DOMINGO
XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
Ez 34,11-12.15-17Salmo 22
1 Cor 15,20-26a.28
Mt 25,31-46
Hermanos, ¡Cristo es REY! Y proclamar que Él es
REY no supone la exclusión de todos aquellos que piensen de modo distinto o que
se dejen llevar por las connotaciones políticas que puedan conllevar en sí esa
palabra. Cristo nos abraza a todos y a cada uno. No le importa las siglas
políticas o consignas que defendamos en la sociedad. Sólo quiere mostrarnos su amor, y una vez que lo experimentemos que
cada cual pueda sacar sus propias conclusiones. Cristo nos regala su presencia.
Sin embargo nos puede suceder que aunque le tengamos cerca no nos demos ni
cuenta. Seguro que tienen la experiencia de estar hablando con alguien y hacer
que uno escucha pero estar en la inopia, con la mente en otro lugar y no
enterarte prácticamente de nada de lo que la otra persona te está diciendo.
¿Se
han dado cuenta de las numerosas
iniciativas que emprende Dios para salir a nuestro encuentro? El profeta
Ezequiel nos ayuda para que caigamos
en la cuenta de todo esto. «Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas,
siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las
ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré,
sacándolas de todos los lugares por
donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones».
Esta sociedad nuestra está como ideada para que no alcemos la mirada hacia lo alto.
Es como si hubiesen tapiado el cielo prescindiendo de Dios y organizando todo
de tal manera que no pensemos en Dios, que estemos felices, contentos y
satisfechos con las realidades temporales para que ni nos planteemos las
realidades eternas. El demonio ha
domesticado a esta sociedad.
Una de las dificultades
reside en que cada uno vivimos muy a gusto con el ‘tenderete’ o el
‘chiringuito’ que nos hemos montado y hemos aceptado ‘ser domesticados’ y
sentir como siente el mundo y pensar como piensan los paganos. A modo de
ejemplo: una pareja de novios
que llevan viviendo juntos una temporada larga, se han creado ‘su propio
chiringuito’. Los dos muy buenos jóvenes que se les ve con ilusión y
enamorados, con sus más y sus menos que va generando la propia convivencia. Y
ellos sostienen que no les hace falta un ‘papel’ porque así están muy bien y
las cosas marchan. Pues bien, ese tipo de relación se asemeja a esas cajitas
musicales que una vez acabada la cuerda se para la canción. Ese ‘papel’ tiene
un nombre claro: CONSENTIMIENTO
MATRIMONIAL. Falta ese ‘yo contigo para siempre’ y
‘no quiero ya migajas en el amor, ya no
quiero ser mendigo de tu amor’,
ya no quiero que este bello proyecto de corazones acabe súbitamente alegando que ‘en la calle me encontraste y en la
calle me dejas’ porque te has cansado de mí, porque no hay nada que te obligue a quererme. Nosotros
queremos, deseamos, anhelamos que CRISTO
REINE en esa pareja de novios. Por de pronto, cada novio a su casa.
Búsquese los medios para ir creciendo como pareja en ese noviazgo cristiano. Es cierto que muchos presbíteros pasan de este tema,
pero también es cierto que el que está
interesado por algo lo busca. Y la Iglesia oferta realidades para ayudar a vivir en
cristiano esta bella etapa del noviazgo, por ejemplo, ENCUENTRO MATRIMONIAL, el CAMINO NEOCATECUMENAL, los CURSILLOS DEL COF
DIOCESANO, entre otras realidades eclesiales.
O
esos padres de familia que tienen hijos
en edades delicadas. Hijos e hijas que quieren ‘tener más libertad de
acción’ cuando los padres no lo consideran adecuado ni conveniente para sus
hijos….que quieren salir de fiesta hasta más tarde, que quieren comprar una
ropa determinada y provocativa, que tienen unas amistades poco apropiadas… Batallas
constantes que cada victoria supone un logro, siempre que se ayude a comprender las razones de ese modo de proceder.
Si Cristo reina en ese hogar irá ofreciendo
criterios para crecer como familia, aunque algunos miembros no lo entiendan en
esos momentos, pero lo agradecerán. Pero no seamos ingenuos. Si deseamos que
Cristo reine en nuestro hogar debemos de
acoger los medios que la
Iglesia nos plantea para que realmente Él reine. ¿Nos es
suficiente acudir a la Misa
dominical? La Misa
dominical es clave, fundamental, insustituible, pero necesito sentir el paso de
Cristo en la vida de
otros hermanos que se encuentran en las mismas o parecidas circunstancias a las
mías, y para eso yo y todos necesitamos de una COMUNIDAD CONCRETA.
Estamos llamados a que nuestras parroquias sean comunidad de
comunidades, no grupos de oración, grupos de cantos o del ejercicio de la
caridad cristiana, sino comunidad de comunidades donde
estas cosas surgen por la propia dinámica del Espíritu Santo en la línea de LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
Resulta
esperanzadoras las palabras del profeta Ezequiel, cuando nos dice usando
palabras del mismo Dios: «Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las
heridas; curaré a las enfermas». El Señor está hablando de ti y de mí. Yo soy esa oveja pedida,
descarriada, herida y enferma. El Señor
sale a nuestro encuentro, se acerca
a nuestra realidad personal, se aproxima
para conocer las cosas cotidianas que hacemos, es testigo de nuestro pecado, conoce
nuestras miserias y habilidades. Y Cristo te dice: «Otro modo de vivir es
posible, ¡vente conmigo!, ¡ven y sígueme!».
Escribe
San Pablo a la comunidad de los Corintios que «Cristo tiene que reinar». Además
habla de un reino; nos habla de ‘volver a la vida’. Por lo tanto, si Cristo es
rey, cada uno de nosotros debemos de favorecer que Él ejerza su reinado en
nuestras vidas. Todo esto nos está implicando, nos va ‘empujando’ a que
adoptemos una postura clara ante Jesucristo: ¿Qué deseamos ser?, ¿somos ovejas
o cabras?; ¿nos posicionamos a su derecha o a su izquierda? ¿Permitimos que
Cristo reine en nuestras vidas o le ‘damos portazo en todas las narices’?,
ahora bien, si
‘damos portazo’ a Cristo también estaremos cerrando nuestros corazones a los
hermanos.
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