sábado, 13 de diciembre de 2014

Homilía del Tercer Domingo de Adviento, ciclo b

DOMINGO III DE ADVIENTO, CICLO B
Isaías 61, 1-2a. 10-11
Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54 R. Me alegro con mi Dios.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28

            Hermanos, muchas veces parece que estamos atrapados en el presente, en las preocupaciones cotidianas, si vamos a poder llegar a final de mes con el dinero de la cartilla del banco, ese examen o trabajo que tengo que presentar que me está quietando la paz interior...es como si estuviésemos atrapados en el presente. Es más, muchos piensan que las personas tenemos que auto-realizarnos. Es más, algunos contraen matrimonio pensando que así se van a conseguir la tan ansiada gratificación o autorrealización o descarga psicológica. Lo nuestro no es vivir para nosotros mismos, sino para Cristo, que por nosotros murió y resucitó. Si viviéramos atrapados en el presente, olvidándonos de todo aquello que procede de lo alto, estaríamos tiranizados por el relativismo. Hace muy poco estuve hablando con un joven voluntario de una residencia de ancianos. Se me presentó como no cristiano, pero agnóstico. Me comentaba que no necesitaba de la religión para saber qué cosas eran buenas o malas, que tenía como un sexto sentido que le iba indicando el modo de proceder más adecuado y justo. Me acuerdo que le formulé la siguiente pregunta: ¿Quién le asegura que ese 'sexto sentido' no está siendo conducido ciegamente por el relativismo moral?. Realmente el joven se quedó sin respuesta. Le seguí comentando que los cristianos no seguimos una ideología ni a una religión, sino que seguimos a una persona: JESUCRISTO. Y que a Jesucristo le seguimos dentro de la Iglesia y es la Iglesia, como Madre y Maestra, quien cuida de sus hijos alimentándonos con la Palabra de Dios -el escrute de la Palabra-, con los sacramentos, con la oración personal, con el testimonio de amor de los hermanos. Sólo así uno puede darse cuenta de que tienes al lado a Alguien que está resucitado, y con el sólo contacto diario con Él te ofrece una sabiduría extraordinaria que hace que puedas mantenerte alegre al darte cuenta de la herencia que te espera: LA VIDA ETERNA.

            Ahora bien, al hombre le es mucho más fácil acomodarse a la justicia que a la gracia divina, y esto es porque las personas estamos muy apegadas a nuestros méritos y a nuestros derechos. Se oye mucho 'el que la haga que la pague' y esta otra frase 'a cada uno lo suyo'. ¡Qué difícil resulta aceptar la gracia y todo lo gratuito! Es difícil porque nos cuesta muchísimo dar algo a aquel no nos puede corresponder. Se requiere de mucha humildad para vivir en gratuidad. Cuando uno tiene ese contacto diario con JESUCRISTO y se sabe constantemente amado empezará a renunciar a la venganza y no querrá tomar la justicia por cuenta propia. Y todo esto porque en uno mismo se verá reflejado como en esa persona que está siendo sujeto de infinitos y esmerados cuidados al recibir esa buena noticia a él que está sufriendo; que está siendo vendado su corazón desgarrado por múltiples heridas mortales; que está disfrutando de una amnistía que le libra de su cautividad y que deja de ser prisionero para gozar de la libertad.

            Será entonces cuando uno se dará cuenta que no puede estar atrapado en la jaula de presente porque ya ha empezado a descubrir que tienes una invitación personal para acudir a la VIDA ETERNA. Porque como nos dice San Pablo «el que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas».  

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