Domingo XXXI del
tiempo ordinario, ciclo b
Cristo
tiene una clara pretensión contigo: Quiere cambiar tu vida. Pero no se trata de
dar una mano de pintura o de poner una escayola en el techo. Cristo es duro
contra tu pecado, pero Él no es tu enemigo, sino tu aliado en esta particular
lucha en la que uno tiene que afrontar.
Hay
cristianos que dicen que lo importante es ser fiel a su conciencia. Que Cristo
es el amigo que nos acompaña en la travesía de nuestra vida y que se limita a
consolarnos y a aceptarnos tal y como somos. De tal modo que hemos renunciado a
que Cristo pueda cuestionarnos los grandes absolutos de la vida o que nos pueda
interpelar fuertemente sobre el modo de cómo estamos planteándonos la vida. Por
eso cuesta tanto a los hermanos y a los presbíteros acoger una Palabra desde la
fe que ilumine desde el interior las oscuridades personales y comunitarias.
Dice la Palabra: «Habló Moisés al pueblo y le dijo:
–Teme al Señor tu Dios, guardando todos los mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida». Dios no es el colega que hace que tú te sientas feliz contigo mismo. Dios es aquel que te pone ante tu verdad, que te desenmascara tu pecado, que te molesta porque tu conciencia no te denuncia.
–Teme al Señor tu Dios, guardando todos los mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida». Dios no es el colega que hace que tú te sientas feliz contigo mismo. Dios es aquel que te pone ante tu verdad, que te desenmascara tu pecado, que te molesta porque tu conciencia no te denuncia.
Un Jesucristo que
está de acuerdo con tu vida y que siempre te disculpa es una miserable
caricatura de Jesucristo. Jesucristo ante la pregunta del letrado no le
respondió que lo importante era ser buena persona ni le dio consejos para que
alcanzase un bienestar. Cristo no le dio un golpecito en la espalda y le dijo ‘anda,
a ser buenos’. Le dijo que empezara a amar a su hermano, es decir ‘que cogiera
entre sus hombros su propia cruz y que cargara con ella’ y que empezara a
luchar contra su propio pecado porque no estaba amando a Dios sobre todas las
cosas. Es decir que Jesús dejó al letrado totalmente desencajado. Que no se
trata de algo de sentimientos, sino de opciones serias y maduras que uno ha de
ir haciendo a lo largo de su vida. Claro, hay gente que empezará a decir que no
hay que ser tan radical, que hay que justificar y esto es fruto de intentar
endulzar nuestro pecado, de arrancar de la Biblia las hojas que no nos gustan,
y así nadie podrá entrar por la puerta estrecha para ir al Cielo.
Jesucristo camina a
tu lado para que no te canses en tu particular lucha contra tu pecado y poder
ofrecer nuestra vida como un sacrificio agradable al Padre.
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