Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Lc 10, 1-12.17-20
encontraron mucha oposición.
Para entender el significado de este envío de setenta y dos discípulos por
parte de Jesús debemos recordar que no fueron los primeros en ser enviados en
misión. Lucas ya había narrado otro envío (cfr. Lc 9, 1-10), el de los Doce Apóstoles,
a quienes Jesús había mandado a anunciar a todos que el Reino de Dios había
llegado. Sin embargo, en este primer envío no queda recogido que vinieran
alegres o exultantes; sino que se deja entrever la decepción y la tristeza de
los apóstoles ya que el mismo Jesús los toma consigo y se retiran a un lugar
más solitario como necesidad para que ellos desahoguen sus decepciones y puedan
limpiarse las lágrimas. Y es ahora cuando Jesús envía a otros setenta y dos.
Números como símbolos.
En la Sagrada Escritura, los números suelen usarse de forma simbólica. El
número doce lo conocemos bien ya que representa al Pueblo de Israel; ya que
está compuesto por doce tribus. Al enviar a los Doce, Jesús quería decir que el
Evangelio estaba destinado primero a Israel, el pueblo elegido por Dios para
recibir la bendición de Abraham, que luego se extendería a todas las naciones.
¿De repente aparecen setenta y dos?
Porque el Mensaje de Jesús debía de llegar a todos los rincones de la
creación, por eso Jesús envía a setenta y dos más. ¿Quiénes son estos setenta y
dos que aparecen de repente y de quienes luego el Evangelio de Lucas ya no
vuelve a hablar? De hecho, Lucas es el único que los menciona. ¿De dónde vienen
y adónde van a parar? ¿Por qué no se les vuelve a mencionar?
Añadamos otra pregunta: ¿Y cómo hizo Jesús para seguir a 36 parejas a
quienes les encargó la tarea de precederlo a los «lugares adonde pensaba ir
él»? Y resulta que el número 72 tiene un significado simbólico, como suele ocurrir
normalmente en la Biblia.
Libro del Génesis
¿Lucas está haciendo algún pinito como periodista y nos está contando una
noticia un hecho acontecido (como si fuera parte de un noticiario) o quiere
darnos una catequesis sobre el significado de este envío de los setenta y dos?
El número indica a todos los pueblos de la tierra. Para entender
esto nos tenemos que remitir al libro del Génesis, concretamente al capítulo
diez.
En el capítulo diez del libro del Génesis se dice que Noé tuvo tres hijos
llamados Sem, Cam y Jafet. De estos tres hijos nacieron setenta, e incluso se
enumeran todos sus nombres. Estos son los fundadores de donde surgieron todos
los setenta pueblos de la tierra. Se conocían setenta pueblos y, por supuesto,
se decía que descendían de los hijos de Noé.
No estamos ante una página de historia. Es un relato con el género
literario mítico con el cual el autor sagrado quiere presentar las relaciones
familiares de los pueblos que conoció, y luego los dividió en tres familias
porque notó que estos tres grupos hablaban idiomas similares, tenían más o
menos las mismas tradiciones, la misma cultura. Estas personas se parecían
entre sí como si fueran descendientes de un solo antepasado. Los descendientes
de Cam son los pueblos del sur de África. Los europeos somos los hijos de Jafet;
y los de la zona de Asia son los descendientes de Set.
¿Cómo es que de setenta pasaron a setenta y dos? Porque más tarde, cuando
la Biblia fue traducida al griego, los traductores añadieron dos más. Esta es
la razón por la que tanto el setenta como el setenta y dos indican la totalidad
de todas las naciones de la tierra, la totalidad de la humanidad.
Lucas pretende decirnos que el Evangelio, que fue entregado primero a
Israel, luego debe ser anunciado a todo el mundo. Este es el primer mensaje.
El Segundo mensaje dado por Lucas.
El segundo mensaje que recibimos es que estos setenta y dos no pertenecen
al grupo de los Doce, que se podría entender que son la jerarquía de la
Iglesia. Setenta y dos son simples discípulos. Hoy los
llamaríamos laicos.
El segundo mensaje que Lucas nos quiere transmitir es que la tarea de
llevar el Evangelio al mundo no está reservada a los obispos, a los sacerdotes,
diáconos, monjes ni monjas ni religiosos ni religiosas. Jesús quiere que
cada discípulo se sienta involucrado en esta misión. Una persona bautizada
no es un verdadero discípulo hasta que también se convierte en apóstol.
El Tercer mensaje dado por Lucas.
El tercer mensaje lo obtenemos del hecho de que son enviados de
dos en dos. Dos es el número mínimo para formar una comunidad. Hermoso lo
que dice Jesús: «Donde dos de mis discípulos están reunidos en mi nombre, yo
estoy entre ellos» (cfr. Mt 18, 20).
El cristiano debe tener siempre
presente que es un miembro vivo de una comunidad, en todo momento debe sentirse
responsable de la imagen que da de esta comunidad con sus propias palabras y
con sus propias acciones. Cuando anuncia el Evangelio no lo hace en nombre
propio, sino como expresión de la comunidad cristiana a la que pertenece.
Y, de hecho, en los Hechos de los Apóstoles, cuando se habla de la primera
evangelización, se advierte que los discípulos van de dos en dos (cfr. Hch 3,
1; Hch 13, 2). Está Pedro con Juan, Bernabé con Pablo, Pablo con Silvano, y
estos dos también se sienten como si representaran a la comunidad cristiana que
los envió. De dos en dos por:
Apoyo mutuo: Para que tuvieran compañía, ánimo y se apoyaran mutuamente en
las dificultades.
Testimonio legal: En la tradición judía, el testimonio de dos personas era
considerado válido.
Seguridad: Ofrecía mayor seguridad en un entorno a veces hostil.
Complementariedad: Las fortalezas de uno podían compensar las debilidades
del otro.
En el texto original griego dice que Jesús los envió "delante de su
rostro" (πρὸ προσώπου αὐτοῦ).
¿Qué significa que los envió ‘delante de su rostro’? Deben
preparar a la gente para acoger el rostro de Jesús. A una persona se la reconoce
por su rostro, y en el rostro de Jesús brilla la belleza del rostro del Padre,
el hermoso rostro de Dios que es amor.
Entonces, si queremos preparar a otros para contemplar con alegría esta
belleza de Dios, primero debemos ser conscientes de ella, debemos quedar
encantados con esta belleza. Si aún tenemos presente el rostro del Dios severo
que castiga, ¿qué vamos a anunciar? Ciertamente no animaremos a quienes nos
escuchan a acoger el rostro de Jesús que reproduce el rostro del Padre en el
cielo. Solo si hemos contemplado en el rostro de Jesús la belleza de Dios,
hablaremos de ello con entusiasmo para que todos reciban a Jesús.
Disposición interna de estos enviados.
La alegría de quienes van a cosechar
«La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la
mies que envíe obreros a su mies. Mirad, yo os envío como corderos en medio de
lobos».
Para hacer comprender a los setenta y dos, es decir, a nosotros hoy, la
misión a la que estamos llamados, Jesús utiliza la imagen de la cosecha. No de
la siembra, sino de la alegría de quienes van a cosechar. «La mies es
abundante». Jesús nos invita a contemplar el campo, que son los setenta y
dos pueblos, es decir, toda la humanidad, y a captar en esta humanidad las
señales claras de que está madura para acoger el Evangelio.
Hoy escuchamos repetido con frecuencia: Es inútil anunciar el Evangelio.
Nadie nos escucha. A la gente le interesa otra cosa. Ciertamente que ya no está
interesada en cierta catequesis, en una determinada presentación de la imagen
de Dios, en una determinada práctica religiosa, en una cierta espiritualidad
del pasado, pero está dispuesta a acoger el mensaje auténtico del Maestro, porque
el hombre está programado para acoger el Evangelio. Así que no es momento
de desesperarse ni de arrepentirse.
Este es el momento adecuado para la renovación y el crecimiento. Es hora de
pasar de una fe frágil y sin bases sólidas a una fe madura fundada en la
palabra de Dios, leída, entendida y luego traducida en vida.
¿Por qué debemos rezar al dueño de la mies?
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos, por lo que
debemos orar al Señor de la mies para que envíe obreros». ¿Por qué debemos rezarle? La oración no tiene
como objetivo convencer a Dios para que envíe trabajadores al campo. Su
objetivo es sensibilizar a cada persona bautizada que está llamada a ser
apóstol. Y esta conciencia solo es posible en la oración.
Orar significa ponerse en sintonía con pensamientos, sentimientos y
expectativas del Señor. Significa evaluar junto con él las decisiones que
estamos llamados a tomar.
No se trata de enviar, sino de expulsar.
El verbo griego utilizado nos da una clave; el verbo es ἐκβάλλω (ekbálo)
que ‘no significa enviar’, sino ‘expulsar’. Hay cristianos que están
encerrados, que deben ser expulsados de una vida espiritual cansada y
resignada. Cristianos que están llamados a dar un impulso a sus vidas y solo la
oración puede hacerles conscientes de lo que están llamados a hacer.
Como corderos en medio de lobos.
«Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». El lobo es el
símbolo de la violencia, de la arrogancia, el símbolo de los que siguen la
lógica del viejo mundo, que es la competencia.
En todos los campos que presenciamos, incluso hoy en día, hay una lucha por
dominar, por imponerse, por llegar a la cima, por ser más grande, más honrado.
En este mundo de competencia el más fuerte prevalece. Tenemos que tener en
cuenta que nos encontraremos con esta realidad; estamos en un mundo de lobos. Todos
buscan su propio interés; nadie piensa en los demás; viven como auténticos
impíos, etc.
Sin embargo, también hay muchas cosas buenas que debemos ver. Pero si el
mundo ya fuera perfecto, no nos habrían enviado a cambiarlo, a transformarlo
con la palabra del Evangelio. Debemos convertir a los lobos en corderos.
El mundo que los discípulos de Cristo están llamados a construir es un mundo de
corderos, y el cordero indica mansedumbre, debilidad, fragilidad. El cordero
no toma la vida, la da.
Cuidado que el cordero se convierta en lobo.
Debemos cuidarnos porque debemos presentarnos como corderos. Debemos
tener cuidado de que no vuelvan a surgir los sentimientos y comportamientos de
los lobos: ira, codicia, resentimiento, la voluntad de prevalecer. El Papa
Gregorio Magno dijo que Jesús nos envió de dos en dos porque tenemos que
demostrar que somos corderos con nuestro comportamiento; que no combatimos, que
no nos destrozamos unos a otros como lobos.
Si estamos en la comunidad cristiana y nos ofendemos, nos hacemos bromas
pesadas, chismorreamos, murmuraciones, ¿qué vamos a decirles a los demás si nos
comportamos como lobos unos con otros?
Jesús aclara cómo deberán presentarse estos enviados, asumiendo los mismos
comportamientos que ya recomendó cuando envió a los doce.
«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por
el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si
allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a
vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque
el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa».
Instrucciones para el viaje
la bolsa
El discípulo que ha aceptado la propuesta de un hombre nuevo hecha por
Jesús se le distingue inmediatamente de los demás. ¿Por qué es diferente? En
primer lugar, porque no lleva bolsa. ¿Qué es esta bolsa que Jesús
prohíbe llevar al discípulo? En esa época la ropa no tenía bolsillos para
guardar el dinero, el dinero se guardaba en la bolsa. Esta es la razón por la
que Jesús dice que el discípulo no puede llevarla, no la necesita porque no
puede tener dinero consigo acumulado. Si ha acumulado bienes, significa que
se ha comportado como un lobo con los otros. No es un cordero, no pertenece
al nuevo mundo donde los bienes se reparten entre los hermanos. Si tiene la
bolsa es como los demás ¿qué nuevo mundo puede ir a anunciar?
Instrucciones para el viaje
la alforja
El discípulo no puede tener la alforja porque es inútil. Debe
saciarse con el pan de cada día. No necesita una bolsa para guardar el pan ni
la comida para el día siguiente. Si le sobra el pan y lo guarda, priva a otro
hermano que, por falta de pan no pueda comer ese día.
El discípulo sabe que no es el maestro, sino un peregrino, huésped en este
mundo por el cual no puede acaparar el alimento que Dios ha puesto a
disposición de todos sus hijos. Quien tiene alforja es porque tiene guardado un
pan sobrante que debería de haber compartido con el hermano necesitado.
Jesús, a estas personas que acumulan para sí, los llama ἄφρων (áfron); es
decir ‘estúpidos’, ‘ignorante’, ‘imprudente’ (cfr. Lc 12, 20), porque no tienen
en cuenta que en la aduana de la muerte le confiscarán la alforja. Por allí,
por esa aduana pasa únicamente el pan que se dona a los que pasan hambre, solo
amor, no bienes acumulados.
Instrucciones para el viaje
las sandalias
Jesús no está diciendo que sus discípulos debían ir descalzos. Los esclavos
iban descalzos y nosotros somos hijos. El verbo que aquí se emplea en griego es
βαστάζω (bastázo), el cual no significa llevarlo puesto, sino ‘llevar
una carga’. Jesús prohíbe tener un par de sandalias de repuesto.
El mensaje de Jesús es que quien anuncia el Evangelio debe encarnarlo
también en su propia vida. A los ojos del mundo debe presentarse como
discípulo de aquel que no tenía piedra sobre la cual reposar la cabeza, no como
empleado de un gran Señor rico y poderoso.
La Iglesia está llamada a verificar siempre si su vida está en armonía con
el Evangelio que anuncia.
Instrucciones para el viaje
No saludar a nadie por el camino
Jesús dice que ‘no nos detengamos a saludar a nadie en el camino’. No
significa no decir ‘buenos días’ y que seamos mal educados. Jesús quiere
subrayar la urgencia con que los discípulos deben llevar a cabo su misión.
No deben perder el tiempo en charlas inútiles, jugando con teléfonos
inteligentes, con la tablet, todo el día con el WhatsApp o los chats, diría hoy.
¡Cuánto tiempo se pierde!
Instrucciones para el viaje
El modo de presentarnos.
Entonces dice cómo presentarse, cuál es el mensaje a anunciar al entrar a
una casa. Lo primero es decir «paz a esta casa». Aquí está el mensaje
con el que se presenta el discípulo: "He venido a traerte paz."
El que vive como un lobo en el viejo mundo, el que no lleva una vida de
compromisos, puede ser feliz, pero no puede estar en paz: Comete injusticias,
acumula riqueza. Para acumular riquezas hay que llegar a un acuerdo con el
diablo y escuchar sus consejos. El demonio te dice que no seas demasiado
escrupuloso, pero te está engañando, ya que lo que desea es que explotes a los
más débiles. Quienes viven asesorados por el diablo no tienen paz. El discípulo
de Jesús los invita a salir de esa situación, los invita a entrar al nuevo
mundo traído por Jesús, porque solo allí encontrarán la paz.
El apóstol debe tener en cuenta que no todos acogerán la paz que ofrece; habrá
quienes prefieran quedarse en el viejo mundo. Esta elección habrá que
respetarla. Pero también habrá quienes acojan el regalo de paz, y para mostrar
su gratitud también podría invitar al apóstol a permanecer en su casa. Ante
esto uno ha de aceptar la invitación, pero hazlo sin exigencias, alegrándote
con la acogida y el alimento que te ofrezcan. Se acepta los hábitos y
costumbres de su anfitrión.
Instrucciones para el viaje
No andéis cambiando de casa en casa.
La tentación será encontrar un lugar donde quedarse cada vez más cómodo.
Quédate en la primera casa, quizás un alojamiento improvisado, de lo contrario el
mensaje pierde credibilidad si existe incluso la apariencia de un interés
personal en la predicación.
Instrucciones para el viaje
Puedes ser recibido y ser rechazado.
Puedes ser bien recibido, pero también puedes ser rechazado e incluso
perseguido de mala manera. ¿Cómo deben comportarse los discípulos cuando esto
sucede?
Si reciben al portador del mensaje uno cura a los enfermos que están allí y
se les anuncia que el reino de Dios está cerca de ellos.
Pero si el mensajero es rechazado por anunciar a Jesús y no se le recibe
nos dice el evangelista que «saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a
los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el
reino de Dios ha llegado”».
Jesús mostró al discípulo el saludo que debe decir cuando entra en una
casa. Debe decir: "He venido a traerte paz". Se refería a la
proclamación del Evangelio hecha a nivel personal o familiar. Pero el Evangelio
no solo debe entrar en el corazón de los individuos, debe cambiar toda la
sociedad, debe provocar una transformación profunda de las relaciones
interpersonales, estructuras sociopolíticas y económicas del mundo. Esta
es la razón por la que Jesús dice que el Evangelio debe ser anunciado no solo
en los hogares, sino en las plazas de la ciudad. A todos nos gustaría ver
un mundo de paz, de justicia, de amor, de reconciliación.
El discípulo hace su propuesta, propone, no impone la elección evangélica,
deja libres tanto a los individuos como a la sociedad.
Jesús dice: «Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a
los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros». Sacudid las sandalias en medio
de las plazas de esos lugares.
No es un gesto de desprecio de quien no acepta el Evangelio. De hecho, dice Jesús que el predicador debe concluir su discurso
diciendo: «De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado».
Aunque rechacéis el don que se os ofrece, el reino de Dios continúa
presente en medio de vosotros. En todo momento vosotros podéis hacer vuestra
elección de acogerlo y, por lo tanto, de recibir el don de la paz.
El gesto de sacudirse el polvo de las sandalias.
Este era el gesto que cumplían los israelitas cuando salían de una tierra
pagana y entraban en la Tierra Santa. Era el signo con que intentaban dejar
fuera de la tierra de Israel cualquier referencia al paganismo.
Recomendando este gesto simbólico, Jesús intenta poner en guardia del
peligro de seguir a Jesús pero con un razonar pagano; adaptando o descafeinando
la radicalidad de las bienaventuranzas; ablandando y adaptando las exigencias
del seguimiento de Jesús. No hace mucho me contaron que un colegio de monjas
fue a visitar un museo de arte sacro. El guía del museo quiso detenerse ante la
imagen de la Virgen María para analizar la obra, contextualizarla dentro del
contexto del retablo. El guía del museo, un hombre cristiano, dijo que
representaba a nuestra Madre, la Virgen Santa María. La responsable de pastoral
del grupo de alumnos del colegio de las monjas le interpeló delante de todos
diciendo que ‘simplemente era María’, alegando que podía herir las
sensibilidades de los alumnos de secundaria. A lo que el guía retomó su tarea
diciendo; ‘como estaba explicando, esta imagen de nuestra Madre, la Virgen
Santa María, es del siglo…’.
Cuando ’adaptamos el Evangelio’ con ese ‘buenismo pastoral’ es una
manifestación patente de que permanece pegado en el corazón de ese discípulo un
poco de polvo o una montaña; ese modo de razonar pagano que lejos de encantar
por la sabiduría es pura necedad. El diálogo nunca es una renuncia a la
propia identidad de creyente. Y esta distancia debe ser nítida, patente. En
las plazas públicas, en las escuelas católicas, en las parroquias no deben ser
escondidas ni dulcificadas ni modificadas las exigencias evangélicas. No se
puede negociar con Satanás.
Todos los que anuncian la Palabra de Dios
‘son ángeles’ enviados por Dios
Y luego Jesús concluye con la que parece una amenaza: «Os digo que aquel
día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
No es una amenaza de castigos, es una llamada a la responsabilidad que
asume quien rechaza el Evangelio. Los habitantes de Sodoma perecieron
porque no acogieron a los ángeles que habían venido a salvar a la familia de
Lot, sino que prefirieron, antes de convertirse, vivir con su extrema maldad y
depravación (cfr. Gn 19). La falta de acogida a los ángeles no fue la única
causa de su perdición, sino un síntoma y una manifestación de la profunda
maldad y depravación que ya existía en la ciudad y por la cual Dios había
decidido destruirla. El rechazo a los ángeles y el intento de vejarles fue la
gota que colmó el vaso, demostrando la imposibilidad de arrepentimiento.
Todos aquellos que anuncian la palabra de Dios ‘son ángeles’ enviados por
el Señor. Deben ser reconocidos y acogidos si no queremos que nuestra vida sea
destruida como ha ocurrido a Sodoma.
Los resultados obtenidos por los setenta y dos.
«Los setenta y dos volvieron con
alegría diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos
someten en tu nombre». Él les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo
como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y
todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis
alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros
nombres están inscritos en el cielo».
A menudos se habla o sentimos las
consecuencias de los llamados poderes fuertes que rigen el mundo: las finanzas
que pueden reducir a la hambruna pueblos enteros, los lobbies (grupos de
presión y de influencia) de los fabricantes de armas, las intrigas políticas, y
llegamos siempre a la misma conclusión: "Es inútil contrastarlos, no hay
nada que hacer, son demasiado fuertes, nos resignamos." He aquí, sin
embargo, la sorpresa que encontramos en el Evangelio de hoy. Los setenta y dos
que han sido enviados a anunciar el Evangelio vuelven de su misión felices,
radiantes, porque se han dado cuenta de que el Evangelio es más fuerte que
todas las potencias del mal.
Dicen a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Los demonios de los que están hablando estos discípulos no son los diablillos
con cuernos y con el tridente en la mano. Son las fuerzas del mal (todo aquello
que oprime, destruye, esclaviza y aleja a la humanidad de Dios), las cuales
cuando se encuentran ante personas que acogen en su ser el Evangelio, son
constreñidas a retroceder porque pierden su poder sobre aquellos que se alinean
con los valores y la fuerza liberadora del Evangelio. La presencia de Jesús en
el creyente actúa como una barrera y una fuente de liberación frente a estas
influencias destructivas. No es solo una cuestión de exorcismo literal, sino de
una transformación profunda que desarma el poder del mal en la vida personal y
comunitaria.
Donde llega el Evangelio
las cosas no permanecen como antes.
La experiencia de los setenta y dos discípulos ha sido contada por Lucas
para infundir esperanza en aquellos que titubean y se preguntan si vale la pena
comprometerse a construir el reino de Dios y se preguntan: "¿Pero no
será un hermoso sueño el de Jesús?" Dicen: "No cambiará nunca
nada." No es verdad. Donde llega el Evangelio, las cosas no
permanecen como antes.
Jesús ha asegurado, de hecho, que las puertas de los infiernos no
prevalecerán. ¿Qué son estas puertas? Son las barreras que el mal erige para
proteger su propio reino. "No resistirán", dice Jesús,
"cuando llega el Evangelio, las derriba, estas puertas." (cfr. Mt 16,
18; Jn 12, 31-32; Mc 3, 27; Lc 11, 21-22).
¿Caer Satanás como un rayo?
Jesús responde a estos discípulos: «Estaba viendo a Satanás caer del
cielo como un rayo». ¿Qué son estas imágenes de Satanás y del cielo, del
rayo? Los paganos colocaban en lo alto en el cielo sus divinidades: el dios sol
Amón de los egipcios, el dios Sin, el dios Luna, la diosa, la estrella de la
mañana. No eran dioses, eran criaturas que los hombres adoraban y colocaban en
la morada de Dios.
El cielo no es la morada de los ídolos, sino la morada del único Dios. Los
ídolos deben ser colocados en su lugar, en la tierra. Son criaturas. Los
idólatras de hoy en el cielo no colocan el sol, la luna, las estrellas; no,
colocan el dinero, la ciencia, la técnica, la inteligencia artificial, que son
cosas buenas mientras no se conviertan en ídolos y sean adorados. Cuando esto
sucede, se vuelven contra el hombre, piden el sacrificio del hombre, piden
sacrificios humanos. Si adoras el dinero, este te pide sacrificar al hombre, te
ordena también hacer cosas de las que luego terminas por avergonzarte.
He aquí lo que provoca el anuncio del Evangelio: hace caer del cielo
como un rayo todos los ídolos, los trae de vuelta a la tierra, muestra que son
criaturas, no son dioses. Diciendo que Satanás ha caído del cielo Jesús
quiere anunciar la victoria imparable del bien. Sus palabras han sido
referidas por Lucas para alimentar la esperanza en los discípulos tentados de
desanimarse.
Pisotear serpientes y escorpiones…
Luego Jesús continúa diciendo que «mirad: os he dado el poder de
pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño
alguno». Jesús está empleando imágenes bíblicas. Satanás es la serpiente y el
escorpión es el símbolo del mal. Jesús no dice que sus discípulos tendrán vida
fácil ya que se toparán con bestias peligrosas. Parafraseando a Jesús sería: "Podréis
caminar en medio de los animales peligrosos, pero no seréis su presa”. No es
una vida fácil la que promete, pero es una vida de lucha contra el mal, lucha,
sin embargo, de la cual asegura que saldréis victoriosos."
Son unas palabras de Jesús que tanto necesitamos oír y repetir hoy porque la
época que nos ha tocado vivir estamos rodeados de bestias peligrosas, pero
también donde se nos ofrece la ayuda divina para cultivar grandes esperanzas y
un futuro posible de vida y amor.