconocían en Moisés a un enviado puesto por Dios. El pueblo de Israel acudía a Moisés porque ellos habían visto, de primera mano, cómo Dios les había sacado con brazo fuerte de Egipto liberándolos del dominio tiránico del Faraón.  Si Dios no hubiera obrado aún serían esclavos ya fuera de los egipcios o de otros pueblos más fuertes que ellos.

Muchas parejas de novios e incluso matrimonios no acuden a la Iglesia –tal y como hacían los hebreos con Moisés-. No acuden porque su fe es muy débil, casi inexistente y están bajo los efectos de los falsos perjuicios contra la Iglesia. Se contentan con saber dos o tres ideas simplonas, eslóganes y consignas dándose por satisfechos y convencidos de saber todo sobre lo que es la Iglesia. Viven engañados y ciegos, pero como dice el refrán castellano, «no hay peor ciego que aquel que no quiere ver».  Es cierto que hay matrimonios que lo viven como lo que es, como vocación dada por Dios, ayudados por movimientos eclesiales que invitan a otros matrimonios para que descubran lo que Cristo les aporta en su matrimonio y no aceptan esa invitación novedosa porque prefieren estar cómodamente de modo mediocre antes que complicarse su vida en mejorarlo. Son muchos las parejas de novios y de matrimonios que no son capaces de reconocer la preciosa historia de Salvación que Dios está haciendo con ellos. Les falta la fe para poder descubrir las numerosas huellas de Dios en sus vidas, y al no descubrirlas se piensan que Dios no ha hecho nada, e incluso que vivir sin Dios es una posibilidad razonable. Siendo muy realistas y teniendo presente todo lo dicho: ¿Cómo vamos a pedir que trasmitan la fe a sus hijos personas que no han llegado aún a descubrir la importancia de su ser cristiano?

La familia es una realidad que precisa urgentemente ser evangelizada. No es compatible contraer matrimonio y vivir ese matrimonio al estilo pagano. Ya en el libro del Eclesiástico nos plantea un tipo de familia patriarcal cimentada en el respeto y honra a los padres, basada en los derechos y obligaciones de los padres y de los hijos; teniendo en cuenta que este modo de entender la familia es querido por Dios: «Dios hace al padre más respetable que a los hijos y (Dios) afirma la autoridad de la madre sobre su prole». Luego en el Evangelio nos encontramos la familia nazarena que se cimienta en el cumplimiento de la ley establecida y en la creación de un espacio donde el Niño crezca y se llene de sabiduría y de gracia. Y por último lugar, en la carta a los Colosenses, se recalca un modelo de familia cristiana que se basa en el amor y la gratuidad.

Es fundamental que las parroquias cuiden de las familias, del mismo modo que las familias se dejen cuidar por la parroquia y no sean los grandes ausentes. Es importante porque en la calidad de las relaciones en el seno de la familia nos jugamos lo más importante. Pero esa familia tiene que tener necesidad de pertenencia, de pertenecer a una parroquia, de conocer a unos presbíteros, de tener la confianza necesaria para preguntar o solicitar cualquier cosa; que esa familia participe activamente en la vida parroquial, lo cual es muy difícil cuando los presbíteros desean controlarlo todo e imponer su criterio cerrando las puertas de su parroquia a las diversas espirituales eclesiales. Esto supone una reestructuración pastoral total con criterios de nueva evangelización. Ante los interrogantes tan novedosos y serios del presente no se puede responder con medios e instrumentos que sirvieron en el pasado en otro contexto social, político y religioso muy distinto. San Pablo nos escribe diciéndonos que «la Palabra de Dios habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente». La cuestión está en ¿cómo poder plasmar o traducir o llevar a la práctica la Palabra de Dios de tal modo que se pueda la gente convencer que es un estilo de vida concreto accesible y alentado por el Espíritu de Dios? ¿Cómo enseñar desde la vida diaria familiar a otras familias que sí es posible fundar y construir el Reino de Dios en el seno de su hogar? ¿Cómo hacer descubrir la inmensa riqueza y la alegría incontenible que supone trasmitir la fe a los hijos y el gozo de tener a Cristo en el centro dándoles la fuerza del amor que proviene de lo alto? Pues yo sí lo estoy descubriendo en el Camino Neocatecumenal. Los matrimonios celebrando la Palabra de Dios, participando en la Eucaristía en la comunidad del Camino y en la convivencia con los hermanos adquieren la fuerza de lo alto para este cometido. Las celebraciones en el ámbito del hogar, el rezar con los hijos los domingos por la mañana, el bendecir la mesa diariamente y el despedir el día dándole gracias a Dios en familia va marcando una línea clara donde de manifiesta que allí hay alguien muy especial, que allí Cristo tiene un lugar preferencial. Bebiendo de la Palabra de Dios, alimentándose con la Eucaristía, caminando junto con los hermanos es como uno va descubriendo cómo se educan en la fe a los hijos; cómo se opta por un tiempo libre sano; cómo se plantea un noviazgo en cristiano; cómo se funda un hogar cristiano; y se descubre uno parte de algo muy importante y grande: uno se descubre a sí mismo como seguidor de Jesucristo, nuestro Señor.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Homilía de Navidad 2014, ciclo b

NAVIDAD 2014, ciclo b

            Hermanos, realmente ¿qué experiencia tenemos nosotros de lo que es la Iglesia?, ¿es acaso un lugar que frecuentamos, con mayor o menor frecuencia, porque así se nos ha dicho que lo hagamos? ¿Es acaso algo que ya tenemos como heredado de nuestros antepasados y que es tolerada y que no la vamos a quitar ya que la tenemos ya puesta aquí? Muchas veces nos olvidamos de lo esencial, nos liamos con cosas superfluas, -que tal persona me ha retirado el saludo, que aquel no ha pagado la cuota parroquial, que la hija de aquella está saliendo con aquel vecino que es un desaprensivo, que así estreno el traje o el abrigo de los domingos, etc.-, cosas de escasa importancia de las que hacemos ‘toda una montaña’ y olvidamos que todo esto es una obra querida por el mismo Dios para podernos hacer llegar la salvación. El Demonio bien se procura en hacer bajar un denso banco de niebla para nublar nuestras mentes y enredarnos los unos contra los otros.   

Hermanos ¿qué podemos decir sobre lo que es la Iglesia? La Iglesia es un gran hospital. Allí acudimos los ciegos, cojos, mudos, sordos, tullidos y todas las personas aquejadas de cualquier tipo de mal. Jesucristo nos dijo: «No he venido a llamar a los sanos, sino a los enfermos». Es cierto que nuestros cuerpos están sanos, que no estamos ni ciegos, ni cojos, ni mudos, ni sordo, ni tullidos; pero el pecado de nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestra prepotencia, nuestro sentirnos superiores, nuestra sensualidad descontrolada, nuestra lengua desenfrenada, nuestro apego al dinero, cada cual con su pecado, nos hace estar ciegos para ver la presencia de Dios en nuestra historia personal; nos hace andar con cojera acentuada cayéndonos por culpa de las consecuencias de nuestros pecados; estar mudos porque al no hacer caso al que es la Palabra, nos convertimos en charlatanes que no trasmiten nada; la sordera se acentúa ya que no hemos educado a nuestro oído para escuchar a Dios en las Sagradas Escrituras; seremos tullidos porque los afectos desordenados hacen que nuestro cuerpo sea incapaz de comunicar lo que el puro corazón nos solicita.  

Nuestra vida está ruinosa. Hacemos aguas por todos los lados. Y aún teniendo nuestra vida hecha un auténtico desastre por pretender vivir lejos de la presencia de Dios, el mismo Señor se quiere hacer presente ante cada uno como el Rey victorioso. Se nos abre una puerta a la esperanza, ¡es posible recomponer nuestra vida y romper con el pecado! El profeta Isaías ya nos lo dice cuando –en la primera lectura-, hace la siguiente invitación: «Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén». Sin embargo lo primero es reconocer cómo está en ruinas nuestras vidas. Si somos prepotentes, soberbios y dominadores no querremos reconocer que esas vidas personales están en ruinas. No nos engañemos, aunque esto de la Iglesia es para todos; aunque en este particular hospital hay habitaciones y camas para todos, muy pocos tienen la honradez suficiente y la humildad necesaria para solicitar socorro al Señor para ser sanado de ese mal ocasionado por el pecado.

Nos dice el escrito a los Hebreos que Dios «ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo». Y podríamos decir, y este Hijo ¿cómo nos habla?, ¿cómo se pone en contacto con nosotros?. Nos dice el Evangelio que «la Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre». Ahora bien, la Palabra me podrá alumbrar siempre que yo esté dispuesto a ser alumbrado. Cristo, que es la Palabra, podrá brillar en mis tinieblas, poner ante mis ojos mi propia miseria y pecado y yo postrarme ante su presencia, en el pobre portal, para que, con altas dosis de humildad y arrepentimiento sincero pueda sentirme enfermo que necesita ser sanado.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Homilía del Domingo IV de Adviento, ciclo b


DOMINGO IV DE ADVIENTO, ciclo b
                LECTURA DEL SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL 7,1-5. 8b-12. 14a.16
                SALMO 88
                LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 16,25-27
                LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38

            Hermanos, a mí me viene gente que me dice que 'Dios no le habla' y que eso de que Dios habló a Abrahán y a Moisés que son monsergas de los curas. El caso es que no sé lo que hacemos que siempre los curas tenemos la culpa de todo. Es más, alguno, ya con cierto recochineo, incluso me llegan a decir que si Dios me llamó por videoconferencia o si fue una aparición para decirme que fuese cura. Pero hermanos, el trasfondo de todo esto me preocupa mucho. Muchas de estas personas se han casado por la Iglesia, a su tiempo recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana, son los grandes ausentes en la celebración de la Eucaristía dominical, pero bien vienen a la Iglesia a que sus hijos sean bautizados, reciban la Primera Comunión o incluso se confirmen. ¿Cómo podríamos ofrecer a estos hermanos nuestros una palabra que les ayudase a recapacitar  y aceptar a Cristo en su vida?  ¿Por qué andamos por la vida como ovejas sin pastor? ¿Por qué no nos decidimos a seguirle ciegamente, sin reservas? ¿Por qué seguimos creyendo que ser cristianos consiste en ir cumpliendo con cosas o preceptos? ¿Por qué nos empeñamos en seguir nuestra voluntad sin tener en cuenta la aportación que nos ofrece Dios?, ¿es que acaso ha fallado tanto nuestra catequización que no se nos ha anunciado que somos propiedad de Dios y que ser cristiano es adentrase, sumergirse, empaparse en esta bellísima historia de amistad con Jesucristo? Mi opinión es que muchos de los actuales cristianos son desconocedores de su fe; su bautismo está muerto, son analfabetos en su vida cristiana.

            Me acuerdo, siendo yo pequeño, cuando empecé mi aprendizaje en la escritura; primero con trazos y luego ya las vocales, las consonantes, la minúsculas y las mayúsculas, todo poco a poco. Y con la cartilla con la que aprendí a leer, una veces solo y otras veces todos los de la clase juntos. Nos han enseñado a escribir, a leer y a contar en la escuela y el papel de la maestra fue esencial. Sin embargo no se ha llevado a cabo un aprendizaje o una trasmisión de la fe. Tal vez porque hemos creído que llevando a nuestros niños a catequesis ya cumplíamos con el expediente, y tal vez también porque nuestras parroquias se contentaban con ofertar una serie de servicios pastorales que estaban siendo demandados. Pero claro, plantear una Nueva Evangelización supone trabajar en algo que la gente no demanda, cosas que las personas no solicitan porque aún no lo han descubierto. Bueno, no lo han descubierto muchos feligreses y un montón de presbíteros.

            ¿Se han percatado ustedes de cómo el rey David -en la primera de las lecturas- está siendo sujeto de una instrucción en la fe? ¿se han dado cuenta cómo el rey David se percatado de la presencia de Dios en medio del pueblo y que eso le implica un posicionamiento respecto a Dios? ¿se han dado cuenta del papel del profeta Natán que ha sido como el catequista del rey David?

            Pero esto no se queda aquí, sino que a San Pablo -en la segunda de las lecturas- nos lo encontramos haciendo lo que más le gusta: 'Anunciar a aquel que consolida nuestra fe, CRISTO'. ¿Y cómo lo anuncia? Lo anuncia caminando con esa comunidad concreta, ayudándoles a entender la Palabra divina, abriéndoles el entendimiento para que el Espíritu obrase en ellos. Y caminar con ellos no es solamente celebrar con ellos la Eucaristía o la Fracción del Pan (como lo llamaban), no es únicamente el reunirse para celebrar otro tipo de oraciones, sino que es la persona cualificada -llena del Espíritu- capaz de dar la palabra y ofrecer el gesto oportuno a hermanos concretos para que puedan acertar siendo así fieles a Jesucristo. El maestro o la maestra conocen a su alumno y tienen un seguimiento directo de su evolución; pues eso mismo hacía San Pablo con las comunidades cristianas; les ayudaba a despertar a la fe; les enseñaba a descubrir el proyecto que Dios tiene con cada uno de ellos e ilusionarse con ello.

            El arcángel San Gabriel planteó a Santa María el proyecto más importante de toda su vida. Ella lejos de oponer resistencia dijo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». La Santísima Virgen ya estaba ilusionada y comprometida con el proyecto de Dios aún antes del anuncio del ángel, lo que hizo fue seguir siéndole fiel con todas las fuerzas de su purísima alma. 

sábado, 13 de diciembre de 2014

Homilía del Tercer Domingo de Adviento, ciclo b

DOMINGO III DE ADVIENTO, CICLO B
Isaías 61, 1-2a. 10-11
Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54 R. Me alegro con mi Dios.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28

            Hermanos, muchas veces parece que estamos atrapados en el presente, en las preocupaciones cotidianas, si vamos a poder llegar a final de mes con el dinero de la cartilla del banco, ese examen o trabajo que tengo que presentar que me está quietando la paz interior...es como si estuviésemos atrapados en el presente. Es más, muchos piensan que las personas tenemos que auto-realizarnos. Es más, algunos contraen matrimonio pensando que así se van a conseguir la tan ansiada gratificación o autorrealización o descarga psicológica. Lo nuestro no es vivir para nosotros mismos, sino para Cristo, que por nosotros murió y resucitó. Si viviéramos atrapados en el presente, olvidándonos de todo aquello que procede de lo alto, estaríamos tiranizados por el relativismo. Hace muy poco estuve hablando con un joven voluntario de una residencia de ancianos. Se me presentó como no cristiano, pero agnóstico. Me comentaba que no necesitaba de la religión para saber qué cosas eran buenas o malas, que tenía como un sexto sentido que le iba indicando el modo de proceder más adecuado y justo. Me acuerdo que le formulé la siguiente pregunta: ¿Quién le asegura que ese 'sexto sentido' no está siendo conducido ciegamente por el relativismo moral?. Realmente el joven se quedó sin respuesta. Le seguí comentando que los cristianos no seguimos una ideología ni a una religión, sino que seguimos a una persona: JESUCRISTO. Y que a Jesucristo le seguimos dentro de la Iglesia y es la Iglesia, como Madre y Maestra, quien cuida de sus hijos alimentándonos con la Palabra de Dios -el escrute de la Palabra-, con los sacramentos, con la oración personal, con el testimonio de amor de los hermanos. Sólo así uno puede darse cuenta de que tienes al lado a Alguien que está resucitado, y con el sólo contacto diario con Él te ofrece una sabiduría extraordinaria que hace que puedas mantenerte alegre al darte cuenta de la herencia que te espera: LA VIDA ETERNA.

            Ahora bien, al hombre le es mucho más fácil acomodarse a la justicia que a la gracia divina, y esto es porque las personas estamos muy apegadas a nuestros méritos y a nuestros derechos. Se oye mucho 'el que la haga que la pague' y esta otra frase 'a cada uno lo suyo'. ¡Qué difícil resulta aceptar la gracia y todo lo gratuito! Es difícil porque nos cuesta muchísimo dar algo a aquel no nos puede corresponder. Se requiere de mucha humildad para vivir en gratuidad. Cuando uno tiene ese contacto diario con JESUCRISTO y se sabe constantemente amado empezará a renunciar a la venganza y no querrá tomar la justicia por cuenta propia. Y todo esto porque en uno mismo se verá reflejado como en esa persona que está siendo sujeto de infinitos y esmerados cuidados al recibir esa buena noticia a él que está sufriendo; que está siendo vendado su corazón desgarrado por múltiples heridas mortales; que está disfrutando de una amnistía que le libra de su cautividad y que deja de ser prisionero para gozar de la libertad.

            Será entonces cuando uno se dará cuenta que no puede estar atrapado en la jaula de presente porque ya ha empezado a descubrir que tienes una invitación personal para acudir a la VIDA ETERNA. Porque como nos dice San Pablo «el que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas».  

sábado, 6 de diciembre de 2014

Homilía de bodas de plata

BODAS DE PLATA DE FELIPE Y MARIBEL

            Esto del matrimonio es un camino a recorrer. Es todo un aprendizaje, y por cierto bastante durillo. Estar atento a las miradas, a los gestos, a los movimientos del rostro… Es aprender a VER al otro. Es aprender a LEER al otro, para comprenderle, para descifrar su mensaje, porque cada día la otra persona es un regalo renovado para uno; Es ACOGER el mensaje y a la otra persona, ser RECEPTIVO, no juzgar, sólo amar. Es EXPRESAR a la persona amada eso que he visto, eso que he creído comprender para que el otro disfrute de saberse amado por aquel con quien comparte su vida.

            Porque puede pasar que el hombre vea a su esposa con cara seria, enfadada y mostrando distancias y le pregunte: «Cariño, ¿qué te pasa?»- A lo que la esposa le responda: «Nada». ¡Puff!, Por cierto, cuando una mujer dice que ‘no pasa nada’, es que ‘pasa todo’. Y como el hombre sigue insistiendo termine la esposa llamándole de todo porque el otro no ha sido ni capaz de captar las razones más elementales del enfado ya que el hombre ha pasado de los sentimientos de su esposa. Y ya tenemos la marimorena. Es que no HA VISTO AL OTRO, no HA LEÍDO AL OTRO, no HA ACOGIDO AL OTRO y no HA EXPRESADO LO QUE EL OTRO LE HA COMUNICADO.

            Cuando uno lleva ya 25 años, como Felipe y Maribel, uno ya sabe leer el lenguaje no verbal de la otra persona y con una simple caricia se trasmite ternura y fortaleza mutuamente. Pero este modo de comunicarse ‘de corazón a corazón’ no surge por generación espontánea; supone esfuerzo, trabajo, discusiones, un sacrificio de superación para unir las dos almas. Porque estoy seguro que si ahora mismo yo pidiera a Felipe y a Maribel que recordasen momentos o circunstancias en las que su matrimonio ha estado a punto de ‘romperse’, seguro que se les pasarán por su cabeza muchas ocasiones. Recordemos, que tal y como nos instruye San Pablo, ‘un tesoro tan valioso lo llevamos en vasijas de barro’. Gracias a que Cristo está en medio ha sido posible darse el perdón, la comprensión y el amor que cicatriza todas las heridas ocasionadas por la convivencia. Jesucristo es el médico que nos administra el tratamiento adecuado para sanar las relaciones en el matrimonio.

            Si yo preguntase a Maribel y a Felipe, o a cualquier matrimonio de los presentes si es lo mismo tener sentimientos amorosos que amar en verdad ¿qué me responderían?. Pues...que no es la misma cosa. Una relación no se construye ni se fundamenta sobre sentimientos amorosos, porque los sentimientos son frágiles, pasajeros, cambiantes e inestables. Maribel y  Felipe han elegido la opción de amarse con un amor verdadero que dé vida. Pero atentos, no todos eligen esta opción: Les hay que permanecen juntos por rutina o porque hay intereses mutuos para no mostrar abiertamente lo que ya está roto y se continua en la convivencia teniendo los cuerpos cerca pero los corazones distantes. Hace poquito me impactó negativamente un anuncio en la televisión: Salía un famoso futbolista en un especie de consultorio del tarot. En ese momento recibía una consulta de un chico joven que preguntaba al que echaba las cartas si debería de volver con su ex (en este caso da igual que fuera novia o esposa). El que echa las cartas le despacha tan fresco con esta frase: «No, ni se te ocurra. Las ex son como un partido en diferido, ya sabes como acaba». Nosotros no queremos cartas del tarot, nosotros queremos que nos escriban cartas de amor...esas cartas que entre los esposos se escriben en donde quedan bien plasmadas en qué han decidido darse y cómo les duele haber rechazado algo del otro ser amado.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Homilía del Primer Domingo de Adviento, ciclo b

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo b
                LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
                SALMO 79
                LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1,3-9
                LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 13, 33-37

            Yo no quiero que mi vida sea una simple sucesión de primaveras, veranos, otoños e inviernos. Ni tampoco el ir sumando velas en tartas de cumpleaños. Ni tampoco una suma de experiencias más o menos agradables de las que uno ha de hacer un ejercicio serio de memoria para recordar si merecieron la pena o fueron una pérdida de tiempo. Como si fuera un exiliado que debe de abandonar rápidamente su hogar porque la lluvia de bombas es más que inminente, yo guardo en mi maleta únicamente aquellas cosas que de perderlas vagaría sin sentido por la ciudad.

            Una de esas cosas guardadas son aquellos momentos de afecto, de cariño y de ternura, de comprensión y de sentirme amado. Uno abre los ojos, gira el cuello, observa lo que a uno le rodea y se reconoce muy poca cosa, casi insignificante. Como una pulga ante las pezuñas de un elefante se siente muy poca cosa y nada merecedor del amor porque el propio pecado está bien presente ante los ojos. Pero como una madre que se acerca ante su hijo acostado y dormido y cubriéndole con mantas lo protege del frío de la noche, así actúa el Señor con cada uno. ¿Acaso el pequeño se ha dado cuenta en ese instante del calor de la manta?, sin embargo ese calor aportado mitiga el frío de la helada y así puede descansar.

            Otra de las cosas que guardaría en esa maleta sería algo que me recordase que fui esclavo de mi pecado. Pueden ser múltiples cosas y cada cual conoce las suyas: la botella de licor, el apego al dinero, algún afecto desordenado, el consumo de alguna sustancia, el odio hacia una persona, la envidia por desear lo que el otro ya consiguió, etc. Y llevaría ese recuerdo en mi maleta para recordar que he sido rescatado de la fosa de los leones, que «Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída» (Salmo 116,8). O tal como reza otro salmo: «Él rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura» (Salmo 116,8). Y es más, la primera de las lecturas de hoy, del profeta Isaías ya nos lo está diciendo con toda claridad: «Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es "Nuestro redentor"». El Señor me ha liberado de la servidumbre del pecado y me ha nombrado miembro de su pueblo, del pueblo de la Nueva Alianza. Dios no me ha arrancado de la esclavitud del pecado porque yo sea el mejor, el más guapo o el más listo. Todos sabemos que tenemos 'horas bajas' donde el desánimo se acentúa y el desencanto puede hacer acto de presencia, llegando a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros tal y como grita angustiado el salmista: «En mi angustia busco al Señor; de noche levanto mis manos sin descanso, pero no encuentro consuelo» (Salmo 77,3). Pero incluso 'en esas horas bajas' nuestra esperanza ha de rebrotar, como las ascuas aparentemente apagadas de una hoguera, para volver a arder con pasión ya que «en la vida y en la muerte, somos del Señor» (Rom 14,8). Si el Señor se ha tomado tantas molestias con cada uno, Él continuará tomándoselas, porque, tal y como escribe San Pablo a los Corintios «Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!». E incluso podemos dar un paso más: agradecerle todos los dones que Dios nos ha dispensado y de lo desdichados que hubiésemos sido si Él no nos hubiese rescatado.

            Otra de las cosas que guardaría en esa particular maleta sería un puñado de tierra. De la misma tierra que me ha visto crecer, caer y levantarme. Todo lo que tengo, lo que he tenido y tendré es don, es regalo de Dios. Sin embargo, confundidos por los engaños de Satanás, creemos que nosotros mismos nos ponemos las normas y que obedecer a Dios es tanto como aceptar ser tratado con un niño. La tierra está ideada para poder ser cultivada y obtener el buen fruto. Cristo lo que te dice es que quiere reconducir todas las cosas a Dios. Una vez escuché a un técnico de antenas de televisión que si la antena parabólica está mal orientada hacia los satélites era tanto como no tener antena. Nuestra vida sin Cristo no es vida. La llamada del Evangelio a que nos encontramos en vela es una clara invitación a que permitamos que Cristo entre hasta en aquellos lugares que le hemos ocultado su misma existencia.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Homilía de JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO, domingo XXXIV del tiempo ordinario, ciclo a

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO                                                                   capillaargaray.blogspot.com

DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
Ez 34,11-12.15-17
Salmo 22
1 Cor 15,20-26a.28
Mt 25,31-46

            Hermanos, ¡Cristo es REY! Y proclamar que Él es REY no supone la exclusión de todos aquellos que piensen de modo distinto o que se dejen llevar por las connotaciones políticas que puedan conllevar en sí esa palabra. Cristo nos abraza a todos y a cada uno. No le importa las siglas políticas o consignas que defendamos en la sociedad. Sólo quiere mostrarnos su amor, y una vez que lo experimentemos que cada cual pueda sacar sus propias conclusiones. Cristo nos regala su presencia. Sin embargo nos puede suceder que aunque le tengamos cerca no nos demos ni cuenta. Seguro que tienen la experiencia de estar hablando con alguien y hacer que uno escucha pero estar en la inopia, con la mente en otro lugar y no enterarte prácticamente de nada de lo que la otra persona te está diciendo.

            ¿Se han dado cuenta de las numerosas iniciativas que emprende Dios para salir a nuestro encuentro? El profeta Ezequiel nos ayuda para que caigamos en la cuenta de todo esto. «Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares  por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones».

Esta sociedad nuestra está como ideada para que no alcemos la mirada hacia lo alto. Es como si hubiesen tapiado el cielo prescindiendo de Dios y organizando todo de tal manera que no pensemos en Dios, que estemos felices, contentos y satisfechos con las realidades temporales para que ni nos planteemos las realidades eternas. El demonio ha domesticado a esta sociedad.

Una de las dificultades reside en que cada uno vivimos muy a gusto con el ‘tenderete’ o el ‘chiringuito’ que nos hemos montado y hemos aceptado ‘ser domesticados’ y sentir como siente el mundo y pensar como piensan los paganos. A modo de ejemplo: una pareja de novios que llevan viviendo juntos una temporada larga, se han creado ‘su propio chiringuito’. Los dos muy buenos jóvenes que se les ve con ilusión y enamorados, con sus más y sus menos que va generando la propia convivencia. Y ellos sostienen que no les hace falta un ‘papel’ porque así están muy bien y las cosas marchan. Pues bien, ese tipo de relación se asemeja a esas cajitas musicales que una vez acabada la cuerda se para la canción. Ese ‘papel’ tiene un nombre claro: CONSENTIMIENTO MATRIMONIAL. Falta ese ‘yo contigo para siempre’ y ‘no quiero ya migajas en el amor,  ya no quiero ser mendigo de tu amor’,  ya no quiero que este bello proyecto de corazones acabe súbitamente alegando que ‘en la calle me encontraste y en la calle me dejas’ porque te has cansado de mí,  porque no hay nada que te obligue a quererme. Nosotros queremos, deseamos, anhelamos que CRISTO REINE en esa pareja de novios. Por de pronto, cada novio a su casa. Búsquese los medios para ir creciendo como pareja en ese noviazgo cristiano. Es cierto que muchos presbíteros pasan de este tema, pero también es cierto que el que está interesado por algo lo busca. Y la Iglesia oferta realidades para ayudar a vivir en cristiano esta bella etapa del noviazgo, por ejemplo, ENCUENTRO MATRIMONIAL, el CAMINO NEOCATECUMENAL, los CURSILLOS DEL COF DIOCESANO, entre otras realidades eclesiales.   

            O esos padres de familia que tienen hijos en edades delicadas. Hijos e hijas que quieren ‘tener más libertad de acción’ cuando los padres no lo consideran adecuado ni conveniente para sus hijos….que quieren salir de fiesta hasta más tarde, que quieren comprar una ropa determinada y provocativa, que tienen unas amistades poco apropiadas… Batallas constantes que cada victoria supone un logro, siempre que se ayude a comprender las razones de ese modo de proceder. Si Cristo reina en ese hogar irá ofreciendo criterios para crecer como familia, aunque algunos miembros no lo entiendan en esos momentos, pero lo agradecerán. Pero no seamos ingenuos. Si deseamos que Cristo reine en nuestro hogar debemos de acoger los medios que la Iglesia nos plantea para que realmente Él reine. ¿Nos es suficiente acudir a la Misa dominical? La Misa dominical es clave, fundamental, insustituible, pero necesito sentir el paso de Cristo en la vida de otros hermanos que se encuentran en las mismas o parecidas circunstancias a las mías, y para eso yo y todos necesitamos de una COMUNIDAD CONCRETA.

Estamos llamados a que nuestras parroquias sean comunidad de comunidades, no grupos de oración, grupos de cantos o del ejercicio de la caridad cristiana, sino comunidad de comunidades donde estas cosas surgen por la propia dinámica del Espíritu Santo en la línea de LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.

            Resulta esperanzadoras las palabras del profeta Ezequiel, cuando nos dice usando palabras del mismo Dios: «Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas». El Señor está hablando de ti y de mí. Yo soy esa oveja pedida, descarriada, herida y enferma.  El Señor sale a nuestro encuentro, se acerca a nuestra realidad personal, se aproxima para conocer las cosas cotidianas que hacemos, es testigo de nuestro pecado, conoce nuestras miserias y habilidades. Y Cristo te dice: «Otro modo de vivir es posible, ¡vente conmigo!, ¡ven y sígueme!».

            Escribe San Pablo a la comunidad de los Corintios que «Cristo tiene que reinar». Además habla de un reino; nos habla de ‘volver a la vida’. Por lo tanto, si Cristo es rey, cada uno de nosotros debemos de favorecer que Él ejerza su reinado en nuestras vidas. Todo esto nos está implicando, nos va ‘empujando’ a que adoptemos una postura clara ante Jesucristo: ¿Qué deseamos ser?, ¿somos ovejas o cabras?; ¿nos posicionamos a su derecha o a su izquierda? ¿Permitimos que Cristo reine en nuestras vidas o le ‘damos portazo en todas las narices’?, ahora bien, si ‘damos portazo’ a Cristo también estaremos cerrando nuestros corazones a los hermanos.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Homilía del Domingo XXXIII del tiempo ordinario, ciclo a

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
Proverbios 31,10-13. 19-20. 30-31
Salmo 127
Primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6
San Mateo 25, 14-30

            Ya hace unos años en nuestros pueblos castellanos se viene celebrando los ‘mercados medievales’. Ataviados de época, con sus trajes y escenografía de aquel tiempo no sólo dan un tono festivo a nuestras plazas sino que también se hace una especie de homenaje a los orfebres y artesanos que eran auténticos artistas. Una de esas tiendas, decoradas al detalle para ayudarnos a adentrarnos ‘en el túnel del tiempo’  se encontraba un auténtico maestro de artesanía.  Debajo de la mesa tenía una serie de pedruscos de diversa textura y color. Seguro que ha tenido que tener ayuda para poderlos desplazar.  Poco a poco, con un martillo y una especie de cincel va perfilando las pequeñas teselas de un sin fin de colores para poder componer un mosaico espectacular.

            Cuando uno se posiciona como un espectador que contempla  boquiabierto, el trabajo artesanal, se va dando cuenta de cómo existen corrillos de colores formados por la perfecta armonía de las teselas. Y cuando la obra está concluida se puede contemplar una escena de caza, la belleza de un bosque  o cualquier cosa que trasmita hermosura fruto de un trabajo bien hecho.

            Nuestra vida está llamada a ser una ofrenda constante y agradable a Dios. Esto supone mucha tarea y una dosis muy alta de responsabilidad. Cristo nos dice que el Reino de Dios ya está aquí; o sea que Cristo reine en mi vida. Eso es el Reino de Dios, que Cristo ejerza su señorío pleno reinando en mi existencia. Es el Señor el que me regala cada día, cada jornada, con sus 24 horas delimitadas como delimitadas también están –por unos cuantos milímetros- las teselas que componen el mosaico. Durante estas 24 horas, durante esta particular tesela, Dios plasma su particular impronta, su interesante aportación, me comunica su Palabra, me proporciona su Espíritu y me reconforta con su compañía.  Si yo soy dócil a sus inspiraciones, si yo muero a mi soberbia y permito que yo sea para Él su morada, Él día a día, jornada a jornada, tesela a tesela irá componiendo un magnífico mosaico, una grandiosa historia de salvación. Las teselas de los mosaicos son extraídas de mármoles y piedras con cualidades y colores determinados. Del mismo modo el Señor cada día nos ofrece una palabra nueva, un hermano que me incordia y otro que me cae bien, un día con una salud fuerte y otro con una salud quebradiza….una tarea que me cuesta, un estudio que me agota, los hijos que unas veces traen alegrías y otras cabreos… son infinitos los colores de las teselas como infinitas las variedades de situaciones a las que el Señor nos va planteando.  El ejemplo de vida de trabajo, esfuerzo y talento al servicio de la familia y de los necesitados, tal y como nos plantea el libro de los Proverbios son manifestaciones claras del reinado de Cristo en la vida de las personas (Proverbios 31,10-13. 19-20. 30-31). Una persona dócil al Espíritu Santo permitirá que cada particular tesela sea colocada en su justo lugar, en ese sitio a la que el Creador tenía ya dispuesto para confeccionar el magnífico mosaico de mi salvación.

            Un salmo responsorial nos dice ‘Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis el corazón’ y el salmo responsorial de hoy nos dice ‘Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos’ (Salmo 127).  Cuando uno reconoce cómo Dios se va manifestando en la vida personal, cuando uno echa la mirada para atrás y agradece el cambio acaecido en uno por la eficacia de la acción divina, es entonces cuando brota de uno mismo la alabanza, la acción de gracias, la bendición, así como el firme propósito de ‘jamás separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús’. Tal y como nos escribe San Pablo deseamos vivir ‘como hijos de la luz e hijos del día’, en atenta vigilancia, porque, sin nosotros merecérnoslo, va confeccionando, día a día y tesela a tesela, el mosaico de nuestra propia salvación (Primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6).

sábado, 8 de noviembre de 2014

Homilía del domingo XXXII del tiempo ordinario, ciclo a, DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN
LECTURA DE LA PROFECÍA DE EZEQUIEL 47, 1-2. 8-9. 12
SALMO 45
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 3, 9c-11. 16-17
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 2, 13-22          
            Ayer mismo, a eso de la hora de comer, atravesando la Calle Mayor de Palencia hubo una situación que me causó molestar. Pasaba una muchacha y dos hombres –ya hechos  y derechos- le empezaron a ‘gritar salvajadas’, hacerle propuestas deshonestas y movimientos soeces. La chica aceleró el paso con miedo. Yo me encontraba al otro lado de los soportales dispuesto a intervenir si se llegaran a acercar a ella. ¿Qué es lo que veían estos hombres en esta muchacha? Veían una mujer como objeto de deseo. Si uno ‘quita a Dios del medio’, si uno vive como si Dios no existiese, el hombre se degrada, se degenera. Y al degradarse o degenerarse cualquier cosa o motivo es válida para hacer lo que ‘a mí me de la gana’ sin tener en la más mínima consideración el dolor que se genere para los demás. Es que resulta que, si ponemos a Dios donde le corresponde –en todo el centro de nuestro ser-, enseguida reconoceremos a esa muchacha como mi hermana. Como esa mujer que está llamada a hacer feliz un hogar; a una religiosa que reza por mi salvación; como esa maestra que educará a los pequeños; como esa cirujana que me salvará la vida en la mesa de operaciones, etc. Dios nos hace entender las cosas como realmente son. En cambio el pecado nos hace ver alucinaciones, espejismos, confundirnos dándonos por auténtico cosas que son falsas.
            Estamos siendo sometidos a unos planteamientos muy ajenos a nuestra fe y no nos estamos ni percatando. Son como micro relatos o mini catequesis mundanas que van pasando desapercibidas pero se van adjuntando a nuestro razonamiento y actuar. Cuentan que cuando una persona está muy expuesta y sin protección a la radiación que emiten ‘los rayos x’ uno sufre una serie de efectos nocivos. Es más, los que allí trabajan llevan colgando de un bolsillo de la camisa una especie de dispositivo que mide el nivel de radiación existente y que alerta. Nosotros estamos constantemente expuestos a estos micro relatos o mini catequesis mundanas.  
             Tiene que venir San Pablo, en la primera carta a los Corintios, para que nos diga «mire cada  uno como construye» y que  «nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo». Dicho con otras palabras: ¿Estoy permitiendo el construir mi vida con los criterios mundanos? Realmente ¿qué cosas tienen a mi corazón cautivado? Analizando el estado personal de mi vida ¿estoy respondiendo auténticamente a la vocación a la que el Señor me ha convocado? ¿Soy consciente de la ausencia de Dios en muchos aspectos de mi existencia, de mis relaciones personales, en mi tarea profesional, etc)? Con toda la sinceridad de la que uno pueda llegar a ser capaz, ¿soy capaz de sentir la humedad y el pútrido olor del fango donde me encuentro inmerso hasta el cuello? ¿Soy consciente de que me degrado y me degenero cuando excluyo a Dios y le aparto para disfrutar la vida a mi manera y antojo? El grave problema es que decimos que somos cristianos pero nuestro comportamiento dice que Cristo no es nadie para nosotros, que no le tenemos en consideración.
            Un grave problema es cuando un conjunto amplio de personas, animándose en el mal ejemplo y en la vida facilona y pecaminosa, están desarrollando sus actividades y todo su tiempo al margen de Dios. En ese contexto uno no se siente denunciado en su pecado porque todo el mundo lo comete –y no hace problema-, relajando totalmente la conciencia y aprendiendo a estar sin Dios. Al estar amparado por el colectivo y sentirse a gusto e integrado provoca que la gracia de Dios no pueda llegar hasta ellos.
            Solamente aquellos que se dejen tocar por la gracia divina y deseen buscar la verdad rompiendo con la mentira de Satanás podrán tener esa experiencia de cómo Jesucristo les saca del fango, les rescata de la fosa realizando con cada uno una preciosa historia de salvación. Es entonces cuando empieza a escocer el alma de remordimientos al haber quitado a Dios del medio durante mucho tiempo. Dios nos abre los ojos del entendimiento para que nuestros pecados sirvan para afianzar nuestra confianza en Él reconociendo que todo lo vivido sin Cristo es tiempo desperdiciado y fuente de gran sufrimiento para propios  y ajenos. Recuerdo el testimonio de una conversa que a los catorce años quedó embarazada. Dejó los estudios. Se casó a los quince y a los diecisiete se divorció teniendo ya tres hijos. Fue de tumbo en tumbo y de hombre en hombre, pensaba quitarse la vida por ser para ella imposible de soportar. El agobio y la amargura era una constante diaria. Hasta que escuchó que iban a dar unas catequesis del Camino Neocatecumenal y se dijo: ‘No tengo ya nada más que perder’. Asistió y se encontró con Jesucristo sanador.  El agua del Señor Jesús curó su enfermedad. Descubrió que Dios le amaba y que todos sus perjuicios contra la Iglesia eran consecuencia de su pecado. Se reconoció sumergida en el fango, le escocía  exasperadamente su pecado. Pidió perdón el Señor y el Señor le perdonó su culpa y su pecado. Ahora está caminando con una Comunidad Neocatecumenal, vive con sus hijos, no se ha vuelto a unir a ningún hombre, concluyó la educación secundaria y ahora trabaja en un supermercado. Es la más feliz disfrutando de la Eucaristía. Dios le ha rescatado de la fosa de los leones y está escribiendo con ella  una preciosa historia de salvación. Ahora está feliz.
            Realmente es cierto que el agua que sale del Templo es sanadora. Todo encuentro con Cristo nos sana. Gracias a que Jesucristo, el Hijo del Altísimo se encarnó haciéndose hombre, como uno de nosotros menos en el pecado; gracias a que él murió por nuestros pecados y que por nosotros resucitó... gracias al importantísimo esfuerzo que realizó Jesucristo por cada uno de nosotros, gracias a esto tú y yo podemos ser sanados por su amor, volver a empezar de cero nuestras vidas con la esperanza de poder entrar, cuando el Señor lo desee, por la puerta grande de la Gloria en el Cielo.

sábado, 1 de noviembre de 2014

viernes, 31 de octubre de 2014

Homilía del DÍA DE TODOS LOS SANTOS 2014

HOMILÍA DEL DÍA DE TODOS LOS SANTOS 2014

Apocalisis 7,2-4. 9-14
Salmo 23,1-2. 3-4ab. 5-6
Primera de San Juan 3, 1-3
Mateo 5, 1-12a

Me da la impresión que los cristianos andamos por la vida encorvados. ¡Nuestra vida espiritual tiene ya hasta una joroba! Sí hermanos, tenemos una hermosa joroba porque nos hemos ido dejando someter a los criterios y formas de pensar y amar de este mundo. Todo eso se ha ido cargando sobre nuestras espaldas hasta que ha generado lo que ha generado. Nuestros ojos apenas pueden alzar la mirada porque nos hemos dejado domesticar por Satanás.  Sus seducciones, sus tentaciones, sus insinuaciones, su modo de estar oculto pero administrándonos sus dosis de maldad ya forman parte de nuestro organismo espiritual. Se nos está adiestrando para eliminar todo resquicio del ‘estado de gracia’. De tal modo que cuando uno siempre tiene puesta su mirada en el suelo se llega a olvidar del Cielo. Y si nos olvidamos del cielo perdemos nuestras auténticas raíces, ya que como nos dice San Pablo: No olvidéis que sois ciudadanos del cielo.

Además Satanás es vengativo y crueL hasta niveles insospechados. Cuando un alma se siente amada por Dios y alza la mirada hacia lo alto, corrigiendo su columna encorvada –con todo lo que supone de arrepentimiento, de deseo profundo de conversión y de corresponder con amor a Cristo-,ya se procura Satanás que todos aquellos que le rodean, que tienen sus buenas jorobas –sus amigos y gente de confianza- la dejen de lado, la aparten, la marginen, no cuenten con ella. Satanás lo hace con la esperanza de poderla reclutar de nuevo. La lucha interna de esa persona es durísima. Pero vamos a verlo desde lo alto, al lado de Dios: Cuando Dios, la Santísima Virgen, los ángeles y arcángeles, toda la corte celestial y los santos de todos los tiempos están observando a esa persona que lucha por ser santa se parecen a esos seguidores de un equipo de fútbol que con sus cantos y aplausos animan entusiasmados, con todo su ser, para que su equipo consiga ganar la tan ansiada copa de la victoria. Y Dios anima a esa alma proporciándole el don del Espíritu Santo.

En la primera carta de San Juan ya nos avisa diciéndonos que «el mundo no nos conoce  porque no le conoció a Él». Seamos claros: El mundo desprecia a los que son de Dios y no quieren tener ninguna relación con ellos, porque con el actuar cristiano les denuncia en su pecado.  Con esto no quiero decir que el que actué como cristiano sea precisamente santo. Tal vez sea más pecador que todos ellos juntos, pero con un matiz muy importante: Se ha puesto en camino de CONVERSIÓN y desea tener a Jesucristo en el centro de su ser.  Si se han dado cuenta, en la lectura del Apocalipsis ya nos URGE A LA CONVERSIÓN.  Dice el Apocalipsis: «Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Los males cósmicos son una llamada a la conversión.  Nos dice con toda claridad que dejemos de andar encorvados sacando la joroba, mirando al suelo y viviendo a lo mundano. 

Y para que uno pueda enderezarse es muy importante recibir, con cierta frecuencia, una palabra de los presbíteros, de los catequistas, de los responsables, de los hermanos por medio de sus ecos… porque Jesucristo se hace presente de este modo. Es asombroso cómo el Espíritu Santo, con unas vasijas tan frágiles como somos nosotros, sea capaz de hacerse presente. Esto es un motivo claro para alabar y dar gracias a Dios. Los sacramentos, en especial  el de Reconciliación y el de la Eucaristía son nuestros mejores aliados para estar conectados directamente con toda la Corte Celestial de los Santos.

sábado, 25 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXX del Tiempo Ordinario, ciclo a


DOMINGO XXX del tiempo ordinario, ciclo a

            Algo mal debemos de estar haciendo para que la gente no capte el profundo gozo de estar con Cristo. Es cierto que cuando uno se encuentra ante una comunidad cristiana que no es significativa, que es fría y apática, que no es diferente respecto a lo que uno se encuentra en el mundo, que no es referente en la vida cristiana a uno le queda totalmente indiferente creyendo que esto de ser cristiano da muy poco de sí. Para aquel que busca algo en la fe se descubre con la seria dificultad de encontrar a muy pocas comunidades cristianas que estén ardientes en el seguimiento de Cristo. De tal modo que cualquiera puede llegar a pensar que ser cristiano no lleva en sí mas carga que la de cumplir con unos ritos o costumbres antiguas de los pueblos. Reconozco la dureza del momento en el que estamos viviendo. Estamos pagando todavía las deudas de un pasado prepotente donde se daba por sentado que todos ya habíamos sido evangelizados por estar en un país tradicionalmente católico. Muchos se mueve por la lógica del “mínimo necesario”  negándose a entrar en la lógica del amor generoso, que es la lógica del amor “máximo posible”. Únicamente se podrá llevar a cabo la tan urgente nueva evangelización cuando se entre en la lógica de los mártires que dejan su vida limpiamente en las manos de Dios y de su Iglesia, para vivir enteramente al servicio del Reino, sin pedir nada, sin esperar nada, sin lamentarse de nada.

            Una persona que esté fría en la fe, o por lo menos algo templadita, que entre en una iglesia en el momento de la celebración de la Eucaristía puede ver bancos y personas anónimas sentadas y a un presbítero hablando pero no llega a entender lo que se hace. Si ese es su único referente de vida cristiana a lo largo de la semana ¿cómo va a llegar a descubrir que Jesucristo puede ir colándose por los diversos aspectos de su vida?, ¿cómo va a ir dando pasos en ese periodo de conversión para descubrir su pecado y los múltiples negaciones a Dios que han ido ocasionando malformaciones en su conciencia cristiana? ¿Cómo irla enseñando a descubrir la sabiduría divina contenida en la Biblia para dar respuesta cristiana a sus problemas diarios? ¿Cómo sentirte miembro de la Iglesia cuando el anonimato es una constante sintiéndose como si fuera uno  un consumidor que va a adquirir los productos para el carro de la compra en unos grandes almacenes?

            Laicos deberíais de despertar de vuestro letargo: Empezad a exigir a los presbíteros que en sus parroquias, en los colegios de la iglesia, en las capellanías… se anunciase el KERIGMA, que se empezase a evangelizar en serio. Pero de tal modo que se hiciera como si ninguno hubiera escuchado jamás el nombre de Jesucristo. Sin lugar a dudas más de un presbítero esta simple idea le llegaría a aterrar ya que supone el fin de su vida tranquila y relajada. Y cuando se deja a los laicos que ejerzan como laicos ya nos podemos ir preparando porque pueden llegar pisando tan fuerte que no nos quedará más remedio que ponernos al día en el Concilio Vaticano II y en todas y en cada una de las orientaciones que el Espíritu nos vaya regalando. San Pablo nos dice que acogiendo la Palabra del Señor se llega a ser modelo para los demás.

Supongan ustedes que una pareja de novios se presenta en el despacho parroquial y preguntan al presbítero que qué han de hacer para tener un noviazgo cristiano, ya que la carne llama a la carne, la sensualidad y la atracción sexual está a flor de piel y además los dos vienen heridos de otras relaciones amorosas que les han desorientado y desconcertado en gran medida. ¿Creen ustedes que les valdrá cualquier respuesta del presbítero o del catequista?, es más ¿sería satisfactorio y suficiente esas palabras más o menos afortunadas en ese momento puntual en el despacho?, y la pregunta del millón ¿hasta qué punto el pastor quiere dar su vida por las ovejas comprometiéndose en el descubrimiento de Cristo en esa pareja de novios? Hermanos, estamos hablando de amor, de cómo ese amor ha de ser realidad concreta en mi prójimo.

Vamos a dejar una cosa en claro. Cuando Dios no es la presencia que aglutina a los hombres entre sí, si Dios no es horizonte de todo amor y hacia donde tiende todo deseo de amar, el amor se degrada en una relación egoísta y esclavizante que bloquea toda posibilidad de crecimiento personal. No hay amor donde se busca el interés o el provecho propio. Únicamente en el trato de amistad con Dios el amor muestra el auténtico rostro. Sin Dios el amor se degenera en un intercambio de favores, en egoísmos camuflados. Cuando el Señor en el libro del Éxodo nos dice que «no oprimirás ni vejarás al forastero», que «no explotarás a viudas ni a huérfanos», «no seas usurero si prestas dinero a un pobre que habita contigo», lo que está haciendo es poner en evidencia la falta de amor reinante.

El amor no se improvisa ni se disfruta por el mero hecho de proclamarlo. La atención y el trato con Dios es la fuente y plenitud de todo amor. El trato con Dios aproxima en el trato con los hombres. La oración nos abre a la verdad del amor que debemos a nuestros hermanos. Necesitamos una nueva evangelización que donde los cristianos empiecen a vivir gozosos el gran regalo de estar bautizados, donde la fe esté ardiendo y Dios sea el horizonte de todo amor.

martes, 14 de octubre de 2014

domingo, 12 de octubre de 2014

sábado, 11 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo a


HOMILÍA DEL DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 25, 6-10a
SALMO 22
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES 4, 12-14. 19-20
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 1-14

            No hace mucho pregunté a unos muchachos de confirmación -vísperas de la celebración- de por qué deseaban recibir el sacramento. Y si lo llego a saber ni se me pasa por la cabeza el preguntárselo. La impresión que me dieron es que estaban totalmente atontados, pero tanto ellos como aquellos que se han encargado de su educación en la fe. Además en este caso era un grupo muy reducido. O sea, que el resto ni siquiera se habían planteado esto de las catequesis. Dense cuenta, este grupo reducido que había asistido a las catequesis deberían de marcar una diferencia respecto a los que no habían acudido pero tanto unos como los otros 'no se habían enterado de la fiesta'. Muchos niños y niñas llegan al día de su Primera Comunión y su principal ilusión son el vestido y los regalos. Y al siguiente domingo se produce la 'gran estampida' ya que si te quieres acordar de ellos tienes que sacar el álbum de las fotos. Estudiantes que son alumnos de colegios privados o concertados de la Iglesia y que se divierten del mismo modo que los demás, que hacen lo que no deben y dicen lo que no piensan. Presbíteros y personas consagradas que descuidan su vida espiritual porque desean invertir su tiempo en 'cosas que sean productiva y que se vean'. Evidentemente aquí hay algo que falla. Vamos a ver: A un niño pequeño al principio se le pone en un triciclo -y el padre tirando con una cuerda para que se mueva-, y poco a poco va aprendiendo. Después en una bicicleta pequeña con patines. Cuando el niño va adquiriendo equilibrio y seguridad se van quitando esos patines y se hace con otra bicicleta más grande hasta que termina por manejarlo con soltura. Sin embargo no olvidemos que siempre ha habido una persona que le ha ido enseñando y ayudando en todo este itinerario de aprendizaje para montar en la bicicleta. A lo que a mí me da la sensación que pocos son los que se dejan acompañar y menos los que se complican acompañando en la fe creyendo que ya tienen demasiado con lo que hacen.

            Pero vamos a ver, ¿lo nuestro no es crear una cultura nueva? Es preciso tener una experiencia profunda e intensa de Dios para interpretar toda la vida dejándonos guiar de esa presencia divina. Un arquitecto y todo su equipo elaboran los planos para construir los edificios y a partir de esos planos se levanta la construcción. Jesucristo tiene para ti un plano, una vocación. Tan pronto como uno entra en contacto con lo divino se percata de la densa niebla que le impide caminar y avanzar en ese proyecto divino: Es el pecado. Y tanto tú como yo estamos urgidos a levantar el edificio de nuestro ser teniendo tanto en la retina como en el corazón ese plan personal de Dios para cada uno.

            El albañil, llueva, nieve, con niebla, ya granice, así con el sol asfixiante de agosto, o en las heladas de pleno invierno se afana colocando ladrillos y haciendo la masa. Un estudiante cristiano, que por ser fiel a Cristo, se va posicionando -aún sin darse cuenta- ante una serie de cuestiones, que su opinión difiere a la opinión reinante; que su mirada se está dejando educar por Cristo y su forma de actuar deja traslucir la existencia de lo trascendente; cuando no va buscando lo que todos buscan sino que se afana por encontrar el tesoro escondido; es entonces cuando siente en sus huesos el frío del desprecio de algunos de sus compañeros; soportando el aguacero de las críticas burlonas de los que se creen que gozan más de la vida; atravesando los bancos de niebla de la indiferencia de los que se ponen a sí mismos sus propias reglas y normas de conducta moral. Lo mismo que el albañil, lo nuestro es construir, unos edificios de ladrillo y otros cristianos santos para Dios. Quien dice estudiante, dice padre o madre de familia, religioso y consagrado, presbítero o cual sea la vocación dada por Dios. Lo nuestro es caminar con Jesucristo, tal modo que con nuestras palabras, gestos, silencios, trabajos y pensamientos le vayamos irradiando, dejando la esencia del perfume de su presencia allá por donde estemos. Y atención que esto lo hacemos no precisamente en un ambiente favorable para la fe. Nos escribe San Pablo contándonos su experiencia: «Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta».

            Es cierto que el pueblo judío había sufrido el exilio de Babilonia y que mencionado exilio ya había quedado atrás, pero aún estaban sin estar cicatrizadas las heridas espirituales ocasionadas en el pueblo. ¿Qué heridas eran esas? El haberse ido tras otras creencias; el haberse relajado en la vida espiritual; el no haber tenido presente las tradiciones de los antiguos; el hacer propio usos y costumbres paganas que desdecían y atentaban contra su propia fe; el creerse dueños y señores de sus vidas desplazando a Dios e incluso negando su existencia. Todo esto genera heridas de gran gravedad. A lo que el profeta Isaías nos asegura que solamente en ese banquete preparado por el Señor será donde se crearán las condiciones necesarias para la eliminación de la muerte y de sus tradicionales compañeros como son el dolor y las lágrimas. Daos cuenta de cuántas personas, en vez de acudir a Cristo que es el médico de las almas, acuden a ídolos condenándose a la desazón incesante que va torturando cada vez más hasta la muerte total del ser.

            Pero les hay también que se llaman a sí mismos 'cristianos', que acuden al banquete preparado por el Señor, que son miembros del Pueblo Santo de Dios pero «no llevan el traje de boda». Se dicen -creyéndose la misma mentira- que soy cristiano pero 'yo vivo mi vida como a mi conveniencia', 'mis hijos han hecho la primera comunión, se han confirmado y ahora viven en pareja, ya se sabe, es lo normal ahora en estos tiempos', 'yo estoy viviendo en pareja sin pasar por el Altar y estoy tan feliz', 'cuando salgo de fiesta pierdo el control bebiendo y gastando el dinero que me da la gana para pasármelo genial y hago lo que me apetece', además 'cada cual es dueño de su vida' y yo estoy muy bien como estoy. 'Yo soy cofrade de la Virgen de mi pueblo pero no me interesa ni las misas ni esas cosas de los curas ni de las monjas'; yo soy párroco de mi parroquia y no quiero que en mi parroquia nadie me diga lo que tengo que hacer ni cómo lo tengo que hacer, la parroquia está a mi servicio y aquí se hace sólo lo que yo digo y no quiero ni movimientos ni cosas raras de esas'. Piensan 'yo no quiero cambiar nada en mi vida', estoy en la Iglesia porque me bautizaron y por planteamientos sociales, culturales...pero una cosa es la fe y otra lo que yo a mí me apetezca hacer con mi vida. A esos el Señor les reprende echándoles del banquete porque las obras de la caridad deben de acompañar SIEMPRE a la fe.