lunes, 2 de julio de 2007

El verdadero rostro del amor

Fuente: arvo.net




Un libro de Tomás Melendo que es bueno conocer. El autor ha consagrado más de 20 años a desentrañar, cincelar y perfilar - desbrozando las innumerables falsificaciones que encontramos en el mundo de ayer y de hoy -, el verdadero «rostro del amor».


«Engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en el tiempo ni en la eternidad: la privación más horrorosa, que no puede resarcirse ni en esta vida... ¡ni en la futura!»


Con estas palabras de Kierkegaard, redactadas ya hace más de siglo y medio, comienza el nuevo libro de Tomás Melendo titulado El verdadero rostro del amor [1]. La rotunda afirmación de Kierkegaard impresionó tanto al autor que ha consagrado más de 20 años a desentrañar, cincelar y perfilar, desbrozando las innumerables falsificaciones que encontramos en el mundo de ayer y de hoy, el verdadero «rostro del amor».

En esta obra -que continúa su Introducción a la antropología -publicada en la misma colección-, lo dibuja en forma breve, clara y progresiva, profunda y sugerente. «Amar es decir que sí desde el fondo del propio ser y con todas sus consecuencias, a la persona querida; ayudar a descubrir y conquistar la plenitud que la hará feliz; y todo, mediante la entrega de todo lo que cada uno es, puede, tiene, anhela, sueña… y necesita».

En la actualidad sobreabundan los «fracasos» en el amor. Melendo apunta en la Introducción, deficiencias que constituyen como su caldo de cultivo:

- incapacidad de compromiso, infidelidades o falta de lealtad entre esposos, novios, amigos, colegas, vecinos, compañeros, profesionales de muy distinto tipo...;
- indiferencia, mutuo soportarse, divorcios, separaciones...;
- abandono de los abuelos en lugares donde «se les cuidará mejor que en la familia»; despego y desatención de los hijos hacia los padres y viceversa, y de los hermanos entre sí...; además, y esto resulta más determinante, en nuestros días parece haberse perdido el sentido mismo del amor, en su acepción más alta.

No sabemos lo que es amar. El propio término ha sido desvirtuado, prostituido. Hoy, aquello que se designa con el vocablo «amor» tiene a menudo como punto de referencia (y esto en los casos en que no debe hablarse de auténtica perversión):

* una suerte de sentimentalismo difuso y blando, incapaz de colmar siquiera las nobles ansias de un adolescente,
* o la pura biología, el trato meramente físico, como en la envilecida y desgraciada frase de «hacer el amor»... tan lejana de su significado primitivo de conquistar a una persona o cortejarla noblemente, o del maravilloso y más profundo sentido de edificar juntos y a diario -por ejemplo, en el matrimonio- el amor de toda una vida.

Semejante olvido de lo que el amor lleva consigo compone sin duda uno de los males más de fondo de nuestra cultura. Por eso, si aspiramos a construir la civilización del amor a la que nos impelen desde hace lustros las instancias más autorizadas, hemos de empezar por elevar la categoría humana del conjunto de la sociedad, aprendiendo nosotros mismos y cada uno de los restantes miembros, en la teoría y en la práctica, lo que significa amar.

Todos habremos de tener claro que,

* lejos de difuminarse en esos efluvios sentimentaloides a los que antes me refería,
* lejos de consistir tan solo en una función de pura fisiología o incluso de mera «química» (que sin duda intervienen a menudo en lo que hoy viene llamándose relación «de pareja», así como en las de amistad),
* lejos de reducirse a un mero estímulo para el placer o la autorrealización egocéntrica, en una suerte de «egoísmo a dos» aparentemente compartido,
* el amor está esencial (aunque no exclusivamente) constituido por un acto de la voluntad, hondo, recio y estable,
* que pone en fecunda tensión a la persona entera,
* y gracias al cual se descubre, elige, persigue, realiza y entrega el bien del ser querido.
* Tranquilidad.


Al final de cada capítulo y a pesar de la claridad de la exposición, el autor nos alienta sin cansancio con la siguiente consideración, muy de agradecer:


El conocimiento humano es progresivo. Normalmente no se comprende del todo lo que se lee por primera vez. Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya aprendido. A menudo es preciso «ir y venir», leer más de una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar una notable satisfacción.
Ánimo.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
1. QUERER EL BIEN PARA OTRO
1. Querer
a) La voluntad... y más
b) Querer querer
2. Querer el bien
a) Enseñar y facilitar el amor
b) La brújula de todo acto educativo
3. Querer el bien para otro... en cuanto otro
II. CORROBORAR EN EL SER
1. Que exista
a) Decir que sí
b) Y decirlo de manera absoluta
2. Comprobación positiva
a) «Quando m imnamoro...»
b) Los defectos del cónyuge
c) Nuestra propia mejora
3. Comprobación negativa
a) Amar es decir: «no morirás»
b) Una «fractura» en el ser
111. DESEOS DE PLENITUD
1. La aspiración esencial del amor
a) Querer a alguien es siempre querer-que-mejore
b) Ser, para el hombre, es vivir y perfeccionarse
2. ¿Es el amor ciego?
a) Descubrir la actual riqueza interior del amado
b) Y entrever la futura
3. Las amables exigencias del cariño
a) Avivar el proceso de mejora
b) Con manifestaciones muy concretas
c) Y el esfuerzo de la propia entrega
IV. ENTREGA
1. Donación personal y gratuita
a) «Tú, solo tú»
b) El sentido del regalo
2. La inclinación personal a darse
a) El hombre, un ser para el amor (y la felicidad como
consecuencia)
b) La fecundidad característica de la persona
c) La absoluta prioridad del otro
3. Fecundidad... de por vida

Tomás Melendo Granados es Catedrático de Filosofía (Metafísica) Director Académicos de los Estudios Universitarios sobre la Familia. Universidad de Málaga (UMA), España


tmelendo@eresmas.netwww.masterenfamilias.com

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