domingo, 8 de mayo de 2011

Homilía del III domingo de Pascua,ciclo a

III Domingo de Pascua, ciclo a

San Pedro, en la segunda lectura, nos dice que ‘tomemos en serio nuestro proceder en esta vida’. Cuando uno oye esto puede pensar que San Pedro nos considera unos irresponsables o personas que actúan ‘sin cabeza’. O incluso más, parece como si nos tratara como ‘menores de edad’ que tienen que ser supervisados por un adulto. Ahora bien, San Pedro no lo dice con esta intencionalidad.

En la época de la esclavitud, cuando se compraban y vendían a las personas por unas monedas como si se tratasen de objetos iban los compradores y adquirían a los esclavos que necesitaban para emplearles a su propio uso y disfrute. Ese esclavo era maltratado y sometidos a torturas para doblegarles ante la voluntad de su amo. Su existencia era una constante tortura.

Dios piensa y ama como Dios. Los hombres tenemos comportamientos muy mezquinos y tendemos a amar muy ‘a cuenta gotas’. Dios nos quiere no para su uso y disfrute, sino que Dios nos quiere para que siendo libres vivamos en santidad. Estábamos atrapados entre las zarzas del pecado. Antes no sabíamos que rumbo tomar para poder ser conducidos a la salvación y ante la presencia de Dios. Antes estábamos totalmente desorientados, mareados porque por muchos caminos que emprendiéramos nunca íbamos a acertar con el correcto. Como si el pecado fuera arenas movedizas… nos adentrábamos cada vez más sin que nadie nos socorriera para sacarnos de allí.

Es entonces cuando Dios ‘nos enseña el sendero de la vida’ al entregarnos a su único Hijo Jesucristo. Para salvarnos de la esclavitud del pecado nos ha comprado con el precio de la sangre de su único Hijo. Dios nos ha comprado para Él y ha pagado un precio extremadamente alto: Su Hijo Jesucristo. El Señor sabía que no éramos capaces de salir de aquel fango del pecado, y que cada vez nos íbamos adentrando peligrosamente más y más.

Por lo tanto, si Dios nos ha salvado de la muerte y de la perdición comprándonos a precio de sangre… tenemos que reconocer que somos muy importantes y que nuestra vida, a los ojos de Dios, tiene mucho valor. Yo, personalmente, a las cosas que son valiosas las tiendo a cuidar y a proteger. Si cada uno de nosotros somos extremadamente valiosos tendremos que protegernos de todo aquello que nos dañe, o sea, del mal, del pecado, de odios, rencillas, envidias… y todas aquellas cosas creativas que solamente pueden salir de las manos del Maligno.

Cuando San Pedro nos dice que ‘tomemos en serio nuestro proceder en esta vida’ nos está haciendo una llamada de atención para que nos acerquemos a una Persona que puede enseñarnos a replantearnos absolutamente todo para así poder tener acceso a la salvación. Y esa Persona con la que nos tenemos que encontrar se hace ‘el encontradizo’, tal y como les sucedió a los discípulos de Emaus y se da a conocer en la ‘fracción del pan’. Jesucristo sale a tu encuentro en la Eucaristía, y aunque nuestros ojos nos confundan, tal y como les sucedió a los discípulos de Emaus, sin embargo nuestro corazón siente el calor de su presencia que nos estimula en nuestro caminar concreto y particular. Cristo es la medida de todas las cosas. Así sea.

No hay comentarios: