viernes, 11 de junio de 2010

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS AÑO 2010

La palabra CORAZÓN despierta en nosotros, antes que nada, la idea del órgano vital que palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque quizás vagamente, que está íntimamente conectado no sólo con nuestra vida física, sino también con nuestra vida moral y emocional. Pensemos, por ejemplo, en expresiones como "abrir nuestro corazón", "entregar el corazón", etc.

Cuando nosotros hablamos del Sagrado Corazón de Jesús no nos estamos refiriendo a la anatomía de éste órgano muscular fundamental del aparato circulatorio; nos estamos refiriendo a la persona de Jesucristo, y en concreto nos referimos a ese manantial de amor inagotable que Jesucristo nos da a cada uno de nosotros. El Corazón de Cristo es, antes que nada, el emblema del amor, el lema, el estandarte o bandera que está bien izada en lo alto para que todos caigamos en la cuenta del amor que Jesucristo nos tiene a cada uno.

El Director de una Orquesta, al igual que los músicos profesionales especializados en un instrumento determinado han ido adquiriendo un oído muy fino; una especial sensibilidad hacia la música que, incluso, la sienten con tal pasión que cualquier equívoco que se produzca a la hora de interpretar la partitura musical les genera malestar, desagrado. Es como si en un lienzo limpísimo y espléndido alguien dejase caer un borrón de tinta negra. Pues bien, nosotros los cristianos, los que nos estamos esforzando en cultivar una especial amistad con Jesucristo, deseamos acoger el amor que Él mismo nos da. Acoger ese amor, de tal manera que, cualquier falta de respuesta por nuestra parte, a ese amor, nos debería de doler profundamente.

Y ahora doy un paso más, subo un peldaño más: todos vosotros sois seminaristas y estáis llamados, de un modo muy particular, a ir adquiriendo esa capacidad de recogimiento interior así como del deseo de estar con Aquel que sabemos que nos ama: es decir, alimentándonos de la oración personal ante el Sagrario. Todos los días, todos las horas, todos los minutos y segundos de nuestra existencia pertenecen al Señor, por lo tanto cualquier acto de oración que se haga tanto personalmente como en comunidad es un acto de amor y de reconocimiento al Señor Jesús. Todo el trabajo que realicemos debe de ser una ofrenda que agrade al Señor.

Sin embargo no hay cosa más amarga que el amor no correspondido. Y nosotros, muchas veces, no correspondemos al amor de Jesucristo. Damos más prioridad a estar todo el tiempo de recreo viendo la televisión o dando un paseo antes que estar con el Señor en la Capilla; entramos en la Capilla sin darnos cuenta que aquí está Él; en el estudio no le ofrecemos la tarea ni tampoco rendimos como se debería. Seminaristas, son muchos los actos de amor no correspondidos. Cada vez que Cristo nos ama y nosotros no correspondemos a su amor es como si le clavásemos una espina en su Sagrado Corazón. Y cada vez que veamos las espinas que hieren el Corazón de Cristo, caigamos en la cuenta que nuestro amor no correspondido se tiene que transformar en una oportunidad para amar. Así sea.

domingo, 6 de junio de 2010

Corpus Christi (homilía para Villamartín de Campos-Palencia)

HOMILÍA DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Las personas para poder creer en cosas divinas necesitamos emplear de imágenes, de símbolos. Por eso la iconografía cristiana es tan rica. Nuestras iglesias cuentan con retablos preciosos que nos narran, como si fuese un particular tebeo, los episodios más importantes de la Historia de la Salvación. Muchos de los Vía crucis de las iglesias de nuestros pueblos son auténticas obras de arte talladas en madera representando los momentos más importantes de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Estoy seguro que todos ustedes habrán visto muchas veces el signo DEL PEZ, pues bien, este signo es uno de los más antiguos pues las letras de esta palabra en griego, IJZUS, palabra griega, son las iniciales de las palabras JESÚS, CRISTO, HIJO DE DIOS, SALVADOR. Y escribiendo estas iniciales en griego dibujaban, los primeros cristianos, el símbolo del pez.

Pues bien, uno de los símbolos, que todos ustedes conocen, es el del PELÍCANO, sí esa ave capaz de alimentar a sus crías con su propia carne y sangre, si el alimento escaseaba. En muchos de los Sagrarios de nuestros pueblos están representados. El pelícano, con su fuerte y puntiagudo pico se abría el pecho y de esta manera las crías bebían su sangre. Con este símbolo del pelícano se intentaba representar el concepto de la EUCARISTÍA, y al mismísimo Jesucristo que nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre.

Hace poco me hice unos análisis de sangre y allí sale todo. Que si la hemoglobina la tienes alta o baja, que si tienes muchas o pocas plaquetas o glóbulos blancos, que si el colesterol está en el límite o poco le falta… allí sale todo. Y empieza el interrogatorio del médico: ¿Come usted muchas verduras?, ¿abusa de los fritos?, ¿bebe usted leche desnatada o entera?, ¿toma mucha bollería?, ¿y que tal anda en su alimentación respecto a la fruta?. El caso es que uno sale de la consulta del médico más mareado que mareado y pensando que lo que no es pecado o engorda o termina matando.

Si nos pudiéramos hacer un análisis, no de sangre, sino de cómo están siendo nuestras relaciones personales, o sea, de cómo andamos en eso del amor, en tal informe del análisis nos podrían preguntar cosas como estás: ¿abusa usted del consumo de la paciencia de los demás?, ¿toma dosis de humildad para pedir perdón y reconocer sus errores?, ¿toma muchas dosis de orgullo?, ¿cuando está usted en su tiempo libre suele consumir mucha telebasura?, ¿con qué frecuencia se alimenta de los sacramentos, y en particular del sacramento del perdón y de la Eucaristía?... estas preguntas entre otras. Y en esta particular analítica podríamos conocer si estamos dentro de los parámetros de normalidad en nuestra vida cristiana, en nuestra vida espiritual.

Santo Tomás de Aquino nos dice esta reflexión cargada de sabiduría refiriéndose a la Eucaristía: “No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales”. Como ustedes se pueden dar cuenta, un cristiano que no se alimente de la Eucaristía es una persona que tiene una vida espiritual tan débil que puede caer, de un momento a otro, en ‘estado de coma’, y esto tiene sus consecuencias negativas en las propias relaciones personales y sociales. Del mismo modo que el pelícano da de comer de su propia carne a sus crías, dejemos que Cristo nos alimente y nos fortalezca con su santísimo Cuerpo y Sangre. Así sea.