sábado, 9 de junio de 2018

Homilía del Domingo X del Tiempo Ordinario, ciclo b


HOMILÍA DEL DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b
            Hoy en la primera de las lecturas se nos habla del mayor de los dramas posibles: el pecado. Del mismo modo que el frío es la ausencia del calor, las injusticias, el hambre, los odios, las envidias, las guerras… es fruto de la ausencia de la gracia de Dios en nuestras vidas. Cuando se paseaba Dios por aquel jardín paradisiaco ya sabía de sobra lo que habían hecho esta pareja. Dios desea iniciar una conversación con ellos y por eso les busca. Dios desea escrutar el corazón de Adán y el de Eva. Y Dios después de escrutar esos corazones ¿qué es lo que encuentra?: la culpa la tiene el otro. Esa es la respuesta de Adán y la de Eva. La culpa la tiene el otro. Dice la Palabra: «El Señor le replicó: “¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?” Adán respondió: “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí». (PRIMERA LECTURA Génesis 3, 9-15).
            Si tuviera que contar las cantidades de veces que he escuchado, en el sacramento de la reconciliación, cosas como: mi esposa es insoportable, mi cuñada es una desagradecida, mi suegra me hace muchos desprecios, etc. Si los tuviera que contar estaría a estas alturas en unos cuantos centenares de veces. El Demonio conoce nuestro ‘talón de Aquiles’, nuestro particular punto débil. Como mi suegra no deja de hacerme desprecios pues soy indiferente ante ella, la ignoro totalmente. Y además, para demostrarse uno mismo de que está actuando bien –al mostrar la total indiferencia- uno se carga de argumentos tales como lo que ella me dijo o me hizo aquella vez, etc. A lo que el Demonio se frota las manos. Lo curioso de todo esto es que nosotros no nos estamos dando cuenta que en esa situación preciosamente el Señor está escrutando ese corazón. Cuando partamos de esta tierra peregrina para ir hacia la Eterna, y tengamos nuestro juicio particular ante Dios nos daremos cuenta de que, muchas veces hemos sido como marionetas del Demonio. Porque tan pronto como Dios nos pregunte sobre nuestro mal comportamiento y de nuestras altas dosis de faltas de caridad para con esa o esas personas no nos vale lo que ella nos haya hecho, porque eso le corresponde a ella defenderlo en su juicio particular y no a uno. No nos vale decir en mi juicio particular, ante Dios, que yo me comportaba así de mal porque ella era una desagradecida, una mal educada, una mala persona, dando a entender que mi comportamiento era malo por culpa de la otra persona, luego uno no tiene la culpa. Es lo mismo que hizo Adán al acusar a Eva; y es lo mismo que hizo Eva al acusar a la serpiente en el Paraíso.  
            Si nos creemos la Palabra y hacemos nuestro lo que dice San Pablo que «todo es para vuestro bien» (SEGUNDA LECTURA San Pablo a los Corintios 4, 13–5, 1) y que «una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria», nuestro modo de proceder y de pensar han de ser iluminados a la luz del amor del Señor. Dicho con otras palabras, ese hermano repelente, esa suegra insoportable, ese familiar desagradecido, ese conocido insufrible o ese vecino mal oliente, que no deja de incordiar, que estorba e incomoda…, de los que uno puede tener toda una batería de argumentos para ir contra ellos y así uno sentirse tranquilo al atacarles ya que uno lo entendería como algo que se hace ‘por legítima defensa’ están puestos ahí en tu vida por el mismo Dios. El problema no está en lo que ellos hagan o dejen de hacer, sino en la respuesta que uno da a esa situación que se le va planteando.
            Cuando estemos en ese juicio personal ante Dios, de nada nos valdrá sacar toda esa batería de quejas por el modo de cómo las otras personas se compartan con uno, ya que el Señor nos quitará el turno de la palabra ya que eso no le importa a Él, ya que ahora está con uno y no con el otro. El Señor te preguntará por si has crecido en la calidad en tu amor a ese hermano tuyo, te preguntará si en esa lucha interna que has sostenido si has formado parte de los soldados del ejército del Espíritu Santo o de los soldados esbirros de Satanás. El Señor te preguntará si has hecho tuyo lo que reza el Salmo: «Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra» (SALMO RESPONSORIAL Sal. 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8.) o no te has tomado la molestia de esperar en el Señor porque ya habías decidido hacer las cosas al margen de Dios.
En los gimnasios hay de estas máquinas para hacer deporte que consisten en subir peldaños. Pero no todos los peldaños se suben con igual facilidad o agilidad, ya que se puede regular la intensidad del mismo ejercicio usando de una palanca. Si la palanca está graduada a un nivel máximo… uno suda tinta para ir subiendo escalones porque tienes que hacer más fuerza con todo el cuerpo. O no es lo mismo una carrera con obstáculos con tan solo unas pocas vallas para saltar que con muchas para saltar… el cansancio es mayor y el esfuerzo bastante superior. Hay personas que tienen la habilidad de hacer a uno la vida más complicada y desagradable, pero no olvidemos que, cuando el Señor escruta nuestra alma, lo que Él valorará es la respuesta personal que uno da en el amor, no como el otro se porte con uno.
Jesucristo expulsa nuestros particulares demonios con el poder del dedo de Dios (EVANGELIO  San Marcos 3, 20-35), pidiéndonos que en esta lucha contra el Demonio estemos enteramente y sin condiciones al lado de Dios. Con Jesucristo alcanzar la Gloria es posible, porque la fuerza procede de lo alto, así seremos buenos hijos de tan gran y buen Padre.