viernes, 27 de mayo de 2011

Novena a Ntra. Sra. del Monte o del Rasedo 3


DÍA TERCERO DE LA NOVENA 2011


MATRIMONIOS Y PADRES JÓVENES: UNA IDENTIDAD A REALIZAR.



Dios Padre quiso que su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, fuese criado y educado en una familia. Los padres jóvenes de este contexto social y cultural corren un riesgo: muy a menudo se identifica el ser padres con el cuidado biológico del hijo. Es más, yo creo que al padre hoy día le cuesta más dar pasos más complejos y profundos en la educación e identifica su quehacer de padre con el cuidado biológico: alimento, ropa, calor… que luego se termina complicando las cosas con el curso de piscina, el gimnasio, los granos de la cara, y también la medida de los músculos, de la altura, el hambre, y suma y sigue. A medida que el hijo crece, en lugar de entrar en niveles más complejos del cuidado educativo existe el riesgo de perderse en los niveles más complicados del cuidado biológico. Dicho con otras palabras: No se puede identificar la función de padres con el sustento del hijo; no solo, sino también.


En la Sagrada Escritura nos dice que «Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres» (Lc. 2, 52). La Santísima Virgen María, junto con su esposo San José, en el ámbito del hogar, no sólo alimentaban y vestían a Jesús niño y adolescente, sino que también le fueron presentando, con su propio testimonio de vida, la importancia de la vida de piedad, la necesidad del esfuerzo y del sacrificio, le fueron, poco a poco, inculcando valores como la escucha, la generosidad, el valor del trabajo bien hecho… entre otras cosas.


Si se dan cuenta, muchas veces los propios anuncios televisivos van viciando la vocación de ser padres. La presencia de los padres, padre o madre, o bien del adulto educador, aparece sólo en los anuncios de productos de alimentación: la barrita de chocolate, las galletas, etc. Los demás anuncios no prevén la presencia de adultos, sino que dirigen su mensaje directamente al niño, con una voz en off que decanta las cualidades del juguete o de cualquier otra cosa que no sea un producto de alimentación. Falta la presencia de los padres precisamente porque la función del padre se identifica con la función biológica. Y los mismos padres corren hoy el riesgo de asumir esta tarea sin tomar conciencia de su ambigüedad, y en consecuencia afrontar los otros niveles, distintos del biológico. Los padres, en el momento en que ejercen como padres, se convierten en educadores. Lo que pasa de los padres a los hijos no es un discurso sobre el comportamiento, no se realiza porque uno se detenga a dar muchas explicaciones sobre lo que se debe o no se debe hacer. Es preciso darnos cuenta que todo lo que hacen los padres –incluso el modo de cómo se bebe un vaso de agua- influye en los hijos. Y esto tiene muchas aplicaciones prácticas y muy importantes en la vida cristiana. ¿Cómo voy a inculcar a los hijos la importancia de ser un buen cristiano si no valoro mi presencia en la eucaristía dominical, si no valoro mi formación cristiana y antepongo todo antes de ir a la Iglesia?. Podemos sacarnos de la chistera un discurso precioso para decir a los niños que vayan a Misa, pero lo que cala a los niños es lo que ellos ven en los padres.


Un resultado perverso de esta mentalidad reinante es que los padres se conciban al servicio del hijo. Esto desplaza y deforma toda la naturaleza de la relación porque los padres se convierten en -«se conciben como» instrumento del bienestar del hijo, un verdadero «proveedor de respuestas» a las necesidades del hijo. La consecuencia es una atención exagerada a las necesidades, por lo que yo soy una buena madre o un buen padre en la medida en que soy capaz de entender las necesidades de mi hijo, interpretarlas y responder a ellas: una proveedora de respuestas. Llega el hijo a casa pidiendo sino exigiendo un teléfono móvil de la última generación o el juguete informático último porque, según él, todos los de su clase y sus amigos lo tienen. No quiere cualquier zapatilla ni cualquier chándal, sino el de aquella marca deportiva porque lo lleva tal y cual jugador de futbol. Es importante tener en cuenta la siguiente afirmación: La única necesidad del hijo son los padres. Los padres no pueden ponerse al servicio de los hijos para dar respuesta a sus deseos caprichosos, ya que si los niños se les deja y se les da lo que ellos pidieran se convierten en alguien que no escucha a nadie, incapaz de depender, incapaz de obedecer. Deja de existir la identidad del hijo: sigue siendo niño pero no está edificando sus cimientos para poder edificarse en las virtudes tanto humanas como cristianas.


Santa María y San José fueron también un matrimonio joven que pasaron por momentos muy complicados; recordemos el nacimiento de Jesús en un pobre pesebre en Belén, su huida a Egipto porque Herodes quería matar a Jesús niño, el regreso a la ciudad de Nazaret. Sin embargo ellos, con su testimonio de vida y con la confianza puesta en Dios fueron educando a Jesús tal y como Dios Padre deseaba.

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