EL CIEGO DE BETSAIDA
Muchos se encontraron con Jesús y no quedaron indiferentes ante ese encuentro podemos recordar el de la Samaritana o el de Zaqueo. Eran encuentros que transmitían vida y donde Jesús acogía hablaba y en algunos casos curaba. Nos centraremos ahora en el encuentro con el ciego de Betsaida, estamos de nuevo ante un encuentro que va cambiar la vida en este caso del ciego que recupera la vista. Llama la atención de la fe que tienen los que acompañan a este ciego para que lo toque Jesús para ser curado. Una cura que le permite al ciego ver lo que hay a su alrededor el contacto con Jesús ha sido curativo. Ha vuelto a ver puede volver a disfrutar de la luz ha salido del mundo de las tinieblas de la oscuridad se abre un mundo nuevo lleno de luz y de posibilidades nuevas. Pero vayamos mas halla de la curación física tan bien se puede ver con los ojos de la fe y apliquémoslo a nosotros mismos cuantas veces vamos ciegos por la vida, vivimos en la oscuridad y no nos damos cuento o nos queremos dar. Tal vez necesitemos tener un encuentro con Jesús por medio de los sacramentos, la oración, por un acontecimiento, la palabra de un hermano...hay muchos medios de encontrarse con Jesús. Un encuentro que nos saque de la ceguera en la que estamos sumidos, un encuentro que nos transmite la Buena Nueva que nos hace ver las cosas de otro modo, no encerrándonos en nosotros mismos sino que nos permite abrirnos a los demás. Que en un principio nos ayude a vislumbrar y que posteriormente la luz se abra paso. Jesús nos ayuda a ello nos acompaña esta junto a nosotros y nos hace recobrar la vista cuando lo necesitamos. Como el ciego de Betsaida tenemos que acercarnos con fe y nuestra mirada después será nueva.
PARA LA REFLEXION
Marcos 8, 22-26
Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?» Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan» Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».
Reflexión
¿Ves algo? Cristo en este pasaje nos hace esta pregunta.
¿Podremos responderle que sí vemos? Impresiona que Dios mismo esté preguntando de esta forma. Pero ¿qué es lo que quiere que vea? ¿Cómo tengo que verlo?
Jesús nos pregunta si vemos con los ojos de la fe, es decir: que si en todo lo que hacemos está detrás la mano de Dios. Esta es la visión que Él quiere que tengamos en todas nuestras actividades, no quedarnos solamente con el ver cosas borrosas: "...veo a los hombres como árboles...", más bien hay que procurar que nuestros ojos estén limpios.
¿Qué es lo que no nos deja ver bien? Las preocupaciones de la vida, los problemas que agrandamos, el querer estar a la moda, buscar tener por tener, o por envidia... Por eso limpiemos nuestra vista, quitando lo que más nos estorbe para mirar con claridad la mano de Dios en nuestra vida, haciendo lo contrario a lo que nos aparta de tan digna visión.
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