NOCHE
BUENA 2015
Tal día como hoy se nos cuela en
muchos de nuestros hogares un señor barrigudo, vestido de colorado que viene en
un trineo tirado por renos valoradores. Pues que a mi casa no venga que le pongo
un cepo en toda la chimenea y pega un brinco que sale escopetado por donde ha
entrado. Muchos niños -de esos que han sido bautizados por sus padres- no se
ilusionan por el nacimiento de Jesús, sino porque el señor ese barrigudo les
deja, o bien debajo del árbol de Navidad o colgado en un enorme calcetín navideño
los esperados regalos. Este es un ejemplo muy claro de lo mismo que les pasó a
San José y a la Virgen, cuando nerviosos, por la inmediatez del momento, nadie
se dignó en abrirles las puertas de las posadas. La Palabra se cumple aquí y ahora.
San José y la Virgen vuelven a llamar apresuradamente a nuestras puertas y se
encuentran que no tienen respuesta porque muchos esperan a un gordinflón
colorado en vez del Hijo de Dios encarnado.
Muchos padres hacen dejación de sus
funciones a la hora de educar en la fe a sus hijos y esto es un problema
sumamente serio porque las raíces cristianas se van perdiendo y con ellas los
valores que van insertos. La fe no es algo exterior o añadido a nuestra
cultura, sino que es un fermento dentro de ella que la purifica y perfecciona. Somos
cristianos por opción fundamental. Cierto que algunos tienen únicamente de
cristianos la partida de bautismo inscrito en su parroquia respectiva. Nosotros
deseamos ser de aquellos que experimentan el gozo profundo en el alma por tener
a Jesucristo a nuestro lado. San Pablo cuando escribe a Tito -uno de sus más
cercanos colaboradores- le dice que al acoger el mensaje y a la persona de
Cristo han entrado en una dinámica existencial totalmente nueva: que la fe ha
de reestructurar totalmente todo. Y cuando digo todo es todo. Hay que empezar a
redimir toda nuestra parcela social y cultural a la luz de la fe. Tal vez
estemos tan mal- espiritualmente hablando- que creamos que estamos bien. Si
nadie nos ha urgido a la conversión para que rompamos con nuestros actos y
pensamientos de impiedad ni que nos alejemos de los deseos mundanos, tal vez
pensemos que todo está en orden. Pero tan pronto como a Jesucristo le permites
que nazca en tu hogar vas facilitando y abriendo una puerta de acceso para que
entre un nuevo modo de entender tu existencia con la sabiduría procedente de Dios.
Y lo primero que va a hacer va a denunciarte: La Palabra de Dios te denuncia
por tu pecado, y eso escuece, y no poco.
Pero claro, esto nos puede pasar lo
mismo que suele suceder con esos fascículos para aprender idiomas. Al principio
lo tomas con ganas y entusiasmo, pero van a apareciendo otras cosas más
urgentes para hacer y la desgana y la pereza van haciendo de las suyas, ...pues
uno termina dejando que esos fascículos duerman 'el sueño de los justos'. Uno puede
ilusionarse al descubrir algo novedoso al sentir la aportación que Cristo le
hace en su relación familiar...pero al sufrir la dificultad que implica ser
fiel a Cristo hace que uno lo vaya dejando al sufrir por la falta de aliento. Por
eso los hermanos son fundamentales para poder vivir la fe en comunidad y
personalmente. No nos podemos conformar con la celebración dominical o asistir
a la Iglesia cuando toque, sino que habría que dar un paso nuevo, decisivo y
valiente: crear comunidades que se viva la fe dentro de las parroquias, y de
este modo las parroquias fueran comunidad de comunidades. Sólo de este modo los
cristianos podremos rehacer la visión del mundo y sus formas de convivencia
adecuándolas a las exigencias y posibilidades de la vida cristiana que nace de
la fe.
No
olvidemos que el Señor nos quiere para que seamos miembros de su pueblo. Y esto
yo no me lo saco de la chistera, lo dice con toda claridad la Palabra de Dios y
en concreto lo saca a colación San Pablo: «Él
se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un
pueblo purificado, dedicado a las buenas obras».
Ese pequeño niño que hoy colocamos
en el portal, junto a San José y a la Virgen María, ha venido para ofertarte una
palabra que regenerará tu vida siempre que le dejes actuar a Él.
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