domingo, 11 de junio de 2017

Homilía de San Antonio de Padua 2017

SAN ANTONIO DE PADUA 2017
Villamartín de Campos, 13 de junio 2017

Decir San Antonio de Padua es abrir el baúl de los recuerdos. Agradezco a vuestro Cura Párroco, a la Cofradía que lleva a tan ilustre santo en su nombre y aquel que le corresponde organizar la fiesta este año el poder compartir esta fiesta y esta Eucaristía.
            Gran parte de mis raíces están en este pueblo y en mi vocación como presbítero muchos de ustedes han colaborado. El Señor va escribiendo la historia de cada uno de nosotros colocándonos en el camino a personas que nos ayudan a descubrir su amor misericordioso. Muchas veces el trabajo silencioso de muchos hombres y mujeres de este pueblo que se han puesto bajo la protección de nuestro divino San Antonio han sido lecciones magníficas de fe manifestada y de vida entregada generosamente.
Teniendo a tan grande protector uno se siente seguro. Y además, la influencia de San Antonio de Padua en este pueblo de Villamartín de Campos es más que evidente. Todos los presentes, desde nuestra más tierna infancia, hemos experimentado cómo San Antonio era un más y a la vez una ayuda magnífica; el cual ha presenciado tanto los momentos festivos como los de las amargas lágrimas. San Antonio nos ha ido llevando, poco a poco, por el camino de la fe, ya que gracias a su cercanía entrañable hemos sentido cómo su presencia nos anuncia que la Gloria existe, aunque en esta tierra se nos oculte. Muchos son los dones, regalos y beneficios que de él hemos recibido y muchas las lágrimas que nos ha enjugado cuando el dolor ha llamado a nuestra puerta.
Muchas veces la secularización y los valores mundanos nos pueden – «acordándonos sólo de Santa Bárbara cuando truena»-  y nos olvidamos de escuchar la Palabra de Dios, a lo San Antonio nos ofrece una importante lección con el siguiente milagro que nos relatan de él:
«En una ocasión, cuando un grupo de personas impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar:
    -    ¡Oigan la palabra de Dios, ustedes los peces del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar...!
Mientras hablaba y enumeraba los dones concedidos por Dios, los peces empezaron a unirse y a acercarse a él, elevando sobre la superficie del agua la parte superior de sus cuerpos.
            Este milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que las personas que estaban en su contra tuvieron que ceder.....».

            Muchas veces he escuchado la plegaria “¡San Antonio, bendito, ayúdanos!” cuando la adversidad o la enfermedad se hacían presentes. Y también soy testigo de cómo cumplían las promesas que hacían los fieles de Villamartín de Campos a nuestro querido San Antonio. De tal manera que es imposible llegar a entender este pueblo sin este santo. San Antonio forma parte de este pueblo porque está entroncado en las mismas raíces de todas y cada una de las familias. Algunas serán más o menos creyentes, pero a nuestro San Antonio ‘nadie le toca’, porque el cariño que le profesamos va más allá de cualquier tipo de ideología que nos pueda separar. Él es un nexo de unión, es un potente imán que nos aúna a todos.  
            Su divina imagen está presente en todos los hogares de este pueblo porque no se puede prescindir de alguien que nos ha ayudado a afrontar tantas situaciones delicadas y nos ha protegido del peligro que nos acechaba. Tener a San Antonio delante no hace que únicamente salgan nuestros sentimientos a flote, sino que también proclamamos abiertamente nuestra fe en un Dios que tanto nos quiere y conoce que nos ha puesto a este santo para que acudamos con confianza a él. Sin lugar a dudas muchas de las almas de este pueblo han sido salvadas gracias a la intercesión de San Antonio.
            De algunos de los presentes y de los que ya partieron hacia la casa del Padre, y oído cosas como: “Esto lo voy a comprar para estrenarlo en San Antonio, -o antes se decía- o voy a encalar la fachada de la casa para San Antonio o voy a matar estos conejos o gallinas para San Antonio”. De tal modo que este santo marca la vida del vida del pueblo. Ejerce una influencia de santidad entre los habitantes de Villamartín de Campos, porque no solamente nos recuerda nuestras raíces cristianas, sino que también ha marcado la fe de tantos seres queridos que nos han ido inculcando el amor en las cosas del cielo.  Nos cuentan del santo que muchos grandes pecadores fueron tocados por la gracia de Dios gracias a los sermones de San Antonio y a él acudían para confesarse. Y siendo tantos y tan graves esos pecados, esos pecadores no podían ni pronunciarlos porque su dolor y arrepentimiento eran muy fuertes. En una ocasión San Antonio, ante la imposibilidad de que el penitente pudiera decir sus pecados porque era mucho el sufrimiento que tenía que le impedía hablar, nuestro santo le pidió que escribiera sus pecados en un papel y a medida que Fray Antonio los leía, los pecados se iban milagrosamente borrando. Y para manifestar al penitente que estaba perdonado, Fray Antonio le entregó un pañuelo limpio diciéndole: «Toma, hijo, llévatelo a casa. Está limpio. Así ha quedado tu alma y tu corazón a los ojos de Dios».
Nuestro santo siempre acogió a todos los pecadores con gran misericordia y comprensión para así administrarles el perdón generoso de Dios. ¡Cuánto bien ha hecho en este pueblo conocer la vida de este gran santo y cuántas almas habrán sido conducidas por él ante Dios!
San Antonio de Padua es un amigo excelente de Jesucristo. Confidente de nuestras cosas ante Él. Con un amor tierno y frecuente con la Santísima Virgen María, bajo la advocación del Carmen, que siempre intercede por todos aquellos que han partido de este tierra para ir a la eterna.
            Y este pueblo honra a nuestro querido santo asumiendo y disfrutando de las propias tradiciones heredadas de nuestros antepasados y que nos distinguen como pueblo y se resaltan nuestras propias señas de identidad, danzando por las calles y procesionando su divina imagen ya que siempre deseamos seguir contando con su valiosa protección. Y para que las buenas costumbres perduren y se trasmitan de padres a hijos y la devoción a San Antonio se incremente la cofradía que lleva su nombre trabaja para que en este pueblo, a ninguno de los presentes, se nos olvide todos y cada uno de los beneficios que hemos recibido de este gran santo y protector.
¡Viva San Antonio de Padua!


13 de junio de 2017

Homilía del Domingo de la Santísima Trinidad,ciclo a

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD 2017, ciclo a
            Nosotros ¿de qué nos alimentamos? ¿Vivimos de la Palabra que sale de la boca de Dios? Lo digo porque a veces uno tiene sus dudas. Mucho decía el pueblo de Israel que Yahvé era su único Dios y apenas tardó Moisés de bajar del monte Sinaí de hablar con Dios, bien la armaron y muy gorda apostatando al hacer ese becerro de oro. Mucho decimos que amamos a nuestros hermanos pero cuando les hacemos algunos favores nos olvidamos de eso que nos dice la Palabra de que «a nadie debáis nada más que amor» (Rom 3, 18).  Y esto ¿por qué será? Porque no vivimos de la Palabra que sale de la boca de Dios, sino de otros afectos que pueden ser nuestros ídolos ocultos. ¿Por qué algunos cargos de responsabilidad en la Iglesia y de la política o del sindicalismo sostienen afirmaciones o toman posiciones determinadas que rozan el sin sentido? Porque ellos, a lo mejor sin saberlo, valoran mucho más su cargo con su prestigio antes que tener a Dios con ellos.
            Y hoy la Palabra nos dice que estamos siendo muy poco sensatos. ¿Se han dado cuenta de cuáles son las expresiones que se repiten contantemente en las tres lecturas? Se las digo: «El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí –se quedó con Moisés», esto en la primera de las lecturas. En la segunda: «Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros» y dice también «esté siempre con todos vosotros». Y en el mismo evangelio también nos lo dice: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único» y cuando sigue diciendo «porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo». Es decir que la Palabra constantemente nos está manifestando que Dios hace de su parte para que nosotros le conozcamos. Nuestro Dios es un Dios que se nos manifiesta tal y como es. Y en el momento en que le conocemos todo cambia; cambia la religión, cambia la familia, cambia las relaciones humanas…, cambia todo. Además, hay un refrán castellano que manifiesta una gran verdad: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Ya puede ser un chico de muy buena familia y reputación que como se junte con una pandilla de borrachitos y de porreros,… pues el chico acaba como ellos. Si nosotros estamos con Dios empezaremos a entender la realidad con ‘notas de divinidad’.

            Además, cuando el Señor bajó en aquella nube y se quedó allí con Moisés, fue entonces cuando Moisés tuvo una fuerte experiencia de lo divino y como consecuencia de esto Moisés confesó su fe en Yahvé y la clamó en los cuatro puntos cardinales que esto de Dios no es un cuento de viejas, sino una realidad que existe, por eso dice la Palabra que «Moisés pronunció el nombre del Señor». Todos aquellos que dedican su vida a la oración ante el Sagrario van adquiriendo la misma experiencia que tuvo Moisés en el monte Sinaí para que de este modo, con esta vida entregada por amor, todos puedan escuchar la profesión de un Dios que es uno y trino y que todo lo que hace, lo hace porque te ama.

sábado, 3 de junio de 2017

Homilía de Pentecostés 2017, ciclo a

PENTECOSTÉS 2017
Si a la salida de una misa dominical preguntásemos que quién es el Espíritu Santo podríamos constatar la ignorancia y el desconocimiento que se tiene sobre Él. A lo más algunos podrían enumerar los siete dones o la iconografía usada para representarle. Pero si pusiéramos, al estilo del viejo oeste americano, el cartel clavado a un poste donde pusiera el famoso ‘SE BUSCA’ con la correspondiente recompensa, no tengo ni idea donde lo irían a buscar algunos. 
Si uno va dando un paseo tranquilo por la calle mayor o por el monte ¿acaso se da uno cuenta de cómo van trabajando los distintos órganos del cuerpo, cómo fluye la sangre por los capilares, venas y arterias? Cuando en nuestro organismo reina la armonía funcionando con absoluta normalidad, cada uno puede hacer lo que hace cotidianamente, y cada cual a sus quehaceres. Lo mismo nos pasa con el Espíritu Santo, su presencia puede pasar desapercibida, más su ausencia genera un caos sin precedentes. Es como si todos los órganos del cuerpo humano se colapsaran generando un fallo multiorgánico que nos arrastrase a la muerte: «Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento».
            Un matrimonio puede pensar que ellos están casados fruto de una opción de amor madura y responsable que sellaron ante el Altar. Y es verdad y muy cierto. Pero ¿quien les da la capacidad de poderse perdonar diariamente? ¿De dónde procede esos momentos agradables que viven en el marco de su hogar? ¿De dónde mana esa fuerza para poder afrontar las desgracias y disgustos? Y esa capacidad de discernimiento que tienen los esposos en virtud de su ‘gracia de estado’ para poder educar a sus hijos y amarse entre ellos ¿de donde sale? ¿O es que acaso el matrimonio y los hijos se llevan bien y reina el entendimiento amoroso fruto del esfuerzo humano y del ejercicio de voluntad? ¿Somos tan ingenuos de llegar a creer que los hogares y los matrimonios, las comunidades religiosas y la vida presbiteral fluyen con normalidad únicamente como fruto del ejercicio de la voluntad y del esfuerzo humano? No olvidemos que si el Espíritu Santo desapareciera de nuestra vida, saldría de cada uno de los presentes todo lo peor que llevamos dentro. Si un simple dolor de muelas nos puede generar una mala contestación a un hermano, ¡cuanto más si el Espíritu Santo es expulsado de nuestra vida!
            Dice San Pablo a los Corintios: «Nadie puede decir, Jesús es Señor, sino por el Espíritu Santo». Aceptar a Jesucristo como el Señor es tanto como asumir que nosotros no somos dueños y señores de nuestra vida, sino que Cristo es mi soberano absoluto. Y que yo me fío de su gobierno en mi vida. Que yo acepto que Él me gobierne porque Él es el Señor y yo su humilde servidor. Y mi grandeza recae en ser servidor de tan gran soberano y Señor. El nombre de ‘Jesús’ quiere decir en hebreo ‘Dios salva’. Cuando decimos que ‘Jesús es el Señor’ expresamos nuestro respeto y confianza en Él, ya que de Él esperamos nuestro socorro y curación. De tal modo que el señorío de Jesús sobre el mundo, sobre la historia y sobre mi vida, sobre tu vida, nos libra de estar sometidos a este mundo caduco y perverso. Su señorío en nuestra vida es nuestra garantía de ser salvados y no estar apresados por las redes del Demonio.
            De tal modo que cuando Cristo reina en la vida de cada uno y le dejamos gobernar con todos los poderes, es entonces cuando se cumple la Escritura: «Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».  Cuando Cristo es Todo en todos, y su soberanía nos gobierna a cada uno en particular por medio de su Espíritu Santo, seremos sus testigos porque así es como el mundo creerá.
            Hace unos días una amiga que se graduaba me comentaba consternada un hecho: Para organizar la fiesta de graduación habían alquilado un local apropiado para el evento. Todos los alumnos implicados, de varias carreras afines, habían aportado dinero para reservar el local acondicionado. Al final, como sobraba dinero se propuso donar el dinero sobrante para obras de caridad. La mayoría se opuso ya que prefirieron reembolsarse ese dinero, unos catorce euros por persona, para poder así pagarse ‘la barrilada’, y beber todo lo que quisieran en una ‘barra libre’ en el local que ellos eligiesen. Pocos dejaron ese dinero a esa obra de caridad. Como se pueden dar cuenta, cuando a Cristo se le expulsa de las vidas, el Demonio empieza a campar por sus anchas.
            Nosotros somos de Cristo y suplicamos al Espíritu Santo: «Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno».