sábado, 25 de octubre de 2014

Homilía del Domingo XXX del Tiempo Ordinario, ciclo a


DOMINGO XXX del tiempo ordinario, ciclo a

            Algo mal debemos de estar haciendo para que la gente no capte el profundo gozo de estar con Cristo. Es cierto que cuando uno se encuentra ante una comunidad cristiana que no es significativa, que es fría y apática, que no es diferente respecto a lo que uno se encuentra en el mundo, que no es referente en la vida cristiana a uno le queda totalmente indiferente creyendo que esto de ser cristiano da muy poco de sí. Para aquel que busca algo en la fe se descubre con la seria dificultad de encontrar a muy pocas comunidades cristianas que estén ardientes en el seguimiento de Cristo. De tal modo que cualquiera puede llegar a pensar que ser cristiano no lleva en sí mas carga que la de cumplir con unos ritos o costumbres antiguas de los pueblos. Reconozco la dureza del momento en el que estamos viviendo. Estamos pagando todavía las deudas de un pasado prepotente donde se daba por sentado que todos ya habíamos sido evangelizados por estar en un país tradicionalmente católico. Muchos se mueve por la lógica del “mínimo necesario”  negándose a entrar en la lógica del amor generoso, que es la lógica del amor “máximo posible”. Únicamente se podrá llevar a cabo la tan urgente nueva evangelización cuando se entre en la lógica de los mártires que dejan su vida limpiamente en las manos de Dios y de su Iglesia, para vivir enteramente al servicio del Reino, sin pedir nada, sin esperar nada, sin lamentarse de nada.

            Una persona que esté fría en la fe, o por lo menos algo templadita, que entre en una iglesia en el momento de la celebración de la Eucaristía puede ver bancos y personas anónimas sentadas y a un presbítero hablando pero no llega a entender lo que se hace. Si ese es su único referente de vida cristiana a lo largo de la semana ¿cómo va a llegar a descubrir que Jesucristo puede ir colándose por los diversos aspectos de su vida?, ¿cómo va a ir dando pasos en ese periodo de conversión para descubrir su pecado y los múltiples negaciones a Dios que han ido ocasionando malformaciones en su conciencia cristiana? ¿Cómo irla enseñando a descubrir la sabiduría divina contenida en la Biblia para dar respuesta cristiana a sus problemas diarios? ¿Cómo sentirte miembro de la Iglesia cuando el anonimato es una constante sintiéndose como si fuera uno  un consumidor que va a adquirir los productos para el carro de la compra en unos grandes almacenes?

            Laicos deberíais de despertar de vuestro letargo: Empezad a exigir a los presbíteros que en sus parroquias, en los colegios de la iglesia, en las capellanías… se anunciase el KERIGMA, que se empezase a evangelizar en serio. Pero de tal modo que se hiciera como si ninguno hubiera escuchado jamás el nombre de Jesucristo. Sin lugar a dudas más de un presbítero esta simple idea le llegaría a aterrar ya que supone el fin de su vida tranquila y relajada. Y cuando se deja a los laicos que ejerzan como laicos ya nos podemos ir preparando porque pueden llegar pisando tan fuerte que no nos quedará más remedio que ponernos al día en el Concilio Vaticano II y en todas y en cada una de las orientaciones que el Espíritu nos vaya regalando. San Pablo nos dice que acogiendo la Palabra del Señor se llega a ser modelo para los demás.

Supongan ustedes que una pareja de novios se presenta en el despacho parroquial y preguntan al presbítero que qué han de hacer para tener un noviazgo cristiano, ya que la carne llama a la carne, la sensualidad y la atracción sexual está a flor de piel y además los dos vienen heridos de otras relaciones amorosas que les han desorientado y desconcertado en gran medida. ¿Creen ustedes que les valdrá cualquier respuesta del presbítero o del catequista?, es más ¿sería satisfactorio y suficiente esas palabras más o menos afortunadas en ese momento puntual en el despacho?, y la pregunta del millón ¿hasta qué punto el pastor quiere dar su vida por las ovejas comprometiéndose en el descubrimiento de Cristo en esa pareja de novios? Hermanos, estamos hablando de amor, de cómo ese amor ha de ser realidad concreta en mi prójimo.

Vamos a dejar una cosa en claro. Cuando Dios no es la presencia que aglutina a los hombres entre sí, si Dios no es horizonte de todo amor y hacia donde tiende todo deseo de amar, el amor se degrada en una relación egoísta y esclavizante que bloquea toda posibilidad de crecimiento personal. No hay amor donde se busca el interés o el provecho propio. Únicamente en el trato de amistad con Dios el amor muestra el auténtico rostro. Sin Dios el amor se degenera en un intercambio de favores, en egoísmos camuflados. Cuando el Señor en el libro del Éxodo nos dice que «no oprimirás ni vejarás al forastero», que «no explotarás a viudas ni a huérfanos», «no seas usurero si prestas dinero a un pobre que habita contigo», lo que está haciendo es poner en evidencia la falta de amor reinante.

El amor no se improvisa ni se disfruta por el mero hecho de proclamarlo. La atención y el trato con Dios es la fuente y plenitud de todo amor. El trato con Dios aproxima en el trato con los hombres. La oración nos abre a la verdad del amor que debemos a nuestros hermanos. Necesitamos una nueva evangelización que donde los cristianos empiecen a vivir gozosos el gran regalo de estar bautizados, donde la fe esté ardiendo y Dios sea el horizonte de todo amor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas noches.
Me he decidido a escribir, para darle las gracias por ofrecernos estas palabras. Realmente me ayudan. Estoy viviendo momentos complicados, aún no supero la ruptura con mi ex novio y en mi fe estoy “fría” como usted dice y la realidad que vivo en la Iglesia de mi pueblo no ayuda en absoluto, solamente se puede percibir el olor a culto y egocentrismo de muchas de las personas que asisten a las Eucaristías.
Usted ha puesto palabras a la labor que realiza el presbítero que tenemos aquí; pensar en sí mismo y aplicarse la ley del mínimo esfuerzo para que la Eucaristía sea amena. ¿Y todo para qué? para que su “público” no se aburra y no se les haga tarde para ir al bar para tomar su copa y tapa correspondiente.
De nuevo, muchas gracias, anima ver que hay presbíteros de verdad que ayudan a sus feligreses anunciando de esta manera tan hermosa el amor que Cristo nos tiene.