SANTA
MARÍA, MADRE DE DIOS
1 de enero de 2019
1 de enero de 2019
El
cristiano sabe que la historia ya está salvada, y que, al final, el desenlace
será positivo. Sin embargo desconocemos a través de qué hechos y vericuetos
llegaremos a ese gran desenlace final. No sabemos cuántas noches nos quedarán
sin dormir, ni las enfermedades que nos irán amenazando, ni las carencias y
penurias que sufriremos, así como tampoco las alegrías y momentos positivos que
nos alegrarán. Todo esto lo desconocemos. Sólo sabemos que Cristo es el Señor
de la Historia y que al final la muerte no tendrá la última palabra al estar ya
derrotada por Cristo resucitado. Y la Iglesia que es madre y maestra, que está
poseída por el Espíritu Santo, ya en la primera de las lecturas proclamadas en
todo el orbe, nos regala la bendición de Dios (Nm 6, 22-27): «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su
rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la
paz».
Una bendición que
haremos todo lo posible por mantenerla durante todo el año, porque sin Dios
somos nada. Ya nos lo recuerda san Pablo: «12 Sé
andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al
hambre; a la abundancia y a la privación. 13 Todo lo puedo
con Aquel* que me da fuerzas» (Flp 4, 12-13).
El Señor nos hace ser
conscientes de que sólo Él puede salvar a su Iglesia y a aquellos que en ella
estamos embarcados. La Iglesia es de Cristo y a Cristo le corresponde proveernos. Y de hecho siempre lo hace
sobradamente. A nosotros se nos pide que trabajemos con todas nuestras fuerzas,
sin dar lugar a la angustia, con la serenidad del que sabe que no es más que un
siervo inútil que hace lo que tiene que hacer. Y lo que hacemos no lo hacemos
de cualquier manera o según los caprichos mundanos que nos puedan mangonear,
sino que lo hacemos según Dios. De hecho San Pablo en la segunda de las
lecturas nos lo deja bien claro: «Como
sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama:
«¡Abba! Padre.» (Gálatas 4, 4-7)». Lo que hacemos lo hacemos con el
discernimiento de su Espíritu. El mismo Espíritu que hizo que la Virgen Santa
María concibiese al Hijo del Altísimo.
Recordemos que cuando
Dios te ha llamado para que le sigas en una vocación determinada es para que
pongas todo de tu parte para que Cristo te pueda rescatar de la muerte eterna [ya
sea como religiosa de vida activa o monja de vida contemplativa, la
matrimonial, la presbiteral; recordemos cómo a los fieles laicos está abierta
la posibilidad de profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y
obediencia a través de los votos o las promesas, conservando plenamente la
propia condición laical tal y como nos lo dice San Pablo (1 Cor.7,32-34)]. Una
vocación para seguir a Aquel que nos acaudillará a la victoria definitiva.
Nos toca vivir un
periodo difícil para la vida cristiana en la que se nos pide paciencia, lo cual
no deja de ser esa forma cotidiana de amor en el que está simultáneamente presentes
la fe y la esperanza. Lo que sale de nosotros es el juicio contra el hermano,
es el intentar anular al otro tan pronto como nos lleve la contraria porque le
comprendemos como enemigo. Recordemos la Palabra de Dios: «15 Pensad que la paciencia de nuestro Señor es para
nuestra salvación (2Pe 3, 15a)». Y al suplicar a Dios que tenga
paciencia con nosotros nos estamos comprometiendo a tener paciencia con aquel
que es peor que una piedra en el zapato o un grano en determinado sitio. Pero
si nos fiamos de la Palabra de Jesucristo e iluminamos esta realidad a la luz
de la fe, seremos corregidos y sanados por el Señor.
No es un periodo
fácil para vivir en cristiano, como tampoco lo fue para la Sagrada Familia de
Nazaret. La Virgen María no se renegó por no encontrar una posada para dar a
luz a su hijo, sino que todo lo que ella vivía lo fue conservando en su corazón
para meditarlas, para poder saborear estas cosas que procedían de Dios (Lc 2,
16-21). La Virgen María y su casto esposo San José tuvieron que caminar muchas
veces contra corriente. Ellos sentirían el cansancio de oponerse con las
palabras las obras al modo de vida que caracterizaba
aquella cultura. ¿Acaso creen que algunos hombres estarían de acuerdo con José
cuando todos iban a lapidar a una mujer por adulterio mientras José se
opondría? ¿Cómo le marginarían los hombres de su pueblo cuando José abandonase
el grupo tan pronto como salieran temas de conversaciones indecentes? Y de
estas muchas y lo que tuvo que sufrir la Virgen por apartarse de las cosas malas
del mundo para poder estar más cerca de las cosas de Dios.
Empezamos un año
nuevo que no sabemos lo que nos deparará. Sólo pido a Dios que durante toda nuestra
vida gocemos de su bendición.