sábado, 3 de octubre de 2015

Homilía del Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, ciclo b

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 4 de octubre 2015
Lectura del Libro del Génesis 2, 18-24
Sal. 127, 1-2. 3. 4-5. 6 R: Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 2-16

            Muchas veces me quedo pensando sobre el modo de proceder que suele tener Dios con nosotros. Para muchos Dios no deja de ser el que se dedica a censurar todo -eso no lo hagas, aquello ni se te ocurra, eso es pecado, etc.- y claro está, nadie echa de menos a un controlador que desaprueba tus acciones. De hecho, muchos que fueron bautizados no dejan de entender a la Iglesia como la madrastra malvada que con su sola presencia te recrimina tus malas acciones. Algunos de los que andan por la calle y emplean un lenguaje soez con las religiosas o a los presbíteros con los que se encuentran no hacen otra cosa que manifestar un desajuste que les genera sufrimiento interno. Esto es como cuando a uno se le ocurre mezclar Coca-Cola con pastilla de Mentos, que se genera una reacción que salta el líquido pringando y ensuciando todo. Cuando Cristo se muestra de cualquier modo hace que Satanás arda en ira.
            Lo que nos puede suceder es que estamos tan acostumbrados a entender nuestra libertad como el poder elegir entre dos cosas contrarias -el angelito malo que te invita diciendo: «mira que apetitoso es, anda, no seas cobarde, atrévete y lo vas a disfrutar....» y el angelito bueno que te dice: «no lo hagas, sé bueno, no hagas caso al angelito malo porque te va ha hacer daño»-. De tal modo que nos cuesta entender nuestra libertad de un modo distinto al de poder elegir entre dos elecciones contrarias.
            Hay un Salmo precioso (salmo 138) que reza diciendo:
            «Señor, tú me sondeas y me conoces;
            me conoces cuando me siento o me levanto,
            desde lejos penetras mis pensamientos;
            distingues mi camino y mi descanso,
            todas mis sendas te son familiares.
            No ha llegado la palabra a mi lengua,
            y ya, Señor, te la sabes toda».

            Cristo se pone a nuestro servicio para que aprendamos a vivir en libertad. Si permanecemos al lado de Cristo iremos descubriendo lo bueno, lo bello, lo noble, lo hermoso, lo verdadero, lo recto, el amor. Al ir, poco a poco, adquiriendo estos nobles disposiciones para que luego vayan orientando nuestras vidas. Y resulta curioso porque cuando uno permanece al lado de Cristo va sintiendo y atractivo por su persona porque descubres que Él te hace mucho bien. Entonces la libertad no consiste ya en estar escuchando a los dos angelitos -el bueno y el malo- que te van 'dando la turra' sino disfrutar estando con alguien que sabemos nos ama como nadie nos ha amado ni nos amará. Pero no sólo consiste en saber las cosas sino también educar la voluntad para correr tras aquello que enciende de alegría nuestro corazón.
            Y para resaltar más aun que seguir a Cristo es un ejercitar la inteligencia, de lo valorativo, de lo volitivo y de la voluntad para realizar. Reza el Salmo Responsorial de hoy:
            «¡Dichoso el que teme al Señor,
            y sigue sus caminos!».

            El casado tiene sus tentaciones como todos, como las tienen las personas consagradas, los presbíteros y toda persona. Y el Demonio nos puede llegar a confundir presentándonos nueva opciones -que por muy seductoras y apetitosas que puedan llegar a ser- están rezumando de veneno por todas partes. Por eso Cristo nos recuerda el proyecto originario de Dios, ya que es el único que puede generar paz en nuestro interior. 

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