domingo, 6 de julio de 2025

Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C Lc 10, 1-12.17-20

 Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc 10, 1-12.17-20




         El derecho de los fieles a la evangelización no es una concesión otorgada por la autoridad religiosa, sino que es un derecho divino otorgado por el propio Jesucristo al bautizado. De esto trata este envío de los 72 a todos los lugares y a todos los pueblos.

                                   En un primer envío 

                                   encontraron mucha oposición.

Para entender el significado de este envío de setenta y dos discípulos por parte de Jesús debemos recordar que no fueron los primeros en ser enviados en misión. Lucas ya había narrado otro envío (cfr. Lc 9, 1-10), el de los Doce Apóstoles, a quienes Jesús había mandado a anunciar a todos que el Reino de Dios había llegado. Sin embargo, en este primer envío no queda recogido que vinieran alegres o exultantes; sino que se deja entrever la decepción y la tristeza de los apóstoles ya que el mismo Jesús los toma consigo y se retiran a un lugar más solitario como necesidad para que ellos desahoguen sus decepciones y puedan limpiarse las lágrimas. Y es ahora cuando Jesús envía a otros setenta y dos.

 

Números como símbolos.

En la Sagrada Escritura, los números suelen usarse de forma simbólica. El número doce lo conocemos bien ya que representa al Pueblo de Israel; ya que está compuesto por doce tribus. Al enviar a los Doce, Jesús quería decir que el Evangelio estaba destinado primero a Israel, el pueblo elegido por Dios para recibir la bendición de Abraham, que luego se extendería a todas las naciones.

 

¿De repente aparecen setenta y dos?

Porque el Mensaje de Jesús debía de llegar a todos los rincones de la creación, por eso Jesús envía a setenta y dos más. ¿Quiénes son estos setenta y dos que aparecen de repente y de quienes luego el Evangelio de Lucas ya no vuelve a hablar? De hecho, Lucas es el único que los menciona. ¿De dónde vienen y adónde van a parar? ¿Por qué no se les vuelve a mencionar?

Añadamos otra pregunta: ¿Y cómo hizo Jesús para seguir a 36 parejas a quienes les encargó la tarea de precederlo a los «lugares adonde pensaba ir él»? Y resulta que el número 72 tiene un significado simbólico, como suele ocurrir normalmente en la Biblia.

 
                                                                                          El Primer Mensaje de Lucas

Libro del Génesis

¿Lucas está haciendo algún pinito como periodista y nos está contando una noticia un hecho acontecido (como si fuera parte de un noticiario) o quiere darnos una catequesis sobre el significado de este envío de los setenta y dos?

El número indica a todos los pueblos de la tierra. Para entender esto nos tenemos que remitir al libro del Génesis, concretamente al capítulo diez.

En el capítulo diez del libro del Génesis se dice que Noé tuvo tres hijos llamados Sem, Cam y Jafet. De estos tres hijos nacieron setenta, e incluso se enumeran todos sus nombres. Estos son los fundadores de donde surgieron todos los setenta pueblos de la tierra. Se conocían setenta pueblos y, por supuesto, se decía que descendían de los hijos de Noé.

No estamos ante una página de historia. Es un relato con el género literario mítico con el cual el autor sagrado quiere presentar las relaciones familiares de los pueblos que conoció, y luego los dividió en tres familias porque notó que estos tres grupos hablaban idiomas similares, tenían más o menos las mismas tradiciones, la misma cultura. Estas personas se parecían entre sí como si fueran descendientes de un solo antepasado. Los descendientes de Cam son los pueblos del sur de África. Los europeos somos los hijos de Jafet; y los de la zona de Asia son los descendientes de Set.

¿Cómo es que de setenta pasaron a setenta y dos? Porque más tarde, cuando la Biblia fue traducida al griego, los traductores añadieron dos más. Esta es la razón por la que tanto el setenta como el setenta y dos indican la totalidad de todas las naciones de la tierra, la totalidad de la humanidad.

Lucas pretende decirnos que el Evangelio, que fue entregado primero a Israel, luego debe ser anunciado a todo el mundo. Este es el primer mensaje.

 

El Segundo mensaje dado por Lucas.

El segundo mensaje que recibimos es que estos setenta y dos no pertenecen al grupo de los Doce, que se podría entender que son la jerarquía de la Iglesia. Setenta y dos son simples discípulos. Hoy los llamaríamos laicos.

El segundo mensaje que Lucas nos quiere transmitir es que la tarea de llevar el Evangelio al mundo no está reservada a los obispos, a los sacerdotes, diáconos, monjes ni monjas ni religiosos ni religiosas. Jesús quiere que cada discípulo se sienta involucrado en esta misión. Una persona bautizada no es un verdadero discípulo hasta que también se convierte en apóstol.

 

El Tercer mensaje dado por Lucas.

El tercer mensaje lo obtenemos del hecho de que son enviados de dos en dos. Dos es el número mínimo para formar una comunidad. Hermoso lo que dice Jesús: «Donde dos de mis discípulos están reunidos en mi nombre, yo estoy entre ellos» (cfr. Mt 18, 20).

 El cristiano debe tener siempre presente que es un miembro vivo de una comunidad, en todo momento debe sentirse responsable de la imagen que da de esta comunidad con sus propias palabras y con sus propias acciones. Cuando anuncia el Evangelio no lo hace en nombre propio, sino como expresión de la comunidad cristiana a la que pertenece. Y, de hecho, en los Hechos de los Apóstoles, cuando se habla de la primera evangelización, se advierte que los discípulos van de dos en dos (cfr. Hch 3, 1; Hch 13, 2). Está Pedro con Juan, Bernabé con Pablo, Pablo con Silvano, y estos dos también se sienten como si representaran a la comunidad cristiana que los envió. De dos en dos por:

Apoyo mutuo: Para que tuvieran compañía, ánimo y se apoyaran mutuamente en las dificultades.

Testimonio legal: En la tradición judía, el testimonio de dos personas era considerado válido.

Seguridad: Ofrecía mayor seguridad en un entorno a veces hostil.

Complementariedad: Las fortalezas de uno podían compensar las debilidades del otro.

                                                                                               La misión de los 72

En el texto original griego dice que Jesús los envió "delante de su rostro" (πρὸ προσώπου αὐτοῦ).

¿Qué significa que los envió ‘delante de su rostro’? Deben preparar a la gente para acoger el rostro de Jesús. A una persona se la reconoce por su rostro, y en el rostro de Jesús brilla la belleza del rostro del Padre, el hermoso rostro de Dios que es amor.

Entonces, si queremos preparar a otros para contemplar con alegría esta belleza de Dios, primero debemos ser conscientes de ella, debemos quedar encantados con esta belleza. Si aún tenemos presente el rostro del Dios severo que castiga, ¿qué vamos a anunciar? Ciertamente no animaremos a quienes nos escuchan a acoger el rostro de Jesús que reproduce el rostro del Padre en el cielo. Solo si hemos contemplado en el rostro de Jesús la belleza de Dios, hablaremos de ello con entusiasmo para que todos reciban a Jesús.

 

Disposición interna de estos enviados.

La alegría de quienes van a cosechar

«La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Mirad, yo os envío como corderos en medio de lobos».

Para hacer comprender a los setenta y dos, es decir, a nosotros hoy, la misión a la que estamos llamados, Jesús utiliza la imagen de la cosecha. No de la siembra, sino de la alegría de quienes van a cosechar. «La mies es abundante». Jesús nos invita a contemplar el campo, que son los setenta y dos pueblos, es decir, toda la humanidad, y a captar en esta humanidad las señales claras de que está madura para acoger el Evangelio.

Hoy escuchamos repetido con frecuencia: Es inútil anunciar el Evangelio. Nadie nos escucha. A la gente le interesa otra cosa. Ciertamente que ya no está interesada en cierta catequesis, en una determinada presentación de la imagen de Dios, en una determinada práctica religiosa, en una cierta espiritualidad del pasado, pero está dispuesta a acoger el mensaje auténtico del Maestro, porque el hombre está programado para acoger el Evangelio. Así que no es momento de desesperarse ni de arrepentirse.

Este es el momento adecuado para la renovación y el crecimiento. Es hora de pasar de una fe frágil y sin bases sólidas a una fe madura fundada en la palabra de Dios, leída, entendida y luego traducida en vida.

 

¿Por qué debemos rezar al dueño de la mies?

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos, por lo que debemos orar al Señor de la mies para que envíe obreros».  ¿Por qué debemos rezarle? La oración no tiene como objetivo convencer a Dios para que envíe trabajadores al campo. Su objetivo es sensibilizar a cada persona bautizada que está llamada a ser apóstol. Y esta conciencia solo es posible en la oración.

Orar significa ponerse en sintonía con pensamientos, sentimientos y expectativas del Señor. Significa evaluar junto con él las decisiones que estamos llamados a tomar.

 

No se trata de enviar, sino de expulsar.

El verbo griego utilizado nos da una clave; el verbo es ἐκβάλλω (ekbálo) que ‘no significa enviar’, sino ‘expulsar’. Hay cristianos que están encerrados, que deben ser expulsados de una vida espiritual cansada y resignada. Cristianos que están llamados a dar un impulso a sus vidas y solo la oración puede hacerles conscientes de lo que están llamados a hacer.

 

Como corderos en medio de lobos.

«Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». El lobo es el símbolo de la violencia, de la arrogancia, el símbolo de los que siguen la lógica del viejo mundo, que es la competencia.

En todos los campos que presenciamos, incluso hoy en día, hay una lucha por dominar, por imponerse, por llegar a la cima, por ser más grande, más honrado.

En este mundo de competencia el más fuerte prevalece. Tenemos que tener en cuenta que nos encontraremos con esta realidad; estamos en un mundo de lobos. Todos buscan su propio interés; nadie piensa en los demás; viven como auténticos impíos, etc.

Sin embargo, también hay muchas cosas buenas que debemos ver. Pero si el mundo ya fuera perfecto, no nos habrían enviado a cambiarlo, a transformarlo con la palabra del Evangelio. Debemos convertir a los lobos en corderos. El mundo que los discípulos de Cristo están llamados a construir es un mundo de corderos, y el cordero indica mansedumbre, debilidad, fragilidad. El cordero no toma la vida, la da.

 

Cuidado que el cordero se convierta en lobo.

Debemos cuidarnos porque debemos presentarnos como corderos. Debemos tener cuidado de que no vuelvan a surgir los sentimientos y comportamientos de los lobos: ira, codicia, resentimiento, la voluntad de prevalecer. El Papa Gregorio Magno dijo que Jesús nos envió de dos en dos porque tenemos que demostrar que somos corderos con nuestro comportamiento; que no combatimos, que no nos destrozamos unos a otros como lobos.

Si estamos en la comunidad cristiana y nos ofendemos, nos hacemos bromas pesadas, chismorreamos, murmuraciones, ¿qué vamos a decirles a los demás si nos comportamos como lobos unos con otros?

 

Instrucciones para el viaje

Jesús aclara cómo deberán presentarse estos enviados, asumiendo los mismos comportamientos que ya recomendó cuando envió a los doce.

«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa».

 

Instrucciones para el viaje

la bolsa

El discípulo que ha aceptado la propuesta de un hombre nuevo hecha por Jesús se le distingue inmediatamente de los demás. ¿Por qué es diferente? En primer lugar, porque no lleva bolsa. ¿Qué es esta bolsa que Jesús prohíbe llevar al discípulo? En esa época la ropa no tenía bolsillos para guardar el dinero, el dinero se guardaba en la bolsa. Esta es la razón por la que Jesús dice que el discípulo no puede llevarla, no la necesita porque no puede tener dinero consigo acumulado. Si ha acumulado bienes, significa que se ha comportado como un lobo con los otros. No es un cordero, no pertenece al nuevo mundo donde los bienes se reparten entre los hermanos. Si tiene la bolsa es como los demás ¿qué nuevo mundo puede ir a anunciar?

 

Instrucciones para el viaje

la alforja

El discípulo no puede tener la alforja porque es inútil. Debe saciarse con el pan de cada día. No necesita una bolsa para guardar el pan ni la comida para el día siguiente. Si le sobra el pan y lo guarda, priva a otro hermano que, por falta de pan no pueda comer ese día.

El discípulo sabe que no es el maestro, sino un peregrino, huésped en este mundo por el cual no puede acaparar el alimento que Dios ha puesto a disposición de todos sus hijos. Quien tiene alforja es porque tiene guardado un pan sobrante que debería de haber compartido con el hermano necesitado.

Jesús, a estas personas que acumulan para sí, los llama ἄφρων (áfron); es decir ‘estúpidos’, ‘ignorante’, ‘imprudente’ (cfr. Lc 12, 20), porque no tienen en cuenta que en la aduana de la muerte le confiscarán la alforja. Por allí, por esa aduana pasa únicamente el pan que se dona a los que pasan hambre, solo amor, no bienes acumulados.

 

Instrucciones para el viaje

las sandalias

Jesús no está diciendo que sus discípulos debían ir descalzos. Los esclavos iban descalzos y nosotros somos hijos. El verbo que aquí se emplea en griego es βαστάζω (bastázo), el cual no significa llevarlo puesto, sino ‘llevar una carga’. Jesús prohíbe tener un par de sandalias de repuesto.

El mensaje de Jesús es que quien anuncia el Evangelio debe encarnarlo también en su propia vida. A los ojos del mundo debe presentarse como discípulo de aquel que no tenía piedra sobre la cual reposar la cabeza, no como empleado de un gran Señor rico y poderoso.

La Iglesia está llamada a verificar siempre si su vida está en armonía con el Evangelio que anuncia.

 

Instrucciones para el viaje

No saludar a nadie por el camino

Jesús dice que ‘no nos detengamos a saludar a nadie en el camino’. No significa no decir ‘buenos días’ y que seamos mal educados. Jesús quiere subrayar la urgencia con que los discípulos deben llevar a cabo su misión. No deben perder el tiempo en charlas inútiles, jugando con teléfonos inteligentes, con la tablet, todo el día con el WhatsApp o los chats, diría hoy. ¡Cuánto tiempo se pierde!

 

Instrucciones para el viaje

El modo de presentarnos.

Entonces dice cómo presentarse, cuál es el mensaje a anunciar al entrar a una casa. Lo primero es decir «paz a esta casa». Aquí está el mensaje con el que se presenta el discípulo: "He venido a traerte paz."

El que vive como un lobo en el viejo mundo, el que no lleva una vida de compromisos, puede ser feliz, pero no puede estar en paz: Comete injusticias, acumula riqueza. Para acumular riquezas hay que llegar a un acuerdo con el diablo y escuchar sus consejos. El demonio te dice que no seas demasiado escrupuloso, pero te está engañando, ya que lo que desea es que explotes a los más débiles. Quienes viven asesorados por el diablo no tienen paz. El discípulo de Jesús los invita a salir de esa situación, los invita a entrar al nuevo mundo traído por Jesús, porque solo allí encontrarán la paz.

 

El apóstol debe tener en cuenta que no todos acogerán la paz que ofrece; habrá quienes prefieran quedarse en el viejo mundo. Esta elección habrá que respetarla. Pero también habrá quienes acojan el regalo de paz, y para mostrar su gratitud también podría invitar al apóstol a permanecer en su casa. Ante esto uno ha de aceptar la invitación, pero hazlo sin exigencias, alegrándote con la acogida y el alimento que te ofrezcan. Se acepta los hábitos y costumbres de su anfitrión.

 

Instrucciones para el viaje

No andéis cambiando de casa en casa.

La tentación será encontrar un lugar donde quedarse cada vez más cómodo. Quédate en la primera casa, quizás un alojamiento improvisado, de lo contrario el mensaje pierde credibilidad si existe incluso la apariencia de un interés personal en la predicación.

 

Instrucciones para el viaje

Puedes ser recibido y ser rechazado.

Puedes ser bien recibido, pero también puedes ser rechazado e incluso perseguido de mala manera. ¿Cómo deben comportarse los discípulos cuando esto sucede?

Si reciben al portador del mensaje uno cura a los enfermos que están allí y se les anuncia que el reino de Dios está cerca de ellos.

 

Pero si el mensajero es rechazado por anunciar a Jesús y no se le recibe nos dice el evangelista que «saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”».

Jesús mostró al discípulo el saludo que debe decir cuando entra en una casa. Debe decir: "He venido a traerte paz". Se refería a la proclamación del Evangelio hecha a nivel personal o familiar. Pero el Evangelio no solo debe entrar en el corazón de los individuos, debe cambiar toda la sociedad, debe provocar una transformación profunda de las relaciones interpersonales, estructuras sociopolíticas y económicas del mundo. Esta es la razón por la que Jesús dice que el Evangelio debe ser anunciado no solo en los hogares, sino en las plazas de la ciudad. A todos nos gustaría ver un mundo de paz, de justicia, de amor, de reconciliación.

El discípulo hace su propuesta, propone, no impone la elección evangélica, deja libres tanto a los individuos como a la sociedad.

Jesús dice: «Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros». Sacudid las sandalias en medio de las plazas de esos lugares.

No es un gesto de desprecio de quien no acepta el Evangelio. De hecho, dice Jesús que el predicador debe concluir su discurso diciendo: «De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado».

Aunque rechacéis el don que se os ofrece, el reino de Dios continúa presente en medio de vosotros. En todo momento vosotros podéis hacer vuestra elección de acogerlo y, por lo tanto, de recibir el don de la paz.

 

El gesto de sacudirse el polvo de las sandalias.

Este era el gesto que cumplían los israelitas cuando salían de una tierra pagana y entraban en la Tierra Santa. Era el signo con que intentaban dejar fuera de la tierra de Israel cualquier referencia al paganismo.

Recomendando este gesto simbólico, Jesús intenta poner en guardia del peligro de seguir a Jesús pero con un razonar pagano; adaptando o descafeinando la radicalidad de las bienaventuranzas; ablandando y adaptando las exigencias del seguimiento de Jesús. No hace mucho me contaron que un colegio de monjas fue a visitar un museo de arte sacro. El guía del museo quiso detenerse ante la imagen de la Virgen María para analizar la obra, contextualizarla dentro del contexto del retablo. El guía del museo, un hombre cristiano, dijo que representaba a nuestra Madre, la Virgen Santa María. La responsable de pastoral del grupo de alumnos del colegio de las monjas le interpeló delante de todos diciendo que ‘simplemente era María’, alegando que podía herir las sensibilidades de los alumnos de secundaria. A lo que el guía retomó su tarea diciendo; ‘como estaba explicando, esta imagen de nuestra Madre, la Virgen Santa María, es del siglo…’.

 

Cuando ’adaptamos el Evangelio’ con ese ‘buenismo pastoral’ es una manifestación patente de que permanece pegado en el corazón de ese discípulo un poco de polvo o una montaña; ese modo de razonar pagano que lejos de encantar por la sabiduría es pura necedad. El diálogo nunca es una renuncia a la propia identidad de creyente. Y esta distancia debe ser nítida, patente. En las plazas públicas, en las escuelas católicas, en las parroquias no deben ser escondidas ni dulcificadas ni modificadas las exigencias evangélicas. No se puede negociar con Satanás.

 

Todos los que anuncian la Palabra de Dios

‘son ángeles’ enviados por Dios

Y luego Jesús concluye con la que parece una amenaza: «Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

No es una amenaza de castigos, es una llamada a la responsabilidad que asume quien rechaza el Evangelio. Los habitantes de Sodoma perecieron porque no acogieron a los ángeles que habían venido a salvar a la familia de Lot, sino que prefirieron, antes de convertirse, vivir con su extrema maldad y depravación (cfr. Gn 19). La falta de acogida a los ángeles no fue la única causa de su perdición, sino un síntoma y una manifestación de la profunda maldad y depravación que ya existía en la ciudad y por la cual Dios había decidido destruirla. El rechazo a los ángeles y el intento de vejarles fue la gota que colmó el vaso, demostrando la imposibilidad de arrepentimiento.

Todos aquellos que anuncian la palabra de Dios ‘son ángeles’ enviados por el Señor. Deben ser reconocidos y acogidos si no queremos que nuestra vida sea destruida como ha ocurrido a Sodoma.

 

Los resultados obtenidos por los setenta y dos.

         «Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

        

         A menudos se habla o sentimos las consecuencias de los llamados poderes fuertes que rigen el mundo: las finanzas que pueden reducir a la hambruna pueblos enteros, los lobbies (grupos de presión y de influencia) de los fabricantes de armas, las intrigas políticas, y llegamos siempre a la misma conclusión: "Es inútil contrastarlos, no hay nada que hacer, son demasiado fuertes, nos resignamos." He aquí, sin embargo, la sorpresa que encontramos en el Evangelio de hoy. Los setenta y dos que han sido enviados a anunciar el Evangelio vuelven de su misión felices, radiantes, porque se han dado cuenta de que el Evangelio es más fuerte que todas las potencias del mal.

 

Dicen a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Los demonios de los que están hablando estos discípulos no son los diablillos con cuernos y con el tridente en la mano. Son las fuerzas del mal (todo aquello que oprime, destruye, esclaviza y aleja a la humanidad de Dios), las cuales cuando se encuentran ante personas que acogen en su ser el Evangelio, son constreñidas a retroceder porque pierden su poder sobre aquellos que se alinean con los valores y la fuerza liberadora del Evangelio. La presencia de Jesús en el creyente actúa como una barrera y una fuente de liberación frente a estas influencias destructivas. No es solo una cuestión de exorcismo literal, sino de una transformación profunda que desarma el poder del mal en la vida personal y comunitaria.

 

Donde llega el Evangelio

las cosas no permanecen como antes.

La experiencia de los setenta y dos discípulos ha sido contada por Lucas para infundir esperanza en aquellos que titubean y se preguntan si vale la pena comprometerse a construir el reino de Dios y se preguntan: "¿Pero no será un hermoso sueño el de Jesús?" Dicen: "No cambiará nunca nada." No es verdad. Donde llega el Evangelio, las cosas no permanecen como antes.

Jesús ha asegurado, de hecho, que las puertas de los infiernos no prevalecerán. ¿Qué son estas puertas? Son las barreras que el mal erige para proteger su propio reino. "No resistirán", dice Jesús, "cuando llega el Evangelio, las derriba, estas puertas." (cfr. Mt 16, 18; Jn 12, 31-32; Mc 3, 27; Lc 11, 21-22).

 

¿Caer Satanás como un rayo?

Jesús responde a estos discípulos: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo». ¿Qué son estas imágenes de Satanás y del cielo, del rayo? Los paganos colocaban en lo alto en el cielo sus divinidades: el dios sol Amón de los egipcios, el dios Sin, el dios Luna, la diosa, la estrella de la mañana. No eran dioses, eran criaturas que los hombres adoraban y colocaban en la morada de Dios.

El cielo no es la morada de los ídolos, sino la morada del único Dios. Los ídolos deben ser colocados en su lugar, en la tierra. Son criaturas. Los idólatras de hoy en el cielo no colocan el sol, la luna, las estrellas; no, colocan el dinero, la ciencia, la técnica, la inteligencia artificial, que son cosas buenas mientras no se conviertan en ídolos y sean adorados. Cuando esto sucede, se vuelven contra el hombre, piden el sacrificio del hombre, piden sacrificios humanos. Si adoras el dinero, este te pide sacrificar al hombre, te ordena también hacer cosas de las que luego terminas por avergonzarte.

He aquí lo que provoca el anuncio del Evangelio: hace caer del cielo como un rayo todos los ídolos, los trae de vuelta a la tierra, muestra que son criaturas, no son dioses. Diciendo que Satanás ha caído del cielo Jesús quiere anunciar la victoria imparable del bien. Sus palabras han sido referidas por Lucas para alimentar la esperanza en los discípulos tentados de desanimarse.

 

Pisotear serpientes y escorpiones…

Luego Jesús continúa diciendo que «mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno». Jesús está empleando imágenes bíblicas. Satanás es la serpiente y el escorpión es el símbolo del mal. Jesús no dice que sus discípulos tendrán vida fácil ya que se toparán con bestias peligrosas. Parafraseando a Jesús sería: "Podréis caminar en medio de los animales peligrosos, pero no seréis su presa”. No es una vida fácil la que promete, pero es una vida de lucha contra el mal, lucha, sin embargo, de la cual asegura que saldréis victoriosos."

Son unas palabras de Jesús que tanto necesitamos oír y repetir hoy porque la época que nos ha tocado vivir estamos rodeados de bestias peligrosas, pero también donde se nos ofrece la ayuda divina para cultivar grandes esperanzas y un futuro posible de vida y amor.

sábado, 21 de junio de 2025

Homilía del Corpus Christi Lc 9, 11b-17

Homilía del Corpus Christi

Lc 9, 11b-17

 

         Hoy la liturgia nos ofrece uno de los textos más conocidos llamada la multiplicación de los panes y de los peces. Todos, incluso los no creyentes, lo han oído alguna vez en su vida.

 


¿Seis multiplicaciones de los panes y de los peces?

Nos encontramos con seis multiplicaciones de panes y de peces en el evangelio; Mateo y Marcos lo cuentan dos veces (cfr. Mt 14, 13-21; Mt 15, 32-39; Mc 6, 30-44; Mc 8,1-10). Además, hay que sumar Lc 9,10-17 y Jn 6,1-15. En total son seis veces. Esto es así porque los evangelistas transmiten un mensaje muy importante. Uno puede pensar que es una prueba evidente para demostrar que Jesús es Dios, del mimo modo de cómo Dios dio el maná del Cielo a nuestros hermanos hebreos en su campamento en el desierto (cfr. Ex 16, 1-36); además sólo Dios puede crear las cosas a partir de la nada.

         Lo primero que nos quiere decir el evangelista es que el título de milagro no es acertado. Si nos centrásemos en el milagro perdemos la perspectiva de lo que nos quiere transmitir el evangelista. En el texto no aparece la palabra milagro ni multiplicación. Se dice simplemente que Jesús tomó algunos panes y algunos peces, los cuales se les entregaron, y que posteriormente los hizo que fueran distribuidos. Y demostró que la comida no sólo era suficiente, sino que era sobreabundante.

 

Problemas de difícil solución.

         Si consideramos la historia como un hecho material surgen una serie de problemas de muy difícil solución. Se trata de seis relatos que tratan de los mismos, pero con diferentes detalles, lugares distintos y con números diversos tanto de personas, como de panes y peces, como de sobras. No podemos comprenderlo como si se tratara de una crónica de un hecho material; surgen detalles que nos resultan inverosímiles. Por ejemplo, la seria dificultad de seguir las órdenes de Jesús de dividir 5000 hombres en grupos de 50 personas -o sea 100 grupos de 50-; a todo esto, hay que sumar que «el día empezaba a declinar», o sea, que lo hicieron con la obscuridad; y en esa obscuridad empezaron a distribuir los panes y los peces con toda la confusión que esto genera.

                                                                     Valorar sabiamente las cosas terrenas

con el corazón puesto en las celestiales.

         Si en cambio lo miramos como parábola tiene mucho que decirnos porque requiere un cambio radical en nuestro modo de comportarnos y de relacionarnos los unos con los otros y una auténtica revolución en nuestro modo de cómo gestionamos los bienes de los que precisamos para poder vivir. Jesús ha venido a revertir el mundo antiguo en todo lo relacionado con nuestra relación con los bines de este mundo. Su propuesta de un mundo nuevo comporta un cambio radical en el modo de administrar los bienes.

 

         «En aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».

         El evangelista Lucas ambienta la distribución de los panes y de los peces en los entornos de la ciudad de Betsaida (cfr. Lc 9, 10). Una ciudad que había dado a cinco apóstoles (Simón Pedro, Andrés, Felipe, Santiago el Mayor y Juan). Estaban a unos 2,5 km de la costa norte del lago de Galilea.

 

Un desierto que remite al Éxodo.

En el tiempo de Jesús las orillas del lago de Galilea era una zona mucho más poblada, por eso se dice que «vayan a las aldeas y cortijos de alrededor». Menos realista es lo del «descampado» o desierto. Allí no hay un descampado o desierto en aquella zona. La palabra empleada en este versículo 12 en griego es ἔρημος (éremos), es decir ‘desierto’. Pero allí no hay desierto. ¿Qué nos quiere decir el evangelista? El evangelista nos invita a leer la historia capturando el simbolismo bíblico de la imagen del éxodo. Hablándonos del desierto nos está recordando el éxodo.

Jesús lo que se propone es salir de un mundo viejo, antiguo; salir de este mundo antiguo que únicamente se gestiona por los criterios meramente humanos; los criterios de la avaricia, del egoísmo, del acaparar, para poder entrar en una tierra de la libertad donde estos criterios mundanos se desmoronan dando paso a que los bienes sean manejados según los criterios de Dios. Y es precisamente en la Eucaristía donde nosotros damos nuestra adhesión a este nuevo mundo y a las propuestas de Jesús.

 

Dios siempre da el ciento por uno.

Nos dice el evangelista que «el día comenzaba a declinar». Es la imagen de la conclusión de la jornada de Jesús. Su jornada consistía en el anuncio del evangelio y como resultado venían las maravillas. Uno da su consentimiento a la propuesta de vida que nos hace Jesucristo siempre suceden acontecimientos extraordinarios. Dios siempre da el ciento por uno (cfr. Mc 10, 29-30; Mt 19, 29).

 

La vida espiritual

¿no tiene nada que ver con la vida material?

Y al final de esta jornada Jesús da solución a un problema muy serio que tiene la humanidad: el problema de la comida y el problema del alojamiento, una casa digna donde se pueda convertir en hogar. Podemos pensar que este tipo de problemas materiales no los aborda el evangelio porque muchos siguen pensando que la religión, la vida espiritual no tiene nada que ver con estos problemas materiales. Y esto era precisamente lo que también pensaban los propios discípulos. Ellos le dicen a Jesús que toda esa gente que había estado escuchando su palabra ahora tenían que irse, tenían que ser despedidos para que cada cual se fuera a su lugar correspondiente para «que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida». El razonamiento de los discípulos refleja lo que todavía siguen pensando muchos cristianos; cada cual va a la Iglesia a la Eucaristía, y después cada cual organiza sus propias cosas concretas y materiales. A modo de ejemplo, muchos sacerdotes van a las parroquias de los pueblos, recorriendo muchos kilómetros y carreteras poco afortunadas, llega a la austera iglesia del pueblo, celebra la tercera, cuarta o quinta Eucaristía dominical y cuando sale de la sacristía todos los presentes han desaparecido dejando al sacerdote sin la posibilidad ni de ir al servicio ni poder tomar un café caliente en los fríos días de invierno. Y si uno comenta algo le responden: ‘Te pagamos para decir la Misa’.

Para estos como para los discípulos sostienen que el Evangelio es una cosa y la vida concreta es otra cosa. La catequesis nos enseña cómo ir al cielo y en el resto del tiempo cada uno se lo tiene que resolver por sí mismo. La vida espiritual no tiene nada que ver con la vida material; esto es lo que pensaban los discípulos al decir a Jesús que toda esa multitud se fueran «a las aldeas y cortijos de alrededor», ya que en el fondo eran molestos, estorbaban y que querían despedirles para que les dejasen tranquilos, es lo mismo que piensan y sienten muchos obispos, sacerdotes, diáconos, monjas y monjes, religiosos y laicos en la actualidad; el otro es una molestia, un incordio, empero Jesús no piensa así.

 

El pan es más que pan.

Cuando la Palabra se refiere al pan no señala únicamente el pan material o a la comida que se precisa para calmar al estómago; se está apuntando a todo lo que el hombre tiene necesidad. La vida entera de la persona comporta los afectos, la amistad, la estima, la comunicación, el sentimiento de pertenencia, donde uno se siente seguro, aceptado y valorado; la salud, la casa, el hogar. Hay muchas necesidades que precisan ser satisfechas para que una vida sea completamente humana.

El Evangelio tiene mucho que ver con la respuesta a todas y a cada una de estas necesidades. Para los animales sabemos que cuando tiene el estómago lleno se queda tranquilo porque está satisfecho, pero con el hombre esto no nos basta. El hombre necesita ser saciado en el contexto del amor, de la acogida, de la aceptación sincera con los hermanos.

 

En la boca de los discípulos

encontramos nuestra lógica.

La respuesta que dan los discípulos es muy clara; que cada cual se apañe como pueda, que cada cual ‘se saque las castañas del fuego’ o que ‘cada palo aguante su vela’. Que toda esta gente molesta, ruidosa y que nos genera intranquilidad porque no se mueven de aquí y no nos dejan en paz que se vayan todos a comprar lo que necesiten. En la boca de los discípulos encontramos nuestra lógica; una lógica equivocada, una lógica no evangélica; se trata de la lógica del mercado.

El sistema de intercambio es necesario porque uno tiene unas habilidades y unas adquisiciones que el otro no tiene; y el otro tiene lo que uno precisa. Dios he hecho bien las cosas; Dios nos ha hecho no autosuficientes. Tenemos bienes y estamos obligados y llamados a intercambiar estos bienes. Estos intercambios se pueden dar en una contribución comercial y además se dan siempre con la ley de la oferta y la demanda. Si uno se da cuenta que las personas demandan más un producto se sube el importe de ese producto y así uno puede obtener más dinero aprovechándose de las necesidades de los demás. Recuerdo el precio exorbitado que llegó a tener las mascarillas y el gel hidroalcohólico al inicio de la pandemia de COVID-19 (2020); no digamos nada de los precios escandalosos de los alquileres de viviendas que estrangulan la economía familiar sin el más mínimo escrúpulo por parte de los arrendatarios ni del gobierno que debería de proteger al ciudadano. Se puede poner tantos ejemplos que ni habría tinta suficiente para escribirlos.

Se puede incrementar el precio o se puede proceder en un intercambio de gratuidad, de atención a las necesidades del hermano para ayudarle con lo que uno tiene a su disposición.

 

¿Qué respuesta da Jesús?

Jesús rechaza la propuesta de los discípulos. Les dice: «Dadles vosotros de comer». Los discípulos sostenían la postura que cada cual se las arreglase como pudiera, que se fueran a buscarse la vida y que fueran a comprar en los comercios de todo aquello que ellos tuvieran necesidad.

Valoremos y extraigamos conclusiones de la propuesta de los discípulos: el que tiene dinero puede comprar y el que no disponga de dinero se queda como está, con hambre. Quien tenga buenas piernas llegará enseguida a la tienda y acaparará con todo lo que pueda pillar, de tal modo que queden las estanterías de los comercios como si hubiera pasado por allí ‘la plaga de la langosta’. Recuerdo en el apagón masivo eléctrico en España del pasado 28 de abril de 2025 donde ansiosa se agolpaba la gente para arramplar con todas las pilas y linternas posibles, y los infernillos de gas desaparecían aumentando considerablemente de precio. Y no digamos nada durante la pandemia del COVID-19 donde personas llevaban en los carritos de los supermercados montañas de papel higiénico y un sin número de yogures, latas de conserva, agua embotellada, como consecuencia de las compras compulsivas privando a los demás de poder adquirir esos productos.



Los más enfermos, los pobres o los más débiles no podrían acudir a comprar, y si llegaran no podrían adquirir los bienes necesarios porque la codicia de algunos priva de los bienes a los demás. Es normal que de este mundo viejo regido por esta lógica del mercado surjan las guerras, la violencia, abusos, injusticias, donde el rico se hace más rico y el pobre sufre las consecuencias de los avariciosos. Esta es la lógica de este mundo y para poder mantener esta lógica hace uso de la fuerza, de la violencia, de las amenazas, de las armas.

 

¿Qué respuesta da Jesús?

1.- Un modo nuevo de gestionar los bienes.

Jesús les contesta «dadles vosotros de comer». En primer lugar, Jesús rechaza la lógica que separa la vida en dos sectores, el espiritual y el material. El Evangelio exige un mundo completamente nuevo; un nuevo modo de gestionar los bienes. La Palabra de Dios nos indica que los bienes no son nuestros y que no pueden ser tratados con los criterios del mercado; porque los bienes son sólo de Dios y nosotros únicamente somos administradores. «Del Señor es la tierra y cuanto contiene» (cfr. Sal 24, 1). Ya nos lo dice San Pablo en su primera epístola a Timoteo: «pues nada hemos traído al mundo y nada podremos llevarnos de él» (cfr. 1 Tm 6, 7). Todo se nos requisa en la aduana de la muerte; la codicia del dinero, el deseo de acumular bienes es la raíz de todo el mal.

Los discípulos entendieron que Jesús los quería llevar a este éxodo, en el desierto: de la posesión y de la lógica del mercado a la lógica de compartir los bienes; al intercambio de bienes no dictado por la codicia y el egoísmo, sino por el amor y por la atención a la necesidad de los hermanos.

 

La objeción de los discípulos.

Pero ellos plantean una objeción, que es también la nuestra:

«Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos».

La objeción es que la comida es poca y la multitud es inmensa, eran cinco mil hombres (cfr. Hch 4, 4), que representa a toda la comunidad de los cristianos de la segunda parte del libro del evangelista Lucas. Si pensamos que las cosas no llegan para todos es entonces cuando se inicia la competencia ya que se entiende que este mundo es ‘un valle de lágrimas’ donde uno tiene que espabilar porque sino te dejan morir desamparado; por lo tanto, es comprensible que todos intenten acaparar y agarrar lo máximo posible para sí y que los demás se las arreglen como puedan. Es la misma tentación que tuvieron los hebreos en el desierto con el maná ya que si acaparaban de más durante la semana criaba gusanos y se apestaba (cfr. Ex 16, 19-20), y de hecho los avariciosos se llenaron durante la noche de gusanos y de la peste del maná que habían cogido de más desobedeciendo a Yahvé y a Moisés.

Si se van a comprar, sólo comprarán los que tengan dinero y los demás, los necesitados quedarán a expensas de las limosnas de los otros. Jesús no acepta esta propuesta porque no crea un mundo nuevo, sino que mantiene el mundo viejo, el de las leyes del mercado y que aquellos que, por generosidad o por unos sentimientos positivos, dan algo a los otros. Pero esto no es la dinámica del mundo nuevo que viene a traer Jesús.

 

¿Qué respuesta da Jesús?

2.- El verdadero discípulo

es el que está dispuesto a servir.

¿Qué es lo que propone Jesús? Ordena a los discípulos que se acuesten, que se reclinen. El texto griego emplea el verbo κατακλίνω (kataklíno), que se acuesten; es decir, es la posición de la gente libre ante la mesa. Es la misma postura que adoptaron los discípulos en el marco de la última Cena (cfr. Jn 13, 23). E invita a los discípulos a considerar esos cinco mil necesitados como si fueran ellos sus señores; el verdadero discípulo es el que está dispuesto a servir.

Les dice que «haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». En el libro del Éxodo el número cincuenta indica un pueblo organizado (cfr. Ex 18, 21-26). Este modo de organizar los bienes ha de estar gestionados según los criterios ordenados de forma que la comida sea suficiente y abundante para todos.

 

Los cinco gestos de Jesús.

Y cuando los bienes regalados por Dios son gestionados por los criterios del Evangelio surge el milagro.

«Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos».

El evangelista Lucas recoge los cinco gestos de Jesús los cuales contienen la nueva propuesta de gestión de los bienes de este mundo. Estos gestos nos enseñan a realizar un milagro: que los bienes que Dios nos ha regalado no sean sólo suficientes, sino que incluso abundantes. Este milagro no lo realiza Dios, nos lo enseña para que lo realicemos nosotros mismos.

 

Los cinco gestos de Jesús.

1.- Jesús toma los 5 panes y los 2 peces

El primero de los cinco gestos es que Jesús tomó los cinco panes y los dos peces. Cinco más dos son siete. El número siete indica la totalidad de los bienes que Dios nos concede a toda la humanidad representada con el número de las cinco mil personas. Todo lo que tenemos es gestionado, no por la lógica del mundo del mercado, de la avaricia o del egoísmo, sino por la lógica de Dios.

 

Los cinco gestos de Jesús.

2.- Jesús alza la mirada al cielo

Es la invitación a reconocer de dónde vienen todos los bienes que tenemos a nuestra disposición. No son nuestros, son de Dios y nosotros sólo somos administradores. La mirada alzada de Jesús significa reconocer que todo es de Dios (cfr. 1 Jn 4, 4-6; 1 Cor 3, 21b-23).

El sentirse propietario o dueño es una mentira. El guardar los bienes para sí y acumularlos y agarrarlos es robo (cfr. 1 Re 21 [la viña de Nabot]; cfr. Jos 7, 1-26 [El pecado de Acán y la derrota en Hai]; cfr. Hch 5, 1-11 [relato de Ananías y Safira]). Jesús eleva los ojos al cielo para que nosotros también alcemos los ojos al cielo y así podamos lograr este milagro para que no solo se tenga lo suficiente, sino en abundancia.

Si eliminamos nuestra mirada al cielo y si reconocemos que nosotros somos los dueños y señores de todo ¿quién me puede impedir seguir la lógica del mundo viejo que se sustenta en el poder del más fuerte y del enriquecimiento del más rico?

 

Los cinco gestos de Jesús.

3.- Jesús pronunció la bendición

Bendecir, εὐλογέω, (euloguéo) significa reconocer de dónde viene la vida. De esta mirada al cielo se obtiene la bendición. Todo lo que viene de Dios es para la vida, genera vida (cfr. Sal 36, 9-10; Is 42, 5; Gn 2, 7).  Entonces esta bendición significa el rechazo del uso de las cosas de este mundo según los criterios mundanos; significa aliarse con Dios porque de Dios sólo viene la vida. Y todos los bienes de este mundo no pueden ser empleados sino es para potenciar, cuidar y proteger a la vida. No pueden ser usados ni para las armas, ni para la violencia, ni para la destrucción.

 

Los cinco gestos de Jesús.

4.- Jesús los partió

Jesús los fue rompiendo, quebrando, dividiendo. El término griego es κατακλάω (katakláo). Romper es sólo para compartirlos y entregarlos a los discípulos porque ellos están llamados a construir este mundo donde se sigue la lógica del amor. Y el resultado es que todos comieron a la vez hasta que quedaron satisfechos.

Y sobraron doce cestas, es decir, la comida es sobreabundante. Si este prodigio no se produjera sería como consecuencia de no tener fe en la propuesta que Jesús nos hace. Con la lógica vieja no se puede resolver los problemas reales de las personas.

Los cinco gestos de Jesús.

5.- Recogieron lo sobrante

Sobreabundancia y no desperdicio. Los bienes de Dios no pueden ser desperdiciados porque no es nuestro, es de Dios. Se desprecia agua, electricidad, energía, alimentos, recursos que podrían usarse para cosas mucho más importantes y urgentes.

 

La Eucaristía

¿Qué tiene que ver todo esto con la Eucaristía? En la última Cena el mismo Jesús sabe que ha llegado al término de su vida y quiere dejar a sus discípulos el signo de su historia, de su persona. Toma el pan y les dice: ‘esto es mi cuerpo. Esto soy yo’. Toda la vida de Jesús ha sido hacerse pan. Jesús no guardó para sí ni un solo instante, no se reservó absolutamente nada; todo lo donó por la vida de los hombres. Luego dice a sus discípulos ‘tomad y comed todos de él’; es decir, es tanto como decir, ‘tómame, come y asimílame, asimila mi historia de entrega amorosa’.

Jesús invitándonos a comer ese pan, Jesús nos dice: ‘si asimilas mi propia historia de amor, este mundo nuevo será construido’. Quien se acerca a la Eucaristía de un modo auténtico y asimila la vida y el espíritu de Jesús de Nazaret se convierte en un constructor de este mundo en el que la vida de los hombres es una vida de hermanos, hijos del único Padre que responde con amor a las necesidades de la vida de los hermanos.

 

El milagro nos lo enseña para que

lo realicemos nosotros mismos con Él.

El milagro se produce cada vez que, en medio de este desierto nos adentramos en ese éxodo; un éxodo de donde salimos de ese mundo antiguo con sus esquemas y planteamientos para adentrarnos en los criterios gestionados por el Señor. Este milagro no lo realiza Dios, nos lo enseña para que lo realicemos nosotros mismos.