martes, 3 de julio de 2007

Reflexiones sobre las relaciones matrimoniales

Fuente: www.arvo.net

Parece un hecho frecuente, incluso habitual, que la gente joven manifieste casi con urgencia su amor por el otro, por la otra, llegando a relaciones sexuales íntimas en cuanto se manifiesta la atracción de la una por el otro, de la otra por el uno.
Por Gloria María Tomás y Garrido

Voy a tratar de argumentar esta realidad, a partir de las experiencias globales, que todos tenemos, y que pueden dar lugar a posteriores conversaciones personales, prácticas y profundas, quizás privadas, porque hay asuntos en que la argumentación intelectual no parece suficiente ni completa. De fondo, y sin tapujos, defendería el bien de cada persona, sin componendas, fruto de muchas cosas, entre las que destacaría la amistad, la ciencia, y la experiencia.
El poeta Virgilio dice en La Eneida “¿Son los dioses lo que han puesto este ardor en nuestro espíritu? O por el contrario ¿hace cada uno un dios de su deseo...?
”Cada uno podemos también gritar como Virgilio, o al menos, hemos podido tener ganas de hacerlo; es que la persona humana, con su inteligencia, penetra las posibilidades de la sexualidad, las hambres de afecto... ; los animales no; carecen de imaginación erótica; ni crean, ni recrean, ni autoconstruyen sus placeres, sus deseos y sus amores...
Enamorarse es algo muy grande y resulta difícil ponerle límites. El amor cuenta con ¡tantos ingredientes! tiene de todo un poco; se siente algo, se necesita algo, se tiene que expresar ese algo...; toda la persona, también los gestos corporales, comienzan a actuar y a crecer. Y viene ese runruneo auténtico del «... me siento muy cercano a ti, quiero decir todo eso que quiero sentir; quiero sentir todo eso que quiero decir... ; quiero ya en presente, todo ese proyecto de futuro que estaba buscando y que lo encuentro contigo; mis gestos corporales piden autenticidad, quiero abandonarme en ti, y perder la conciencia, y dejarme llevar, y sentir y amar...»
Todo eso es verdad, y es muy bello, aunque, dichosamente, es sólo la punta del iceberg de todo lo que es el amor humano; el gesto corporal amoroso pide intimidad y la intimidad pide la elocuencia del cuerpo... ; la intimidad corporal es manifestación de amor, mas si reducimos a eso el amor, si centramos los comportamientos humanos en el “adelanto” de mecanismos sexuales, si no está en el marco idóneo, se resquebraja lo genuino de la conyugalidad: la relación de las almas, la concordia de los caracteres, y tantas otras formas de ternura y de compromiso; también ante el dolor y el sufrimiento.
Si la sexualidad se pone como lo único y lo primero en las relaciones amorosas hombre-mujer, la experiencia dicta que nos incapacitamos para lo que justamente buscábamos ¡cuántos matrimonios rotos y desilusionados...!
Pienso que, en parte, se ha reducido la biografía humana a la pura biología; se ha equiparado la calidad biológica a la calidad humana; el amor humano presentido ha quedado opaco; se pierde, por desprotección, la capacidad de ver de modo contemplativo, racional, poético, natural...
Las relaciones sexuales del hombre con la mujer están hechas y llamadas para la exclusividad: ahí la sexualidad manifiesta toda su belleza y su sentido originario; con un amor recíproco, para siempre, que es lo que protege esas relaciones y las fortifica.; la reciprocidad es una intuición muy profunda, es una parte de la vocación interior del ser humano varón hacia el ser humano mujer, el destino a la comunión, “a estar con...”; la sexualidad humana es donación y apertura a la vida... precisamente por ello haya dos cosas integradas en estas relaciones sexuales: el hijo, y las normas.
En la relación esponsal, en el amor que una da al otro, o uno da a la otra, se manifiesta en el hijo. Hijo y Amor. Coinciden el más profundo acto unitivo corporal del amor con el hecho de concebir: intimidad y donación; donación y fruto. Así lo expresa el poeta Miguel Hernández, no precisamente un conservador: “He poblado tu vientre de amor y sementera/ he prolongado el eco de la sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera:/ he llegado hasta el fondo./
De otra parte, todos comprobamos que lo valioso merece una protección; así lo vivimos tradicionalmente: desde la cajita para guardar una joya, a la funda de un ordenador portátil, pasando por las finísimas membranas que recubren nuestros órganos vitales.
Afirmo que sólo desde la belleza de la sexualidad cabe pensar en una educación en ella; para eso está el matrimonio; como una especie también de marco de protección, de lugar idóneo de amor.Hace ya algún tiempo, en un viaje a Amberes, la tierra de Rubens, aprendí que este genial y prolífico maestro, con toda su fogosidad, en sus numerosas obras, permitía a sus discípulos que pintaran los cuerpos humanos, pero no delegaba en sus discípulos el que pintaran los ojos; eso se lo reservaba a él... ; es que de alguna forma, en el mirar se encuentra algo de lo genuino de la persona, es su inteligencia, y su corazón y...es mirar más adentro.
La vida matrimonial es donación cumplida no prometida; el sentido de la parte se recibe del todo. Acogerse a las reglas naturales, canónicas, civiles, religiosas... no es plantearse que de su observación se deducirá si la sexualidad es mala o buena ¡no!; tenemos reglas porque hay una bondad que pide a la libertad humana saber venerar y respetar esa sexualidad. En resumen, habrá que seguir lo que dijo Cervantes: “ que es de vidrio la mujer/ pero no se ha de probar si se puede o no quebrar/ porque todo podría ser/ y no es cordura ponerse/ a peligro de quebrarse/ lo que después de romperse/ ya no puede soldarse/.
Si el pacto matrimonial queda debilitado u oscurecido por la falta de dominio, por la prisa, por la no coherencia en la identidad relacional, queda, al final, sólo la soledad... ¡que pena!La vida humana, las relaciones con los demás, el amor que podemos dar y recibir es muchísimo más que lo que la apariencia nos muestra, que lo que la fría técnica posibilita, o lo que una opinión pública generalizada y resquebrajada de algunos valores nos ofrece.
El amor entre hombre y mujer tiene su significado en la construcción de la familia, a través del matrimonio. Es la familia una de las sociedades que corresponde más inmediatamente a la naturaleza del hombre; en ella se facilita la consideración de los demás como “otro yo”, se cuida de su vida y de los medios necesarios para vivirla digna y casi siempre felizmente; allí cada miembro brilla con luz propia, es el rostro de alguien amado; con Dante digo y me recuerdo “Un amor che nella mente mi raggiona”.

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