sábado, 26 de diciembre de 2015

Homilía de la Sagrada Familia de Nazaret 2015

LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET 2015
            La Palabra de Dios de hoy nos ofrece mucha claridad. Vamos a ver: antes del reconocimiento jurídico existe la realidad. La unión del hombre y de la mujer que conforman con sus hijos una familia eso es así, no porque lo reconozcan unas leyes, sino que es una realidad pre jurídica. Antes del reconocimiento del derecho existía ya. Esto de la familia es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública, se impone a ella. Pero los cristianos tenemos que estar muy atentos, que 'no nos den gato por liebre'. ¿Por qué digo esto?, lo digo porque en la sociedad está reinando una concepción positivista del derecho. Con otras palabras: La concepción positivista del derecho viene a decir que son las leyes las que crean la realidad; o sea que son las leyes las fuentes de las realidades. De tal manera que todas las realidades han nacido de leyes que las regulan. También hay otra concepción del derecho, la del derecho natural que defiende que 'hay algo que es previo a las leyes' que son la realidad misma que las leyes están llamadas a tutelar, a ordenar. Pero atención, según la concepción del derecho positivista, una cosa es moral o inmoral dependiendo si está prohibida o si no está prohibida. O sea, lo que da la moralidad o inmoralidad a las cosas depende si está prohibido o no, o si está legalizado. Y así sucede que en un estado algo está prohibido y en el del lado eso mismo está legalizado. O sea, es como si las leyes mismas fueran las normas de la moral. Pero para los cristianos, y todos aquellos que tienen sentido común, la ley será fuente de la moral en la medida en que esa ley ha recogido algo que es de derecho natural. Los que defienden la concepción positivista de la ley, que una cosa es buena o mala según lo establezca la ley, defienden -de una manera solapada- que así es la democracia. Ellos afirman que esas leyes afirman en sentir de la mayoría y que esas leyes son una expresión popular. A lo que nosotros les refutamos que también las mayorías se pueden equivocar. Voy a poner un ejemplo: ahora va a resultar que el derecho a la vida de un niño que está en el seno de su madre depende de lo que diga la mayoría. La mayoría dirá lo que crea oportuno decir, pero ese niño tiene ese derecho a la vida y no puede depender de una votación. Como también sería ridículo que dependiera la existencia de Dios del resultado de un referéndum, como si la existencia de Dios la creásemos nosotros o nosotros la fuéramos a suprimir. Esta concepción positivista de las leyes se contrapone totalmente con la concepción cristiana. La concepción cristiana es la creencia en la ley natural; y no es el hombre el que crea la moralidad con sus leyes. El matrimonio es una institución pre jurídica. Hay gente, en los debates políticos o en los televisivos, que atacan a la Iglesia diciendo que la concepción judeo cristiana del matrimonio se desea imponer. Pero lo que no saben es que esto del matrimonio es mucho anterior a la Iglesia.
            Estamos celebrando el nacimiento del Hijo de Dios. Y lo nuestro es acoger tanto al que viene como el mensaje que nos trae. Somos alumnos y alumnas de la escuela de Jesucristo. Desde el momento en que fuimos bautizados nos inscribimos para aprender a ser cristianos en este momento histórico concreto que nos ha tocado estar.  Nos dice el Evangelio que «Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres». Esa es nuestra tarea, eso es lo que 'tenemos entre manos', crecer en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres'. Pero al pensamiento reinante no le interesa que tu crezcas; te quiere pequeño, reducido, sumiso y sin criterios. En gran parte porque creen conocer lo que es el cristianismo y con dos ideas mal formadas se dan por satisfechos.
            Los que estamos matriculados en esta escuela de Jesucristo se nos pide una cosa bien clara: Obediencia a la Palabra. El Evangelio nos cuenta que la Santísima Virgen María «conservaba todo esto en su corazón». Si al corazón le nutrimos de encuentros frecuentes con la Palabra de Dios, al corazón le vamos formando y educando en esa escuela taller del Maestro. Nuestra ley es el precepto del amor y vamos concretando ese amor en el aquí y ahora siendo ayudados por el Espíritu Santo que va moldeando nuestro sentir, obrar y pensar.
            En muchas de las casas de los pueblos en el tiempo frío se prenden las estufas. Esas estufas de hierro fundido precisan de carbón o madera para poder hacer frente a las bajas temperaturas. Sólo así, reponiendo el carbón o la madera, se consigue estar a gusto en esa casa y huele a hogar. El corazón del hombre es muy caprichoso y enseguida se deja seducir por cualquier cosa: enseguida se queda, no frío, sino helado, un cubito de hielo. Como no sea alimentado frecuentemente de ese particular carbón que es la Palabra de Dios, en vez de ser una fuente de la que irradie calor se convierte en una cámara frigorífica de potentes bombas que refrigeran todo lo que pille. Si mi alma está fría, descuidada, desnutrida por la escasez de la Palabra divina, resultará que la otra persona es un obstáculo para mis pretensiones, una molestia para mi comodidad, un elemento a eliminar porque ya no me es útil...y cada uno de nosotros nos alzamos como auténticos tiranos de los demás.

            Lo nuestro es 'dejarnos de bobadas' y de 'quitarnos esos aires de grandeza' que nos suelen rondar para ser humildes ante Dios. Y lo primero de todo es reconocer que, cristianamente hablando, tenemos poco o ninguna idea. Un padre o una madre de familia -tanto en su matrimonio como con los hijos-, o no digamos nada si es un presbítero, una religiosa o un obispo...cuando se presentan las situaciones cotidianas uno tiene que empezar a dar pasos en cristiano. Y si somos sinceros estamos bastante ciegos, porque nuestro pecado nos nubla la visión. Realmente estamos como ciegos. De esos invidentes que pasean por las calles de nuestras ciudades ayudados de su bastón. Gracias a esa herramienta táctil esta persona puede notar sobre qué tipo de superficie está caminando y le va proporcionando información acerca de su ubicación. Nuestro particular bastón es la Comunidad cristiana, la Palabra de Dios, la Penitencia y la Eucaristía. Depende de nosotros aceptar la docilidad de la Virgen que 'guardaba la Palabra de Dios' en su corazón o la del impío que establece lo que está bien o mal a su conveniencia.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Homilía de Noche Buena 2015

NOCHE BUENA 2015
            Tal día como hoy se nos cuela en muchos de nuestros hogares un señor barrigudo, vestido de colorado que viene en un trineo tirado por renos valoradores. Pues que a mi casa no venga que le pongo un cepo en toda la chimenea y pega un brinco que sale escopetado por donde ha entrado. Muchos niños -de esos que han sido bautizados por sus padres- no se ilusionan por el nacimiento de Jesús, sino porque el señor ese barrigudo les deja, o bien debajo del árbol de Navidad o colgado en un enorme calcetín navideño los esperados regalos. Este es un ejemplo muy claro de lo mismo que les pasó a San José y a la Virgen, cuando nerviosos, por la inmediatez del momento, nadie se dignó en abrirles las puertas de las posadas. La Palabra se cumple aquí y ahora. San José y la Virgen vuelven a llamar apresuradamente a nuestras puertas y se encuentran que no tienen respuesta porque muchos esperan a un gordinflón colorado en vez del Hijo de Dios encarnado.
            Muchos padres hacen dejación de sus funciones a la hora de educar en la fe a sus hijos y esto es un problema sumamente serio porque las raíces cristianas se van perdiendo y con ellas los valores que van insertos. La fe no es algo exterior o añadido a nuestra cultura, sino que es un fermento dentro de ella que la purifica y perfecciona. Somos cristianos por opción fundamental. Cierto que algunos tienen únicamente de cristianos la partida de bautismo inscrito en su parroquia respectiva. Nosotros deseamos ser de aquellos que experimentan el gozo profundo en el alma por tener a Jesucristo a nuestro lado. San Pablo cuando escribe a Tito -uno de sus más cercanos colaboradores- le dice que al acoger el mensaje y a la persona de Cristo han entrado en una dinámica existencial totalmente nueva: que la fe ha de reestructurar totalmente todo. Y cuando digo todo es todo. Hay que empezar a redimir toda nuestra parcela social y cultural a la luz de la fe. Tal vez estemos tan mal- espiritualmente hablando- que creamos que estamos bien. Si nadie nos ha urgido a la conversión para que rompamos con nuestros actos y pensamientos de impiedad ni que nos alejemos de los deseos mundanos, tal vez pensemos que todo está en orden. Pero tan pronto como a Jesucristo le permites que nazca en tu hogar vas facilitando y abriendo una puerta de acceso para que entre un nuevo modo de entender tu existencia con la sabiduría procedente de Dios. Y lo primero que va a hacer va a denunciarte: La Palabra de Dios te denuncia por tu pecado, y eso escuece, y no poco.
            Pero claro, esto nos puede pasar lo mismo que suele suceder con esos fascículos para aprender idiomas. Al principio lo tomas con ganas y entusiasmo, pero van a apareciendo otras cosas más urgentes para hacer y la desgana y la pereza van haciendo de las suyas, ...pues uno termina dejando que esos fascículos duerman 'el sueño de los justos'. Uno puede ilusionarse al descubrir algo novedoso al sentir la aportación que Cristo le hace en su relación familiar...pero al sufrir la dificultad que implica ser fiel a Cristo hace que uno lo vaya dejando al sufrir por la falta de aliento. Por eso los hermanos son fundamentales para poder vivir la fe en comunidad y personalmente. No nos podemos conformar con la celebración dominical o asistir a la Iglesia cuando toque, sino que habría que dar un paso nuevo, decisivo y valiente: crear comunidades que se viva la fe dentro de las parroquias, y de este modo las parroquias fueran comunidad de comunidades. Sólo de este modo los cristianos podremos rehacer la visión del mundo y sus formas de convivencia adecuándolas a las exigencias y posibilidades de la vida cristiana que nace de la fe.              
             No olvidemos que el Señor nos quiere para que seamos miembros de su pueblo. Y esto yo no me lo saco de la chistera, lo dice con toda claridad la Palabra de Dios y en concreto lo saca a colación San Pablo: «Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras».

            Ese pequeño niño que hoy colocamos en el portal, junto a San José y a la Virgen María, ha venido para ofertarte una palabra que regenerará tu vida siempre que le dejes actuar a Él.

martes, 8 de diciembre de 2015

Homilía de la Inmaculada Concepción de María, ciclo c

HOMILÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
8 de diciembre de 2015
           
            Dios sabe de tu historia. Conoce de primera mano tu desobediencia -la tuya y la mía-. Tiene experiencia de nuestras cabezonerías y de las veces que 'las hemos liado pardas'. Somos como esos niños que van con la ropa de domingo, con la camisa bien planchada, los zapatos brillantes y con los pantalones de vestir recién estrenados y la madre les dice: «¡No os ensuciéis que vais con la ropa de los domingos, tened cuidado!»-. Y los niños, ni caso, ellos a buscar los charcos de la calle para divertirse saltando sobre ellos divirtiéndose como enanos que son. Nosotros somos un calco de esos niños.
            Dios te dice -y me dice: «Pedro, Susana, Francisco, Andrés, Fátima... ¿dónde estás que no te veo?». Y al no responderle, al poco tiempo vuelve el Señor a pasar por nuestra vida y nos sigue preguntando: : «Pedro, Susana, Francisco, Andrés, Fátima... ¿qué haces, que pretendes, cómo estás?». A lo que nosotros escondidos le decimos: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». Es decir, que cada cual conoce cuál es su pecado, pero como uno no quiere romper con él o porque no desea empezar un proceso de sufrida purificación con la conversión, sabe que está a mal con Dios y pues uno intenta 'aguantar el chaparrón' como mejor pueda y seguir cada cual como considere oportuno, ahora bien, sin cambiar nada. Nos ocultamos para no cambiar las cosas de nuestras vidas; nos ocultamos tras los arbustos para seguir conviviendo con nuestros ídolos, sin plantearnos si estamos respondiendo o no a la voluntad que Dios tiene para con cada uno de nosotros. Nos falta la humildad y valentía suficiente para ponernos de pié y acudir al Señor para que nos corrija y así seamos sanados por su misericordia.
            El problema está cuando el hombre se quiere apoderar tanto de lo creado como de lo que está viviendo cotidianamente como si fuera un ser divino, prescindiendo del Dios creador. A modo de ejemplo voy a aplicarlo en las amenazas a la comunión conyugal: Entre las varias amenazas que acechan y ponen en riesgo día a día el amor conyugal es el orgullo personal, el amor propio que lleva al juicio, al rencor, nos aleja del perdón. Si no se supera, gracias a la conversión de cada día sostenida por la Palabra, por la Eucaristía, por el Sacramento de la Reconciliación en comunidad, ese orgullo herido lleva a encerrarse uno en sí mismo y se crea una barrea infranqueable entre los cónyuges. Y estoy es aplicable en la vida de comunidad, en las relaciones personales. El amor cristiano puede crecer y conservarse sólo en determinadas condiciones. La primera y la más importante es la humildad: ella es verdaderamente la hermana melliza del amor.
            ¿Quién puede poseer y usar del otro? Aquel que se considera superior al otro por estar dominado por su orgullo. Mientras el verdadero amor, es don de sí al otro. Recordemos que sin la humildad el amor muere. Además uno se puede preguntar ¿Por qué tengo que ceder yo siempre si la otra persona nunca cede? Es que resulta que con Cristo el hecho de ceder no es perder. Ceder no es perder, sino ganar; ganar al verdadero enemigo del amor que es nuestro orgullo. Estamos llamados a ganar a nuestro orgullo a base de dosis de amor. Muchos matrimonios han fracasado por falta de humildad. De haber ejercitado la humildad hubiera impedido que los muros de la incomprensión y del resentimiento se convirtieran en verdaderas barreras ya imposibles de abatir.
            Otra de las condiciones que nos pone la Palabra de hoy es que 'seamos santos e irreprochables ante él por el amor'. Para que el amor cristiano crezca es preciso la misericordia, la capacidad de perdón. Además el Señor usará del perdón para con nosotros en la medida en que nosotros lo usemos con los demás. ¿Cómo se puede decir que se ama a una persona si no se es capaz de perdonarla? En efecto cuando se trata de personas ya sea antes o después uno se equivoca, ama equivocadamente, y ama equivocadamente porque no ama al otro sino que se ama uno a sí mismo. Y entonces ¿qué hacer con la persona que se ha equivocado amando?¿qué hacemos con el que ha hecho algo que 'me ha sacado de mis casillas'? Ante esta respuesta el amor no tiene dudas: perdonar y olvidar. ¡Cuántos matrimonios han sido destruidos por la falta de perdón! Un perdón rechazado por la otra persona hasta cuando había sido pedido humildemente.

             Bien sabemos por experiencia que si Dios no hubiera estado con nosotros hubiéramos perecido en el intento. Estamos llamados a la santidad, a ser santos llevando a cabo la vocación personal a la que Dios nos ha convocado. Y como hizo la Santísima Virgen María también nosotros le preguntamos al Señor que qué tenemos que hacer para estar plenamente disponibles y receptivos ante lo que Él nos plantee. Si actuamos así, el Señor se nos mostrará lleno de poder y de gloria en nuestro ser. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Homilía del Segundo Domingo de Adviento, ciclo c

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO. Ciclo c
Lectura del Profeta Baruc 5, 1-9
Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 1-6

            Los creyentes vivimos en nuestra cultura con cierta incomodidad. La fe está llamada a enraizarse en las diversas realidades donde nos movemos y poder desarrollarse. Nadie puede olvidarse que el Evangelio ha sido causa de escándalo para los judíos y locura para los gentiles. Y que el Dios de Jesucristo no se parece a un carrito de la compra donde uno va echando lo que más le conviene. Del mismo modo que uno no puede arrancar las páginas de la Biblia que a uno no le convencen o le incomodan, porque terminaríamos arrojando a la hoguera hasta las mismas pastas del libro sagrado.
            Tampoco podemos condescender con determinados planteamientos de pensamiento o con determinados modos de entender las relaciones sociales o familiares porque, aparte de perjudicarnos, estaríamos distorsionando el Mensaje de Jesucristo. La Palabra nos exige obediencia. Pero podemos pensar que la Palabra está escrita en un libro, que a su vez está en una estantería y que somos nosotros los que estamos en el mundo y que nos tenemos que apañar como podemos, muchas veces muy zarandeados por el materialismo, por el relativismo, por la impiedad reinante. Vivir cristianamente aquí y ahora significa vivir estando muy espabilados. Hemos de tratar de discernir los elementos culturales en los que nos movemos analizando si es compatible o no con las afirmaciones de la fe.

            San Juan el Bautista hoy ya nos lo está diciendo con gran claridad pidiéndonos la conversión: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale». Y preparamos el camino del Señor escuchando su Palabra. La Palabra es la semilla que el Espíritu Santo deposita en nosotros para despertarnos y avivar nuestra unión a Cristo. Gracias al contacto directo y frecuente con la Palabra vamos cayendo en la cuenta de que las cosas en nuestra vida no las tenemos tan bien como pensábamos.  Los planetas del sistema solar cuando más alejado del Sol mas hielo aparece. Todos tenemos la experiencia de creernos muy seguros de muchas cosas, de decir, yo en ese pecado no voy a caer nunca. Pero... cuando uno va descuidando y alejándose del sol que es Cristo...cuando uno baja la intensidad en la oración, empieza un poco a relajarse en las costumbres, uno cae donde no debería de caer. Es decir, que cuando no dejamos actuar como tiene que actuar el Espíritu Santo ya se encarga el Demonio de 'campar a sus anchas' dañando todo lo que encuentra a su paso. Por eso San Juan el Bautista nos urge a la conversión para hoy y ahora, porque tal vez mañana sea demasiado tarde. 

sábado, 28 de noviembre de 2015

Homilía del Primer Domingo de Adviento, ciclo c



PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO Ciclo c
            El Papa Benedicto XVI decía a los jóvenes que «quien se entrega a Jesucristo no pierde nada, sino que lo encuentra todo». Hace pocos días visitando las habitaciones del hospital me encontré con unas catequistas de confirmación. Las mujeres estaban desazonadas porque los chicos no les hacían ni caso y los padres aún menos. Querer que vivan como cristianos aquellos que no creen o creen mal es golpear en hierro frío. Primero tiene que despertar a la fe. Si este presbítero a esta altura de la película viene diciendo que entre todos los presentes casi ni recolectamos un gramo de fe, tal vez alguno se pueda molestar conmigo. De todos modos Jesucristo ya nos decía «porque yo os aseguro que si tenéis fe como un grano de mostaza, diríais a ese monte: ’Desplázate de aquí a allá’, y se desplazará» (Mt 17, 20). Ahora bien, cuando un cristiano empieza a despertar en la fe tiene que comenzar a sentir que hay cosas que empiezan a sobrar en su vida. Si una persona va paseando por la calle bajo el justiciero sol de pleno mes de agosto con un abrigo y con bufanda alguna tuerca le falta. Es decir, uno caerá en la cuenta de que empieza a tener fe cuando se empieza a despegar de muchas cosas. De todos modos, hay que ser muy ingenio para llegar a pensar que esos niños de primera comunión o esos  chicos de confirmación vayan a vivir como cristianos si ni se plantean personalmente el hecho de despertar a la fe. Seamos claros, es una pérdida miserable de tiempo y de energías. De hecho muchas parroquias podrán tener mucho dinero, pero poquita vida cristiana. Digo esto porque de haber vida cristiana se notaría, tal y como se nota un incendio en medio de un bosque en plena noche. Y si no hay incendio no hay calor, ni fuego ni nada de nada. ¿Cómo van a vivir en cristiano un matrimonio si no tienen referentes? ¿Cómo van a descubrir lo que supone ser cristiano en el noviazgo sino tienen a quienes poder consultar a aquellos que lo han vivido teniendo a Cristo en todo el medio? ¿Cómo van a trasmitir la fe a los hijos si ellos mismos no valoran ni la fe, ni la pertenencia a la Iglesia y entienden su ser cristianos como una sucesión de actos públicos socialmente reconocidos que se han de hacer cuando o bien sea necesario o bien uno ‘lo sienta’? Es que realmente no me extraña que estemos tan mal si los propios presbíteros tenemos tan poco celo por la salvación de la almas.
            Dice San Pablo a los de Tesalónica: «Habéis aprendido de nosotros como proceder para agradar a Dios». Cuando uno despierta a la fe descubre lo que es el amor, empieza diferenciar entre las cosas que vienen de Dios y lo que viene de Satanás. Y una vez que el cristiano está encendido en el amor a Cristo es entonces cuando entra en escena la moral cristiana como algo comprensible y deseable.
Si a uno le empiezas a decir que no haga eso ni aquello otro, y lo que está pensando que ni se le ocurra, te terminará cogiendo una rabia que ni te lo puedes llegar a imaginar. Dios no dejaría de ser ‘alguien’ que ‘nos corta el rollo en todo momento’ y la Iglesia es la madrastra malvada que atosiga al personal y de la que uno se desea liberar lo antes posible.
Cristo es consciente de nuestra gravísima mediocridad y de la escasa evangelización que estamos llevando a cabo, ya que se sigue pensando que las cosas tal y como están, aunque estén mal pues se deja pasar. Sin embargo el Señor nos dice: «levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Es decir, la liberación se acerca, pero ¿estaremos levantados y alzados? ¿Estemos levantados ante Dios o escondidos entre los arbustos tal y como lo estaban Adán y Eva tras saberse desnudos?

sábado, 21 de noviembre de 2015

Homilía de Jesucristo, Rey del Universo

DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b
Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, 22 de noviembre 2015

            Un signo característico de la presencia de Jesucristo es que es rey y uno permaneciendo en su reinado es salvado. Pero resulta que el mundo se ha separado de Dios. Nosotros éramos del mundo, ahora somos de Cristo aunque estamos en esta tierra como desterrados. Y porque somos de Cristo también somos ciudadanos del Cielo que tenemos temporalmente nuestra morada en esta tierra.
Sin embargo no olvidemos que antes éramos como todo el mundo, siguiendo las sugerencias del Demonio. Antes profesábamos con nuestros labios nuestra total adhesión a Dios como el único Señor y Rey de nuestras vidas, mientras ofrecíamos incienso a otros dioses en los que teníamos puesto nuestro corazón y las esperanzas. Decíamos que éramos monoteístas, pero éramos politeístas prácticos. Ahora, tal vez sigamos cayendo en ese pecado mortal del politeísmo y de la idolatría, pero ahora con la diferencia de conocer dónde están nuestras debilidades para evitarlas refugiándonos en el Señor. Nos dice Jesucristo: «Nadie puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). Y le respondemos al Señor que estamos totalmente de acuerdo y que Él es el único que ocupa todo nuestro corazón. Pero es que resulta que uno ha prestado algo de dinero para comprar algo o para hacer un favor a alguien y está esperando recuperarlo lo antes posible. Y el tiempo pasa y el dinero no llega y uno empieza a hacer juicios contra el hermano, se le envenena la sangre y está en 'un sin vivir' en tensión ansiando tener entre sus manos ese dinero.          
            Recuerdo a esa madre de familia, que vivía con una mísera pensión, con el marido en el paro, con niños a su cargo, que va a los ultramarinos del pueblo para adquirir los alimentos básicos para su familia y va dejando a deber cada vez más con el ánimo de poder saldar las cuentas tan pronto como ella pueda. Es que encima mucha gente sintiéndose con derecho a juzgarla, a criticarla, murmurar de su esposo llamándole zángano y no cortándose 'ni un pelo' para humillarla. A lo que se sumaba que el dueño de la tienda de ultramarinos iba poniendo muchos reparos en darle la comida a esa pobre mujer, llegando casi a mendigárselo y los vecinos que conocían su precaria situación se burlaban a sus espaldas y nadie era capaz de ayudarla como los cristianos deberían de hacerlo, ya que hubo ya alguien que lo hizo por cada uno de nosotros. Sin embargo, bien acuden al culto pero su corazón está muy lejos del Señor. ¿Acaso en esta situación de precariedad y de injusticia se está dejando a Jesucristo que ejerza su reinado? No se le está permitiendo porque las fuerzas de Satanás se oponen con todas sus ganas. Lo curioso de todo esto es que la mayoría de la gente encarcelan a Cristo en el templo no permitiéndole que su reinado traspase ese pórtico, soltando a los demonios para que anden a su aire y se pavoneen por las calles y casas.
            Nosotros vivíamos antes según el proceder de este mundo. Nosotros nos elaborábamos nuestra particular verdad para afrontar la vida cotidiana, engañándonos a nosotros mismos y así acostumbrarnos a la oscuridad de las tinieblas. Es cierto que conocíamos el parecer del Señor en la mayoría de las cosas que nos acontecían, pero siempre buscábamos la vía intermedia para no romper con Dios y seguir conviviendo con nuestra mediocridad. Y de este modo andábamos en la mentira ya que al no seguir las inspiraciones de Dios nos estábamos aliando al mal. Y Cristo hoy te dice que Él ha venido para ser testigo de la verdad  y que todo el que es de la verdad, escucha su voz. Ahora bien ¿somos conscientes cuando no escuchamos su voz? La respuesta a esta pregunta va acompañada de otra pregunta: ¿vivimos según el proceder de este mundo? ¿Lo que mueve nuestro corazón son aquellas cosas que llegan a entristecer el corazón de Cristo? Un castigo terrible caerá sobre aquellos que no permitan que Cristo reine en su ser. Un castigo terrible que es buscado con entera libertad ya que uno mismo ha impedido que la gracia sanante de Cristo entre dentro de él.
            Si el agua purificadora de Cristo no nos empapa, si el Espíritu Santo no anida en nuestras almas habremos matado nuestro propio bautismo, y lo único que nos quedará será un papel con la partida de bautismo. Ante esto surge una cuestión ¿en qué consiste en ser cristiano hoy?, ¿acaso no basta con cumplir asistiendo a Misa como se ha hecho toda la vida?, ¿en qué consiste? Consiste en que se realice en nosotros el amor de Cristo. Y, ¿en qué consiste el amor de Cristo? El amor de Cristo consiste en amar a tu enemigo. Jesucristo nos dice: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Amad a vuestros enemigos, rezad por quienes os persiguen». Y claro, como siempre estamos buscando tres pies al gato, nos brota inmediatamente la pregunta espontánea: ¿Quien es mi enemigo? Surge esta pregunta porque de alguna manera nos intentamos disculpar ante Dios. Pues tú enemigo y el mío es aquel que hace lo que yo no quiero que haga. Aquel que no piensa como yo, aquel que con su forma de ser me siento desafiado y ‘me saca de mis casillas’, ese es mi enemigo y a ese yo le tengo que amar. ¿Y por qué le tengo que amar si no le puedo ni soportar? Le tengo que amar porque, como dice San Pablo, «llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús para que se vea en nuestro cuerpo que Cristo está vivo, resucitado». Porque si Cristo no estuviese vivo dentro no podríamos extender los brazos en la cruz. Vamos a ver, pensemos, ¿cómo llevas tú el morir de Jesús?, pero en cosas concretas, aterrizando en lo concreto. ¿Te dejas crucificar por los defectos de tu hermana que a veces te resulta hasta insoportable?

            Dios nos ha destinado para hacer una obra enorme que es conducirnos a la santidad. Cristo es el Santo, Cristo es el rey, Cristo es el Señor. Abandonémonos en Él con infinita confianza.  

domingo, 1 de noviembre de 2015

Homilía de la Solemnidad de Todos los Santos 2015

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS 2015

            A lo largo de nuestra vida nos encontramos con muchos momentos de desaliento. Circunstancias o situaciones que nos generan gran desasosiego, ya sea porque las cosas no salen como pensábamos, bien sea porque las fuerzas empiezan a escasear en la lucha cotidiana. Además combatir el combate de la fe y luchar por ser fiel a Jesucristo es algo que termina agotando, ya que experimentamos en nuestra propia carne que un tesoro tan valioso lo llevamos en vasijas de barro y que la fuerza no procede de nosotros mismos, sino de Dios.
         Si Dios nos quitase la debilidad nos volveríamos unos soberbios y no llegaríamos a obtener el conocimiento de la verdad. Y sabemos muy bien de nuestra fragilidad, sabemos muy bien que somos vasos de barro porque conocemos cuales son nuestros pecados. Sabemos que somos perezosos, que juzgamos con gran facilidad. Cada cual conoce su debilidad. Y Dios ha puesto el tesoro de su mensaje; Dios ha puesto su Palabra en nuestras vidas, ha instalado su particular tienda de campaña en el santuario de nuestra alma porque así lo ha considerado Él oportuno. Y yo me digo, ¿cómo es posible que el Todopoderoso coloque en nuestras manos pecadoras un Mensaje tan sublime, tan extraordinariamente tan importante ya que en Él mismo reside nuestra propia salvación? ¿Por qué Dios actúa así? Dice el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Arguello que «desde lejos la luna brilla, pero si te acercas ves que la luna es toda polvo». Y es una verdad como un templo.
Tal vez encuentres a una religiosa, a un presbítero, a un Cardenal  o a un padre de familia magnífico, de esos ante los cuales ‘uno se quita el sombrero’, pero convives con ellos, vas conociéndole más en el trato frecuente y dices: Si la gente supiese como es ese presbítero,  o esa religiosa o padre de familia... se escandalizaría. ¡Cómo me siento tan defraudado de ellos! Es que todos somos barro, como ese barro de la luna.
         Sin embargo Dios, a pesar de nuestras miserias, traiciones, deslealtades, de los pecados de los que reincidimos una y otra vez... a pesar de todo esta miseria de nuestro ser, a pesar de eso Dios sigue depositando su Palabra en nuestros corazones para que nos demos cuenta que la fuerza viene de Dios, que este amor viene de Dios. ¿Cómo es posible que una esposa perdone la infidelidad de su esposo si no tiene la fuerza que le asiste de lo alto? ¿Cómo es posible que un inútil como un servidor pueda estar proclamando la palabra de Dios? ¿Cómo es posible? Es posible porque Dios está con nosotros y como reza el salmo, «por eso estamos alegres». Los presentes tenemos experiencia de que Dios actúa y damos fe de la existencia de Dios porque Él ha ido dejando sus huellas dactilares a lo largo de muchos momentos de nuestro existir.
         Dios permite que tengamos tribulaciones, sufrimientos. Dios nunca se recrea de nuestro sufrimiento, es más, no quiere nuestro dolor, sólo que toda nuestra vida sea una constante ofrenda agradable ante Él. Tendremos tribulaciones y sufrimientos pero una cosa nunca podremos olvidar: Estaremos atribulados por todas partes, «pero no abandonados». Nos perseguirán, nos podrán matar los hombres de cualquier modo o forma, pero no estaremos nunca abandonados por Dios. Nos dice San Pablo que  estamos «abatidos, pero no aniquilados, llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús para que se manifieste en nosotros su resurrección».
         Ser cristiano es algo magnífico. Cuando nosotros aceptamos ser tratados injustamente, aceptando ser calumniados, perseguidos, por no tener dinero, por ser fiel a Cristo ante planteamientos políticos y morales, «el mundo recibe la vida» porque ve en nosotros la luz de Cristo resucitado.

         Y en medio de este particular desierto, donde los alacranes, las serpientes y escorpiones nos muerden en los talones aparece Dios con una palabra que se nos dirige a cada uno en particular: « ¡Ahí de mí si no anunciase el Evangelio! ». Los Padres del Desierto nos dicen que cómo la serpiente repta por la tierra y siempre está dispuesta a atacar al talón, para morder e inyectar su mortífero veneno. Mas si te has puesto el calzado para anunciar el Evangelio no te morderán porque has cubierto el talón y te protege totalmente. Por muy largos y afilados que sean los mortíferos dientes nunca podrá llegar a perforar ese calzado para anunciar el Evangelio. No te pueden morder las serpientes siempre que tengas celo por anunciar el Evangelio. Esa fue el modo de proceder de los santos y a ese modo de proceder estamos llamados todos a imitar. 

miércoles, 28 de octubre de 2015

jueves, 22 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXX del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXX del Tiempo Ordinario, ciclo b, 25 de octubre de 2015
Jer 31,7-8
Sal 125
Heb 5,1-6
Mc 10, 46-52
            «Maestro, que pueda ver». Ésta es la súplica clara y directa que Bartimeo lanza a Jesucristo. Bartimeo sabía muy bien dónde residía su gran problema; era ciego. Y no solamente sabía cuál era su problema sino que además sabía quién le podía socorrer para poder ver, y por eso se pone donde se pone, sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Cristo, tanto a ti como a mí nos dice: « ¿Qué quieres que haga por tí?» Y tal vez nos surjan tantas peticiones con las cuales esperamos calmar la inquietud de nuestro corazón. Muchas de ellas serán muy legítimas y muy pertinentes, pero no por lanzar muchos dardos a la diana hemos conseguido acertar en todo el centro. Es decir que no hemos respondido al Señor porque no hemos entendido el sentido auténtico de sus divinas palabras. Cristo cuando se dirige a ti y te plantea la pregunta « ¿Qué quieres que haga por tí?» te está planteando que si conoces realmente la verdad de tu vida. Cristo te interroga ¿te has acostumbrado tanto a mentirte a ti mismo que ya la mentira es lo habitual ya pasando por verdad?  A modo de ejemplo: El vecino de un amigo engaña a su mujer. Bueno, creo que una habitación de la casa está toda la pared llenita ‘de cuernos’.  Él se las idea de tal modo que, haciendo uso de las mentiras, siempre sale victorioso para que no le pillen con su amante. Además, tanto él como esa mujer toleran, aceptan y permiten todos los actos deshonestos que realizan. El tiempo trascurre y conviven alegremente con su pecado sin hacerse el más mínimo problema. A uno se le ocurre decirles que están cometiendo adulterio –que para remate fiesta así uno no se va precisamente ‘ganando amigos’-  y ellos no lo entienden porque según sus categorías mentales eso que están haciendo no es pecado porque está permitido por los dos interesados. Es decir, viven creyéndose su propia mentira. Pero si ellos caen en cuenta de su pecado, luchan contra la tentación, hacen lo posible para no ponerse en ocasión de pecado y permiten que Cristo les ponga la verdad de su vida ante sus ojos, llegará un momento en que ellos ante la pregunta del Señor « ¿Qué quieres que haga por tí?», ellos respondan «Señor, quiero salvar mi matrimonio».
            Es cierto que el caso que les acabo de presentar es bastante alarmante, sin embargo, si hacemos un ejercicio serio de sinceridad, cada cual sabe ‘de qué pie cojea’ y a partir de cómo el Señor te ilumina tu existencia puedas responder y decirle a Jesucristo aquella cosa que necesites para avanzar por la senda de la santidad.        
Dense cuenta de lo que nos proclama el versículo del Aleluya, tomado de la segunda carta a Timoteo: «Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte y sacó a la luz la vida, por medio del Evangelio» (2Tim 1,10).  Nosotros permitimos que Cristo destruya nuestra muerte cuando el Evangelio va teniendo influencia en nuestra vida. El hombre sumergido en su pecado está rodeado de oscuridad y llega a actuar como si la oscuridad fuera lo normal, lo asumido como lo habitual. El pecado genera pecado y se piensa con categorías de pecado para que con la voluntad se realice ese pecado: Es una dinámica destructiva que genera dolor.
            Los cristianos deberíamos de aprender de los filtros de papel de las cafeteras. El filtro impide que el café molido se cuele en el tanque de café. Nuestro particular filtro de papel es la Palabra de Dios. El agua es el contexto social donde uno se desenvuelve habitualmente –la escuela, el taller, la universidad, el hogar, el alternar por los bares, etc.- y el café molido es el cúmulo de planteamientos políticos, consumistas, sindicalistas, filosóficos, hedonistas, materialistas, etc. que están pululando continuamente por el ambiente y van creando poso consistente en las conciencias de las gentes y de los pueblos. El particular filtro de papel que es la Palabra de Dios nos ayuda a adquirir un discernimiento sabio, una prudencia digna de elogio, y nos inclina a pensar y sentir como Dios siente y piensa, de tal forma que el modo de estar, sentir, pensar, razonar y amar se vaya  depositando como líquido en esa particular jarra, siendo y constituyéndonos en  testigos de Dios para los demás hombres. Esto es posible porque el Espíritu de Dios está trabajando constantemente y no se toma ni un día de ‘asuntos propios’.
            Ahora viene lo exigente. Cuando uno su vida como esposo o esposa, como joven universitario, como hijo, como consagrada, como presbítero... la va filtrando con el filtro de la Palabra de Dios, le tiemblan las piernas a uno, porque al permitir que Cristo te ponga la verdad de tu vida ante tus ojos nos va a decir cosas duras, que  no nos va a gustar y nos escocerá ya que romper con los apegos siempre supone dolor. Pero es un dolor purificador, liberador. Será entonces cuando sepamos qué es lo que debemos de pedir a Jesucristo.
             Y concluye el Evangelio diciéndonos: «Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino».


sábado, 17 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 18 de octubre de 2015
Lectura del Profeta Isaías 53, 10-11
Sal. 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 R: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 35-45


            Los cristianos estamos llamados a reconstruir el mundo querido por Dios. Y se reconstruye desde el servicio, muriendo a uno mismo, desgastándose por amor a Dios y a los demás. Resulta llamativo cómo la Palabra se cumple: Se presentan ante Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan pidiéndole unos asientos/puestos de honor en la gloria, uno a la derecha y otro a la izquierda. Ellos van a lo que van, a ocupar los puestos relevantes para servirse a sí mismos, o sea para poner a su servicio el cargo que desempañan. Esto es igualito, pero igualito ahora: «Si quieres conocer a Fulanito, dale un carguito». Uno sabe que es el mismo porque lo pone el Documento Nacional de Identidad y por poca cosa más. Por eso es preciso sacudirnos nuestras rutinas, luchar contra nuestras tentaciones, conocer nuestras debilidades para pedir fortaleza en el Señor. Jesucristo nos pone la verdad de nuestra vida personal ante nuestros ojos. Jesucristo nos señala con su dedo los lugares donde se hayan nuestras debilidades, en aquellas cosas en las que flaqueamos. Es verdad que el Señor 'se podía callar la boca', guardar silencio y no decirnos nada, pensando él de cada de uno de nosotros, «ya es mayorcito para saber lo que hace», pero por amor, teniendo experiencia que mencionado amor muchas de las veces no es correspondido, él sigue permaneciendo a nuestro lado. Cristo conoce nuestras debilidades y pecados. A modo de ejemplo; las debilidades que el Señor nos muestra ante nuestros ojos se asemeja a las corrientes de aire que se producen en las habitaciones cuando las puertas y ventanas están abiertas. Si uno permanece en la corriente se termina acatarrando o cosas peores. Uno sabe lo que tiene que hacer para evitar las corrientes de aire, ya que cerrando las ventanas y las puertas queda el problema solucionado. Cristo nos muestra nuestra debilidad para que cerremos las puertas a Satanás, para estar más en guardia y con una actitud más vigilante. Recordemos lo que reza el Salmo Responsorial de hoy:
            «Nosotros aguardamos al Señor: 
            Él es nuestro auxilio y nuestro escudo».
            Hace poco cayó en mis manos una hojilla de una parroquia de la capital donde se enumeraba un elenco de actividades parroquiales, en las cuales no percibí ni la impaciencia evangélica, ni el celo para salir hacia los alejados, ni el deseo de iluminar la vida de la comunidad desde el Evangelio, sino el conformismo y la espiritualidad de mínimos. Daba la sensación que con las catequesis de Primera Comunión, de Confirmación, los cursos pre-matrimoniales, el equipo de lectoras, el coro parroquial, un grupo de oración y Cáritas ya estaba despachado todo lo despachable dando respuesta a la ardua tarea de la evangelización. Y yo pensaba, si Cristo se hubiera conformado con asistir a la sinagoga los sábados y cumplir los preceptos de los judíos ¿hubiera muerto en la cruz?, ¿hubiera sido el Camino, la Verdad y la Vida? Si el Concilio Vaticano II es el concilio de la renovación espiritual, de la nueva evangelización, ¿cómo es posible que nos quedemos en lo teórico y en lo estético y no recuperemos el fervor, la fuerza y el entusiasmo de los primeros tiempos apostólicos? ¿Qué precio tan alto están pagando los fieles cristianos al tener parroquias tibias, conformistas y tan afectadas por los aires de la secularización?

            Estamos llamados a dar respuesta a la vocación divina. Estamos llamados a evangelizar el mundo contemporáneo. Estamos expuestos a que nos den bofetadas en la cara por anunciar a Cristo -o cosas peores-, pero estaremos, como les pasó a los apóstoles que «salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús» (Hch 5,41). Una madre de familia y un padre de familia que viven amándose entre ellos y que cada cual antes de pensar en sí mismo piensa en el otro ya actúa en consecuencia ya apostando por la instauración del Reino de Dios en ese hogar. Lo nuestro es poner todos los medios para que allá donde nos encontremos podamos instaurar los principios del Reino de Dios; lo nuestro es hacer apostolado. Recordemos que nuestra diócesis y España entera es terreno de misión. Además con un agravante serio, que no esperéis encontrar muchos agradecimientos porque nos encontraremos con personas que dicen conocer todo aquello que nosotros les vayamos a anunciar, y 'no hay peor sordo que aquel que no quiere oír'. 

jueves, 8 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO,  ciclo b, 11 de octubre 2015
Lectura del Libro de la Sabiduría 7, 7-11
Sal. 89, 12-13. 14-15. 16-17 R: Sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y jubilo.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 17-30

            Cada vez voy entendiendo más las palabras de Jesucristo: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha porque ancha es la puerta que conduce a la perdición». Eso implica que concebir la vida personal en cristiano me va a generar renuncia, dolor y lágrimas. Pero ¿por qué el Señor me pide que haga este esfuerzo tan tremendo cuando yo mismo estoy dándome cuenta que la mayoría de los cristianos no se plantean nada de esto? La mayoría de los cristianos desempeñan sus trabajos y relaciones personales y familiares según como a ellos les parece bien pero la fe no tiene incidencia en esto eso. ¿Por qué en mí sí tiene que tener incidencia? ¿Por qué el Señor me quiere complicar la vida de esta manera pudiendo yo hacer las cosas sin romperme tanto la cabeza amoldándome a las conveniencias que me vengan bien? El Espíritu Santo se mueve por donde quiere y como quiere.  Y el Espíritu Santo desea que nuestro bautismo sea redescubierto esforzándonos en ‘vivir en la verdad’. Lejos de nosotros el estar montado de pie, sobre una tabla de surf deslizándonos sobre las olas de la mentira. Lo nuestro es estar con Cristo y Cristo es la VERDAD.
            Nos hemos acostumbrado a movernos por lo ‘aceptado comúnmente por los demás’, ‘por lo políticamente correcto’, por la mediocridad en usos y costumbres, por las olas de unas mentiras toleradas que de tanto emplearlas las entendemos como algo normal... que nos han ido adormeciendo la conciencia haciéndonos creer y razonar que se puede ser cristiano de cualquier modo. Y esta falta de testimonio cristiano, ese escaso celo por anunciar el Evangelio desalienta y enfría a nuestros hermanos. ¿Y por qué yo no puedo ser como el resto que hace las cosas como considera oportuno? ¿Por que yo tengo que vivir ‘en la verdad’ cuando lo que deseo es vivir ‘en mi verdad’? Porque el Señor te quiere en ese proceso de conversión. Y no esperes que en ese proceso de conversión te den palmaditas de aprobación en la espalda, bueno, alguna puede caer, pero no las esperes.
             Si uno hace un ejercicio de honestidad, al poco tiempo cae en la cuenta de todos los pensamientos, ideas, planteamientos que a uno le van influyendo diariamente. Es más, la conversación que uno mantenga con una persona determinada tiene en sí un peso específico bastante diferente a otra conversación que uno tenga con otra. Es decir, que no solamente nos influye sino que nosotros nos dejamos influir. Pues la Palabra de Dios, tal y como nos dice la epístola a los Hebreos «no hay criatura que escape a su mirada» y además «juzga los deseos e intenciones del corazón». La Palabra de Dios ¿qué papel juega en nuestra vida o qué influencia tiene en nosotros?  Claro, tal vez habría que plantear una pregunta previa: ¿He tenido algún encuentro con la  Palabra de Dios o simplemente la oigo en la Eucaristía o la leo ocasionalmente? ¿Tengo la experiencia de cómo la Palabra de Dios me ha interpelado, me ha violentado, me ha cuestionado aspectos de mi modo de vivir? ¿Tengo la experiencia de cómo la Palabra de Dios me ha ayudado a ‘vivir en la verdad’ acontecimientos o situaciones personales? Y una vez que he vivido en la verdad ese acontecimiento ¿eso me ha ayudado para estar más cercano a Jesucristo? Es que resulta que a los padres cristianos y practicantes les ha salido una hija de 18 años que se quiere ir a vivir con su novio, y los padres, por miedo de perder a su hija, no se oponen. ¿Esos padres están viviendo en la verdad esa situación para con su hija? ¿Están siendo honestos consigo mismos? ¿Están traicionando a su fe? O es que resulta que un joven cristiano ha cogido como hábito los fines de semana el abusar del alcohol para desinhibirse en el trato con las chicas para hacer cosas impropias de cristianos. ¿Este joven está viviendo ‘en la verdad’ y creciendo en autenticidad tanto en el plano humano como en el creyente?
No olvidemos que «la Palabra de Dios es viva y eficaz» Está viva porque ilumina las entrañas de tu misma realidad personal –esa relación laboral, ese modo de administrar el dinero, las relaciones matrimoniales y familiares, en tu modo de sentirte y participar en la parroquia, todo el mundo de los afectos, etc.- y es eficaz porque te va indicando, poco a poco, si lo que se te va presentando es cosa de Dios, o del demonio o de uno mismo, y de este  modo actuar con prudencia y sabiduría.
            Jesucristo en ese encuentro con el joven rico le puso la verdad de su vida ante sus propios ojos. El joven rico quería heredar la vida eterna, quería salvarse, pero quería salvarse a su modo y manera. Además el Señor no era el centro de su vida, sino que su existencia gravitaba en torno a sus riquezas que le generaban seguridad. Y Jesucristo le cuestiona para que ‘viva en la verdad’  para que Dios sea el principio y fundamento de su existencia. El problema está que cuando uno dice las cosas como son en realidad, eso no gusta, y uno corre el riesgo de `ganarse pocos amigos por ahí’

            Hay muchos presbíteros que quieren obtener frutos pastorales a su modo y manera y si no lo consiguen se enfadan con Dios y se auto justifican diciendo que ‘ellos ya han echado las redes’ pero no han pescado nada. Lo más curioso -por no decir cachondo del tema- es que por echar las redes para pescar una vez o un par de veces ya 'piden la baja laboral' porque se han herniado al echarlas -¡realmente que pobrecitos!-. Cuando menos se hace menos se quiere hacer y más justificaciones uno se elabora para hacer lo que mejor se sabe hacer, o sea, nada. Estos amigos de la hamaca se han olvidado que seguimos a uno que no paraba de un lado para otro y no tenía ni tiempo ni para comer porque la gente le apretujaba; ya que Jesucristo nos enseñó con su testimonio personal que uno, si quiere ganar la vida, ha de vivir para los demás y no para sí mismo. Por lo tanto, a echar las redes de nuevo, mil y una vez. Y tanto el joven rico como esos presbíteros se olvidan de que no seguimos a un triunfador,  sino a un crucificado y que Pedro estuvo toda la  noche echando las redes y no consiguieron nada; pero a pleno día, el Señor le mandó que volviera a echar las redes y en su nombre lo hizo y no podían con el peso de la redada de peces que habían conseguido pescar. El Señor no quiere nuestras limosnas sino que nos quiere a nosotros mismos

sábado, 3 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 4 de octubre 2015
Lectura del Libro del Génesis 2, 18-24
Sal. 127, 1-2. 3. 4-5. 6 R: Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 2-16

            Muchas veces me quedo pensando sobre el modo de proceder que suele tener Dios con nosotros. Para muchos Dios no deja de ser el que se dedica a censurar todo -eso no lo hagas, aquello ni se te ocurra, eso es pecado, etc.- y claro está, nadie echa de menos a un controlador que desaprueba tus acciones. De hecho, muchos que fueron bautizados no dejan de entender a la Iglesia como la madrastra malvada que con su sola presencia te recrimina tus malas acciones. Algunos de los que andan por la calle y emplean un lenguaje soez con las religiosas o a los presbíteros con los que se encuentran no hacen otra cosa que manifestar un desajuste que les genera sufrimiento interno. Esto es como cuando a uno se le ocurre mezclar Coca-Cola con pastilla de Mentos, que se genera una reacción que salta el líquido pringando y ensuciando todo. Cuando Cristo se muestra de cualquier modo hace que Satanás arda en ira.
            Lo que nos puede suceder es que estamos tan acostumbrados a entender nuestra libertad como el poder elegir entre dos cosas contrarias -el angelito malo que te invita diciendo: «mira que apetitoso es, anda, no seas cobarde, atrévete y lo vas a disfrutar....» y el angelito bueno que te dice: «no lo hagas, sé bueno, no hagas caso al angelito malo porque te va ha hacer daño»-. De tal modo que nos cuesta entender nuestra libertad de un modo distinto al de poder elegir entre dos elecciones contrarias.
            Hay un Salmo precioso (salmo 138) que reza diciendo:
            «Señor, tú me sondeas y me conoces;
            me conoces cuando me siento o me levanto,
            desde lejos penetras mis pensamientos;
            distingues mi camino y mi descanso,
            todas mis sendas te son familiares.
            No ha llegado la palabra a mi lengua,
            y ya, Señor, te la sabes toda».

            Cristo se pone a nuestro servicio para que aprendamos a vivir en libertad. Si permanecemos al lado de Cristo iremos descubriendo lo bueno, lo bello, lo noble, lo hermoso, lo verdadero, lo recto, el amor. Al ir, poco a poco, adquiriendo estos nobles disposiciones para que luego vayan orientando nuestras vidas. Y resulta curioso porque cuando uno permanece al lado de Cristo va sintiendo y atractivo por su persona porque descubres que Él te hace mucho bien. Entonces la libertad no consiste ya en estar escuchando a los dos angelitos -el bueno y el malo- que te van 'dando la turra' sino disfrutar estando con alguien que sabemos nos ama como nadie nos ha amado ni nos amará. Pero no sólo consiste en saber las cosas sino también educar la voluntad para correr tras aquello que enciende de alegría nuestro corazón.
            Y para resaltar más aun que seguir a Cristo es un ejercitar la inteligencia, de lo valorativo, de lo volitivo y de la voluntad para realizar. Reza el Salmo Responsorial de hoy:
            «¡Dichoso el que teme al Señor,
            y sigue sus caminos!».

            El casado tiene sus tentaciones como todos, como las tienen las personas consagradas, los presbíteros y toda persona. Y el Demonio nos puede llegar a confundir presentándonos nueva opciones -que por muy seductoras y apetitosas que puedan llegar a ser- están rezumando de veneno por todas partes. Por eso Cristo nos recuerda el proyecto originario de Dios, ya que es el único que puede generar paz en nuestro interior. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Homilía del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 27 de septiembre 2015
LECTURA DEL LIBRO DE LOS NÚMEROS 11, 25-29
SALMO 18
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO 5,1-6
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 9,38-43.45.47-48         

            Hermanos, podemos pensar que aquellos que gozan de un trato más cercano y amigable con el Señor tienen las cosas más sencillas. Como si estar en ese trato entrañable y familiar fuese como el soportal donde uno se refugia de la tormenta de agua repentina. Por lo menos esa no fue la experiencia que tuvo Moisés. Moisés estaba agobiado y abrumado con tantos problemas. Nos cuenta la Sagrada Escritura que «el pueblo se quejaba amargamente ante el Señor». Pero claro, fue Moisés quien, en nombre de Dios, acaudilló a su pueblo a la libertad sacándoles de la esclavitud de Egipto. Ahora bien, como las circunstancias eran adversas para el pueblo, carecían de comodidades, acudían a Moisés para descargar 'su mal genio' y 'mala leche' echándole en cara las cosas que no funcionaban como ellos se habían planeado. Estaban tan atontados que no eran capaces de darse cuenta ni de suerte que habían tenido al ser rescatados por Dios, ni de lo que estaba suponiendo esa nueva situación en la que Dios estaba actuando. Ellos 'estaban en sus trece' y no valoraban la intervención salvífica de Yahvé. Acudían a Moisés y al pobre 'le ponían la cabeza como un bombo', todo para él, quejas, problemas, comentarios poco afortunados, dificultades....y poquitas alegrías. Moisés estaba abrumado y agobiado. Me da la impresión que el pueblo pensaba que como Dios estaba con ellos iban a tener oasis, cascadas de abundante agua para refrescarse, descansar, echarse alguna cabezadita, tener llena la barriga  y todo iba a ser 'coser y cantar'.
         Moisés se daba cuenta como los miembros de su pueblo se estaban comportando moviéndose por sus propios criterios mundanos, y de este modo es como si se pusieran una manta sobre la cabeza que le impidiera alzar su mirada hacia lo trascendente, hacia Dios. Moisés echa de menos el tener a personas cerca que sean capaces de hacer el ejercicio de entender lo que se está viviendo desde la fe. Desea tener a personas que 'hagan una lectura creyente de su propia vida'. El pueblo se ha acostumbrado a mirar, valorar y a tasar lo que viven 'dejando a Dios de lado'. ¡Deben de tener una joroba de muy señor mío, siempre mirándose al ombligo y al suelo en vez de alzar la mirada a Dios!
         Y Dios que escucha a Moisés y se está dando cuenta de lo apurado que se encuentra le hace un doble regalo: envía codornices sobre el campamento para que puedan comer carne y le regala un consejo de ancianos que le ayuden en la responsabilidad del gobierno en el pueblo. Este consejo está asistido por el Espíritu del Señor y se conducen y ayudan a conducir en la vida con prudencia y rectitud, agradando así a Dios. Por eso Moisés está deseando que todos los miembros del pueblo sean profetas, con la capacidad suficiente para poder buscar el bien y correr tras él. De este modo cualquier persona es acogida y aceptada como es porque hay un amor sobrenatural que impulsa a amar con una intensidad desconocida en el mundo y en la sociedad actual. Personas que rompan con el dominio de lo mundano y descubran la novedad de lo que supone vivir desde la confianza en Dios.

         Todos sabemos lo que supone vivir desde la confianza en nuestro dinero, en nuestras seguridades, de tal modo que en la medida en que nos dejamos llevar por todo eso nos vamos como atando las manos y los pies, como si fuera una cuerda que se va enrollando en torno nuestro, incapacitándonos a amar con ese amor pleno que nuestro corazón aspira a alcanzar.
         El regalo que Dios entrega a Moisés al ofrecer el espíritu a esos setenta ancianos, ese regalo es lo máximo, ya que dan pautas y orientaciones de cómo actúa Dios cuando entra en la vida de uno. Se produce un cambio total en la escala de valores.
         El apóstol Santiago nos pone sobre aviso sobre lo que nos sucede cuando un cristiano oye la Palabra de Dios, participa de la Eucaristía pero no permite que Dios tome el timón de su particular barco. ¿Y cómo sabemos que Dios no tiene ese timón? Se sabe porque su conducta no agrada a Dios y perjudica tanto a los demás como al propio interesado. No hay coherencia entre la fe y la vida. Suponed que una chica está saliendo con un chico y viceversa, y además los dos son cristianos. Si ese chico empieza a beber y a tontear con otras chicas -sí, él se 'lo estará pasando bomba'- pero la chica que le quiere lo está pasando mal y muy incómoda porque ella no puede disfrutar de ese amor que dice él que la tiene. Las palabras son palabras y mencionadas palabras han de estar acreditadas, consolidadas con los hechos y actuaciones constantes y frecuentes. Por eso el Apóstol Santiago nos dice en su epístola que tengamos mucho cuidado con nuestro modo de proceder porque si actuamos como necios e insensatos generamos mucho dolor y confusión a nuestro alrededor.

         Y es más, Cristo se pone serio. Cristo no quiere que escandalicemos y menos que perjudiquemos a los hermanos que andan más débiles en la fe. Desea que rompamos decididamente y de modo tajante con lo que causa escándalo, por eso usa expresiones como  «si tu mano te hace caer, córtatela» o «si tu ojo te hace caer, sácatelo». Y la razón de fondo es que cuando uno no permite que Cristo te sane internamente está favoreciendo que el veneno de Satanás entre en nuestra corriente sanguínea  y nos muramos poco a poco dejando tras de nosotros el pestilente olor del pecado. Cristo nunca nos miente, depende de cada uno el 'vivir en la verdad'.