miércoles, 31 de diciembre de 2014

Homilía del día 1 de enero de 2015 SANTA MARÍA MADRE DE DIOS


SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, 1 de enero 2015
Núm 6,22-27
Sal 66
Gál 4,4-7
Lc 2,16-21

            La mayoría de las veces lo más importante es aquello que pasa desapercibido. Muy pocos reparan en todo el tiempo y dedicación que dedican las madres y esposas en preparar la comida para que luego nosotros lo disfrutemos. Muy pocos reparan en aquella señora de la empresa de limpieza que se afana en barrer y fregar lo que otros ensuciamos. También tenemos otra modalidad de actuación: aquellos que ‘han conseguido lo que pretendían’ –o así lo creen ellos- y luego o bien arrinconan a Dios o le permiten en paso en su vida ‘a cuenta gotas’. Dicen: ‘Dios dame un trabajo para vivir’; ‘Dios permíteme tener un trabajo mejor; ‘Dios regálame una novia’; ‘Dios ayúdame a sacar los exámenes’; ‘Dios concédeme una vivienda’, etc… y cuando Dios ha accedido a nuestros deseos le arrinconamos comportándonos como auténticos insensatos, ya que si Él no está en medio de todo las cosas se desploman por sí mismas ya que es Dios quien las llama a la existencia y las da la consistencia. Y resulta que ese trabajo, esa novia, esos estudios, esa vivienda nosotros lo elevamos a la categoría de ídolos, en ellos ponemos nuestro corazón y les tributamos -con los hechos- un gran culto. Un chico puede querer mucho a su chica, pero como Cristo no esté en el centro de esa relación de noviazgo el amor de donación se cambia en amor de dominio; la preocupación que brota del querer a esa persona se convierte en preocupación interesada; las cosas perdonadas son ‘echadas en cara’ como arma arrojadiza; quizá todo esto no de la noche a la mañana, pero si vivimos como paganos terminaremos pensando como paganos.

No somos hijos de la Iglesia únicamente cuando nosotros lo decidamos tener ‘tiempo libre’ o simplemente ‘nos de la gana’; si en verdad somos de Cristo, ¡somos de Cristo y sólo de Cristo! La Santísima Virgen María fue y es una mujer responsable y fiel a Cristo. A Ella no le valía las excusas para con Dios; para Ella estar con Cristo es el regalo más sublime que puede alcanzar y el tiempo que estuvo con Él fue el tiempo más bello y gozoso de toda su andadura en esta tierra. La Virgen era la portadora de la Palabra, no solamente porque le llevó durante el tiempo de la gestación en su seno materno,  sino que estaba totalmente empapada de la Palabra de Dios, tenía una capacidad extraordinaria de hablar con autoridad, porque su autoridad residía y reside en esa obediencia y escucha de la Sagrada Escritura. Ella no ejerció la autoridad buscando ser el centro de atención; Ella ejerció la autoridad ayudando a los hermanos a descubrir la importancia de Cristo para cada uno de ellos.

Muchos son los que entienden que el desempeño de la autoridad es para que todo el mundo, todos los hermanos, toda la comunidad, toda la iglesia gire en torno a uno; Santa María nos enseña que el desempeño de la autoridad sirve para acercar al hermano a Cristo y que empiecen a dar vueltas, a girar en torno a Cristo Jesús. Recordemos lo que nos dice San Pablo en la carta a las comunidades cristianas de Galacia:

«Y la prueba de que sois hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ‘Abba’, es decir ‘Padre’».

Es el Espíritu de Dios el que morando en cada uno nos faculta para girar nuestra vida en torno a Cristo, de nosotros depende el permitírselo al Espíritu.

La Santísima Virgen nunca tuvo una excusa; Ella nunca se puso en primer lugar; Ella nunca se olvidó de los hermanos que estaban más débiles en la fe y siempre urgió a los Apóstoles y a los discípulos a seguir con el corazón ardiente a Cristo anunciándole con el testimonio de sus vidas. Muchos de los que nos ven por las calles no conocen a Jesucristo o si dicen conocerle es ‘de oídas’, ‘de cosas anecdóticas e incompletas’; nuestro modo de ser, de comportarnos, de amarnos, de perdonarnos, de acogernos son el modo de dar a conocer a Cristo a estos hermanos nuestros que aún no han oído de Él. Tenemos una responsabilidad altísima ante Dios. Recordemos que la autoridad viene dada de lo Alto y la ejerceremos correctamente, todos y cada uno de los aquí presentes, siempre que con nuestra vida proclamemos a Cristo, principio y fundamento de nuestra vida. Aquellos que nos vean que puedan ver a Cristo; aquellos que se relacionen con nosotros puedan percibir la influencia de Cristo; que aquellos que nos oigan puedan oír la voz salvadora de Cristo… y si no fuera así tener la humildad suficiente para volver a retomar el camino de seguimiento en el punto exacto donde lo abandonamos. Además contamos con una ayuda extraordinariamente potente, la bendición de Dios, que cae de lleno sobre tu persona aquí y ahora:

 «El Señor te bendiga y te guarde;
el Señor haga brillar su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor te muestre su rostro
y te dé la paz».

 La Virgen Santa María fue y es la «bendita de entre todas las mujeres» porque con sus palabras, gestos, pensamientos, acciones y hasta en los propios suspiros…llevaba y sigue llevando de su mano a todos nosotros, hijos suyos,  ante la presencia de su Hijo y Nuestro Salvador Jesucristo.

Homilía del domingo de la Sagrada Familia de Nazaret 2014

LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET 2014
Eclo 3,2-6.12-14
Sal 127
Col 3,12-21
Lc 2,22-40

            Estamos inmersos en una profunda crisis. Como el Pueblo de Israel estuvo atravesando cuarenta años el desierto sufriendo todo tipo de penalidades, y eso que estuvieron asistidos por la solicitud divina, así está atravesando la institución familiar este particular desierto. El pueblo acudía a Moisés, la mayoría de las veces para ‘ponerle la cabeza como un bombo’ con el sinfín de quejas y protestas, porque reconocían en Moisés a un enviado puesto por Dios. El pueblo de Israel acudía a Moisés porque ellos habían visto, de primera mano, cómo Dios les había sacado con brazo fuerte de Egipto liberándolos del dominio tiránico del Faraón.  Si Dios no hubiera obrado aún serían esclavos ya fuera de los egipcios o de otros pueblos más fuertes que ellos.

Muchas parejas de novios e incluso matrimonios no acuden a la Iglesia –tal y como hacían los hebreos con Moisés-. No acuden porque su fe es muy débil, casi inexistente y están bajo los efectos de los falsos perjuicios contra la Iglesia. Se contentan con saber dos o tres ideas simplonas, eslóganes y consignas dándose por satisfechos y convencidos de saber todo sobre lo que es la Iglesia. Viven engañados y ciegos, pero como dice el refrán castellano, «no hay peor ciego que aquel que no quiere ver».  Es cierto que hay matrimonios que lo viven como lo que es, como vocación dada por Dios, ayudados por movimientos eclesiales que invitan a otros matrimonios para que descubran lo que Cristo les aporta en su matrimonio y no aceptan esa invitación novedosa porque prefieren estar cómodamente de modo mediocre antes que complicarse su vida en mejorarlo. Son muchos las parejas de novios y de matrimonios que no son capaces de reconocer la preciosa historia de Salvación que Dios está haciendo con ellos. Les falta la fe para poder descubrir las numerosas huellas de Dios en sus vidas, y al no descubrirlas se piensan que Dios no ha hecho nada, e incluso que vivir sin Dios es una posibilidad razonable. Siendo muy realistas y teniendo presente todo lo dicho: ¿Cómo vamos a pedir que trasmitan la fe a sus hijos personas que no han llegado aún a descubrir la importancia de su ser cristiano?

La familia es una realidad que precisa urgentemente ser evangelizada. No es compatible contraer matrimonio y vivir ese matrimonio al estilo pagano. Ya en el libro del Eclesiástico nos plantea un tipo de familia patriarcal cimentada en el respeto y honra a los padres, basada en los derechos y obligaciones de los padres y de los hijos; teniendo en cuenta que este modo de entender la familia es querido por Dios: «Dios hace al padre más respetable que a los hijos y (Dios) afirma la autoridad de la madre sobre su prole». Luego en el Evangelio nos encontramos la familia nazarena que se cimienta en el cumplimiento de la ley establecida y en la creación de un espacio donde el Niño crezca y se llene de sabiduría y de gracia. Y por último lugar, en la carta a los Colosenses, se recalca un modelo de familia cristiana que se basa en el amor y la gratuidad.

Es fundamental que las parroquias cuiden de las familias, del mismo modo que las familias se dejen cuidar por la parroquia y no sean los grandes ausentes. Es importante porque en la calidad de las relaciones en el seno de la familia nos jugamos lo más importante. Pero esa familia tiene que tener necesidad de pertenencia, de pertenecer a una parroquia, de conocer a unos presbíteros, de tener la confianza necesaria para preguntar o solicitar cualquier cosa; que esa familia participe activamente en la vida parroquial, lo cual es muy difícil cuando los presbíteros desean controlarlo todo e imponer su criterio cerrando las puertas de su parroquia a las diversas espirituales eclesiales. Esto supone una reestructuración pastoral total con criterios de nueva evangelización. Ante los interrogantes tan novedosos y serios del presente no se puede responder con medios e instrumentos que sirvieron en el pasado en otro contexto social, político y religioso muy distinto. San Pablo nos escribe diciéndonos que «la Palabra de Dios habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente». La cuestión está en ¿cómo poder plasmar o traducir o llevar a la práctica la Palabra de Dios de tal modo que se pueda la gente convencer que es un estilo de vida concreto accesible y alentado por el Espíritu de Dios? ¿Cómo enseñar desde la vida diaria familiar a otras familias que sí es posible fundar y construir el Reino de Dios en el seno de su hogar? ¿Cómo hacer descubrir la inmensa riqueza y la alegría incontenible que supone trasmitir la fe a los hijos y el gozo de tener a Cristo en el centro dándoles la fuerza del amor que proviene de lo alto? Pues yo sí lo estoy descubriendo en el Camino Neocatecumenal. Los matrimonios celebrando la Palabra de Dios, participando en la Eucaristía en la comunidad del Camino y en la convivencia con los hermanos adquieren la fuerza de lo alto para este cometido. Las celebraciones en el ámbito del hogar, el rezar con los hijos los domingos por la mañana, el bendecir la mesa diariamente y el despedir el día dándole gracias a Dios en familia va marcando una línea clara donde de manifiesta que allí hay alguien muy especial, que allí Cristo tiene un lugar preferencial. Bebiendo de la Palabra de Dios, alimentándose con la Eucaristía, caminando junto con los hermanos es como uno va descubriendo cómo se educan en la fe a los hijos; cómo se opta por un tiempo libre sano; cómo se plantea un noviazgo en cristiano; cómo se funda un hogar cristiano; y se descubre uno parte de algo muy importante y grande: uno se descubre a sí mismo como seguidor de Jesucristo, nuestro Señor.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Homilía de Navidad 2014, ciclo b

NAVIDAD 2014, ciclo b

            Hermanos, realmente ¿qué experiencia tenemos nosotros de lo que es la Iglesia?, ¿es acaso un lugar que frecuentamos, con mayor o menor frecuencia, porque así se nos ha dicho que lo hagamos? ¿Es acaso algo que ya tenemos como heredado de nuestros antepasados y que es tolerada y que no la vamos a quitar ya que la tenemos ya puesta aquí? Muchas veces nos olvidamos de lo esencial, nos liamos con cosas superfluas, -que tal persona me ha retirado el saludo, que aquel no ha pagado la cuota parroquial, que la hija de aquella está saliendo con aquel vecino que es un desaprensivo, que así estreno el traje o el abrigo de los domingos, etc.-, cosas de escasa importancia de las que hacemos ‘toda una montaña’ y olvidamos que todo esto es una obra querida por el mismo Dios para podernos hacer llegar la salvación. El Demonio bien se procura en hacer bajar un denso banco de niebla para nublar nuestras mentes y enredarnos los unos contra los otros.   

Hermanos ¿qué podemos decir sobre lo que es la Iglesia? La Iglesia es un gran hospital. Allí acudimos los ciegos, cojos, mudos, sordos, tullidos y todas las personas aquejadas de cualquier tipo de mal. Jesucristo nos dijo: «No he venido a llamar a los sanos, sino a los enfermos». Es cierto que nuestros cuerpos están sanos, que no estamos ni ciegos, ni cojos, ni mudos, ni sordo, ni tullidos; pero el pecado de nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestra prepotencia, nuestro sentirnos superiores, nuestra sensualidad descontrolada, nuestra lengua desenfrenada, nuestro apego al dinero, cada cual con su pecado, nos hace estar ciegos para ver la presencia de Dios en nuestra historia personal; nos hace andar con cojera acentuada cayéndonos por culpa de las consecuencias de nuestros pecados; estar mudos porque al no hacer caso al que es la Palabra, nos convertimos en charlatanes que no trasmiten nada; la sordera se acentúa ya que no hemos educado a nuestro oído para escuchar a Dios en las Sagradas Escrituras; seremos tullidos porque los afectos desordenados hacen que nuestro cuerpo sea incapaz de comunicar lo que el puro corazón nos solicita.  

Nuestra vida está ruinosa. Hacemos aguas por todos los lados. Y aún teniendo nuestra vida hecha un auténtico desastre por pretender vivir lejos de la presencia de Dios, el mismo Señor se quiere hacer presente ante cada uno como el Rey victorioso. Se nos abre una puerta a la esperanza, ¡es posible recomponer nuestra vida y romper con el pecado! El profeta Isaías ya nos lo dice cuando –en la primera lectura-, hace la siguiente invitación: «Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén». Sin embargo lo primero es reconocer cómo está en ruinas nuestras vidas. Si somos prepotentes, soberbios y dominadores no querremos reconocer que esas vidas personales están en ruinas. No nos engañemos, aunque esto de la Iglesia es para todos; aunque en este particular hospital hay habitaciones y camas para todos, muy pocos tienen la honradez suficiente y la humildad necesaria para solicitar socorro al Señor para ser sanado de ese mal ocasionado por el pecado.

Nos dice el escrito a los Hebreos que Dios «ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo». Y podríamos decir, y este Hijo ¿cómo nos habla?, ¿cómo se pone en contacto con nosotros?. Nos dice el Evangelio que «la Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre». Ahora bien, la Palabra me podrá alumbrar siempre que yo esté dispuesto a ser alumbrado. Cristo, que es la Palabra, podrá brillar en mis tinieblas, poner ante mis ojos mi propia miseria y pecado y yo postrarme ante su presencia, en el pobre portal, para que, con altas dosis de humildad y arrepentimiento sincero pueda sentirme enfermo que necesita ser sanado.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Homilía del Domingo IV de Adviento, ciclo b


DOMINGO IV DE ADVIENTO, ciclo b
                LECTURA DEL SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL 7,1-5. 8b-12. 14a.16
                SALMO 88
                LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 16,25-27
                LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38

            Hermanos, a mí me viene gente que me dice que 'Dios no le habla' y que eso de que Dios habló a Abrahán y a Moisés que son monsergas de los curas. El caso es que no sé lo que hacemos que siempre los curas tenemos la culpa de todo. Es más, alguno, ya con cierto recochineo, incluso me llegan a decir que si Dios me llamó por videoconferencia o si fue una aparición para decirme que fuese cura. Pero hermanos, el trasfondo de todo esto me preocupa mucho. Muchas de estas personas se han casado por la Iglesia, a su tiempo recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana, son los grandes ausentes en la celebración de la Eucaristía dominical, pero bien vienen a la Iglesia a que sus hijos sean bautizados, reciban la Primera Comunión o incluso se confirmen. ¿Cómo podríamos ofrecer a estos hermanos nuestros una palabra que les ayudase a recapacitar  y aceptar a Cristo en su vida?  ¿Por qué andamos por la vida como ovejas sin pastor? ¿Por qué no nos decidimos a seguirle ciegamente, sin reservas? ¿Por qué seguimos creyendo que ser cristianos consiste en ir cumpliendo con cosas o preceptos? ¿Por qué nos empeñamos en seguir nuestra voluntad sin tener en cuenta la aportación que nos ofrece Dios?, ¿es que acaso ha fallado tanto nuestra catequización que no se nos ha anunciado que somos propiedad de Dios y que ser cristiano es adentrase, sumergirse, empaparse en esta bellísima historia de amistad con Jesucristo? Mi opinión es que muchos de los actuales cristianos son desconocedores de su fe; su bautismo está muerto, son analfabetos en su vida cristiana.

            Me acuerdo, siendo yo pequeño, cuando empecé mi aprendizaje en la escritura; primero con trazos y luego ya las vocales, las consonantes, la minúsculas y las mayúsculas, todo poco a poco. Y con la cartilla con la que aprendí a leer, una veces solo y otras veces todos los de la clase juntos. Nos han enseñado a escribir, a leer y a contar en la escuela y el papel de la maestra fue esencial. Sin embargo no se ha llevado a cabo un aprendizaje o una trasmisión de la fe. Tal vez porque hemos creído que llevando a nuestros niños a catequesis ya cumplíamos con el expediente, y tal vez también porque nuestras parroquias se contentaban con ofertar una serie de servicios pastorales que estaban siendo demandados. Pero claro, plantear una Nueva Evangelización supone trabajar en algo que la gente no demanda, cosas que las personas no solicitan porque aún no lo han descubierto. Bueno, no lo han descubierto muchos feligreses y un montón de presbíteros.

            ¿Se han percatado ustedes de cómo el rey David -en la primera de las lecturas- está siendo sujeto de una instrucción en la fe? ¿se han dado cuenta cómo el rey David se percatado de la presencia de Dios en medio del pueblo y que eso le implica un posicionamiento respecto a Dios? ¿se han dado cuenta del papel del profeta Natán que ha sido como el catequista del rey David?

            Pero esto no se queda aquí, sino que a San Pablo -en la segunda de las lecturas- nos lo encontramos haciendo lo que más le gusta: 'Anunciar a aquel que consolida nuestra fe, CRISTO'. ¿Y cómo lo anuncia? Lo anuncia caminando con esa comunidad concreta, ayudándoles a entender la Palabra divina, abriéndoles el entendimiento para que el Espíritu obrase en ellos. Y caminar con ellos no es solamente celebrar con ellos la Eucaristía o la Fracción del Pan (como lo llamaban), no es únicamente el reunirse para celebrar otro tipo de oraciones, sino que es la persona cualificada -llena del Espíritu- capaz de dar la palabra y ofrecer el gesto oportuno a hermanos concretos para que puedan acertar siendo así fieles a Jesucristo. El maestro o la maestra conocen a su alumno y tienen un seguimiento directo de su evolución; pues eso mismo hacía San Pablo con las comunidades cristianas; les ayudaba a despertar a la fe; les enseñaba a descubrir el proyecto que Dios tiene con cada uno de ellos e ilusionarse con ello.

            El arcángel San Gabriel planteó a Santa María el proyecto más importante de toda su vida. Ella lejos de oponer resistencia dijo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». La Santísima Virgen ya estaba ilusionada y comprometida con el proyecto de Dios aún antes del anuncio del ángel, lo que hizo fue seguir siéndole fiel con todas las fuerzas de su purísima alma. 

sábado, 13 de diciembre de 2014

Homilía del Tercer Domingo de Adviento, ciclo b

DOMINGO III DE ADVIENTO, CICLO B
Isaías 61, 1-2a. 10-11
Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54 R. Me alegro con mi Dios.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28

            Hermanos, muchas veces parece que estamos atrapados en el presente, en las preocupaciones cotidianas, si vamos a poder llegar a final de mes con el dinero de la cartilla del banco, ese examen o trabajo que tengo que presentar que me está quietando la paz interior...es como si estuviésemos atrapados en el presente. Es más, muchos piensan que las personas tenemos que auto-realizarnos. Es más, algunos contraen matrimonio pensando que así se van a conseguir la tan ansiada gratificación o autorrealización o descarga psicológica. Lo nuestro no es vivir para nosotros mismos, sino para Cristo, que por nosotros murió y resucitó. Si viviéramos atrapados en el presente, olvidándonos de todo aquello que procede de lo alto, estaríamos tiranizados por el relativismo. Hace muy poco estuve hablando con un joven voluntario de una residencia de ancianos. Se me presentó como no cristiano, pero agnóstico. Me comentaba que no necesitaba de la religión para saber qué cosas eran buenas o malas, que tenía como un sexto sentido que le iba indicando el modo de proceder más adecuado y justo. Me acuerdo que le formulé la siguiente pregunta: ¿Quién le asegura que ese 'sexto sentido' no está siendo conducido ciegamente por el relativismo moral?. Realmente el joven se quedó sin respuesta. Le seguí comentando que los cristianos no seguimos una ideología ni a una religión, sino que seguimos a una persona: JESUCRISTO. Y que a Jesucristo le seguimos dentro de la Iglesia y es la Iglesia, como Madre y Maestra, quien cuida de sus hijos alimentándonos con la Palabra de Dios -el escrute de la Palabra-, con los sacramentos, con la oración personal, con el testimonio de amor de los hermanos. Sólo así uno puede darse cuenta de que tienes al lado a Alguien que está resucitado, y con el sólo contacto diario con Él te ofrece una sabiduría extraordinaria que hace que puedas mantenerte alegre al darte cuenta de la herencia que te espera: LA VIDA ETERNA.

            Ahora bien, al hombre le es mucho más fácil acomodarse a la justicia que a la gracia divina, y esto es porque las personas estamos muy apegadas a nuestros méritos y a nuestros derechos. Se oye mucho 'el que la haga que la pague' y esta otra frase 'a cada uno lo suyo'. ¡Qué difícil resulta aceptar la gracia y todo lo gratuito! Es difícil porque nos cuesta muchísimo dar algo a aquel no nos puede corresponder. Se requiere de mucha humildad para vivir en gratuidad. Cuando uno tiene ese contacto diario con JESUCRISTO y se sabe constantemente amado empezará a renunciar a la venganza y no querrá tomar la justicia por cuenta propia. Y todo esto porque en uno mismo se verá reflejado como en esa persona que está siendo sujeto de infinitos y esmerados cuidados al recibir esa buena noticia a él que está sufriendo; que está siendo vendado su corazón desgarrado por múltiples heridas mortales; que está disfrutando de una amnistía que le libra de su cautividad y que deja de ser prisionero para gozar de la libertad.

            Será entonces cuando uno se dará cuenta que no puede estar atrapado en la jaula de presente porque ya ha empezado a descubrir que tienes una invitación personal para acudir a la VIDA ETERNA. Porque como nos dice San Pablo «el que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas».  

sábado, 6 de diciembre de 2014

Homilía de bodas de plata

BODAS DE PLATA DE FELIPE Y MARIBEL

            Esto del matrimonio es un camino a recorrer. Es todo un aprendizaje, y por cierto bastante durillo. Estar atento a las miradas, a los gestos, a los movimientos del rostro… Es aprender a VER al otro. Es aprender a LEER al otro, para comprenderle, para descifrar su mensaje, porque cada día la otra persona es un regalo renovado para uno; Es ACOGER el mensaje y a la otra persona, ser RECEPTIVO, no juzgar, sólo amar. Es EXPRESAR a la persona amada eso que he visto, eso que he creído comprender para que el otro disfrute de saberse amado por aquel con quien comparte su vida.

            Porque puede pasar que el hombre vea a su esposa con cara seria, enfadada y mostrando distancias y le pregunte: «Cariño, ¿qué te pasa?»- A lo que la esposa le responda: «Nada». ¡Puff!, Por cierto, cuando una mujer dice que ‘no pasa nada’, es que ‘pasa todo’. Y como el hombre sigue insistiendo termine la esposa llamándole de todo porque el otro no ha sido ni capaz de captar las razones más elementales del enfado ya que el hombre ha pasado de los sentimientos de su esposa. Y ya tenemos la marimorena. Es que no HA VISTO AL OTRO, no HA LEÍDO AL OTRO, no HA ACOGIDO AL OTRO y no HA EXPRESADO LO QUE EL OTRO LE HA COMUNICADO.

            Cuando uno lleva ya 25 años, como Felipe y Maribel, uno ya sabe leer el lenguaje no verbal de la otra persona y con una simple caricia se trasmite ternura y fortaleza mutuamente. Pero este modo de comunicarse ‘de corazón a corazón’ no surge por generación espontánea; supone esfuerzo, trabajo, discusiones, un sacrificio de superación para unir las dos almas. Porque estoy seguro que si ahora mismo yo pidiera a Felipe y a Maribel que recordasen momentos o circunstancias en las que su matrimonio ha estado a punto de ‘romperse’, seguro que se les pasarán por su cabeza muchas ocasiones. Recordemos, que tal y como nos instruye San Pablo, ‘un tesoro tan valioso lo llevamos en vasijas de barro’. Gracias a que Cristo está en medio ha sido posible darse el perdón, la comprensión y el amor que cicatriza todas las heridas ocasionadas por la convivencia. Jesucristo es el médico que nos administra el tratamiento adecuado para sanar las relaciones en el matrimonio.

            Si yo preguntase a Maribel y a Felipe, o a cualquier matrimonio de los presentes si es lo mismo tener sentimientos amorosos que amar en verdad ¿qué me responderían?. Pues...que no es la misma cosa. Una relación no se construye ni se fundamenta sobre sentimientos amorosos, porque los sentimientos son frágiles, pasajeros, cambiantes e inestables. Maribel y  Felipe han elegido la opción de amarse con un amor verdadero que dé vida. Pero atentos, no todos eligen esta opción: Les hay que permanecen juntos por rutina o porque hay intereses mutuos para no mostrar abiertamente lo que ya está roto y se continua en la convivencia teniendo los cuerpos cerca pero los corazones distantes. Hace poquito me impactó negativamente un anuncio en la televisión: Salía un famoso futbolista en un especie de consultorio del tarot. En ese momento recibía una consulta de un chico joven que preguntaba al que echaba las cartas si debería de volver con su ex (en este caso da igual que fuera novia o esposa). El que echa las cartas le despacha tan fresco con esta frase: «No, ni se te ocurra. Las ex son como un partido en diferido, ya sabes como acaba». Nosotros no queremos cartas del tarot, nosotros queremos que nos escriban cartas de amor...esas cartas que entre los esposos se escriben en donde quedan bien plasmadas en qué han decidido darse y cómo les duele haber rechazado algo del otro ser amado.