DOMINGO XXVII DEL
TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 4
de octubre 2015
Lectura del Libro del
Génesis 2, 18-24
Sal. 127, 1-2. 3. 4-5.
6 R: Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Lectura de la carta a
los Hebreos 2, 9-11
Lectura del santo
Evangelio según San Marcos 10, 2-16
Muchas veces me quedo pensando sobre
el modo de proceder que suele tener Dios con nosotros. Para muchos Dios no deja
de ser el que se dedica a censurar todo -eso no lo hagas, aquello ni se te
ocurra, eso es pecado, etc.- y claro está, nadie echa de menos a un controlador
que desaprueba tus acciones. De hecho, muchos que fueron bautizados no dejan de
entender a la Iglesia como la madrastra malvada que con su sola presencia te
recrimina tus malas acciones. Algunos de los que andan por la calle y emplean
un lenguaje soez con las religiosas o a los presbíteros con los que se
encuentran no hacen otra cosa que manifestar un desajuste que les genera
sufrimiento interno. Esto es como cuando a uno se le ocurre mezclar Coca-Cola
con pastilla de Mentos, que se genera una reacción que salta el líquido
pringando y ensuciando todo. Cuando Cristo se muestra de cualquier modo hace
que Satanás arda en ira.
Lo que nos puede suceder es que
estamos tan acostumbrados a entender nuestra libertad como el poder elegir
entre dos cosas contrarias -el angelito malo que te invita diciendo: «mira que apetitoso es, anda, no seas
cobarde, atrévete y lo vas a disfrutar....» y el angelito bueno que te
dice: «no lo hagas, sé bueno, no hagas
caso al angelito malo porque te va ha hacer daño»-. De tal modo que nos
cuesta entender nuestra libertad de un modo distinto al de poder elegir entre
dos elecciones contrarias.
Hay un Salmo precioso (salmo 138)
que reza diciendo:
«Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me
levanto,
desde lejos penetras mis
pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi
lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda».
Cristo se pone a nuestro servicio para que aprendamos a vivir en libertad.
Si permanecemos al lado de Cristo iremos descubriendo lo bueno, lo bello, lo
noble, lo hermoso, lo verdadero, lo recto, el amor. Al ir, poco a poco,
adquiriendo estos nobles disposiciones para que luego vayan orientando nuestras
vidas. Y resulta curioso porque cuando uno permanece al lado de Cristo va
sintiendo y atractivo por su persona porque descubres que Él te hace mucho
bien. Entonces la libertad no consiste ya en estar escuchando a los dos
angelitos -el bueno y el malo- que te van 'dando la turra' sino disfrutar estando con alguien que
sabemos nos ama como nadie nos ha amado ni nos amará. Pero no sólo
consiste en saber las cosas sino también educar la voluntad para correr tras
aquello que enciende de alegría nuestro corazón.
Y para resaltar más aun que seguir a
Cristo es un ejercitar la inteligencia, de lo valorativo, de lo volitivo y de
la voluntad para realizar. Reza el Salmo Responsorial de hoy:
«¡Dichoso el que teme al Señor,
y sigue sus caminos!».
El casado tiene sus tentaciones como
todos, como las tienen las personas consagradas, los presbíteros y toda
persona. Y el Demonio nos puede llegar a confundir presentándonos nueva
opciones -que por muy seductoras y apetitosas que puedan llegar a ser- están
rezumando de veneno por todas partes. Por eso Cristo nos recuerda el proyecto
originario de Dios, ya que es el único que puede generar paz en nuestro
interior.
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