DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO.
Ciclo c
Lectura del Profeta Baruc 5, 1-9
Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R. El
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Lectura de la carta del Apóstol San
Pablo a los Filipenses 1, 4-6. 8-11
Lectura del santo Evangelio según San
Lucas 3, 1-6
Los creyentes vivimos en nuestra
cultura con cierta incomodidad. La fe está llamada a enraizarse en las diversas
realidades donde nos movemos y poder desarrollarse. Nadie puede olvidarse que
el Evangelio ha sido causa de escándalo para los judíos y locura para los
gentiles. Y que el Dios de Jesucristo no se parece a un carrito de la compra
donde uno va echando lo que más le conviene. Del mismo modo que uno no puede
arrancar las páginas de la Biblia que a uno no le convencen o le incomodan,
porque terminaríamos arrojando a la hoguera hasta las mismas pastas del libro
sagrado.
Tampoco podemos condescender con
determinados planteamientos de pensamiento o con determinados modos de entender
las relaciones sociales o familiares porque, aparte de perjudicarnos,
estaríamos distorsionando el Mensaje de Jesucristo. La Palabra nos exige
obediencia. Pero podemos pensar que la Palabra está escrita en un libro, que a
su vez está en una estantería y que somos nosotros los que estamos en el mundo
y que nos tenemos que apañar como podemos, muchas
veces muy zarandeados por el materialismo, por el relativismo, por la impiedad
reinante. Vivir cristianamente aquí y ahora significa vivir estando muy
espabilados. Hemos de tratar de discernir los elementos culturales en los que
nos movemos analizando si es compatible o no con las afirmaciones de la fe.
San Juan el Bautista hoy ya nos lo
está diciendo con gran claridad pidiéndonos la conversión: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y
colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale». Y preparamos el
camino del Señor escuchando su Palabra. La Palabra es la semilla que el
Espíritu Santo deposita en nosotros para despertarnos y avivar nuestra unión a
Cristo. Gracias al contacto directo y frecuente con la Palabra vamos cayendo en
la cuenta de que las cosas en nuestra vida no las tenemos tan bien como
pensábamos. Los planetas del sistema
solar cuando más alejado del Sol mas hielo aparece. Todos tenemos la
experiencia de creernos muy seguros de muchas cosas, de decir, yo en ese pecado
no voy a caer nunca. Pero... cuando uno va descuidando y alejándose del sol que es Cristo...cuando uno baja la intensidad en la oración,
empieza un poco a relajarse en las costumbres, uno cae donde no debería de
caer. Es decir, que cuando no dejamos actuar como tiene que actuar el Espíritu
Santo ya se encarga el Demonio de 'campar a sus anchas' dañando todo lo que
encuentra a su paso. Por eso San Juan el Bautista nos urge a la conversión para
hoy y ahora, porque tal vez mañana sea demasiado tarde.
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