lunes, 25 de noviembre de 2019

Homilía de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo


Homilía del Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

            Estimados radioyentes, voluntarios de Radio María y querida Comunidad de Madres Carmelitas Descalzas de Palencia, pido al Señor que me de fuerzas y espíritu para partir esta Palabra que hemos proclamado en esta Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
            El Señor se acerca a ti, se pone en frente tuyo, te mira a los ojos y te pregunta: «¿quieres que yo sea tu Rey?».  ¿Qué le vas a contestar? ¿Le vas a decir que “sí” por puro compromiso y poder salir de este modo de este apuro? ¿Le vas a contestar con las palabras de la Virgen María, «sí, aquí está la esclava del Señor»? o simplemente le dirás «de eso ya hablaremos otro día». Ante esta pregunta del Señor, ¿tú cómo te posicionas?
            El Demonio te va a decir: «tú estás muy bien como estás y no necesitas que nadie te diga lo que tienes que hacer». Lo curioso de todo esto es que el Demonio al decirte esto te engaña, porque uno, sin darse cuenta, tan pronto como se aleja de Dios se acerca al Maligno. Y el Demonio se lo trabaja porque te envuelve la realidad, te la decora, te la maquilla de tal manera que resulta apetitoso y atrayente lo que él te presenta; más cuando caes en el pecado quitando el papel de envoltura y lo desmaquillas eso que antes era apetitoso y atrayente está plagada de orugas, gusanos, moscas y con un pútrido olor. Sin embargo nosotros somos Hijos de Dios y en el sacramento de la confirmación fuimos constituidos soldados de Cristo contra el mal. Somos propiedad de Dios, y esto lejos de coartarnos o limitarnos la libertad nos hace vivir con mayor plenitud.
            En la Primera de las Lecturas tomada del segundo libro de Samuel [2 Sam 5, 1-3], nos encontramos a todas las tribus de Israel que se presentan ante David para hacerle una petición; le querían como rey, y es más, ungieron a David como rey de Israel. Ellos sabían lo que querían: Querían tener a un rey que fuera el caudillo de Israel. Es más, el pueblo se daba cuenta de cómo ellos cuando estaban con Dios eran fuertes, eran socorridos por Dios dándoles las fuerzas para la victoria.
            Nosotros le decimos que «sí queremos que Jesucristo sea nuestro Rey» sin embargo nuestras acciones muchas veces no van en sintonía con nuestro deseo. Es que resulta que nuestro rey gobierna desde una cruz y nosotros, que somos sus servidores no nos espera una cosa mejor. El Hijo del hombre sufre ultrajes, es insultado, escupido, azotado, despreciado y crucificado. Es más, hoy en la lectura del Evangelio le encontramos clavado en la cruz y ahí estaban los soldados burlándose de Jesús, ofreciéndole vinagre y tentándolo para que bajase de la cruz [Lc 23, 35-43]
… y si el Señor ha pasado por esto, nosotros nos podemos ir preparando.
Una de las dificultades para aceptar a Jesucristo como nuestro rey «es que seguimos pensando como los hombres y no como Dios».  Y al razonar como hombre manifestamos nuestra precariedad porque sí que nos resistimos al mal que nos hagan ya que tendemos a devolver un tortazo con mayor fuerza a aquel que nos ha atizado antes. Porque no sale de nosotros bendecir al que nos maldice, ni sale de nosotros el rezar por los que nos persiguen y calumnian. Es decir, que “ni quiera estamos verdes como las lechugas”, y esto es así porque estamos dominados por las pasiones. Hace poco una mujer muy mayor me pregunta: «pero hijo, a mi edad ¿qué pasiones puedo ya tener yo?», a lo que la respondo: «cuando lo descubra le va a dar un sofoco». Nuestras pasiones tienen a eclipsar la fuerza del Reino de Dios, pero Dios es más fuerte que nosotros y no se escandaliza de nuestro pecado.
Nosotros cada vez que nos dejamos influenciar por Satanás, el cual habla en la sociedad y nos bombardean por todos los frentes,… cada vez que nos dejamos influenciar por Satanás estamos traicionando a Jesucristo porque seguimos dominados por nuestras pasiones y no por el Espíritu Santo. La pregunta clave es: «Tú ¿por quién te dejas influir?». Las apariencias del mundo nos engañan, pero es en la Iglesia donde Jesucristo nos sigue capacitando para «compartir la herencia del pueblo santo en la luz» [Col 1, 12-20]. Es en la Iglesia donde vamos adquiriendo esa mirada de fe que nos permite ver la presencia del Señor en la enfermedad, en los hermanos, en ese jefe que se pasa de creativo a la hora de hacerme la vida imposible, de ese vecino que da más guerra que una jauría de mastines o de ese esposo o esposa que parece tienen como hobby amargarme todo lo amargable.
 Si Jesucristo es mi Rey y Señor, no tengamos miedo, porque Él tiene el poder de hacer nuevas todas las cosas. Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. Tenemos a Cristo con nosotros ¿qué más podemos pedir?

           



             24 de noviembre de 2019
Roberto García Villumbrales

sábado, 16 de noviembre de 2019

Homilía del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C


Homilía del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

            Hermanos, que importante es que en esta tierra juzguemos las cosas con perspectiva de eternidad. Las cosas de esta vida serán destruidas, pasarán, del mismo modo que han sido pueden dejar de ser. Aquel que se olvide que todo lo que le sucede forma parte del plan divino está bailando al borde de un volcán, cae en la desesperación.
            Si juzgamos lo que nos pasa (un enfado serio con alguien, una situación de precariedad personal, laboral, familiar, social, económica y religiosa…) con criterios de ‘bajos vuelos’, con criterios mundanos, estaremos pensando como los hombres, y no con la forma de pensar de Dios. Las apariencias del mundo nos engañan y pensamos que todo se acaba porque la realidad no responde a nuestras expectativas. Y es entonces cuando nos enfadamos, queremos ‘tirar todo por la borda’ porque la realidad es más dura de lo que nos podíamos imaginar. Sin embargo, es en la Iglesia donde vamos adquiriendo esa mirada de fe para juzgar las cosas con perspectiva de eternidad. Esa mirada de fe que nos permite percibir la presencia de Jesucristo en la enfermedad, en la precariedad, en el sufrimiento y en las numerosas noches oscuras. El mundo no quiere que adquiramos esta mirada de fe y nos intenta confundir alegando que es un invento de los curas. Sin embargo, esto es cosa de Dios, y lo único que se hace es decir que existe y que la fuerza viene de lo Alto.
            Y cuando juzgamos lo que vivimos y somos con los criterios de lo Alto, con la inspiración del Espíritu Santo caemos en la cuenta de nuestra realidad pecadora y de la cantidad de veces que nos hemos dejado dominar por las pasiones, por los enfados, por la venganza o el ánimo de revancha. Más cuando uno responde al mal con el bien, al insulto con una bendición, al que te persigue y odia con una plegaria por esa alma, va demostrando que las pasiones le han ido dejando de dominar y que está siendo gobernado por el Espíritu Santo de Dios. Entonces no hará falta hacer grandes discursos sobre nuestra fe o nuestras creencias, porque las personas, cuando nos vean el modo de cómo procedemos irán conociendo el mensaje y al Mensajero: Jesucristo.


17 de noviembre de 2019