domingo, 1 de noviembre de 2015

Homilía de la Solemnidad de Todos los Santos 2015

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS 2015

            A lo largo de nuestra vida nos encontramos con muchos momentos de desaliento. Circunstancias o situaciones que nos generan gran desasosiego, ya sea porque las cosas no salen como pensábamos, bien sea porque las fuerzas empiezan a escasear en la lucha cotidiana. Además combatir el combate de la fe y luchar por ser fiel a Jesucristo es algo que termina agotando, ya que experimentamos en nuestra propia carne que un tesoro tan valioso lo llevamos en vasijas de barro y que la fuerza no procede de nosotros mismos, sino de Dios.
         Si Dios nos quitase la debilidad nos volveríamos unos soberbios y no llegaríamos a obtener el conocimiento de la verdad. Y sabemos muy bien de nuestra fragilidad, sabemos muy bien que somos vasos de barro porque conocemos cuales son nuestros pecados. Sabemos que somos perezosos, que juzgamos con gran facilidad. Cada cual conoce su debilidad. Y Dios ha puesto el tesoro de su mensaje; Dios ha puesto su Palabra en nuestras vidas, ha instalado su particular tienda de campaña en el santuario de nuestra alma porque así lo ha considerado Él oportuno. Y yo me digo, ¿cómo es posible que el Todopoderoso coloque en nuestras manos pecadoras un Mensaje tan sublime, tan extraordinariamente tan importante ya que en Él mismo reside nuestra propia salvación? ¿Por qué Dios actúa así? Dice el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Arguello que «desde lejos la luna brilla, pero si te acercas ves que la luna es toda polvo». Y es una verdad como un templo.
Tal vez encuentres a una religiosa, a un presbítero, a un Cardenal  o a un padre de familia magnífico, de esos ante los cuales ‘uno se quita el sombrero’, pero convives con ellos, vas conociéndole más en el trato frecuente y dices: Si la gente supiese como es ese presbítero,  o esa religiosa o padre de familia... se escandalizaría. ¡Cómo me siento tan defraudado de ellos! Es que todos somos barro, como ese barro de la luna.
         Sin embargo Dios, a pesar de nuestras miserias, traiciones, deslealtades, de los pecados de los que reincidimos una y otra vez... a pesar de todo esta miseria de nuestro ser, a pesar de eso Dios sigue depositando su Palabra en nuestros corazones para que nos demos cuenta que la fuerza viene de Dios, que este amor viene de Dios. ¿Cómo es posible que una esposa perdone la infidelidad de su esposo si no tiene la fuerza que le asiste de lo alto? ¿Cómo es posible que un inútil como un servidor pueda estar proclamando la palabra de Dios? ¿Cómo es posible? Es posible porque Dios está con nosotros y como reza el salmo, «por eso estamos alegres». Los presentes tenemos experiencia de que Dios actúa y damos fe de la existencia de Dios porque Él ha ido dejando sus huellas dactilares a lo largo de muchos momentos de nuestro existir.
         Dios permite que tengamos tribulaciones, sufrimientos. Dios nunca se recrea de nuestro sufrimiento, es más, no quiere nuestro dolor, sólo que toda nuestra vida sea una constante ofrenda agradable ante Él. Tendremos tribulaciones y sufrimientos pero una cosa nunca podremos olvidar: Estaremos atribulados por todas partes, «pero no abandonados». Nos perseguirán, nos podrán matar los hombres de cualquier modo o forma, pero no estaremos nunca abandonados por Dios. Nos dice San Pablo que  estamos «abatidos, pero no aniquilados, llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús para que se manifieste en nosotros su resurrección».
         Ser cristiano es algo magnífico. Cuando nosotros aceptamos ser tratados injustamente, aceptando ser calumniados, perseguidos, por no tener dinero, por ser fiel a Cristo ante planteamientos políticos y morales, «el mundo recibe la vida» porque ve en nosotros la luz de Cristo resucitado.

         Y en medio de este particular desierto, donde los alacranes, las serpientes y escorpiones nos muerden en los talones aparece Dios con una palabra que se nos dirige a cada uno en particular: « ¡Ahí de mí si no anunciase el Evangelio! ». Los Padres del Desierto nos dicen que cómo la serpiente repta por la tierra y siempre está dispuesta a atacar al talón, para morder e inyectar su mortífero veneno. Mas si te has puesto el calzado para anunciar el Evangelio no te morderán porque has cubierto el talón y te protege totalmente. Por muy largos y afilados que sean los mortíferos dientes nunca podrá llegar a perforar ese calzado para anunciar el Evangelio. No te pueden morder las serpientes siempre que tengas celo por anunciar el Evangelio. Esa fue el modo de proceder de los santos y a ese modo de proceder estamos llamados todos a imitar. 

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