viernes, 27 de mayo de 2011

Novena a Ntra. Sra. de Rasedo o del Monte.

NOVENA A Ntra. Sra. DEL MONTE



o DEL RASEDO







Hecha la señal de la Cruz, se dirá todos los días el siguiente…




ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío Jesucristo, Dios de infinita majestad, mil veces, Señor me pesa el haberos ofendido. Yo deseo con un anhelo inefable, amaros con puro y fervoroso amor. Por los méritos infinitos de la sangre preciosísima que derramasteis en el Calvario, y por la asistencia de vuestra divina gracia, os suplico, me concedáis inspirar en mi alma el calor de la vida espiritual y corporal, si ha de ser para eterna gloria vuestra y salvación de mi alma. Amén.




ORACIÓN PREPARATORIA: (Para todos los días)




¡Oh Virgen Soberana, Reina de los Cielos y la tierra, Madre del Señor del Universo, criatura la más grande, la más excelsa y la más amable!. Postrado reverente ante vuestra Santa Imagen del Rasedo me presento abismado en mis miserias; y abandonado enteramente en vuestras manos, os ofrezco mi pobre corazón, indigno y mancillado por el hálito ponzoñoso de este mundo. Os consagro mi entendimiento, mi lengua y mis sentidos. Haced, que esta ofrenda sincera de mi filial amor, sea perfumada con el aroma de vuestra santidad, purificada con el bálsamo de vuestra gracia y ofrecida en nombre por vuestras benditísimas manos, ante el trono sublimado de vuestro adorable Hijo.



Os doy gracias, ¡Oh Señora amabilísima!, por tantos beneficios dispensados hasta el presente, especialmente por haberme liberado del infierno tantas veces merecido; y os suplico, aquellas cosas que Vos misma deseáis más de mí y más se adaptan y agradan a vuestro Hijo; la imitación de las virtudes soberanas que en vuestra preciosa vida resplandecieron y la gracia singular que os pido en esta novena.



De vos, oh dulce María, espero, que en las angustias de la muerte, me conforte la Pasión de vuestro Hijo, para salir de esta vida en gracia suya y poder amarle y darle gracias eternamente.



Y por fin, haced que por el favor que mereciste de aquel que por tu medio se dignó participar de nuestra debilidad y miseria, por vuestra intercesión, nos haga partícipes de su gloria y bienaventuranza eternas. Amén.




CONSIDERACIONES-MEDITACIONES



Pídase la gracia que se desee alcanzar.





DEPRECACIONES:




 Madre mía querida; ya que tú eres mi Madre, haz que yo sea siempre tu hijo. (Ave María)



Amor verdadero te pido, para amarte a Ti, después de Dios, sobre todas las cosas. (Ave María)



ƒ Reina de nuestros corazones, ayúdame a vencer siempre al Demonio. (Ave María)



Imitarte quiero en la variedad y hermosura de tus virtudes. (Ave María)



Alabanzas te ofrezco como Dueña y Señora de mi alma y de la creación. (Ave María)




ORACIÓN FINAL:




Santa e Inmaculada Virgen del Rasedo, impulsados por la devoción que los hijos de Cevico profesan, hemos sido atraídos para ofreceros nuestro corazón. Sed para nosotros el faro luminoso que nos guíe en medio de las tribulaciones de la vida y la estrella brillante a cuya luz podamos guardarnos de los males del mundo.



Confiamos en vuestra misericordia y protección. No desdeñéis volver vuestros ojos hacia este pueblo donde sois tan venerada y querida y cuyas almas viven enamoradas de vuestra bondad, a fin de que, perseverando en vuestro amor, podamos saludaros y alabaros con vuestro Hijo en el Cielo por toda eternidad. Amén.








HIMNO A LA MADRE DE DIOS



QUE CON EL TÍTULO



DEL RASEDO O DEL MONTE



SE VENERA EN LA



VILLA DE CEVICO DE LA TORRE.



CORO



Dios te salve, purísima Virgen


el Rasedo, en el monte adorada


Que benigna con dulce mirada protección a Cevico le das:


A tus pies este pueblo piadoso


humillado y rendido os adora


protegedle ahora y siempre, Señora,


Él os ama y bendice también.




LETRILLAS



Allá en la cuna del mundo,


cuando Dios lanzó irritado


del Edén por el pecado


a los que hollaron su ley.


Tu protección misteriosa, reanimó a los abatidos proclamándote rendidos


Aurora del Sumo Bien.




Desde entonces, Virgen Santa


al través de siglos tantos, dulcificas los quebrantos


de la triste humanidad: Patriarcas te esperaron,


Profetas te predijeron,


y en Ti, convertidas fueron


las sombras en realidad.



El mundo, Madre Purísima


a quien tu Hijo Dios y Hombre redimió, oye tu nombre


extasiado de placer:


Nombre santo, nombre excelso Delicias de los mortales,


alivio de nuestros males,


esencia de nuestro ser.



Pueblos, valles, sierras, rocas, ríos, selvas, montes, prados


todos han sido aplacados


a ese nombre singular:


Nosotros, Madre querida


Del Rasedo te llamamos,


en el monte te adoramos


y rogamos sin cesar.



Fuente de gracia y virtudes, vergel de fragantes rosas,


a las almas candorosas


fortificas en la fe:


alientas al desgraciado,


consuelas al afligido,


levantas al que caído


te dice: ¡Madre, pequé!.




Desde el cerco venturoso


en que tu templo se ostenta,


tu mitigas la tormenta


y aplacas la tempestad:


y cual rocío divino


fertilizas nuestro suelo


y nos elevas al Cielo con tu sonrisa inmortal.



Por eso, Madre dulcísima,


en los valles del Cerrato


no cabe ningún ingrato


que te niegue adoración:


Todos, todos a porfía


te aclaman Reina y Señora,


te llaman su protectora,


te rinden admiración.




PLEGARIA



Yo recuerdo ¡Madre mía!


que en la edad de la inocencia


tu amor, virtud y excelencia


era mi dicha, mi bien:


Que tu imagen sacrosanta


a mi corazón de niño


le inundaba de cariño


de sumo gozo y placer.




Lejos de ti, seducido


por los placeres del mundo


caí en el sueño profundo


de la culpa y el error;


Pero ahora arrepentido,


con el alma lacerada


vuelvo a ti, Madre adorada, buscando alivio y perdón.







10º



No desprecies mi plegaria


Del Monte, Virgen purísima,


por la pasión benditísima


del que en el monte murió;


Soy hijo de tus dolores,


Y el dulcísimo Cordero


desde el sangriento madero


a tu amor me encomendó.



11º


Rociado con su sangre


con tus lágrimas ungido,


me vuelvo al redil querido


que insensato abandoné:


Acógeme en tu regazo,


¡Oh, Santa Virgen del Monte!


Y ábreme un nuevo horizonte


de penitencia y de fe.





M.Z.C.

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