martes, 31 de mayo de 2011

viernes, 27 de mayo de 2011

Novena a Ntra. Sra. de Rasedo o del Monte.

NOVENA A Ntra. Sra. DEL MONTE



o DEL RASEDO







Hecha la señal de la Cruz, se dirá todos los días el siguiente…




ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío Jesucristo, Dios de infinita majestad, mil veces, Señor me pesa el haberos ofendido. Yo deseo con un anhelo inefable, amaros con puro y fervoroso amor. Por los méritos infinitos de la sangre preciosísima que derramasteis en el Calvario, y por la asistencia de vuestra divina gracia, os suplico, me concedáis inspirar en mi alma el calor de la vida espiritual y corporal, si ha de ser para eterna gloria vuestra y salvación de mi alma. Amén.




ORACIÓN PREPARATORIA: (Para todos los días)




¡Oh Virgen Soberana, Reina de los Cielos y la tierra, Madre del Señor del Universo, criatura la más grande, la más excelsa y la más amable!. Postrado reverente ante vuestra Santa Imagen del Rasedo me presento abismado en mis miserias; y abandonado enteramente en vuestras manos, os ofrezco mi pobre corazón, indigno y mancillado por el hálito ponzoñoso de este mundo. Os consagro mi entendimiento, mi lengua y mis sentidos. Haced, que esta ofrenda sincera de mi filial amor, sea perfumada con el aroma de vuestra santidad, purificada con el bálsamo de vuestra gracia y ofrecida en nombre por vuestras benditísimas manos, ante el trono sublimado de vuestro adorable Hijo.



Os doy gracias, ¡Oh Señora amabilísima!, por tantos beneficios dispensados hasta el presente, especialmente por haberme liberado del infierno tantas veces merecido; y os suplico, aquellas cosas que Vos misma deseáis más de mí y más se adaptan y agradan a vuestro Hijo; la imitación de las virtudes soberanas que en vuestra preciosa vida resplandecieron y la gracia singular que os pido en esta novena.



De vos, oh dulce María, espero, que en las angustias de la muerte, me conforte la Pasión de vuestro Hijo, para salir de esta vida en gracia suya y poder amarle y darle gracias eternamente.



Y por fin, haced que por el favor que mereciste de aquel que por tu medio se dignó participar de nuestra debilidad y miseria, por vuestra intercesión, nos haga partícipes de su gloria y bienaventuranza eternas. Amén.




CONSIDERACIONES-MEDITACIONES



Pídase la gracia que se desee alcanzar.





DEPRECACIONES:




 Madre mía querida; ya que tú eres mi Madre, haz que yo sea siempre tu hijo. (Ave María)



Amor verdadero te pido, para amarte a Ti, después de Dios, sobre todas las cosas. (Ave María)



ƒ Reina de nuestros corazones, ayúdame a vencer siempre al Demonio. (Ave María)



Imitarte quiero en la variedad y hermosura de tus virtudes. (Ave María)



Alabanzas te ofrezco como Dueña y Señora de mi alma y de la creación. (Ave María)




ORACIÓN FINAL:




Santa e Inmaculada Virgen del Rasedo, impulsados por la devoción que los hijos de Cevico profesan, hemos sido atraídos para ofreceros nuestro corazón. Sed para nosotros el faro luminoso que nos guíe en medio de las tribulaciones de la vida y la estrella brillante a cuya luz podamos guardarnos de los males del mundo.



Confiamos en vuestra misericordia y protección. No desdeñéis volver vuestros ojos hacia este pueblo donde sois tan venerada y querida y cuyas almas viven enamoradas de vuestra bondad, a fin de que, perseverando en vuestro amor, podamos saludaros y alabaros con vuestro Hijo en el Cielo por toda eternidad. Amén.








HIMNO A LA MADRE DE DIOS



QUE CON EL TÍTULO



DEL RASEDO O DEL MONTE



SE VENERA EN LA



VILLA DE CEVICO DE LA TORRE.



CORO



Dios te salve, purísima Virgen


el Rasedo, en el monte adorada


Que benigna con dulce mirada protección a Cevico le das:


A tus pies este pueblo piadoso


humillado y rendido os adora


protegedle ahora y siempre, Señora,


Él os ama y bendice también.




LETRILLAS



Allá en la cuna del mundo,


cuando Dios lanzó irritado


del Edén por el pecado


a los que hollaron su ley.


Tu protección misteriosa, reanimó a los abatidos proclamándote rendidos


Aurora del Sumo Bien.




Desde entonces, Virgen Santa


al través de siglos tantos, dulcificas los quebrantos


de la triste humanidad: Patriarcas te esperaron,


Profetas te predijeron,


y en Ti, convertidas fueron


las sombras en realidad.



El mundo, Madre Purísima


a quien tu Hijo Dios y Hombre redimió, oye tu nombre


extasiado de placer:


Nombre santo, nombre excelso Delicias de los mortales,


alivio de nuestros males,


esencia de nuestro ser.



Pueblos, valles, sierras, rocas, ríos, selvas, montes, prados


todos han sido aplacados


a ese nombre singular:


Nosotros, Madre querida


Del Rasedo te llamamos,


en el monte te adoramos


y rogamos sin cesar.



Fuente de gracia y virtudes, vergel de fragantes rosas,


a las almas candorosas


fortificas en la fe:


alientas al desgraciado,


consuelas al afligido,


levantas al que caído


te dice: ¡Madre, pequé!.




Desde el cerco venturoso


en que tu templo se ostenta,


tu mitigas la tormenta


y aplacas la tempestad:


y cual rocío divino


fertilizas nuestro suelo


y nos elevas al Cielo con tu sonrisa inmortal.



Por eso, Madre dulcísima,


en los valles del Cerrato


no cabe ningún ingrato


que te niegue adoración:


Todos, todos a porfía


te aclaman Reina y Señora,


te llaman su protectora,


te rinden admiración.




PLEGARIA



Yo recuerdo ¡Madre mía!


que en la edad de la inocencia


tu amor, virtud y excelencia


era mi dicha, mi bien:


Que tu imagen sacrosanta


a mi corazón de niño


le inundaba de cariño


de sumo gozo y placer.




Lejos de ti, seducido


por los placeres del mundo


caí en el sueño profundo


de la culpa y el error;


Pero ahora arrepentido,


con el alma lacerada


vuelvo a ti, Madre adorada, buscando alivio y perdón.







10º



No desprecies mi plegaria


Del Monte, Virgen purísima,


por la pasión benditísima


del que en el monte murió;


Soy hijo de tus dolores,


Y el dulcísimo Cordero


desde el sangriento madero


a tu amor me encomendó.



11º


Rociado con su sangre


con tus lágrimas ungido,


me vuelvo al redil querido


que insensato abandoné:


Acógeme en tu regazo,


¡Oh, Santa Virgen del Monte!


Y ábreme un nuevo horizonte


de penitencia y de fe.





M.Z.C.

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 9


DÍA NOVENO DE LA NOVENA 2011


MARÍA, REFUGIO DE PECADORES.



«Se cuenta una historia horripilante a propósitos de los trabajos del célebre artista Leonardo de Vinci. Para su famosa obra “La última Cena”, tomó por modelo de Nuestro Señor, a un joven que cantaba en el coro de la Catedral de Milán, llamado Pietro Bandinelli. Años después el pintor buscaba un modelo para pintar la cara de Judas. Un día, en las calles de Roma, vio a un hombre de torva mirada y de un continente y semblante que delataba el vicio y la avaricia de un hombre soez. Éste será mi modelo, pensó. Y así fue.


Mientras trabajaban en el estudio, algo característico de los modales de aquel hombre indujo a Leonardo a preguntarle:


-¿Cómo se llama usted?


-Oh, usted me pintó ya otra vez –respondió-. Soy Pietro Bandinelli.


-¿Cómo? – le contestó Leonardo. - ¿Qué ha pasado para que yo no le reconociera?. – Leonardo lo comentó ya que le tuvo como modelo para pintar a Nuestro Señor Jesucristo hacía ya unos años.


¡Tan desfigurado estaba!.


El pecado mortal puede producir tristes cambios aún en la parte exterior del pecador. Pero esto es nada en comparación con el cambio horrendo que se produce en el alma».


Entre las muchas y bellas invocaciones de las Letanías Lauretanas está la de “refugio de los pecadores”. Y en la segunda parte del Ave María, la Iglesia, sabiendo que todos somos pecadores, nos enseña a suplicar de este modo a nuestra Madre del Cielo: «Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Una madre no deja de amar a sus hijos aunque sean malos o extraviados; y aún diré que los ama más, porque el sentimiento natural de afecto se junta al sentimiento de ansiosa compasión a causa del bien que han perdido por el pecado y de la eterna salvación puesta en peligro. Así es María para nosotros; pero con la diferencia de que nuestras madres terrenas sufren íntimamente en su corazón a causa de nuestros extravíos, de nuestras ingratitudes, de nuestros pecados, pero no pueden poner remedio; mientras que María, nuestra Madre, al ser también Madre de Jesús, no sólo quiere, sino que puede también ayudarnos. Por grandes que sean nuestros pecados, por muy atraídos que nos sintamos por la fascinación de las pasiones, o desesperadamente hundidos en el abismo del mal, basta que levantemos con confianza nuestra mirada a María, para que ella como Madre misericordiosa, nos obtenga del Señor el perdón, la luz, la fuerza, con que podremos remontar con trabajo el camino de la penitencia, de la enmienda y de la paz.


San Buenaventura nos dice: «Pobres pecadores que habéis naufragado desgraciadamente en el pecado, elevad vuestros suspiros y oraciones a María, que ella os conducirá al puerto de salvación». Y San Bernardo añade que nuestra buena Madre no aborrece a ningún pecador, aunque esté manchado con horribles pecados; basta que el desgraciado recurra a Ella, que ella no desdeñará de alargarle la mano para librarle de la perdición. En palabras de San Bernardo: «Tú no aborreces al pecador por afeado que esté; si acude a ti, tu lo sacas del abismo con piadosa mano».


Qué gran consuelo tiene que ser para nosotros saber que tenemos una Madre tan buena, tan misericordiosa, tan poderosa. Recurramos a Ella con confianza, con humildad, con amor; y ella ciertamente nos socorrerá.


Como dice Santo Tomás, María se llama estrella del mar, porque, como los navegantes se guían por los astros para llegar al puerto, así los cristianos son guiados al Paraíso por medio de María. Esta certeza de que nos protege nuestra Madre celestial con todo su poder, debe estimular nuestra esperanza y nuestra plena confianza en Ella. Así sea.

Novena a Ntra. Sra.del Monte o del Rasedo 8


DÍA OCTAVO DE LA NOVENA 2011


MARÍA, NUESTRA MADRE.



Trasladémonos con mente y corazón al Calvario, a los pies de la cruz. Allí está Jesús, clavados manos y pies al duro leño; las últimas gotas de su sangre gotean de sus llagas hasta la tierra; su cabeza ceñida por la corona erizada de espinas no tiene dónde apoyarse; el peso de su cuerpo divino agranda más cada vez las heridas de los clavos, que le tienen colgado entre el cielo y la tierra… Él, pues, ha dado todo por nosotros y nuestra salvación: ha dado sus preceptos y enseñanzas divinas; nos ha dado sus méritos y su gracia para actuarlos; ha realizado sus milagros para confirmar a sus discípulos en la fe; ha dado los Sacramentos y aún a sí mismo en la divina Eucaristía; y ahora, en fin, está dando su sangre toda y su vida para la redención de los hombres… ¿Qué más puede dar?. Jesucristo vuelve en torno sus ojos divinos velados por el dolor: mira cerca de sí las dos criaturas a quienes ama más que cualquiera otra, María, su Madre y el discípulo Juan. En su infinita bondad y poder no le queda otra cosa que darnos a su Madre. Le dice pues, a Ella en su última mirada, en que brilla todo su amor divino y humano: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Y luego, volviéndose al discípulo predilecto: «Hijo, ahí tienes a tu madre». Jesucristo ahora lo ha dado todo, aún sus afectos más queridos. Desde ese momento en Juan, según la interpretación de los Santos Padres y de la Iglesia, hemos sido hechos hijos de María, y María ha venido a ser nuestra Madre.


Sí, nosotros somos hijos suyos, pero no sólo, si nos mantenemos fieles como el Apóstol predilecto, sino también aún más, si somos pobres pecadores. Una madre, en efecto, no deja de amar a sus hijos cuando los ve extraviados por los errores y los vicios; los ama aún más y no deja de atraerlos al buen camino.


Que consuelo para nosotros saber que tenemos a María por Madre; que ella nos ama, como la Madre más tierna; que ella nos acompaña siempre con su mirada materna, tanto si somos virtuosos, como si caemos miserablemente; que nos protege continuamente en vida y muerte con su ayuda poderosa.


María es la vez Madre nuestra amorosa y omnipotente. Las madres de la tierra, aunque aman tiernamente a sus hijos, muchas veces quieren ayudarles, pero no pueden, porque su amor es limitado en sus posibilidades y medios. No es así María; ella no sólo nos ama como la mejor de las madres, sino que es al mismo tiempo poderosísima ante su divino Hijo. Debemos pues, tener para con ella la confianza más plena; en cualquier angustia, en cualquier necesidad espiritual o temporal recurramos a Ella, y Ella –estemos ciertos- interpondrá su omnipotencia intercesora ante Dios. Pero recordemos que debemos pedir ante todo las gracias espirituales que necesitamos para el alma; y después, y sólo después, y en plena conformidad con la voluntad de Dios, los auxilios temporales y la liberación de los males y dolores de este mundo.


Pidámosle pues, a María todo cuanto queremos y deseamos; pero antes que nada, pidámosle que nos haga santos; pidámosle, a saber, la virtud y la perseverancia final.


Finalizo con la oración de San Bernardo a la Santísima Virgen María:


«Acuérdate, oh piadosísima


Virgen María, que jamás se ha


oído decir que ninguno de los


que han acudido a tu protección,


implorando tu asistencia y


reclamando tu socorro, haya


sido desamparado de ti. Yo,


animado con esta confianza, a ti


también acudo, oh Madre, Virgen


de las vírgenes. Y aunque


gimiendo bajo el peso de mis


pecados, me atrevo a comparecer


ante tu presencia soberana;


no desprecies, oh Madre de


Dios, mis humildes súplicas,


antes bien acógelas benigna y


despáchalas favorablemente.


Amén».

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 7


DÍA SÉPTIMO DE LA NOVENA 2011


MARÍA, REINA DE MISERICORDIA



La misericordia de Dios rezuma en toda la Sagrada Escritura. «Tú, oh Dios –dice el salmo 85-, eres bueno y pronto al perdón, lleno de clemencia para quien te invoca». «Cantaré eternamente las misericordias del Señor». En otro lugar se dice: «Dios es mi misericordia y mi refugio», Sal 143,2; «su misericordia me acompañan todos los días de mi vida» Sal 22,6. Si dejamos el Antiguo Testamento y abrimos el Evangelio, vemos que todo él es un himno a la bondad y a la misericordia del Señor. Recordemos el perdón de la Magdalena que llora sus caídas, a los pies de Jesús; el juicio compasivo para con la pobre adúltera; el mirar amoroso de Jesús a San Pedro que lo ha negado; la gracia fulgurante concedida a San Pablo en el camino de Damasco; las parábolas del buen Samaritano, del Hijo pródigo, del Buen Pastor, que va en busca de la oveja perdida. Y la palabra consoladora al buen ladrón arrepentido: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Ante estas páginas de inefable bondad y misericordia, cualquiera que sea nuestra vida, y por muchos y grandes que sean nuestros pecados, nuestras infidelidades, nuestras ingratitudes, debemos sentirnos conmovidos por una gran esperanza y gran confianza. El Señor está ahí, pronto, con los brazos y el corazón abierto, para acogernos arrepentidos y para darnos su perdón.


El título o advocación a Nuestra Santa Madre de "Reina de misericordia" celebra conjuntamente la bondad, la generosidad, la dignidad de la Virgen que, elevada al cielo, cumple con su misión de rogar incesantemente a su Hijo por la salvación de los hombres. He aquí que la liturgia católica se refiera a Ella con esta bella oración: «Salve, Reina de misericordia, Madre gloriosa de Cristo, consuelo de los penitentes y esperanza de los pecadores».


María es la Reina clemente que acoge a todos los que en ella se refugian, y los escucha cuando la invocan. Ella es la Madre de la misericordia, atenta siempre a los ruegos de sus hijos, para impetrar indulgencia, y obtenerles el perdón de los pecados. Ella es la dispensadora del amor divino, la que ruega incesantemente por nosotros para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca nuestra debilidad. El propio Dios quiso enriquecer a la Santísima Virgen María con el poderosa intercesión haciéndola “Mediadora ante el Mediador”, según la bella expresión de San Bernardo, Ella es Madre misericordiosa.


María es llamada Reina de Misericordia pues su labor es ejercer la compasión y alcanzar el perdón de Dios para los hombres. Pareciera que tiene el encargo de repartir los tesoros de la misericordia de Dios.


Oigamos estos sentidos versos de Cristóbal de Cabrera:


«Quién podrá tanto alabarte / según es tu merecer; / Quién sabrá tan bien loarte / que no le falte saber; / pues que para nos valer / tanto vales / da remedio a nuestros males. / ¡Oh Madre de Dios y hombre! / ¡Oh concierto de concordia! / Tú que tienes por renombre / Madre de misericordia; / pues para quitar discordia / tanto vales, / da remedio a nuestros males».

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 6


DÍA SEXTO DE LA NOVENA 2011


SANTA MARÍA, AMA DE CASA.



Lo bueno de nuestra fe es que no es una cuestión exclusiva entre Dios y nosotros. Afecta a toda la comunidad. De la manera como entendamos la religión, proyectaremos en nuestra vida sus valores. La fe no se puede vivir en solitario, necesita de la comunidad y también de las obras. Por eso muchos se afanan en predicar que la entrega a los demás es la seña de identidad del cristianismo.


¿Y qué pasa con la vida ordinaria?. Esa vida gris de la mayoría de nosotros. Tras un proceso de conversión de tipo espectacular se da un cambio de vida. Pero a la mayoría de nosotros no nos suceden cosas extraordinarias, es más, la mayor parte de los fieles no tienen esa conciencia de conversión que tuvo por ejemplo San Pablo o San Agustín de Hipona. Y tienen que sobrevivir con una vida dedicada a los suyos, al trabajo y al hogar, los dos polos en los que solemos movernos. Tal vez donen parte de su tiempo a las acciones caritativas. Pero no hay nada espectacular en su ir y venir.


Dios habla en la vida ordinaria de cada día y ahí hay que encontrarle. También nos habla en el rostro de los demás hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y cada día es un encuentro y una oportunidad. Tener la mirada puesta en Dios hace que veamos de una manera diferente todo lo que nos rodea. Esa es el gran secreto de Dios en nuestras vidas. Que lo podemos encontrar todos los días si nos sumergimos en su manera de entender la vida.


Y para saber qué debemos hacer, basta con lavar la mirada para ver según el Evangelio y entender que esto es posible ya que Nuestra Santísima Madre lo hizo y nos da su ejemplo como estímulo para que nosotros lo hagamos también. Ver cada día como una oportunidad para trasmitir nuestro gozo de pertenecer a Cristo. Una vida en lo ordinario consiste en intentar ser consciente en cada momento de que tenemos que buscar hacer la voluntad de Dios, en los gestos cotidianos.


Yo y mucha gente que cuida su relación de amistad con Jesucristo hemos tenido la suerte de vivir varias experiencias con esa presencia divina durante todo el día. Con conciencia de estar habitada por Dios y eso me ha dado momentos de felicidad que es difícil compartir con los demás, porque son como pequeños secretos en mi relación con Dios. Pero sí, la fe alimentada con la Palabra y la oración pueden transformar lo cotidiano en un encuentro gozoso con el Señor. Sólo hay que estar conscientes de su presencia en nuestra vida y hacer que esa presencia se mantenga a lo largo del día, hagamos lo que hagamos. Precisamente esos son momentos de gracia que transforman lo ordinario. Ojala sepan encontrar ese gozo en el Señor. Porque como decía Santa Teresa de Jesús, «Dios también se encuentra en los pucheros».


Que Santa María, la ama de casa, nos ayude a ir descubriendo la voluntad de Dios en medio de las cosas cotidianas.

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 5


DÍA QUINTO DE LA NOVENA 2011


DEVOCIÓN DE LOS ANCIANOS A LA SANTÍSIMA VIRGEN



Fue el ángel San Gabriel el que comunicó a la Santísima Virgen que su prima Isabel había concebido un hijo en su vejez. Y María se puso en camino y fue aprisa a un pueblo de Judá que estaba en la montaña.


Los ancianos sienten la necesidad de ser queridos. Las fuerzas les fallan y la memoria “les juega malas pasadas”. Se encuentran con dificultades que, sobre todo con el paso de los años, se van agravando al ser más conscientes de la cercanía de la muerte. Se encuentran con el choque entre la necesidad de compañía y la tendencia al aislamiento, la soledad y las dificultades en las relaciones personales con los demás. Aunque sean muchos los años acumulados siempre tienen en el corazón y en la memoria el rostro de la madre, las experiencias de ternura compartidas y aquellas palabras de amor que les animaba cuando se encontraban decaídos. Ese encuentro con la madre que les marcó y que siguen añorando, aunque sus madres hubieran partido hacia la casa del Padre hace muchos años. Por eso, los ancianos se sienten más impulsados a recurrir a Santa María, como la Madre.


María es la Madre. Pues bien, precisamente en el momento en que se hace más vivo en él el sentimiento de inseguridad, la conciencia de su propia incapacidad de solucionar las cosas por sí mismo, la constatación de su propia fragilidad, de la necesidad de depender en todo y de todos, el sentimiento por el abandono de las personas queridas -aun cuando esto no responda a la verdad-, el anciano mira hacia María. Se siente niño ante ella. Ella es la madre por excelencia. Puede ofrecer una protección no puramente casual, sino perenne. Si no puede, como es lógico, refugiarse en una maternidad física, el anciano la sublima y la vive en un contexto espiritual con una profundidad que recupera todas las carencias y los
límites de la tercera edad. Se sabe protegido, asistido, bendecido, no
sólo ahora, sino también en la hora de la muerte. María invita a la
confianza y a la esperanza, más allá de toda frustración y de todo
abandono.


Santa María, tan pronto como sabe la noticia del embarazo de su prima Isabel sale de su casa para ayudarla. María muestra una predilección especial por todas las personas que están atravesando momentos delicados en sus vidas, ya sea por la enfermedad, el dolor o ya sea por la edad.


El Beato Juan Pablo II, en la CARTA A LOS ANCIANOS que escribió en el año 1999 nos decía cosas tan bellas como estas:


«¿Qué es la vejez? A veces se habla de ella como del otoño de la vida —como ya decía Cicerón—, por analogía con las estaciones del año y la sucesión de los ciclos de la naturaleza. Basta observar a lo largo del año los cambios de paisaje en la montaña y en la llanura, en los prados, los valles y los bosques, en los árboles y las plantas. Hay una gran semejanza entre los biorritmos del hombre y los ciclos de la naturaleza, de la cual él mismo forma parte. Al mismo tiempo, sin embargo, el hombre se distingue de cualquier otra realidad que lo rodea porque es persona. Plasmado a imagen y semejanza de Dios, es un sujeto consciente y responsable. Aún así, también en su dimensión espiritual el hombre experimenta la sucesión de fases diversas, igualmente fugaces. A San Efrén el Sirio le gustaba comparar la vida con los dedos de una mano, bien para demostrar que los dedos no son más largos de un palmo, bien para indicar que cada etapa de la vida, al igual que cada dedo, tiene una característica peculiar, y “los dedos representan los cinco peldaños sobre los que el hombre avanza”. Por tanto, así como la infancia y la juventud son el periodo en el cual el ser humano está en formación, vive proyectado hacia el futuro y, tomando conciencia de sus capacidades, hilvana proyectos para la edad adulta, también la vejez tiene sus ventajas porque —como observa San Jerónimo—, atenuando el ímpetu de las pasiones, “acrecienta la sabiduría, da consejos más maduros”. En cierto sentido, es la época privilegiada de aquella sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia, porque “el tiempo es un gran maestro”. Es bien conocida la oración del Salmista: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato ” (Sal 90 [89]).

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 4


DÍA CUARTO DE LA NOVENA 2011


MATRIMONIOS MAYORES: EL MATRIMONIO UN CAMINO DE SANTIDAD.



Todo hijo de la Iglesia debe comprender que está llamado a ser santo. La santidad es el gran regalo para el ser humano. Sin embargo esto de ser santo no es algo atrayente, ya que al intentar ‘eliminar a Dios’ de nuestra sociedad’ nos vamos encaprichando por las seducciones del mundo y nos olvidamos del papel que tiene Dios en nuestra vida.


Así pues, si un bautizado no encuentra en sí el suficiente entusiasmo para entregarse con todo su ser a la hermosa tarea de hacerse ser humano pleno en amistad con Dios, ha de preguntarse, ante todo, ¿qué mentira le tiene embotado el corazón?¿por qué se permite la locura de vivir en una dualidad existencial, por un lado lo que dice creer y por otro su vida diaria?. La santidad es una apasionante tarea que, cuando se la entiende como lo que en verdad es, despierta un entusiasmo desbordante y una opción fundamental firme por vivir a plenitud la vida cristiana, viviendo, precisamente, en cristiano los diversos actos en que se va manifestando la existencia.


En el proceso de valorar la santidad y de entusiasmarse por ella, hay una persona que ilumina toda la santificación en la Iglesia. Es María, Virgen y Madre, que brilla ante todos como paradigma ejemplar de todas las virtudes. Ella que es el fruto adelantado de la reconciliación «en cierta manera reúne en sí y refleja las más altas verdades de la fe. Al honrarla en la predicación y en el culto, atrae a los creyentes hacia su Hijo, hacia su sacrificio y hacia el amor del Padre». María por su adherencia y su unión con el Señor Jesús, es modelo extraordinario de santidad, que se expresa en su fe, esperanza y amor, y desde esa santidad, ejerciendo la tarea de ser Madre de todos sus «hijos en su Hijo» que le fue explicitada al pie de la Cruz, coopera a la santidad de cada uno ayudando a su nacimiento, guiándolo, educándolo en la adhesión y comunión con el Señor Jesús.


¿Cómo santificarme en mi matrimonio?, ¿cómo seguir dando pasos para responder a esta preciosa vocación matrimonial con mi esposa o con mi esposo?. Dar una respuesta concreta a esta cuestión es algo que exige una profunda reflexión y horas de oración ante el Sagrario. Ahora, como si fuera una pequeña estela de humo que dejan su rastro los aviones por el cielo, les voy a leer el testimonio de dos familias que con ocasión de la concentración en la Plaza de Colón, en Madrid, el pasado dos de enero del 2011 bajo el lema “Familia Cristiana, Esperanza para Europa”.


Estos son los testimonios:



Testimonio de Miguel López Coronado


«Me llamo Miguel, tengo 35 años y estoy casado con Raquel. Tenemos 4 hijos: Rut, Israel, Daniel y David. Quiero bendecir al Señor por haberme permitido formar una familia cristiana.


Si mi vida de juventud se puede resumir en una actitud egocéntrica en la que siempre he vivido para mí, formar una familia ha llenado mi vida de sentido permitiéndome salir de mi mismo y entregarme, con la ayuda de Dios, a mi mujer y a mis hijos.


Es verdad que esto implica una renuncia y un sacrificio pero también es cierto que poder dar la vida libremente es una recompensa que me llena de satisfacción y de alegría haciendo cierto lo que dice el Señor Jesús: “El que pierda su vida por mí la encontrará”.


Quiero decir que todo es una obra de Dios, que mi familia es un proyecto suyo y que Él cuida de nosotros. Trabajo por mi cuenta en una actividad económicamente inestable y desde que nos casamos hemos experimentado como Dios provee y nos ha ido regalando todo lo que hemos necesitado como un padre a sus hijos.


Es por esto que hoy estamos dispuestos a que Dios nos siga bendiciendo con mas hijos porque sabemos que hacer su voluntad es lo mejor que nos puede pasar. »



Otro testimonio familiar, esta vez de José Antonio Galvache:


«Justo el día anterior a la “Celebración por la familia cristiana” en la plaza de Colón, el día 30 de diciembre, celebraremos, gracias a Dios, los cuarenta y seis años de casados y fruto de ello tenemos cuatro hijos y nueve nietos. No vamos a decir que hayan sido cuarenta y seis años de plena felicidad, pues hemos sufrido desde la operación de un hijo a los nueve y a los veintiún meses, a la operación de una hija de cáncer de mama hace un par de años, pasando por operaciones de amígdalas, apendicitis y tantas y tantas enfermedades que sufren los hijos y que te hacen ir dándote cuenta de que la fe es necesaria pues te hace poder superarlo todo con esperanza. Por supuesto que también hemos tenido nuestras discusiones y “enfados” que siempre se han solucionado gracias a la profunda fe que tenemos y a lo mucho que nos amamos.


Durante el crecimiento de nuestros hijos los hemos ido educando en la fe, como nos comprometimos en sus bautizos, rezando en casa, llevándoles siempre con nosotros a todas las celebraciones de la Iglesia, en las que participábamos como monitores, lectores y ministros extraordinarios de la eucaristía y acompañándoles a catequesis en la parroquia al tiempo que nosotros teníamos las reuniones de catecumenado. Incluso hemos sido catequistas de ellos.


Cuando teníamos ocasión hacíamos excursiones todos juntos, entonces no había tantos problemas y podíamos ir los seis en el coche, supeditando eso a otros caprichos. Durante el viaje rezábamos, cantábamos, contábamos chistes, …. una delicia que recomendamos a todos. Contar nuestras aventuras necesitaría un libro.


En los colegios, que en aquella época eran solo de niños o de niñas, como tenemos dos chicos y dos chicas, fuimos los dos delegados de curso en los dos colegios, no uno en un colegio y otro en otro, sino los dos en los dos colegios, lo que nos permitía seguir de cerca su formación y a ellos los estimulaba en el estudio.


En aquél tiempo solo trabajaba yo, y hemos supeditado promociones en la empresa al bien de todos, poniendo en común la decisión que íbamos a tomar y actuando según el común criterio de todos. Podemos asegurar que ha merecido la pena, pues después de un primer traslado y la renuncia a un nuevo traslado con promoción, aceptado por todos, ahora vivimos todos en la misma ciudad, Madrid, lo que nos permite seguir comiendo juntos todas las semanas y viéndonos a menudo.


Y ahora con los nietos, ¡qué vamos a decir! Son una bendición de Dios. Nos encanta poderlos llevar o traer al colegio, que quieran venir a estudiar a casa de los abuelos, oírles decir que quieren la tortilla de patatas de la abuela o las galletas y el yogurt del abuelo, que le pidan al abuelo que les arregle cualquier cosa que se les estropee y que digan luego: “abuelo que grande eres”. ¿Se nota que se nos cae la baba? Pues esta es nuestra familia. Una familia que gracias a Dios es “buena gente” y está unida. Que siempre ha pretendido parecerse a la Sagrada Familia de Nazaret».


¡Que la Sagrada Familia de Nazaret nos ayude a fortalecer los lazos mutuos del amor entre los miembros de nuestras familias!.

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 3


DÍA TERCERO DE LA NOVENA 2011


MATRIMONIOS Y PADRES JÓVENES: UNA IDENTIDAD A REALIZAR.



Dios Padre quiso que su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, fuese criado y educado en una familia. Los padres jóvenes de este contexto social y cultural corren un riesgo: muy a menudo se identifica el ser padres con el cuidado biológico del hijo. Es más, yo creo que al padre hoy día le cuesta más dar pasos más complejos y profundos en la educación e identifica su quehacer de padre con el cuidado biológico: alimento, ropa, calor… que luego se termina complicando las cosas con el curso de piscina, el gimnasio, los granos de la cara, y también la medida de los músculos, de la altura, el hambre, y suma y sigue. A medida que el hijo crece, en lugar de entrar en niveles más complejos del cuidado educativo existe el riesgo de perderse en los niveles más complicados del cuidado biológico. Dicho con otras palabras: No se puede identificar la función de padres con el sustento del hijo; no solo, sino también.


En la Sagrada Escritura nos dice que «Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres» (Lc. 2, 52). La Santísima Virgen María, junto con su esposo San José, en el ámbito del hogar, no sólo alimentaban y vestían a Jesús niño y adolescente, sino que también le fueron presentando, con su propio testimonio de vida, la importancia de la vida de piedad, la necesidad del esfuerzo y del sacrificio, le fueron, poco a poco, inculcando valores como la escucha, la generosidad, el valor del trabajo bien hecho… entre otras cosas.


Si se dan cuenta, muchas veces los propios anuncios televisivos van viciando la vocación de ser padres. La presencia de los padres, padre o madre, o bien del adulto educador, aparece sólo en los anuncios de productos de alimentación: la barrita de chocolate, las galletas, etc. Los demás anuncios no prevén la presencia de adultos, sino que dirigen su mensaje directamente al niño, con una voz en off que decanta las cualidades del juguete o de cualquier otra cosa que no sea un producto de alimentación. Falta la presencia de los padres precisamente porque la función del padre se identifica con la función biológica. Y los mismos padres corren hoy el riesgo de asumir esta tarea sin tomar conciencia de su ambigüedad, y en consecuencia afrontar los otros niveles, distintos del biológico. Los padres, en el momento en que ejercen como padres, se convierten en educadores. Lo que pasa de los padres a los hijos no es un discurso sobre el comportamiento, no se realiza porque uno se detenga a dar muchas explicaciones sobre lo que se debe o no se debe hacer. Es preciso darnos cuenta que todo lo que hacen los padres –incluso el modo de cómo se bebe un vaso de agua- influye en los hijos. Y esto tiene muchas aplicaciones prácticas y muy importantes en la vida cristiana. ¿Cómo voy a inculcar a los hijos la importancia de ser un buen cristiano si no valoro mi presencia en la eucaristía dominical, si no valoro mi formación cristiana y antepongo todo antes de ir a la Iglesia?. Podemos sacarnos de la chistera un discurso precioso para decir a los niños que vayan a Misa, pero lo que cala a los niños es lo que ellos ven en los padres.


Un resultado perverso de esta mentalidad reinante es que los padres se conciban al servicio del hijo. Esto desplaza y deforma toda la naturaleza de la relación porque los padres se convierten en -«se conciben como» instrumento del bienestar del hijo, un verdadero «proveedor de respuestas» a las necesidades del hijo. La consecuencia es una atención exagerada a las necesidades, por lo que yo soy una buena madre o un buen padre en la medida en que soy capaz de entender las necesidades de mi hijo, interpretarlas y responder a ellas: una proveedora de respuestas. Llega el hijo a casa pidiendo sino exigiendo un teléfono móvil de la última generación o el juguete informático último porque, según él, todos los de su clase y sus amigos lo tienen. No quiere cualquier zapatilla ni cualquier chándal, sino el de aquella marca deportiva porque lo lleva tal y cual jugador de futbol. Es importante tener en cuenta la siguiente afirmación: La única necesidad del hijo son los padres. Los padres no pueden ponerse al servicio de los hijos para dar respuesta a sus deseos caprichosos, ya que si los niños se les deja y se les da lo que ellos pidieran se convierten en alguien que no escucha a nadie, incapaz de depender, incapaz de obedecer. Deja de existir la identidad del hijo: sigue siendo niño pero no está edificando sus cimientos para poder edificarse en las virtudes tanto humanas como cristianas.


Santa María y San José fueron también un matrimonio joven que pasaron por momentos muy complicados; recordemos el nacimiento de Jesús en un pobre pesebre en Belén, su huida a Egipto porque Herodes quería matar a Jesús niño, el regreso a la ciudad de Nazaret. Sin embargo ellos, con su testimonio de vida y con la confianza puesta en Dios fueron educando a Jesús tal y como Dios Padre deseaba.