PRIMER
DOMINGO DE ADVIENTO Ciclo c
2 de diciembre de 2018
La
mayor parte de los conflictos que sean entre nosotros tienen un mismo origen:
nuestra falta de fe. Estamos acostumbrados a que nos sirvan, a tomar decisiones
rápidas, a estar en reuniones sin darnos cuenta de cómo se encuentra el otro, a
buscar la efectividad en aquello que hacemos. Y si alguien se comporta de un
modo hiriente o te hace un desprecio enseguida nos sale el juicio en vez de
disculparle porque aún no ha descubierto eso que uno sí cree haberlo
descubierto. En la vida cotidiana sufrimos «graves
hemorragias de fe» que nos genera una
grave crisis de identidad cristiana. Esto tiene grandes consecuencias en la
vida personal y comunitaria y sin darnos cuenta nos adentramos en una dinámica
de secularización. El hecho de estar dentro de la Iglesia no supone que Cristo
esté dentro de nuestra alma.
La
Iglesia tiene que estar abierta al mundo pero evangelizar y no para perderse en
el mundo. Demostramos que estamos perdidos en el mundo cuando pensamos y
actuamos del mismo modo de cómo actúa el mundo. No somos una sociedad humana
más, somos un pueblo llamado a morir a nosotros mismos para que el rostro de
Cristo pueda resplandecer mientras nosotros nos apagamos. ¿Qué somos los
cristianos? Somos el trapo que se usa para limpiar las ventanas. Es cierto que
nuestro cuerpo se resiente y se resiste. Es cierto que cuando nos intentan
humillar o hacer de menos sale de nosotros todos los demonios que tenemos
dentro. A lo que Cristo se acerca a tu persona, se sienta a tu lado, te coge de
la mano, y con cariño te dice: «Si me amas no te resistas al mal y acepta las injusticias de tu hermano», porque cuando “menos
tú”, más Cristo. Así es como se «practicará
el derecho y la justicia en la tierra» (Jeremías 33, 14-16), y así Yahvé
será nuestra justicia.
¿De qué males yo y tú nos estamos resistiendo? ¿Qué injusticias
me está haciendo mi hermano y qué injusticias le estoy yo haciendo a él? ¿Cómo
estoy reaccionando ante sus justicias y cómo deseo yo que el mismo Dios
reaccione ante las que yo mismo cometo?
Dice el Salmo responsorial que «el
Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a
los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes».
Si no percibimos el rostro de Cristo en nuestra comunidad es porque nuestro
pecado lo oculta. Es preciso descalzarse ante el hermano porque en él, aunque
él ni se entere, te está hablando Dios y te está pidiendo que pongas fe y amor
allá donde no haya ni fe ni amor. Recordemos que Cristo es el Señor de la
historia y Él escribe la historia. Pero no lo escribe con tinta normal, sino
con tinta invisible que únicamente con la luz y el calor de la fe lo podemos
llegar a leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario