jueves, 8 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO,  ciclo b, 11 de octubre 2015
Lectura del Libro de la Sabiduría 7, 7-11
Sal. 89, 12-13. 14-15. 16-17 R: Sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y jubilo.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 17-30

            Cada vez voy entendiendo más las palabras de Jesucristo: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha porque ancha es la puerta que conduce a la perdición». Eso implica que concebir la vida personal en cristiano me va a generar renuncia, dolor y lágrimas. Pero ¿por qué el Señor me pide que haga este esfuerzo tan tremendo cuando yo mismo estoy dándome cuenta que la mayoría de los cristianos no se plantean nada de esto? La mayoría de los cristianos desempeñan sus trabajos y relaciones personales y familiares según como a ellos les parece bien pero la fe no tiene incidencia en esto eso. ¿Por qué en mí sí tiene que tener incidencia? ¿Por qué el Señor me quiere complicar la vida de esta manera pudiendo yo hacer las cosas sin romperme tanto la cabeza amoldándome a las conveniencias que me vengan bien? El Espíritu Santo se mueve por donde quiere y como quiere.  Y el Espíritu Santo desea que nuestro bautismo sea redescubierto esforzándonos en ‘vivir en la verdad’. Lejos de nosotros el estar montado de pie, sobre una tabla de surf deslizándonos sobre las olas de la mentira. Lo nuestro es estar con Cristo y Cristo es la VERDAD.
            Nos hemos acostumbrado a movernos por lo ‘aceptado comúnmente por los demás’, ‘por lo políticamente correcto’, por la mediocridad en usos y costumbres, por las olas de unas mentiras toleradas que de tanto emplearlas las entendemos como algo normal... que nos han ido adormeciendo la conciencia haciéndonos creer y razonar que se puede ser cristiano de cualquier modo. Y esta falta de testimonio cristiano, ese escaso celo por anunciar el Evangelio desalienta y enfría a nuestros hermanos. ¿Y por qué yo no puedo ser como el resto que hace las cosas como considera oportuno? ¿Por que yo tengo que vivir ‘en la verdad’ cuando lo que deseo es vivir ‘en mi verdad’? Porque el Señor te quiere en ese proceso de conversión. Y no esperes que en ese proceso de conversión te den palmaditas de aprobación en la espalda, bueno, alguna puede caer, pero no las esperes.
             Si uno hace un ejercicio de honestidad, al poco tiempo cae en la cuenta de todos los pensamientos, ideas, planteamientos que a uno le van influyendo diariamente. Es más, la conversación que uno mantenga con una persona determinada tiene en sí un peso específico bastante diferente a otra conversación que uno tenga con otra. Es decir, que no solamente nos influye sino que nosotros nos dejamos influir. Pues la Palabra de Dios, tal y como nos dice la epístola a los Hebreos «no hay criatura que escape a su mirada» y además «juzga los deseos e intenciones del corazón». La Palabra de Dios ¿qué papel juega en nuestra vida o qué influencia tiene en nosotros?  Claro, tal vez habría que plantear una pregunta previa: ¿He tenido algún encuentro con la  Palabra de Dios o simplemente la oigo en la Eucaristía o la leo ocasionalmente? ¿Tengo la experiencia de cómo la Palabra de Dios me ha interpelado, me ha violentado, me ha cuestionado aspectos de mi modo de vivir? ¿Tengo la experiencia de cómo la Palabra de Dios me ha ayudado a ‘vivir en la verdad’ acontecimientos o situaciones personales? Y una vez que he vivido en la verdad ese acontecimiento ¿eso me ha ayudado para estar más cercano a Jesucristo? Es que resulta que a los padres cristianos y practicantes les ha salido una hija de 18 años que se quiere ir a vivir con su novio, y los padres, por miedo de perder a su hija, no se oponen. ¿Esos padres están viviendo en la verdad esa situación para con su hija? ¿Están siendo honestos consigo mismos? ¿Están traicionando a su fe? O es que resulta que un joven cristiano ha cogido como hábito los fines de semana el abusar del alcohol para desinhibirse en el trato con las chicas para hacer cosas impropias de cristianos. ¿Este joven está viviendo ‘en la verdad’ y creciendo en autenticidad tanto en el plano humano como en el creyente?
No olvidemos que «la Palabra de Dios es viva y eficaz» Está viva porque ilumina las entrañas de tu misma realidad personal –esa relación laboral, ese modo de administrar el dinero, las relaciones matrimoniales y familiares, en tu modo de sentirte y participar en la parroquia, todo el mundo de los afectos, etc.- y es eficaz porque te va indicando, poco a poco, si lo que se te va presentando es cosa de Dios, o del demonio o de uno mismo, y de este  modo actuar con prudencia y sabiduría.
            Jesucristo en ese encuentro con el joven rico le puso la verdad de su vida ante sus propios ojos. El joven rico quería heredar la vida eterna, quería salvarse, pero quería salvarse a su modo y manera. Además el Señor no era el centro de su vida, sino que su existencia gravitaba en torno a sus riquezas que le generaban seguridad. Y Jesucristo le cuestiona para que ‘viva en la verdad’  para que Dios sea el principio y fundamento de su existencia. El problema está que cuando uno dice las cosas como son en realidad, eso no gusta, y uno corre el riesgo de `ganarse pocos amigos por ahí’

            Hay muchos presbíteros que quieren obtener frutos pastorales a su modo y manera y si no lo consiguen se enfadan con Dios y se auto justifican diciendo que ‘ellos ya han echado las redes’ pero no han pescado nada. Lo más curioso -por no decir cachondo del tema- es que por echar las redes para pescar una vez o un par de veces ya 'piden la baja laboral' porque se han herniado al echarlas -¡realmente que pobrecitos!-. Cuando menos se hace menos se quiere hacer y más justificaciones uno se elabora para hacer lo que mejor se sabe hacer, o sea, nada. Estos amigos de la hamaca se han olvidado que seguimos a uno que no paraba de un lado para otro y no tenía ni tiempo ni para comer porque la gente le apretujaba; ya que Jesucristo nos enseñó con su testimonio personal que uno, si quiere ganar la vida, ha de vivir para los demás y no para sí mismo. Por lo tanto, a echar las redes de nuevo, mil y una vez. Y tanto el joven rico como esos presbíteros se olvidan de que no seguimos a un triunfador,  sino a un crucificado y que Pedro estuvo toda la  noche echando las redes y no consiguieron nada; pero a pleno día, el Señor le mandó que volviera a echar las redes y en su nombre lo hizo y no podían con el peso de la redada de peces que habían conseguido pescar. El Señor no quiere nuestras limosnas sino que nos quiere a nosotros mismos

No hay comentarios: