jueves, 18 de diciembre de 2025

Homilía del Jueves 18 diciembre 2025 Casa Provincial/Noviciado de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Palencia-ESPAÑA

 Homilía del jueves 18 de diciembre de 2025

Mt 1, 18-25

Noviciado/Casa Provincial de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Palencia

«La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer» (Mt 1, 18-24).


Evangelio de hoy: discreto por fuera, enorme por dentro.

Hermanitas de los Ancianos Desamparados, el Evangelio de hoy es de esos que no hacen ruido… pero hacen hogar. Mateo nos cuenta el origen de Jesús sin adornos: una mujer embarazada, un hombre confundido, un sueño, una decisión valiente (cfr. Mt 1,18-24). Y, sinceramente, suena muy “a lo nuestro”: vida real, dudas reales, cansancio real… y Dios actuando de manera silenciosa.

El Espíritu Santo engendra vida también en lo cotidiano del hogar.

María “se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (cfr. Mt 1,18). Es decir: la vida que nace aquí no la fabrica el esfuerzo humano, la regala Dios. Y esto os toca de lleno, porque vuestro carisma es custodiar vida cuando parece frágil, lenta o “sin brillo”: la vida del anciano desamparado. A veces el Espíritu Santo no llega con efectos especiales; llega con la paciencia de la mañana, con el cuidado repetido, con la ternura que no sale en la foto. Y sí: el Espíritu trabaja muy bien también con horarios, timbres, medicación, purés y lavandería… no se escandaliza de lo cotidiano.

La justicia evangélica no humilla: protege la vida.

Entra en escena San José, “hombre justo” (cfr. Mt 1,19). Y aquí “justo” no es “perfectito”, sino alguien que quiere ser fiel a Dios. Se encuentra con una situación que no entiende. Podría reaccionar con dureza, protegerse, poner distancia… y, sin embargo, decide no exponer a María, buscar una salida discreta (cfr. Mt 1,19). Qué preciosa definición de justicia: la que no aplasta. En vuestro servicio hay mucho de esto: cuando el anciano repite, cuando está irritable, cuando la enfermedad lo cambia, cuando la familia no aparece… vosotras elegís cada día una justicia que sabe tener corazón (cfr. Mt 5,7). Eso es Evangelio vivo.

Dios no empieza dando teorías: empieza diciendo “no temas”.

         San José tiene miedo, claro. Y ahí llega la palabra que sostiene tantas vocaciones: “No temas” (cfr. Mt 1,20). Dios no le da primero una explicación completa; le da primero una palabra para el corazón. Porque el miedo, cuando manda, nos vuelve rígidos, desconfiados, defensivos. Por eso la Escritura repite: “No temas, que yo estoy contigo” (cfr. Is 41,10); “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo” (cfr. Sal 23,4). Hermanitas, esto también es para vosotras: cuando pesa el cansancio, cuando duele la soledad del anciano, cuando una se pregunta “¿y para qué tanto?”, el Señor no os mira desde lejos: os habla por dentro, como a San José.

La misión concreta es acoger: santidad sin ruido.

Dios le confía a San José una tarea muy concreta: acoger. “No temas tomar contigo a María” (cfr. Mt 1,20). La santidad aquí no es un discurso; es un gesto. San José acoge una historia que no controla. Acepta ser guardián de una vida que no entiende del todo. ¿No es eso lo que hacéis vosotras cada día? Acoger historias rotas, ancianos con pasados difíciles, con heridas, con soledades antiguas. Vosotras sois custodias de vida, silenciosas y firmes.

“Poner nombre” es devolver dignidad: en cada anciano, Cristo.

El Evangelio añade algo conmovedor: San José recibe también la tarea de poner nombre: “le pondrás por nombre Jesús” (cfr. Mt 1,21). Poner nombre es reconocer dignidad, es decir: “tú cuentas”. Y vuestro servicio hace eso: en un mundo que a veces llama al anciano “carga”, “caso”, “cama”, “número” … vosotras le devolvéis su nombre con hechos: una mirada, un “buenos días”, una caricia, la paciencia de repetir lo mismo sin humillar. Y ahí se cumple: “lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (cfr. Mt 25,40).

Obediencia concreta: hacer lo que toca con amor, y volver a empezar.

Al final, San José “hizo como le había mandado el ángel del Señor” (cfr. Mt 1,24). Sin aplazar. Sin negociar. Sin dramatizar. Y esto es un consuelo: a veces pensamos que responder a Dios tiene que ser grandioso… y el Evangelio dice que muchas veces es simplemente hacer lo que toca con amor. “No nos cansemos de hacer el bien” (cfr. Ga 6,9). Y si algún día os sentís débiles, recordad esta promesa: “te basta mi gracia; mi fuerza se manifiesta en la debilidad” (cfr. 2 Co 12,9).

Cierre: un corazón sin miedo y manos disponibles.

Hermanitas, pidamos hoy una gracia sencilla: un corazón sin miedo y unas manos disponibles. Que el Señor os sostenga en esa misión preciosa de ser hogar para quien se siente desamparado. Y que, en cada anciano que cuidáis, podáis reconocer —con paz y una sonrisa— que Dios no está lejos: Dios está con nosotras (cfr. Mt 1,23). Amén.

2 comentarios:

Feli Calvo dijo...

Me ha encantado esta homilía, sencilla pero con tanta verdad!!. Me ha llegado al corazón. Muchas gracias por compartirla.

Feli Calvo dijo...

Me ha encantado esta homilía, sencilla pero con mucha verdad!!. Me ha llegado al corazón. Muchas gracias por compartirla