viernes, 27 de mayo de 2011

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo


DÍA PRIMERO DE LA NOVENA 2011


MARÍA: MADRE Y EDUCADORA DE LOS NIÑOS.



La Sagrada Escritura nos cuenta como los padres de Jesús, después de nacer en Belén y huyendo del rey Herodes, fueron todos a Egipto.


San José y Santa María fueron los educadores de Jesús. El Beato el Papa Juan Pablo II al hablar sobre la familia sacaba a relucir su realidad más profunda. Juan Pablo II nos escribía cosas como estas:


«La familia es una comunidad de vida y amor, comunidad de personas, formada por el hombre, la mujer y la descendencia, entorno vital en el que nace, crece y muere la persona y su esencia consiste en una profunda e interna unidad».


Toda la familia nace de una promesa de amor entre los esposos, que se comprometen ante Dios, ante los hombres y ante sí mismos. Fundan un centro de intimi­dad y de apertura donde se enseña a pensar, a profundizar en los valores humanos, a cultivar la inteligencia, a integrar la voluntad y a abrir el corazón para aceptar al hombre con sus defectos y cualidades y para manifestarse al exterior, ya que el amor de la familia debe proyectarse al exterior.


Tanto San José como la Virgen Santa María sabían que esto de la paternidad y de la maternidad es una vocación, es una misión para toda la vida, no se puede renunciar a ella como se desecha un coche viejo o un vestido pasado de moda. Ellos sabían que dicha vocación era dada por el mismo Dios y que haciendo lo que Dios les había mandado estaban colaborando con Él en la obra de la redención. Ser padre es para siempre. Ser madre es para siempre. Inclusive cuando el hijo se haya ido o se haya muerto. La Santísima Virgen, en las primeras comunidades cristianas estaba alentando a los Apóstoles y discípulos de Jesús; ella daba su testimonio de vida y de amor siendo la Madre del Hijo de Dios. Es más, a Santa María la conocían como “la Madre de Jesús”. San José y Santa María tenían la experiencia, en la Sagrada Familia de Nazaret, cómo ser padre y ser madre consiste en completar, a través del tiempo, la obra que es el hijo, la cual se realiza a través de la educación. Podemos decir que paternidad y educación son sinónimos, pues la misión del padre y de la madre es ayudar al hijo a que desarrolle todas sus capacidades, hasta la plenitud.


El don más excelente del matrimonio es el hijo, la persona humana. Un hijo no es un derecho de los padres, nadie tiene derecho a ser padre, a dar la vida a un nuevo ser humano. Nadie merece algo tan importante. Tal vez podemos afirmar que un joven que comienza su carrera de Arquitec­tura, que se pasa muchos años estudiando, muchas horas de desvelos, muchos días completos al pie de una obra o sobre unos planos, pueda esperar, después de 20 años de experiencia exitosa, ser reconocido como uno de los mejores arquitectos. Y al final, el premio será algo material. Un médico puede esperar lo mismo después de muchas vidas salvadas en los quirófanos y en los hospitales. Pero, ¿sentirnos con derecho a un hijo? El hijo no es una propiedad de los padres, sino que, al contrario, es él, objeto de derechos: tiene derecho a ser fruto del acto específico de amor conyugal de sus padres y tiene derecho a ser respetado como persona desde el primer momento de su concepción. Tiene derecho a tener un padre y una madre.


La Santísima Virgen, en el momento de la Anunciación, acogió la noticia de que iba a ser madre del Altísimo con una actitud de suprema humildad y de agradecimiento al Señor. El propio San José, después de la crisis que nos relata el evangelista Mateo, al pensar, de modo equivocado, que María le había sido infiel, nos cuenta cómo San José, al saber que todo era cosa del Espíritu Santo, el hombre respiró. Dice que cuando José despertó del sueño hizo lo que el ángel del Señor le había mandado. De este modo, San José, aceptó su vocación como padre para ayudar a educar, junto a su esposa, al niño Jesús.


Cada uno de los actos como padres de familia en relación con vuestros hijos debe de tener un porqué. No se pueden permitir el actuar de manera arbitraria. Es verdad que los hijos no entenderán las razones de los padres para que actúen de un modo o de otro; pero una cosa es no entender las razones y otra cosa es estar de acuerdo con esas razones. Tal vez los hijos no entiendan esa razón en ese momento, como por ejemplo cuando no dejas a tu hijo ir a una fiesta, porque sabes que el ambiente no le va a ayudar, al contrario, le va a perjudicar. Tu hijo no te va a entender, para él sus amigos son “lo máximo” y esa fiesta es lo mejor de todo el mes. El prohibirle ir a esa fiesta es una decisión justa, tomada de acuerdo a una razón muy válida y apoyada en tu propia experiencia de vida. ¿Recuerdan ustedes el pasaje del evangelio cuando Jesús se perdió y fue hallado en el Templo?. Jesús ya tenía sus doce años cuando subió con sus padres a Jerusalén para celebrar la fiesta de la pascua judía. Nos cuenta la Sagrada Escritura que terminada la fiesta, cuando regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin saberlo sus padres. Sus padres, San José y la Santísima Virgen, todo preocupados buscando entre la comitiva, entre los peregrinos no lo encontraban. Regresan a Jerusalén y le encuentran en el Templo sentado, en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Sus padres le preguntan el por qué de ese comportamiento, por qué le había hecho pasar a ellos este mal trago y esta gran desazón. San José y Santa María manifiestan la razón de su preocupación y que ese modo de actuar no es el correcto ya que le acarrea mucha angustia por lo que le pueda ocurrir a él. Sus razones eran razones de amor y el niño Jesús las comprendió perfectamente, es más nos dice la Sagrada Escritura que «bajó con ellos a Nazaret, y vivió bajo su tutela» (Lc. 2, 51).


Los padres son líderes morales de sus hijos y con el comportamiento que los padres muestren en el seno del hogar se estará marcando las pautas para los hijos. Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra. Me atrevería a afirmar que muchas veces la educación no llega a calar en los hijos porque muchas veces nosotros, y el sacerdote también se mete, no sabemos vivir como les estamos diciendo a ellos que se vive.


Pidamos para que la Santísima Virgen María nos ayude a aconsejar y corregir cuando sea necesario y que nuestros niños respeten a sus padres y les obedezcan.



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