DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO
ORDINARIO, ciclo b, 11 de octubre 2015
Lectura del Libro de
la Sabiduría 7, 7-11
Sal. 89, 12-13. 14-15. 16-17 R: Sácianos de tu misericordia, y toda
nuestra vida será alegría y jubilo.
Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 17-30
Cada vez voy entendiendo
más las palabras de Jesucristo: «Esforzaos
por entrar por la puerta estrecha porque ancha es la puerta que conduce a la
perdición». Eso implica que concebir
la vida personal en cristiano me va a generar renuncia, dolor y lágrimas. Pero
¿por qué el Señor me pide que haga este esfuerzo tan tremendo cuando yo mismo
estoy dándome cuenta que la mayoría de los cristianos no se plantean nada de
esto? La mayoría de los cristianos desempeñan sus trabajos y relaciones
personales y familiares según como a ellos les parece bien pero la fe no tiene
incidencia en esto eso. ¿Por qué en mí sí tiene que tener incidencia? ¿Por qué
el Señor me quiere complicar la vida de esta manera pudiendo yo hacer las cosas
sin romperme tanto la cabeza amoldándome a las conveniencias que me vengan
bien? El Espíritu Santo se mueve por donde quiere y como quiere. Y el Espíritu Santo desea que nuestro bautismo sea
redescubierto esforzándonos en ‘vivir en la verdad’. Lejos de nosotros el estar montado de pie, sobre
una tabla de surf deslizándonos sobre las olas de la mentira. Lo nuestro es
estar con Cristo y Cristo es la VERDAD.
Nos
hemos acostumbrado a movernos por lo ‘aceptado comúnmente por los demás’, ‘por
lo políticamente correcto’, por la mediocridad en usos y costumbres, por las
olas de unas mentiras toleradas que de tanto emplearlas las entendemos como algo
normal... que nos han ido adormeciendo la conciencia haciéndonos creer y
razonar que se puede ser cristiano de cualquier modo. Y esta falta de
testimonio cristiano, ese escaso celo por anunciar el Evangelio desalienta y
enfría a nuestros hermanos. ¿Y por qué
yo no puedo ser como el resto que hace las cosas como considera oportuno?
¿Por que yo tengo que vivir ‘en la verdad’ cuando lo que deseo es vivir ‘en mi
verdad’? Porque el Señor te quiere en ese proceso de conversión.
Y no esperes que en ese proceso de conversión te den palmaditas de aprobación en
la espalda, bueno, alguna puede caer, pero no las esperes.
Si uno hace un ejercicio de honestidad, al
poco tiempo cae en la cuenta de todos los pensamientos, ideas, planteamientos
que a uno le van influyendo diariamente. Es más, la conversación que uno
mantenga con una persona determinada tiene en sí un peso específico bastante
diferente a otra conversación que uno tenga con otra. Es decir, que no solamente nos influye sino que nosotros
nos dejamos influir. Pues la
Palabra de Dios, tal y como nos dice la epístola a los
Hebreos «no hay criatura que escape a su
mirada» y además «juzga los deseos e
intenciones del corazón». La
Palabra de Dios ¿qué papel juega en nuestra vida o qué
influencia tiene en nosotros?
Claro, tal vez habría que plantear una pregunta previa: ¿He tenido algún
encuentro con la Palabra de Dios o
simplemente la oigo en la
Eucaristía o la leo ocasionalmente? ¿Tengo la experiencia de
cómo la Palabra
de Dios me ha interpelado, me ha violentado, me ha cuestionado aspectos de mi
modo de vivir? ¿Tengo la experiencia de cómo la Palabra de Dios me ha ayudado a ‘vivir en la
verdad’ acontecimientos o situaciones personales? Y una vez que he
vivido en la verdad ese acontecimiento ¿eso me ha ayudado para estar más
cercano a Jesucristo? Es que resulta que a los padres cristianos y practicantes
les ha salido una hija de 18 años que se quiere ir a vivir con su novio, y los
padres, por miedo de perder a su hija, no se oponen. ¿Esos padres están
viviendo en la verdad esa situación para con su hija? ¿Están siendo honestos
consigo mismos? ¿Están traicionando a su fe? O es que resulta que un joven cristiano
ha cogido como hábito los fines de semana el abusar del alcohol para
desinhibirse en el trato con las chicas para hacer cosas impropias de
cristianos. ¿Este joven está viviendo ‘en la verdad’ y creciendo en
autenticidad tanto en el plano humano como en el creyente?
No olvidemos que «la
Palabra de Dios es
viva y eficaz» Está viva porque ilumina las entrañas de tu misma realidad
personal –esa relación laboral, ese modo de administrar el dinero, las
relaciones matrimoniales y familiares, en tu modo de sentirte y participar en
la parroquia, todo el mundo de los afectos, etc.- y es eficaz porque te va
indicando, poco a poco, si lo que se te va presentando es cosa de Dios, o del
demonio o de uno mismo, y de este modo
actuar con prudencia y sabiduría.
Jesucristo
en ese encuentro con el joven rico le puso la verdad de su vida ante sus
propios ojos. El
joven rico quería heredar la vida eterna, quería salvarse, pero quería salvarse
a su modo y manera. Además el
Señor no era el centro de su vida, sino que su existencia gravitaba en torno a
sus riquezas que le generaban seguridad. Y Jesucristo le cuestiona para que
‘viva en la verdad’ para que Dios sea el
principio y fundamento de su existencia. El
problema está que cuando uno dice las cosas como son en realidad, eso no gusta,
y uno corre el riesgo de `ganarse pocos amigos por ahí’.
Hay
muchos presbíteros que quieren obtener frutos pastorales a su modo y manera y
si no lo consiguen se enfadan con Dios y se auto justifican diciendo que ‘ellos
ya han echado las redes’ pero no han pescado nada. Lo más curioso -por no decir
cachondo del tema- es que por echar las redes para pescar una vez o un par de
veces ya 'piden la baja laboral' porque se han herniado al echarlas -¡realmente
que pobrecitos!-. Cuando menos se hace menos se quiere hacer y más
justificaciones uno se elabora para hacer lo que mejor se sabe hacer, o sea,
nada. Estos amigos de la hamaca se han olvidado que seguimos a uno que no
paraba de un lado para otro y no tenía ni tiempo ni para comer porque la gente le
apretujaba; ya que Jesucristo nos enseñó con su testimonio personal que uno, si
quiere ganar la vida, ha de vivir para los demás y no para sí mismo. Por lo
tanto, a echar las redes de nuevo, mil y una vez. Y tanto el joven rico como esos presbíteros
se olvidan de que no seguimos a un triunfador,
sino a un crucificado y que Pedro estuvo toda la noche echando las redes y no consiguieron
nada; pero a pleno día, el Señor le mandó que volviera a echar las
redes y en su nombre lo hizo y no podían con el peso de la redada de peces que
habían conseguido pescar. El Señor no quiere nuestras limosnas sino que nos quiere a nosotros mismos.
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