viernes, 29 de junio de 2007

No sólo de dinero vive la persona

Fuente: Signos de los tiempos; Boletín Bimestral; Formación sociopolítica de la diócesis de Burgos.

No sólo de dinero vive la persona
España se ha introducido en 30 años en la lista de países más avanzados. Los ciudadanos hemos pasado de una simple política de ahorro familiar, a depositar nuestros fondos en alguno de los múltiples productos que la ingeniería financiera saca al mercado. Nos queda sin embargo realizar una reflexión cotidiana sobre las condiciones éticas de la ganancia especulativa derivada de los movimientos del capital. La globalización está generando un paraíso fiscal a escala planetaria que conlleva una impunidad en el movimiento del dinero que no tiene fronteras (no así las personas) y una pérdida dramática de atribuciones sociales y políticas de los poderes públicos y locales, ideal para muchos intereses, pero nefasto para muchos derechos sociales y laborables.

La actual política económica mundial a la que nos sumamos con la simple acción de depositar nuestro capital en las entidades al uso, nos involucra como agentes activos “ingenuos”, dentro de un sistema en el que el dinero acude a financiar proyectos en algunas ocasiones inconfesables. Un sistema que, a su vez, justifica la industria contaminante, la producción de armamento a gran escala, el incremento exponencial del beneficio de unos pocos, el blindaje de las grandes patentes farmacéuticas, los ajustes estructurales de países en desarrollo, las políticas arancelarias que impiden las exportaciones a los países pobres. Un entramado de codicia que “hace violencia al individuo y su heredad” (Mq 2,2). El sistema económico es opaco y promueve un sujeto económico pasivo y desentendido de las grandes cuestiones de fondo.

El problema no es, seguramente, perseguir el beneficio normalizado que puedan generar las múltiples fórmulas económicas y financieras disponibles: bolsa, accionariado, inversiones, etc. sino la falta de responsabilidad social de esta actividad y el nulo análisis ético que acompaña a estas actuaciones desde la premisa de que toda ganancia es, en sí misma, aséptica. Ganar dinero, no se somete a un juicio moral.

En Estados Unidos, en los años 50, se acuñó la expresión 'inversiones socialmente responsables' para referirse a aquellas que, además de buscar la rentabilidad, cumplían ciertos requerimientos religiosos o sociales. En España, apenas el 0,03% de los movimientos de capital entran dentro de este concepto.

Debemos responsabilizarnos de una manera más activa del destino de nuestros ahorros, tanto a la hora de depositarlos o invertirlos, como a la hora de gastarlos. Podemos apostar por nuevos instrumentos que, insertados en el mercado, se comprometan a una “sostenibilidad ética”: Comercio justo, consumo responsable, banca ética…, entidades que nos aseguren la responsabilidad medioambiental, la transparencia financiera y la apuesta por las iniciativas que permitan la inserción social y laboral de los colectivos en exclusión.

Los ciudadanos podemos y debemos exigir qué se hace con nuestro dinero y a dónde va destinado. Se trata de un modo más de empoderamiento y de participación que nos conducirá a sociedades más responsables.

Alfredo Calvo. CARITAS

Dale una oportunidad a la inmigración

Fuente: Signos de los tiempos; Boletín bimestral, Departamento de formación sociopolítica de la diócesis de Burgos.

Estamos viviendo unos momentos interesantes socialmente. Las gentes de los pueblos más pobres se acercan a nuestra tierra, a nuestras fábricas, a nuestras casas en busca de la vida que se les niega en sus tierras.

Ese movimiento, lo mismo nos enriquece y despierta en nuestras propias posibilidades de futuro, como nos sumerge en una especie de miedo a perder nuestras cosas, nuestra seguridad, nuestro espacio.

Esta novedad que nos permite plantearnos nuestra manera de estar en la tierra y el modo que tenemos de gastar cada uno de los minutos de nuestra vida, lo llamamos inmigración. Y la inmigración no es otra cosa que la consecuencia de un desequilibrio socio económico y político. Y, en muchas ocasiones, la consecuencia de la explotación a que hemos sometido a sus pueblos y sus gentes durante siglos.

Nosotros no conocemos, y es una falta de respeto, las tremendas situaciones de las que huyen, en las que sobreviven ellos y sus familias o las que quieren transformar.

Pero cada vez que conocemos una de esas historias, y cada inmigrante trae una historia tan maravillosa, fantástica e ilusionante y dramática como nuestra propia vida, se nos abre generosamente una nueva ventana para ampliar y mejorar la perspectiva de la realidad del mundo en que desarrollar nuestra solidaridad y vivir nuestra esperanza.

Es cierto que otras personas vienen para mejorar porque saben que el nivel de vida nuestro es mejor o hay más posibilidades. Y que también hay gente que viene a aprovecharse a robar o a desequilibrar nuestros ambientes. Cada uno viene con su mundo, sus aspiraciones y sus lacras. Si se integran nuestro mundo se engrandece.

Pero no quería meteros en esta reflexión sobre la inmigración, sino presentaros una situación que nos permita replantearnos también la realidad de un Estado que necesita y acoge mano de obra de todas las procedencias y que debe hacerles un hueco donde quepan todas sus realidades. Y la tarea que tiene nuestra Iglesia, y cada una de nuestras comunidades, para reconocerles y respetarles dejándoles ese sitio que necesitan para seguir siendo lo que son.

La invitación es a que seamos respetuosos desde nuestra fe con la suya, que les mostremos nuestra esperanza con una acogida abierta y generosa, porque a Dios le gustan tanto nuestros cantos como los suyos, le enternece tanto nuestra caridad como la suya, le conmueve tanto nuestro ayuno como el suyo y le engrandece tanto nuestra misericordia y generosidad como las suyas.

Tenemos una oportunidad única y elocuente este año.
Fermín González

Eucaristía y compromiso con la eco-justicia

¿De donde brota el compromiso con lo que recientemente llamamos eco-justicia: es decir, la acción social para promover la vida, la paz y la justicia, así como también para proteger el medio ambiente?.

El Concilio Vaticano II nos dice: «La Eucaristía es la fuente y el culmen de toda vida cristiana» (LG 11). Es el recuerdo de las comidas de Jesús en la memoria práctica de la celebración eucarística o comida de acción de gracias. En sus comidas, Jesús se revela y revela un rostro de Dios. “Ahí está la revelación directa de Jesús en su más simple verdad...” (J. Guillet). En estas comidas cotidianas Jesús anunció una nueva fraternidad entre los seres humanos y significó el Reino abriendo la participación en su mesa a todos: pobres, pecadores y gente marginada.

Para testimoniar que Dios es paz y don de vida, debemos valorizar la donación de Jesús a los suyos, su fidelidad al proyecto del Padre, la entrega de su vida a Dios, y mostrar cómo en la cruz nos reveló un nuevo rostro de Dios. Celebrar la Cena es testimoniar a un Dios Amor que da su vida por todos los hombres y mujeres, perdona a todos y no excluye a nadie.

Por otro lado, Jesús coincide radicalmente con los antiguos profetas y denuncia con fuerza el hecho de que la práctica del culto pueda llevar a las personas piadosas y religiosas a olvidar o descuidar los imperativos esenciales de la justicia y el amor a los demás:
Si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23‑24).

Porque es imposible amar a Dios y rendirle culto si el hombre se desentiende de su hermano.
La celebración fundacional de la comunidad cristiana reunida es una comida de acción de gracias. De ahí sale la comunidad enviada a formar una sociedad del acoger, compartir y repartir. El trigo y la uva se transforman en pan y vino, y lo que representan simbólicamente (la vida diaria de las personas, de las familias y la sociedad) se consagra, es decir, se transforma para significar una nueva vida, la Vida con mayúscula.

Así, la comunidad se siente llamada a cuidar de la vida, cuidar la tierra y del ambiente, cuidar de las relaciones humanas familiares y sociales; es una misión de gratuidad y responsabilidad: de la gratitud por el don brota la responsabilidad para cuidar la vida, cuidar la tierra y el medio ambiente, cuidar la sociedad y las relaciones humanas. Por tanto la celebración de la Eucaristía es inseparable del compromiso social y ecológico; es inseparable la gratuidad por el don de la vida y la responsabilidad de cuidarla en la vida diaria; es inseparable el culto y el cuidado de una vida digna para todos y cada uno de los hombres, para todo el planeta.

COMISIÓN JUSTICIA Y PAZ

Propuesta para el trabajo personal o en grupos
1. La Iglesia vive del amor solidario, testimonio del Reino de Dios, y eso se expresa como signo en la Eucaristía: ¿Por qué, al hablar de la Eucaristía, dedicamos tan poco espacio a su relación con la vida social y a las exigencias de la solidaridad entre nosotros?.
2. En la vida de nuestras parroquias y comunidades, ¿qué importancia real tiene el compromiso y la denuncia? ¿Cuánto tiempo se dedica a promoverlos y compartirlos?.
3. Si la Eucaristía es comunión, ¿se puede excluir a alguien de ella? Los sectores más deprimidos y marginados de nuestra sociedad ¿se sienten acogidos por la Iglesia? ¿acuden a nuestras celebraciones? .
4. Lee la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25‑37). El sacerdote y el levita dejan tendido en la cuneta a aquel hombre precisamente porque la fidelidad a los ritos establecidos era para ellos algo irrenunciable. ¿Puede ser utilizada la religión como elemento generador de injusticia e insolidaridad? ¿Se te ocurre algún ejemplo de hoy?

Vivir a lo grande


Más que palabras
¡Vamos a darle a la vida toda la amplitud y grandeza que la vida tiene teniendo como modelo a María, cuyo Corazón es reflejo precioso del Corazón de Jesús!.

Pero vivir con grandeza no significa salir en los periódicos, darle a la vida toda su amplitud no significa llenar la agenda de nuevas actividades... estamos hablado más bien de descubrir en cada pequeña cosa, en cada momento, en cada silencio y en cada persona, los grandes regalos de amor y compañía que nos hace el Señor, y no dejarlos escapar entre prisas y problemas. Estamos hablando de no dejar que la superficialidad amortigüe la vivencia de cada segundo que pasa en nuestro reloj o el significado de cada palabra que decimos. Así, cuando el Señor dice “sed mis testigos” no reduce la palabra “testigo” a lo que nosotros entendemos, es decir, una persona que habiendo presenciado un acontecimiento lo relata, sino que es ¡mucho más!, Él nos habla de una persona capaz de desgastar su vida con alegría transmitiendo a los demás el Amor de Dios que ha experimentado en sí. O cuando el Señor dice “sois mis amigos”... no se refiere únicamente, como nosotros, a personas con las que compartes tiempo y en las que confías, aunque también, sino a aquellos a quienes ama por encima de todos los límites humanos, a aquellos por los que va a dar su propia vida por amor, porque la vida de sus amigos es tan preciosa a sus ojos que lo da todo por no perderles... Ojala profundicemos de esta manera en aquello que vivimos y decimos: “cristiano”, “familia”, “gracias”...

¡Así vive también María cada instante!, con esa “verdad” pronuncia cada palabra (quizá por eso habla poco). De esta manera exclama en la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor...” (Lc1,38). La expresión “esclava” o “sierva” indica su pleno abandono a la voluntad de Dios, su libre y cariñosa sumisión, como tantas veces hemos escuchado. Pero la expresión “siervo” no es pasiva ni abre una distancia abismal entre dos personas, entre Dios y Ella como nosotros podríamos interpretar, sino todo lo contrario. El siervo es comprendido ya en el Antiguo Testamento como aquél a quien Dios llama para que, estando cerca de Él, compartiendo con Él “preocupaciones” por los hombres, dialogando con Él, lleve a cabo una misión a favor de los demás. Así le ocurrió a Abraham cuando el Señor no sólo le llama a realizar una misión, sino que también conoce los deseos de su corazón y cumple sus promesas de colmarlo. Así le ocurre a Moisés, de quien nos dice la Biblia que Dios hablaba con él como un amigo habla a un amigo, a David, a Gedeón, a los profetas, a la reina Ester que también se llama a sí misma “sierva” (Est 4,17)...

Íntima armonía
Llamándose “sierva”, María se une en armonía de disposiciones íntimas a su Hijo, al “siervo doliente” del cántico de Isaías, que no quiere que le sirvan, que no viene a ser servido sino a servir y a entregar totalmente su vida en la obra de la redención. En la vida de Jesús la voluntad de servir es constante y sorprendente, lo abarca todo, desde lo más sublime, como su entrega enamorada en la cruz y su silencio ante las acusaciones falsas, hasta lo más pequeño, como cuando busca un prado con hierba para que la gente pueda sentarse cómodamente a comer, o cuando ya resucitado espera a los discípulos con el almuerzo preparado y a ninguno le extraña que Jesús les haya preparado algo para comer... ¡quizá es que lo hacía a menudo!.

También María, teniendo conciencia de la altísima dignidad que suponía para una mujer judía ser la madre del Mesías y aún más, la madre de Dios, ante el anuncio del ángel se declara de forma espontánea la “esclava del Señor”, ¡y no se queda en palabras!, terminado el anuncio y estando ya encinta, se pone en camino ¡y deprisa! hacia Ain Karem donde Isabel, ya mayor y embarazada también, necesita alguien que le ayude... es decir, que realice con ella o en su lugar las tareas de la casa, la preparación de lo necesario para el niño que va a llegar... estamos hablando de oficios muy humildes hacia los que María se lanza, con prisa, por servir. Esos son los caminos del Señor que tantas veces no son nuestros caminos: a mayor dignidad, mayor gusto y prontitud por ponerse al servicio, en lo concreto, de los demás.

Atrevámonos a vivir con esa amplitud, haciendo Verdad nuestra vida. Asumamos el riesgo que supone el acercarse tanto a Dios que las miserias de los hombres, a quienes ama, alcancen también nuestro corazón y nos hagan correr hacia el último lugar con alegría de servir.

Silvia María. Fscc

jueves, 28 de junio de 2007

La necesidad de lo humano para orar.

Cipecar - Centro de iniciativas de pastoral de espiritualidad

¿Qué ganamos con navegar hasta la luna si no somos capaces de cruzar el abismo que nos separa de nosotros mismos? (Thomas Merton).
”¿No sería gran ignorancia... que preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni su tierra? Pues sin comparación es mayor la que hay en nosotros cuando no procuramos saber qué cosa somos".
(Santa Teresa).

"El verdadero discípulo no tiene el corazón ambicioso,
ni los ojos altaneros.
No busca grandezas que superan su capacidad.
Ha acallado su alma y ha moderado sus deseos.
Como un niño en el regazo de su madre,
así está su alma en paz
y en silencio en el Señor" (Salmo 130).

RETOS DEL ORANTE
- Aprender que nada de lo humano es ajeno a la oración. Es una aberración pensar "que para enriquecer a Dios debe empobrecerse el hombre; para que Dios sea todo, debe el hombre ser nada" (Feuerbach).
- Cultivar la dimensión humana, desde lo más profundo hasta los pequeños detalles, porque es ahí, en la propia vida, donde se va a tejer la historia de amistad con Jesús, la Palabra de Dios encarnada.
- No esconder nada ni esconderse de nadie, "porque El sabe de qué estamos hechos" (Salmo 103,14).
- ¡No desperdicies tu vida!

Nuestras vidas están formadas de días y horas, Y cada hora es muy valiosa. ¿Hemos desperdiciado nuestros días y horas?. ¿Estamos desperdiciando nuestras vidas?"
(Thich Nhat Hanh).

HABITAR NUESTRA CASA
La oración es un don, pero sin mí, sin todo lo que supone mi vida, no puede florecer. Cultivar la oración y, a la vez, ser grandes desconocidos para nosotros mismos, es construir la casa sobre arena. Una persona superficial vive y ora superficialmente. Una persona profunda vive y hora maduramente. La oración y la vida se relacionan mutuamente.

· Llamamos "habitar nuestra casa" al empeño diario por conocernos, aceptarnos y querernos.
· Dimensión corporal. No perdemos el tiempo cuando prestamos atención a nuestro cuerpo. ¿Cómo acogeríamos al Señor sin contar con él?.
· Dimensión afectiva. ¿Cómo podríamos vivir sin sentimientos, sin afectos? ¿Cómo podríamos orar sin capacidad de asombro, de gratuidad, de ternura, de dolor, de alegría, de compasión?.
· Dimensión intelectual. ¡Qué pobreza cuando practicamos la oración sin cambiar de mentalidad! Nuestra forma de pensar, de situarnos ante el mundo de hoy, de escrutar los signos de los tiempos, oxigena y aporta verdad a nuestro encuentro con Dios.

LA DIMENSIÓN MAS HONDA
Es lo más profundo de nuestro ser. Ahí tiene lugar el encuentro con el tú, y por tanto, la oración. Así lo definió Santa Teresa: "Como el lugar principal en un palacio real con inmensas moradas, donde pasan las cosas más secretas entre Dios y la persona humana".
Los textos bíblicos hablan de "corazón" ("Dichosos los limpios de corazón" Mt 5,8), de "morada" (”¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu?" Cor 6,19), de "hombre interior capaz de comprender la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor" (Ef 3,16-18).
La interioridad humana no es física, "no estamos huecos por dentro". Tampoco queda configurada por componentes de orden ético y psicológico. La persona de Cristo entra a formar parte de la interioridad del creyente; el Señor se queda en "quien come mi carne y bebe mi sangre" (Jn 6,57); él está-reside en "quien da mucho fruto" (Jn 15,5); "quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1Jn 4,16).

El misterio de nuestra interioridad se despliega en tres planos:
- El cuerpo es santo, es templo de Dios, envase de la interioridad.
- El corazón, lo interior del ser humano, sede en que anidan los sentimientos, pensamientos, amores, proyectos... y, que a su vez, es el recipiente de algo que lo rebasa.
- El Espíritu, Cristo, Dios en persona, su amor, su vida derramada y creciente dentro. Es la Trinidad que se dona y habita en el ser humano, en comunión con él. El cristiano al pensar en lo profundo de sí mismo se siente implicado en lo divino, se siente relacionado con las Personas de la Trinidad.

UNA LUZ QUE NOS REGALA MARÍA
- Frente al deseo de muchos de autocomprenderse y darse sentido a sí mismos, María es la mujer que deja que su Señor le regale su sentido.
- Frente al anhelo secreto del hombre de hoy de ser comienzo absoluto desde su libertad, María es la mujer que acepta "ser desde otro"; se deja mirar por su Señor y se le llena la vida de agradecimiento.

LA EXPERIENCIA DE UNA MUJER
Edith Stein afirma que sólo una actitud religiosa introduce en la morada interior. Los análisis psicológicos sólo se asoman y escrutan esa dimensión interior, no abren el diálogo con el Señor que habita dentro.
Para el cristiano lo más profundo de sí mismo no queda confinado en el yo, sino que implica la persona del Otro.
MOMENTO DE ORACIÓN
* Haz un corte en tu actividad, no porque ésta sea mala, sino para poder contemplar tu vida, como se ve el bosque desde fuera, y ver tu historia como un prodigio.
* Si puedes haz silencio, serénate, presta atención a todo lo tuyo con calma, como quien se sorprende hasta de los pequeños detalles.
* Ábrete al Espíritu:
Ven, Espíritu Santo,
enséñame a vivir con sentido y plenitud
lo normal y lo extraordinario,
lo llamativo y lo inadvertido,
la vida y la muerte de cada día.
* Escucha esta experiencia de San Agustín, puede ser la tuya.
"Tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y así por fuera te buscaba...
Tú estabas conmigo,
mas yo no estaba contigo" (Confesiones).
* Mira lo que dice el Evangelio:
"Tú, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 5,6).

- Descúbrete habitado (a).
- Descúbrete mirado (a).
- Descúbrete amado (a).

* Ora con todo tu ser, unido a Jesús y a toda la Iglesia:
"Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias" (Carlos de Foucauld).

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¿Qué es orar?

Cipecar - Centro de iniciativas de pastoral de espiritualidad




Una pregunta:
Comenzamos el Curso de Pedagogía de la Oración preguntando: ”¿Qué es orar?" La pregunta es la antesala de la sabiduría, como el deseo lo es del encuentro y la sed de la búsqueda del manantial.
Pregunta el que no sabe, pero quiere saber. Tenemos presente el mundo de hoy, saturado y hambriento, sin preguntas o con preguntas por la subsistencia.
¿Se hacen hoy muchas mujeres y hombres la pregunta sobre la oración?.


Muchas respuestas
A esta pregunta hay muchas respuestas, tantas como experiencias de oración.
"Dios es la eterna novedad" (San Juan de la Cruz) y los caminos de encuentro con él son también nuevos.
Cada testigo nos ha contado su experiencia, nos ha destacado en qué ha puesto el acento. Y el Espíritu no se contradice en la variedad de respuestas.


Un relato: " el mendigo y la perla"
Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya, valiosa como es. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".


Enséñanos a orar
Si algo sabían los discípulos de Jesús eran oraciones. Eran judíos y tenían que recitar varias durante el día.
Pero vieron cómo vivía Jesús, lo fascinante que era su libertad y su ternura, su pasión por el Reino y su oferta de amistad, y se acercaron para pedirle: "Enséñanos a orar" (Lc 11,1). Y Jesús les mostró su corazón, les enseñó al Padre, les dio su vida, su secreto, lo que llevaba de más entrañable dentro.


Pregunta a los testigos
Esto es lo que alguno de ellos responde a la pregunta: ¿qué es orar?.
· San Juan Damasceno: "La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes".
· San Agustín: "La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El".
· Santa Teresa del Niño Jesús: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde dentro de la alegría".

· Nuevo Catecismo: "La oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo".
· Santa Teresa de Jesús: "A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama".


Algo imprescindible:
Los protagonistas:
Dios, que se da a sí mismo. La oración es ante todo un don de Dios misericordioso que nos trata como a hijos, sin mérito alguno de nuestra parte, y nos da al tiempo el poder de escucharle y responderle como a Padre. La oración es lo que hace Dios con el hombre, y no al revés. No conviene perder de vista este hecho primordial. Poder orar es, para nosotros, una gracia increíble, un don inmenso.


La persona humana, que responde. El don de Dios hace posible la respuesta del hombre. El hombre se siente hijo y no recibe los dones como siervo mudo, sino que acoge y agradece y actúa con iniciativa en el diálogo con Dios. La oración requiere empeño por parte del creyente, que se abre a Dios con todo su ser.


El encuentro. Dios, que muestra su rostro y se desvela como apasionado
buscador del hombre, y el orante, que también quiere descubrirle su rostro a Dios
en verdad, se encuentran y se comunican. Surge así un encuentro en fe y amor,
diálogo de amistad, trato familiar.


A tener en cuenta:
· Sé consciente de que Dios quiere entrar en comunión contigo. Llama a tu puerta para entablar amistad contigo. Abre.
· Busca tú momentos para estar con él. Fuérzate en alguna ocasión. La oración es un encuentro con Dios en la verdad, la de él y la tuya.
· Aprende a estar ante Él, con Él, y de Él.
· Recuerda siempre que la oración es un don y lleva a la vida.
· En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



MOMENTO DE ORACIÓN...


Se pone música de fondo y se proyectan dos diapositivas: una en que se vea a un grupo de gente por la calle y otra en que aparece una vela encendida junto a la Palabra. Se van diciendo estas o parecidas palabras.
Aquí estamos... Con nuestros nombres y nuestros años, con nuestro dolor y nuestro gozo. Y con nosotros viene mucha gente. Vienen los que hoy han sido noticia en el mundo, sobre todo, por su dolor. Vienen tantas personas anónimas que buscan algo más. Aquí estamos abiertos, disponibles para el encuentro con Dios.
Aquí estás, Señor... Tú siempre estás. Siempre estás a la espera, con el oído inclinado y el abrazo preparado. A menudo nos esperas mucho.
Tienes ganas de vernos, de que estemos contigo, porque nos quieres.


Canción:
Señor, enséñanos a orar, a hablar con nuestro Padre Dios.
Señor, enséñanos a orar, a abrir las manos ante ti.
Señor, enséñanos a orar.


Texto bíblico: Lucas 18,9-14
Dos hombres subieron al templo a orar, el fariseo y el publicano.
- Preséntate al Señor con una actitud humilde. No pretendas ser más de lo que eres.
- Preséntate con un corazón abierto a los hermanos. Que el orgullo de creerte bueno no te lleve al juicio o la condena de los otros.
- Ábrete de par en par al Señor de la misericordia.


Oración (Dicha por todos):
Padre nuestro...
María enséñanos a orar como oraste tú.
"Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador"
Cipecar


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miércoles, 27 de junio de 2007

Parábolas para todos...

LA CARTA DE DIOS



A san Antonio Abad le llevaron una vez una carta del Emperador Constantino. Como los monjes se admiraran que el emperador en persona escribiera a un simple monje, san Antonio les respondió: “Nos admiramos que un Emperador escriba a otro hombre, y ¿cómo es que no nos admiramos más de que Dios nos haya escrito ese mensaje personal y hermosísimo que nos mandó a cada uno y que se llama Sagrada Biblia?”.


CLAVOS QUE DEJAN HUELLA

Esta es la historia de un muchachito que tenia muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Un día descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llego el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta...
Su padre lo tomo de la mano y lo llevo hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastara, y la cicatriz perdurara para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física"

CALUMNIAS

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, y todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:"Quiero arreglar todo lo que hice, ¿como puedo hacerlo?", a lo que el sabio respondió:"Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas donde quiera que vallas".
El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y en el cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo:"Ya he terminado", entonces el sabio contesto:"Esa era la parte fácil... ahora debes volver a llenar el saco con esas mismas plumas que soltaste, sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste pues sabía lo que eso significaba, y no pudo juntar casi ninguna. Al volver el hombre sabio le dijo:"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya esta hecho.
Lo único que puedes hacer ahora es perdirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".

"Cuando se llevaron el bote con los restos de mi hijo sentí que me arrancaban la vida".

Fuente: ALBA // Del 19 al 25 de febrero de 2005


Mª Esperanza Puente abortó hace años en Dator y denuncia la desinformación médica sobre el síndrome postaborto


“Cuando se llevaron el bote
con los restos de mi hijo
sentí que me arrancaban la vida”


“Estás muy sola, tienes mucho miedo, y como te ofrecen esto, te lo empiezas plantear”
Esperanza Puente lleva diez años sufriendo en silencio el síndrome postaborto. Pero su tiempo de silencio ha finalizado.
“Aborté hace diez años. Era bastante joven, estaba sola, sin nadie a quien acudir. Tenía miedo, y como te ofrecen esto, pues te lo planteas.” Son palabras de Mª Esperanza Puente Moreno, portavoz de la Asociación Víctimas del Aborto, dedicada a ayudar a las mujeres que sufren el síndrome postaborto y de las que el mundo se olvida tras pasar por caja y por el quirófano.

JESÚS G. SÁNCHEZ-COLOMER
“Soy portavoz de las Víctimas del Aborto porque soy víctima. Nunca nadie me informó de las consecuencias psicológicas que iba a sufrir tras abortar”. Éste es el comienzo del relato de Mª Esperanza Puente, que cuenta a ALBA los recuerdos de la que ha sido la experiencia más dura de su vida: el aborto de su segundo hijo hace ahora diez años.
Lo cuenta para que otras mujeres no cometan el mismo error. Es un testimonio doloroso, desagradable, pero, no podía ser de otra manera, es un relato que rebosa Esperanza, para muchas mujeres y para sus hijos.

La situación
“Te voy a explicar por qué soy víctima. Yo era joven y estaba sola. No tenía nadie a quien acudir. Tienes un problema importante, estás sola, llena de miedo, y como te ofrecen esta posibilidad, te lo empiezas a plantear. El tiempo aprieta cada día que pasa y tú sigues sola. Así que llamé por teléfono a la ‘clínica’ Dator. Yo estaba de tres meses y me dieron cita para el día siguiente, como con prisa, lo cual es normal, porque cuanto más tiempo tengas para pensar, para reflexionar, menos les conviene a ellos”; no en vano, los abortistas viven, y muy bien, del drama de estas mujeres.
“Al día siguiente fui a la clínica. Es algo extraño porque tú no quieres ir, pero la soledad te lleva, no te queda otra, es lo único que te ofrecen. Yo esperaba algo de información, y lo que me encontré en la Dator fue una situación surrealista. Allí no hay una mirada amable por ningún sitio, hay mucha frialdad.
En la gente, en el ambiente. Ni una sonrisa. Te pasan a una sala de espera en la que sólo se oyen murmullos, y se tiene una visión tétrica: las caras de las mujeres que allí estamos. Esas caras no se me olvidan nunca.”

¡No quiero!
Esperanza asegura que incluso después de tanto tiempo, “tu mente guarda recuerdos” que crees olvidar, “impresionantes”, pero “tu conciencia humana natural te indica que no está bien lo que has hecho. Eso está ahí y por un motivo sin determinar, salta en tu cabeza en un momento dado”. Entonces comienza el mayor sufrimiento psicológico al que se puede enfrentar una mujer: el síndrome postaborto, el hecho de asumir la muerte no natural de su hijo en su propio seno. “No necesitas ser creyente ni nada. Es algo irreversible que has hecho, que queda ahí para siempre, latente, pero que salta algún día. Lo has hecho, no tiene remedio y eso es algo que no te cuentan en ningún sitio. Por eso soy víctima.”
Esperanza ha contado esta historia varias veces en los últimos meses, y aun así tiene que recuperar el aliento para enfrentarse al relato, porque espera que ayude a muchas mujeres, y cuya parte más dura comienza en un primer reconocimiento.
“El médico no te dice absolutamente nada. Mientras te examina, por supuesto tú no ves la pantalla del ecógrafo. Verifica una serie de cosas y te mandan de vuelta a la sala. Tú miras las caras. Las chicas más jóvenes recuerdo que lloraban bajito, sin hacer ruido. Nadie comentaba nada con nadie y reinaba el silencio, cuando en tu interior gritabas muy fuerte: ¡no quiero! Pero son gritos ahogados, que no escucha ni quien tienes al lado, sólo los oyes tú. Entonces pasas al psicólogo y esperas que te diga algo, y no te dice nada. Quieres que te digan que no lo hagas. Pero al revés, te dicen que no pasa nada, que es algo muy sencillo, muy fácil, y que cuando acabes, te vas a casa como si nada, cuando la realidad llega después. La cosa es que el psicólogo te descuadra todo, porque esperas una mínima explicación, y allí no te dan ninguna.”
Esperanza aún se muestra sorprendida, diez años después, al recordar el trato de un psicólogo únicamente preocupado en que pasara al quirófano para poder cobrar, sin importarle su situación, ni las consecuencias ni nada de lo que rodea a una mujer que, bajo tanta presión, se somete a un acto tan duro.

Luego se olvidan de ti
“Te pregunta qué tal estás, que con la cara que llevas no hace falta ni que contestes, y te dice que tienes que firmar un consentimiento informado.”
Este documento es de obligado cumplimiento cada vez que una persona se somete a una intervención. La vigilancia y el interés que se pone en este documento es extremo, pues de él depende que una persona acepte o no el someterse a una intervención médica, sabiendo siempre sus posibles consecuencias. Para ello la información médica ha de ser rigurosa, transparente y completa, “algo que no se da en el abortorio, porque no te explican nada sobre las consecuencias psicológicas que se pueden dar. Al revés, se da por hecho que tú quieres abortar, que no vas a sufrir consecuencias negativas psicológicas.
Ni se preocupan por eso, y eso es real. En el documento escrito que te dan no dice nada de las consecuencias psicológicas o de los posibles traumas que pudieran darse, ni siquiera lo menciona como posibilidad. Te dicen que no pasa nada, que es muy rápido y que en cuanto acabe, te vas a casa, como si nada. En ese momento te sientes totalmente ida, desamparada. No eres persona. No te preguntan por qué puede suponer un mal para ti el seguir adelante con tu embarazo, que se supone que es el supuesto al que te acoges. Te informan menos que cuando te vas a sacar una muela. Te lo hacen y se olvidan de ti. Y tú apáñatelas como puedas.

La intervención
“Tras hablar con el psicólogo te vuelven a pasar a la sala. Estás desorientada. Al rato te vuelven a llamar y te dicen que te desnudes, sin pudor alguno; no te dan una bata ni nada, y vas desnuda hasta la camilla, y una vez que te colocas igual que si fueses a dar a luz, entra el médico. Recuerdo que tras ponerme una anestesia local, me dijo que como no me tranquilizase, íbamos a estar hasta mañana, y que me iba a doler más. Hizo la intervención. Es rápida y muy molesta. Yo estaba mirando al techo gritando ¡pare!, pero sin gritar. Quería salir corriendo de allí, pero no puedes. Es tan duro asumir lo que está pasando como la manera en que está pasando. Al tiempo que el médico hace su trabajo, las enfermeras tienen una conversación paralela. No están pendientes de ti.”
Esperanza, mientras se acerca a esta parte de su relato, ya no puede contener las lágrimas, y a duras penas prosigue con lo más atroz del aborto, que fue ver los restos de su hijo metidos en un bote: “Lo echan en un recipiente de cristal y se queda ahí, apartado en un lado. Tú lo ves. Es curioso cómo antes del aborto no te dejan ver la pantalla del ecógrafo por si te arrepientes, pero una vez que estás en la camilla, les das igual. Lo dejan allí apartado, lo ves. Si estás de tres meses, no ves sólo líquido. Yo vi trocitos de carne. Luego una enfermera se lleva el bote. En ese momento es como si te arrancasen con él la vida. Lo sientes aquí dentro”, dice Esperanza golpeándose el pecho, “tu vida se va tras el recipiente, y ya no vuelves a ser la misma nunca. Te han arrancado de cuajo tu personalidad, tu vida, tu integridad. Lo notas salir de dentro. Y se lo llevan como el que carga un saco de patatas. Esa imagen no se te borra de la mente en la vida.”
Esperanza continúa con el testimonio sin parar, porque si para, se viene abajo. Se lo sabe casi de carrerilla de haberlo repasado quién sabe cuántas veces en su memoria. “Te vistes como puedes, sola, nadie te ayuda, y pasas a una salita diferente a la anterior, porque no permiten que las chicas que están esperando vean cómo te sacan de allí. Al final aparece una enfermera, te pregunta si te mareas, y si le dices ‘no’, te contesta: ‘Pues hala, ya puedes irte a casa’.”

En la calle
“Quieres salir a ver si te da el aire, pero dentro te has dejado algo, no estás entera, y se te cae el mundo. No sé ni cómo llegué a casa. Era viernes y estuve los tres días metida en la cama, sin levantarme ni para comer ni para ir al baño. Pero llega el lunes. Así que te levantas, te vistes, y te vas a trabajar. Como si nada. Eres otra, pero la gente no lo sabe. Es imposible llevar algo así.”
Sobre el síndrome postaborto, Esperanza apunta como factor determinante el “no poder perdonarte. De las chicas con las que he hablado yo, les pasa de todo. Algunas ven a lo mejor un niño de cuatro años, que es la edad que debería tener su hijo, y se echan a llorar. Es algo que puede salir enseguida, a los cinco años o a los veinte, por un programa de TV, o por algo que cuenta una vecina. Eso está latente ahí, y un día salta. Entonces prepárate, porque en España nadie da ayuda para superar esta patología. Estás sola.

Manipulación
“Los médicos del Estado no ofrecen ayuda, el Estado no informa, los medios de comunicación manipulan. Te lanzan el mensaje de que abortar es libertad, es progreso, de que no pasa nada. Por lo que no puedes contar tu caso, porque te tratan como si fueses rara. Te hacen un juicio. Pero los medios de comunicación deben informar. ¿Por qué no se televisa un aborto?. Hemos visto imágenes de todo tipo, pero jamás hemos visto un aborto. Nadie dice qué es lo que pasa allí. Hablan del aborto como si no fuese nada, como si fuese normal, y eso te hace daño; lo que dicen respecto al aborto el Estado y los medios es todo mentira. Por favor, que empiecen a hablar, a decir la verdad. A llamar al pan, pan.
Que sean valientes. Hoy te venden que tienes que ser joven, divertirte, que cómo vas a atarte con un hijo... ¡Ahí se habla de hijo! Ésa es la manipulación. Si es hijo para atarte, es hijo también para hablar de abortar, guste o no guste. Los conceptos hay que aclararlos, porque no tenemos ni idea.”
Esperanza ha terminado el testimonio de algo que le sucedió hace ya diez años. En este tiempo ha solicitado ayuda médica, y nadie se la ha dado excepto la Asociación de Víctimas del Aborto de la que ahora es portavoz, una asociación que “sí es feminista, porque el aborto es algo que nos afecta a todas las mujeres, ya que es en nosotras en el lugar donde se transmite la vida, o donde se elimina”. Lo dice una víctima que se ha atrevido a contar los que casi nadie dice: el aborto es un mal; posiblemente, el mayor de todos. Por darnos tu valiente testimonio, gracias Esperanza.
lahistoria@semanarioalba.com

martes, 26 de junio de 2007

Amor triunfal de dos personas sexuadas

Fuente: http://www.arvo.net/






Hablar de castidad en pleno siglo XXI puede parecer chocante y anacrónico. Tal vez porque, erróneamente, ese término suele aludir a un conjunto de negaciones del todo ajenas al amor, hasta acabar por identificarse con la pura y simple abstención del trato corporal.

Por Tomás Melendo

1. Acrecentar el cariño.
2. Fomentar la atracción.
3. Tú y solo tú.


Hablar de castidad en pleno siglo XXI puede parecer chocante y anacrónico. Tal vez porque, erróneamente, ese término suele aludir a un conjunto de negaciones del todo ajenas al amor, hasta acabar por identificarse con la pura y simple abstención del trato corporal. Para san Josemaría Escrivá, por el contrario, la castidad conyugal era una virtud tremendamente afirmativa, "una triunfante afirmación del amor", como recoge el título de este artículo. Y lo explicaba así: "La castidad -no simple continencia, sino afirmación decidida de una voluntad enamorada- es una virtud que mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida".

Refiriéndola a los casados, y con palabras que recuerdan las antes citadas, la castidad conyugal sería la virtud que hace posible y facilita que a los quince, veinte, veinticinco o muchos más años de matrimonio, cada esposo se encuentre tan enamorado del otro y éste le resulte tan atractivo, en todos los sentidos del término, como aquel día ya lejano en que los dos quedaron recíprocamente prendados; o mejor, porque es más cierto, mucho más amable y arrebatador que entonces, por cuanto el cariño prolongado le ha conducido a descubrir y ahondar en su riqueza personal y en su hermosura más real y certera.

La castidad, por consiguiente, es algo grande, excelso, positivo, que no se limita o resuelve en un conjunto de prohibiciones y que va mucho más allá de los dominios de la mera genitalidad. Su objeto propio, como el de toda virtud, es el amor: En este caso, el amor de dos personas sexuadas -varón y mujer- y justo en cuanto tales. Y su fin, hacer que se despliegue y fructifique ese cariño en todas y cada una de sus dimensiones, no sólo en las directamente relacionadas con el trato corporal ni genital. De esto continuaré hablando en próximos artículos.

Acrecentar el cariño
Se entiende entonces que el principal y más definitivo acto de esta virtud consista en fomentar positivamente, con las mil y una finuras que el ingenio enamorado descubre, el amor hacia el otro cónyuge.
Por eso, para vivirla en toda su grandeza, es oportuno que cada miembro del matrimonio dedique expresamente todos los días unos minutos a decidir aquel o aquellos detalles de cariño y delicadeza con los que dará una alegría al otro y elevará la calidad y la temperatura del amor mutuo; como también que ponga todos los medios a su alcance para que esas manifestaciones de afecto decidido lleguen a cumplirse, teniendo en cuenta que si no se empeña en darles vida es muy posible que el trabajo y las demás ocupaciones las dejen en simple "buena intención".
De manera similar, un marido enamorado tiene que estar dispuesto a repetir muchas veces al día a su esposa, junto con otras manifestaciones de afecto, que la quiere. ¡Claro que ella ya lo sabe! Pero necesita de forma casi perentoria que semejante confirmación gozosa le entre por los oídos muy a menudo: es una delicadeza aparentemente mínima, pero que la reconforta y le da vigor para seguir en la brega, a veces ingrata, de sacar adelante con bríos renovados el hogar y la familia. Y el varón, por su parte, además de agradecer también en muchos casos la declaración paralela de su esposa, necesita pronunciar esas palabras para reforzar, mediante la afirmación expresa y materializada, los quilates de su amor y de su fidelidad.
Además, y por poner otro ejemplo, marido y mujer han de esforzarse asimismo con frecuencia por sorprender a su pareja con algo que ésta no esperaba y que revela su aprecio e interés por ella. No sólo en los días señalados, en los que esas manifestaciones "ya se suponen", sino justo en aquellos otros en los que no existiría ningún motivo para tener una atención especial... ¡excepto el cariño enamorado de los cónyuges, siempre vivo y siempre creciente! Teniendo en cuenta, por otro lado, que lo importante es ese fijar la mirada en el otro, dedicarle tiempo y atención, y no necesariamente el valor material de lo que se ofrenda.
En la misma línea, para vivir la plenitud del amor que aquí estamos considerando, resulta imprescindible que los cónyuges sepan encontrar ratos para estar, conversar y descansar a solas, en las mejores condiciones posibles, venciendo la pereza inercial que a veces pudiera acosarles. Sin hacer de esto un absoluto, sino a modo de simple sugerencia, una tarde o una noche a la semana dedicada en exclusiva al matrimonio, además de facilitar enormemente la comunicación, constituye uno de los mejores medios para que la vida de familia -y, por tanto, el cariño hacia los hijos- progrese y se consolide, hasta dar frutos sazonados de calidad personal.
Por eso, la solicitud y el mimo a la propia pareja debe anteponerse a las obligaciones laborales y sociales y, si valiera la contraposición un tanto paradójica, incluso al cuidado "directo" de los niños... que quedará potenciado por el amor mutuo de sus padres.
Fomentar la atracción

A la vista de cuanto estamos viendo, resulta fácil comprender que es un acto de virtud -de la virtud de la castidad, en concreto- hacer cuanto esté en nuestras manos para aumentar la atracción, también la estrictamente sexual, a y de nuestro cónyuge.
Particularmente, parece manifestación de buen sentido aprovechar el gozo entrañable que Dios ha unido al abrazo amoroso personal e íntimo para resolver pequeñas discrepancias o desavenencias surgidas durante el día, para poner fin a una situación de tirantez, o para relajarse en momentos en que la vida profesional o familiar de uno u otra generan especiales tensiones. Como consecuencia, entre otras cosas, ambos tendrán que prestar atención a su aspecto físico.
Como también resulta imprescindible, y estamos ahora ante una cuestión más de fondo y de conjunto, que ambos esposos sepan presentarse y contemplarse, a lo largo de toda su vida, por lo menos con el mismo primor y embeleso con que lo hacían en los mejores momentos de su etapa de novios. Obrar de otra manera, dejar que el amor se enfríe o se momifique, equivale a poner al cónyuge en el disparadero, propiciando que busque fuera del hogar el cariño y las atenciones que todo ser humano necesita la cualquier edad!... y que nunca deben darse por supuestos.
Situada en este horizonte vital, la mujer debe estar persuadida de que la fecundidad embellece y de que su marido posee la suficiente calidad humana para apreciar la nueva y gloriosa hermosura derivada de la condición de madre.
Ciertamente, la maternidad reiterada suele "romper las proporciones materiales" que determinados y superficiales cánones de belleza femenina pugnan por imponernos. Pero el menos perspicaz de los maridos, si se encuentra de veras enamorado, advierte el esplendor que esa "desproporción" lleva consigo; reconoce que su mujer es más hermosa -e incluso sexualmente más atractiva- que quienes se pavonean con un remedo de belleza reducido a "centímetros" y "contornos". A poca sensibilidad que posea, un varón descubre embelesado en el cuerpo de su mujer, acaso menos vistoso: I) el paso de su propio amor de marido y padre; II) la huella de los hijos que ese cariño ha engendrado; III) la tarjeta de visita del Amor infinito de todo un Dios creador, que les demos! tró su confianza al dar vida y hacer desarrollarse en el seno de la esposa a cada una de esas criaturas... ¡Cómo no habría de sentirse cautivado por semejantes enriquecimientos!.
Después de bastantes años de casado y de trato con otros matrimonios, en ocasiones experimento la necesidad de pedir a las esposas que se "conformen" con gustar a sus maridos... y gocen plenamente con ello. Que, sobre todo con el correr del tiempo, no pretendan "gustarse a sí mismas" son sus críticas más feroces- ni admitan comparaciones con sus amigas o con otras personas de su mismo sexo... y mucho menos con las más jóvenes. Que crean a pies juntillas a sus esposos cuando éstos le digan que están muy guapas, sin oponer siquiera en su interior la más mínima reserva... Toda mujer entregada -esposa y madre- debe tener la convicción inamovible de que incrementa su hermosura radicalmente humana en la exacta medida en que va haciendo más actual y operativa la donación a su esposo y a sus hijos.
Tú y solo tú
La otra cara de la virtud de la castidad, aparentemente negativa, pero derivada de la misma necesidad de hacer crecer el cariño mutuo, podría concretarse en la obligación gustosa de evitar todo lo que pudiera enfriar ese amor o ponerlo entre paréntesis, aunque fuera por unos minutos. Por tanto, el sentido de esa renuncia es eminentemente positivo: de lo que se trata, también ahora, es de que el amor conyugal madure y alcance su plenitud. No debería olvidarse este extremo si se quiere comprender a fondo el verdadero significado de la virtud de la castidad, su valencia de tremenda afirmación.
Si nos atenemos a quienes se hallan unidos en matrimonio, que son los que aquí estamos contemplando, esa afirmación, tomada en serio, se constituye en criterio claro y delicadísimo de amor al cónyuge. Para el hombre casado no puede existir otra mujer, en cuanto mujer, más que la suya. Obviamente, ese varón (y lo mismo, simétricamente, se podría afirmar de su esposa) se relacionará con personas del sexo complementario: compañeras de trabajo, secretarias, alumnas, coincidencias en viajes... Y la educación y el respeto le llevará comportarse con ellas con delicadeza y deferencia. Pero a ninguna la tratará en cuanto mujer -poniendo en juego su condición de varón, que ya no le pertenece-, sino exquisitamente en cuanto persona.
Y esto, que de entrada podría presentarse como en exceso teórico e incluso artificial y alambicado, tiene una traducción muy clara y operativa: todo lo que yo hago con mi mujer justamente por ser mi mujer debo evitarlo al precio que fuere con cualquier otra: lo que comparto con ella por ser mi esposa no puedo compartirlo con nadie más.
Aunque estemos ante personas aparentemente maduras, en este punto es muy fácil ser ingenuos. Pues, en principio, y después de unos cuantos años de tratar a diario con nuestra pareja en los momentos de alza y en los de bancarrota, cualquier otra mujer o cualquier otro varón se encuentran en mejores condiciones que los propios para presentar ante nosotros "intermitentemente" -en los aislados espacios de trato mutuo- su cara más amable. No nos los encontramos sin arreglar, recién levantados o levantadas, cuando podría incluso decirse que "simplemente no son ellos/as"; ni suelen estar cansados o cansadas, ni tienen que resolver con nosotros los problemas planteados por los hijos o los quebraderos de cabeza de una economía no muy boyante... Arreglado o arreglada, dispuesto casi por instinto y con la más limpia de las intenciones a gustar y caer bien, pueden dar de sí lo mejor que poseen, sin que exista el contrapeso de los momentos duros y de flaqueza que por fuerza se comparten ! en el interior del matrimonio. Además, él o ella suelen ser más jóvenes y más comprensivos (entre otras cosas, porque no nos conocen a fondo), y se encuentran pasajeramente adornados con muchas prendas que, de manera un tanto artificial, engalanan su figura y su personalidad ante nuestra mirada -en esos momentos no del todo perspicaz-... y que el trato continuado y duradero sin duda devolvería a sus auténticas dimensiones.
Para redondear esta idea, y para ir terminando lo que de otro modo resultaría inacabable, añadiré que es bastante difícil que una mujer distinta de la propia deje de comprender los problemas que sufrimos en nuestro hogar y en nuestro matrimonio y de experimentar, al conocerlos, una sincera compasión por nosotros. Como también es improbable -aunque por motivos muy distintos- que un varón deje de entender los de una mujer casada si cede a que se los explique. En los dos casos es menester una categoría hoy por desgracia no muy frecuente para quedar mal y rechazar de manera educada pero decidida ese tipo de confidencias.
Y todo ello resulta, sin embargo, necesario para no enredar con la dicha propia y ajena y poner a nuestros "hijos" en un brete, vendiendo la grandeza profunda de una vida de familia vivida en plenitud por el superficial embeleso de unos momentos de satisfacción egocéntrica. El amor que empapa nuestro hogar nos llevará a eludir esas gratificaciones aparentes, con objeto de robustecer los cimientos de nuestra felicidad en el matrimonio.

¿Tanto tienes tanto vales?

Fuente: iglesianavarrajoven.org
(Delegación de pastoral de juventud, universitaria y vocacional de la diócesis de Pamplona y Tudela)


Esta máxima es la que parece reinar en la sociedad actual se mide a las personas por lo que tienen y no me refiero precisamente a cualidades o valores sino por bienes materiales o por los triunfos conseguidos o por su belleza, para ellos son todos los honores y parabienes.

Una parte de la sociedad que acoge a lo ricos, famosos y triunfadores con los brazos abiertos, parece que solo existen ellos y se convierten en modelos para muchos jóvenes y no tan jóvenes. Y a veces el testimonio de estos triunfadores deja bastante que desear, despilfarran el dinero en caprichos de lo más variopinto y si ganan restriegan la victoria a sus rivales hasta humillarlos en una aptitud prepotente y que deja bastante que desear. Y lo malo es que estas actitudes calan mucho y son imitadas, sobre todos la segunda porque lo de dilapidar dinero no esta al alcance de todos.

Pero si por circunstancias de la vida alguno de ellos deja de tener dinero y fama, las palmadas en la espalda se acaban, las puertas se le cierran y los amigos desaparecen como por arte de magia y viven en sus propias carnes lo tanto tienes tanto vales pero desde una posición mas incomoda que la que vivían hasta ese momento la fama y el dinero han quedado atrás y es en estos momentos cuando se dan de frente con la crueldad de algunas personas que nos los quieren reconocer cuando antaño les decían que eran sus amigos y que darían todo por ellos, un claro ejemplo de ello son la cantante Winnie Houston y el actor Macaulay Culkin que lo tuvieron todo y ahora no pasan por su mejor momento.

Por suerte no todas las personas funcionan con la misma escala de valores y miran a las personas no por lo que tienen ni lo que ganan sino por lo que son, sean cual sean sus circunstancias, les importa la persona lo que tengan para ellos es secundario.

Quisiera concluir este artículo con unas preguntas para el que la quiera reflexionar y responder:
¿Qué opinas de la frase tanto tienes tanto vales?. ¿Tú valoras a las personas por lo que tienen o por lo que son?. ¿Y las acoges de la misma manera a unas y a otras?.

¿Progreso igual a incomunicación?

Fuente: iglesianavarrajoven.org
(Delegación de pastoral de juventud, universitaria y vocacional de la diócesis de Pamplona y Tudela)


Esta pregunta lleva mucho tiempo rondándome por la cabeza y se que la respuesta no es nada fácil por eso quiero haceros participes mis queridos lectores de estas dura que me invade, tal vez podáis ayudarme a encontrar las respuesta y podamos ayudarnos recipocramente y tal vez pueda disipar mi duda y vosotros podáis reflexionar sobre este tema que me parece interesante, las respuestas las podéis dar por medio del foro de esta pagina Web - es una sugerencia- así conseguimos una interactividad entre el que suscribe y los lectores de este articulo.

Es una realidad que el progreso ha traído muchas comunidades y avances que hace unos años eran impensables. Pero también es verdad que esto nos ha llevado en ocasiones a incomunicarnos en cierta manera, pondré un ejemplo ahora quien mas y quien menos desea vivir en un adosado para estar tranquilo y que no le molesten mucho los vecinos. En el recuerdo quedan aquella tertulias improvisadas que se organizaban entre los vecinos las noches de verano - yo guardo muy buen recuerdo de ellas-, otro ejemplo ilustrativo es la llegada de la informática y el progreso que ha supuesto pero también con las play-station nuestros jóvenes se apoltronan y pasan horas jugando con ellas y esta es una de las causas por las que ahora no se ven niños jugando en nuestras calles - que grandes partidos de fútbol jugué en la calle cuando era niño- ahora los juegos son muy sofisticados y se puede participar en ellos desde el sofá y solo o a lo sumo con otro compañero.

Con la llegada de los chats llego el poder hablar por medio del ordenador con medio mundo sin verte y normalmente en el mundo de los chats nada es lo que parece y uno puede decirte que es George Clooney y en realidad es Alfredo Landa - mi respeta a ambos actores- o tal vez decir que tiene 22 años y en realidad estar a pocos meses de cobrar la jubilación, en los chats la comunicación es relativa pues lo haces por medio de una maquina y no ves al interlocutor con todas las desventajas que ello conlleva. Aquí he puesto algunos ejemplos de las dos caras que tiene el progreso sus avances llevan en algunas ocasiones a la incomunicación al ser humano, por eso me planteo la pregunta del principio espero que me podáis ayudar a resolverla aunque como he dicho antes no tiene fácil respuesta.

lunes, 25 de junio de 2007

Solo quiero rollo.

Fuente: www.arvo.net
SOLO QUIERO ROLLO.
Ya el amor está sobrevolado, visto y desestimado.

Por Javier Láinez.
Tardes de discoteca.
Me quedé pasmado cuando me lo contaba. Lina es una muchacha alta, guapa y ya muy mujer a sus catorce años. No hace tanto, todavía jugaba con muñecas. En pocas semanas, Lina aprendió todo lo que había que aprender para estar a la altura de la panda. Al principio son juegos amatorios de cuchicheos entre amigas, con ese lenguaje pobre y peculiar de los adolescentes: “Lina está por Marco” o “Lina, sé por Vanessa que Marco quiere pedirte salir, pero no se atreve”. Enseguida llegan los primeros desengaños, los plantones, los marujeos a la puerta de la discoteca y las lágrimas en cualquier portal, con el torpe consuelo de las compañeras. Ya el amor está sobrevolado, visto y desestimado. Más adelante, alguien le explicará detalladamente la técnica del beso. Y habrá prisa por probar. Pero, desgraciadamente, ya no tendrá ese aire tierno y romántico de la vieja canción de Claudio Baglioni: “Il primo baccio, per sapere come si fà” (el primer beso, para saber cómo se hace), sino que será la pura y dura búsqueda de la experiencia sensual. A la postre, el alma desencantada de una casi-niña casi-mujer catorceañera, será capaz de soltarle a un muchacho al que acaba de conocer y que la invita a bailar: “Yo sólo quiero rollo”.
El Enrolle.
En la jerga juvenil, enrollarse significa la tolerancia de una relación (rollo) basada simplemente en el besuqueo lascivo y desaforado, sin mayores pretensiones. Puede que mañana ni siquiera salude al muchacho. Tal vez en la misma puerta de la discoteca se burle de él con sus amigas. Ander, un chico de 17 años, me contaba entre bromas y veras, mientras paseábamos por la calle, que lo mejor es que la chavala esté un poco achispada durante el rollo. “Así, es probable que al día siguiente no se acuerde de tu cara, y te ahorras tener que invitarla a un café”. Adiós caballerosidad, bienvenido cinismo.
No se busca la comunión de las almas, el compromiso estable basado en los aspectos más espirituales de la personalidad. “Eso sólo causa tortura”, te dicen. El rollo es más llevadero. Te diviertes y al cabo de un rato, si te he visto no me acuerdo. El beso no deja secuelas. Tiene toda la electricidad de los actos eróticos, la dosis de aventura necesaria para que valga la pena atreverse y no compromete a nada. Todo el mundo acepta que enrollarse es un escalón anterior a “salir”. Salir, en el criptolenguaje quinceañero significa que me comprometo a no enrollarme con otra persona mientras dure lo nuestro. Salir tiene, como los yogures, fecha de caducidad incorporada. Por eso, se pueden tener varios rollos a lo largo del año, sin que nadie se sienta atado por la anticuada y terrible palabra noviazgo, que se reserva para la mayoría de edad.
Las niñas ya no quieren ser princesas.
Tal vez algún lector piense que exagero. ¿Hay estadísticas? ¿Es para todos los jóvenes el panorama igual de sombrío? ¿Es tan malo que se besen? Gracias a Dios, no todos se comportan así. Pero cualquiera que conozca el mundillo de los institutos y de los colegios de enseñanza media sabe que este fenómeno tiene dimensiones de epidemia. En este pequeño análisis no vamos a preguntarnos por la actividad sexual de los adolescentes (nos llevaría muy lejos), ni sobre la bondad o malicia de los besos. Más concretamente querríamos saber dónde ha ido a parar la educación afectiva de los muchachos y muchachas sin experiencia y sin resortes morales de ningún tipo. Es tremendo comprobar la general abdicación de los padres en este terreno. La escuela no suele dar otra visión que la biológica, cuando no la información perversa de todos los recursos de la fontanería genital. El resultado, aunque sea doloroso reconocerlo, es un desolador desamparo afectivo y moral de miles de adolescentes. Alguien les ha robado el deseo de soñar. Lo advertía aquella canción de Joaquín Sabina, popularizada por el malogrado Antonio Flores: “Las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra...”
Soñadores frustrados.
Lo curioso es que muchos reconocen el engaño. La frustración psicológica y sentimental a la que conducen estos comportamientos deja siempre un poso de amargura. Los más sensatos advierten el tobogán hacia el cinismo de su proceder. Pero, a la vez, se sienten incapaces de salir de la trampa. No es infrecuente encontrar chicas que sueñan con un príncipe azul. Las que no están atrapadas por la estética de grupos musicales como los Backstreet Boys , son incluso capaces de pensar en un muchacho honesto y trabajador que pueda llegar a ser el compañero de su vida. Pero aun en este caso, entretienen la espera enrollándose con el primero que se pone a tiro. Pero –les preguntas- ¿no es eso una contradicción? “Bueno –es la respuesta más frecuente- ese chico con el que sueño no existe. Hay que agarrarse a lo que hay”.
La adolescencia no es para ninguno de sus protagonistas una estación de tránsito, un transbordo para llegar a algún lado. Es, eso parece al menos, una provisionalidad definitiva. La publicidad y la moda han encontrado un buen filón en esta juventud estacionaria. “Just do it” (Simplemente hazlo). Por eso, cuando pasan los años y cabría suponer una cierta maduración intelectual y afectiva, uno se encuentra con el más asombroso vacío: casi ningún deseo de compartir la vida, un vago sentimentalismo sin profundidad, un montón de “experiencias” que han desarbolado la sensibilidad. Llegar con este equipaje a la edad del noviazgo, del matrimonio, de la familia, es como entrar en el circuito del Jarama con las ruedas pinchadas. Aquí sí que cantan las estadísticas: el 40% de los matrimonios de los últimos 15 años han fracasado.
El remedio son los padres.
Desde que los hijos son pequeños debe comenzar su educación afectiva. Buena parte del secreto consiste en adelantarse delicadamente a la natural curiosidad y a las propias experiencias. Pero hay que añadir un ingrediente más. La educación afectiva, sexual y moral de los hijos debe darse sin alarmismos, pero con la clara conciencia de que habrá de desenvolverse en un medio hostil. Una vida familiar sana e intensa requiere mucho sacrificio por parte de los padres, pero no se conoce otro remedio si no quiere uno que se los lleve la riada cuando cumplan determinada edad. El Beato Josemaría Escrivá, que tantas iniciativas promovió para la gente joven, daba a los padres un certero consejo allá por los años 70, cuando de este problema no había asomado ni la punta del iceberg. Reunido con un buen número de matrimonios en Castelldaura (Barcelona) y ante la pregunta de una madre, les respondió: “Sin hacer las cachupinadas del siglo pasado, lo mismo que habéis puesto esos lugares de reunión para chiquitos jóvenes, de doce a catorce años (se refiere a los clubes juveniles), deberíais pensar en otras soluciones, para cuando los chicos comienzan ya a tontear. Es lógico. La mayor parte han de formar un hogar, porque Dios lo quiere así. Tenéis familias amigas, de buenas costumbres, que piensan como vosotros: ¿por qué no os reunís de cuando en cuando, dejando un poco tranquilos a los hijos, para que se conozcan y se vayan tratando? O poneos de acuerdo y sostened entre todos un lugar de recreo y de diversión para vuestros hijos, siempre que haya una madre que esté por allí con un ojo abierto, además del Ángel de la Guarda. Así nacerán noviazgos cristianos, como los quiere la Iglesia. Así casaréis a vuestras hijas con chicos estupendos. Así, las madres que tienen hijos por casar, los casarán con unas nueras maravillosas, que las llamarán madre y no suegra. Si no, os podréis encontrar con esas sorpresas tremendas, que a veces vienen, que os hacen padecer y de las que no tenéis ninguna culpa, porque ésta es la situación actual del mundo (...) Discurrid, pedid al Señor que os ilumine, y haced unas cuantas cosas. No definitivamente, sino como prueba, porque puede no salir bien a la primera, y tampoco a la segunda. Hay que insistir” .
Valía la pena esta cita aunque sea larga. Hay que insistir, sí señor. La perseverancia de los padres y el cuidado del entorno familiar son un seguro baluarte contra el nihilismo afectivo en el que ya estamos inmersos. Esta nadería sentimental que mantiene abotargado el corazón de tantos jóvenes puede provocar desaliento en muchos educadores. El asunto es más grave que la simple desorientación afectiva. El descuido de la educación de la inteligencia, el desarrollo de la publicidad de masas y de los medios de comunicación, las modas light y los hábitos de consumo del occidente opulento son el correlato de la ausencia de algo en el corazón. Pero no hay que desesperar.
Contrarrestar el vacío afectivo.
No podemos consentir que sea Hollywood quien eduque el corazón de los jóvenes. Ni la moda de Ragazza , ni las canciones de las Spice Girls , ni los anuncios de Calvin Klein . La presión de la publicidad existe y tiene una fuerza brutal. Nos hablan de sentimientos, de sensaciones, de sentimentalismo y de otros sensores de la personalidad, que no son otra cosa que eso: sentidos, esto es, puertas hacia el exterior. Lo que queda por construir es la autopista que lleva de los sentidos hasta el corazón. “En estos últimos años, muchos padres y casi todos los colegios parecen haber renunciado a educar la afectividad de los niños. Quizá suponen que lo sano es dejarla a la intemperie, para que se exprese indiscriminada y hemorrágicamente. O quizá han delegado en la tele tan ardua tarea. El caso es que el Planeta se está llenando de adolescentes crónicos, super precoces en lo sexual e inmaduros en el amor” (E. Monasterio, Mundo Cristiano, octubre 1998).
Pero la cosa no es nueva. Hace poco publicaba Aceprensa un artículo comentando un libro sobre la adolescencia , en el que se puede encontrar la siguiente cita: “La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón; es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura” . El diagnóstico no puede ser más deprimente y podría parecer que lo hubiera escrito hoy un nostálgico de mejores tiempos pasados. Pero no. La cita procede de una inscripción grabada en una tablilla babilónica hace más de tres mil años. Los pesimistas vienen de antiguo. No se trata, por tanto, de asustarse ni de esperar que el panorama se arregle solo. Hay que poner manos a la obra y gastar toneladas de tiempo en buscar soluciones prácticas. Porque no está en juego simplemente la felicidad de nuestros adolescentes: nos jugamos el modelo social en el que van a crecer y madurar.
Una tirita para el “corazón partío”.
Hasta hace poco estaba muy de moda una tonadilla de Alejandro Sanz que hablaba de su “Corazón partío”. Recientemente he podido comprobar cómo incluso chiquillos de Educación Infantil (3-4 años) conocían la letra de la canción de este super famoso madrileño y tarareaban con su lengua de trapo “¿Quién me va a entregar sus emociones?, ¿quién me va a pedir que nunca la abandone?, ¿quién me tapará esta noche si hace frío?, ¿quién me va a curar el corazón partío?” Bien está que aprendamos por la radio el valor de la ternura, pero todos sabemos que hay más, ¿no? Bueno, pues eso ¿quién nos lo va a enseñar? ¿quién se lo va a enseñar a los que pasan más horas oyendo la radio o viendo la tele que escuchando o contemplando a sus padres? ¿Qué letras, qué canciones que conozcan desde su más tierna infancia y les acompañen durante su juventud? Hace poco he recordado una vieja copla castellana que daba en el clavo: “Corazones partidos, yo no los quiero. Y si le doy el mío, lo doy entero” . En la palabra darse está buena parte de la clave. Aquí entra la familia, aquí debería entrar también la escuela. No se trata de canturrearles antiguallas, pero sí de completar en serio lo que ya saben.
Tampoco estaría mal que de cuando en cuando los padres se preocupen de saber (no es necesario fisgar , preguntando se va a Roma) qué leen, qué oyen y qué ven sus hijos. Los chicos reciben más ejemplo malo que bueno. Pero cuando los padres se empeñan en ir contracorriente y asumen la fatiga de ese largo viaje, la mayor parte de los chicos se lo agradecerá. Porque nadie les habrá arrebatado su capacidad de soñar a cambio de un plato de lentejas.

domingo, 24 de junio de 2007

CARTA DE UN HIJO A
TODOS LOS PADRES DEL MUNDO

- No me des todo lo que te pido.
A veces, solo pido para ver hasta cuánto puedo coger.

- No me grites.
Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.

- No me des siempre órdenes.
Si, en vez de órdenes, a veces me pidieras cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

- Cumple las promesas, buenas o malas.
Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es un castigo.

- No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o mi hermana.
Si tú me haces sentirme mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si haces sentirme peor que los demás, seré yo quien sufra.

- No cambies de opinión a menudo sobre lo que debo hacer.
Decide y mantén esa decisión.

- Déjame valerme por mí mismo.
Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender.

- No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro.
Me haces sentirme mal y perder la fe en que me dices.

- Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice; A veces yo mismo no lo sé.
Cuando estés equivocado en algo, admítelo, y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.

- Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos.
Porque seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.

- No me digas que haga una cosa y tú no la haces.
Yo aprenderé siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

- Enséñame a amar y a conocer a Dios.
Aunque en el colegio me quieren enseñar, de nada vale si veo que tú ni conoces ni amas a Dios.

- Cuando te cuente un problema mío, no me digas: ‘No tengo tiempo para bobadas’ o ‘eso no tiene importancia’.
Trata de comprenderme y ayudarme.

La edad media de inicio del consumo de alcohol se sitúa en los 15 años

Fuente: Domingo, 24 de junio de 2007, DIARIO DE BURGOS.
La edad media de inicio
del consumo de alcohol
se sitúa en los 15 años

JÓVENES: La edad media de inicio del consumo de alcohol se sitúa en los 15 añosLos datos de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados revelan que el 45% de los jóvenes entre 14 y 18 años han tenido algún problema relacionado con esta adicción (académicos, conflictos familiares, etc.)A.R/BURGOS

El consumo de alcohol en menores es un hecho «muy preocupante». Por lo tanto, todas las medidas que se adopten para luchar contra este problema son «positivas», según el coordinador de programas y psicólogo de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Burgos (ARBU), Julián Mateos, quien recuerda que este sector poblacional inicia el consumo de alcohol, de media, a los 15 años (13,7 años a nivel nacional) y que un 45 por ciento de los jóvenes entre 14 y 18 años ha tenido algún tipo de problema relacionado con el alcohol como conflictos familiares, peleas o problemas académicos, etc. «Por lo tanto, es importante que se tomen medidas para que los menores tengan difícil acceso al consumo del alcohol, ya que en la actualidad la sociedad es bastante permisiva en ese sentido», añade. Asimismo considera que sólo las medidas restrictivas o sancionadoras no son suficientes. «Se necesitan también actuaciones de tipo educativo, de sensibilización, así como la implicación de colectivos como el de hostelería y los comerciantes que dispensan alcohol». Precisamente el pasado 11 de junio la ministra de Sanidad, Elena Salgado, firmó un convenio de colaboración con la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) por el cual, entre otras medidas, ya no podrán anunciarse bebidas alcohólicas en las portadas ni contraportadas de los periódicos, ni tampoco en las secciones o publicaciones dirigidas a un público infantil y adolescente. AEDE agrupa a 93 cabeceras de todo el país y el convenio tendrá una vigencia de un año. Durante el año pasado ARBU atendió a 520 personas entre pacientes y familiares. De ellas, 288 tenían problemas con el alcohol. Por sexo, un 81 por ciento eran hombres y un 19 por ciento mujeres. En cuanto a la edad, la media se situó en los 46 años. Además, un 4 por ciento tenían entre 17 y 30 años; un 25 entre 31 y 40; un 33 por ciento entre 41 y 50; un 31 entre 51 y 60; y un 7 por ciento entre 61 y 80 años. Con relación a su estado civil, un 40 por ciento estaban casados, un 38 por ciento solteros y18 de cada cien, separados o divorciados.Otro parámetro a tener en cuenta es el nivel de estudios. En este sentido, más de un 52 por ciento tenía estudios primarios, un 31 por ciento Bachiller Elemental, casi un 10 por ciento Bachiller Superior y un 2 por ciento titulación superior. Mención especial merece también el hecho de que 43 de cada cien estaban en paro frente a un 37 por ciento que tenían trabajo fijo.
Respecto a la bebida alcohólica de mayor consumo, Julián Mateos destaca que es la cerveza. Por otro lado, más del 87 por ciento de los pacientes atendidos procedían de Burgos capital y un 12 por ciento de la provincia. Sólo un 4 por ciento se dirigieron a ARBU por iniciativa propia, un 11 por ciento por presión familiar y un 27 por ciento desde los Servicios Sociales.Los 21, ‘edad problema’: De acuerdo con los pacientes atendidos en 2006 en ARBU la edad media a la que el alcohol ya supone un problema para los consumidores son los 21 años. Un 37 por ciento de los pacientes que estaba en tratamiento (casi 300) -cuya duración es de dos años- acabaron el programa en 2006. ARBU registró además un 3,77 por ciento de casos de abandono. Desde 1987, año en que se puso en funcionamiento la asociación, se ha atendido a 3.100 personas y más de 2.400 familiares.

Hipertrofia del Ego



Septiembre 2005


El pasado 6 de noviembre hice una visita a la parroquia de Sant Esteve de Castellar del Vallès. No había ningún motivo especial de fiesta mayor o de confirmaciones, etc. Simplemente, el obispo presidía y compartía la Eucaristía y después departía con la feligresía, ayudado por un poco de cava y de coca.


Me entregaron el último número de la revista Forja -una revista editada por la parroquia- en la que el Sr. Obispo compartía portada con un héroe local llamado Dani Pedrosa. Un jovencísimo bicampeón del mundo de motociclismo, con sólo 18 años.


Diversos feligreses coincidieron en el mismo comentario: "Es un "crack", un gran campeón, muy joven, y sobre todo llama la atención el hecho que es muy humilde, muy sencillo y nunca habla de él mismo, ni se atribuye los méritos, nunca dice "yo", sino que siempre acostumbra a decir "nosotros" cuando habla de sus éxitos".


Me gustó mucho esta actitud. No sé hasta qué punto esto puede responder a consignas de los patrocinadores, de no hablaren singular sino en plural para dar sentido de equipo. Para comprobarlo se tendrían que analizar las respuestas de los diferentes campeones a las preguntas de los periodistas y hacer las estadísticas pertinentes. Pero en cualquier caso estas consignas difícilmente podrían anular las actitudes más evidentes de la personalidad de cada uno, ya sean actitudes de egocentrismo o bien de sencillez. En el caso de nuestro campeón, pienso que reflejan con no poca precisión su temperamento, su talante natural.


En todos los órdenes de la vida, en todos los estamentos sociales, en todas las profesiones, en todas las edades, encontramos personas que comparten sus talentos, sus cualidades, sus éxitos, con los compañeros de camino. Personas que cuando se explican utilizan el "nosotros", aunque casi todo el mérito sea suyo. Y esto es bonito y oxigena las relaciones personales, ya sean de pareja, de familia, de trabajo, de descanso. Esta actitud evidencia, entre muchas cosas, dos aspectos muy importantes: un corazón generoso que comparte el don recibido y un espíritu de equipo, e incluso podríamos apuntar a un espíritu de comunidad. Por otra parte, cuando encontramos una persona de talento que alcanza el éxito y que además es humilde, su figura nos resulta particularmente atractiva.


La sociedad actual es sumamente competitiva y creo que no exagero con la afirmación de tiende al individualismo. En este contexto, la inclinación a decir "nosotros", significa avanzar en el proceso personal de pasar del "yo" y el "tú" al "nosotros". Si se me permite la comparación, sería como dejar de ser cada uno individualistamente un grano de trigo para convertirse y compartir todos juntos el hecho de llegar a ser pan, lo que es mucho más importante. No quiero decir que el "yo" quede anulado o que incluso quede muerto. No se trata de ser anulado o de morir, sino más bien de superar dos peligros concretos: el individualismo estéril y el colectivismo gregario.


En el otro extremo de esta actitud encontramos la contraria, la de quien siempre habla en primera persona, la del que siempre se pone las medallas que le corresponden por derecho, y también las que son colectivas e incluso las que se corresponden a otros, si éstos se descuidan. Todos conocemos personas de esta clase. Todos corremos el peligro de volvernos así. Egocéntricos e incluso egoístas. Esto revela una actitud de fondo que podríamos llamar hipertrofia de ego, es decir, un aumento excesivo y desproporcionado en la consideración de sí mismo. A veces se trata, en el fondo, de un simple mecanismo de defensa. Enfermedad psicológica y moral. Que el Señor nos libre de este mal. Que nosotros vigilemos para no caer en esta tentación.


Mons. Josep Ángel Saíz Meneses,Obispo de Terrassa