DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN DEL
SEÑOR, 2013 HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10, 34 a.37-43;
SALMO 117; SAN PABLO A LOS COLOSENSES 3, 1-4; SAN JUAN 20, 1-9
Si les preguntase ¿qué experiencia
tienen ustedes de Dios? realmente les pondría en un aprieto. Porque ¿quién es Dios para ti?, ¿quién es Jesucristo
para ti? Es cierto que sabemos que es el Salvador, el Hijo de Dios... pero
¿cómo ha marcado Jesucristo en tu persona? ¿Cristo ha dejado una huella en tí?
Si yo afirmo que soy creyente y que creo ¿en qué me baso para hacer tal
afirmación? También ustedes me podrían preguntar: Tú que eres presbítero ¿Qué
experiencia tienes de Jesucristo?, y para dar respuesta a esa cuestión me debo de remitir a mi trato frecuente de
amistad con Él.
Realmente se dan muchos niveles de
trato: desde ese momento que tienes que compartir el ascensor con un vecino o
con el que te encuentras por la calle y le saludas porque ‘le conoces de
vista’, pasando por aquellos espacios que se comparte en la escuela, el
instituto, la universidad o en cualquier asociación hasta llegar a un nivel de
trato que deja de llamarse así para ser amistad auténtica y verdadera.
Que cada uno se pregunte qué valor tiene para su propia vida el
verdadero conocimiento de Dios y de Jesús. La
llamada de
Jesucristo está en el origen de tu matrimonio, de tu vida consagrada, de tu
vocación de servicio hacia los demás; esta llamada del Señor está en el
origen del camino que el hombre ha de recorrer en la vida. Desde el momento en
que Cristo te entrega a ese novio o a esa novia, a un esposo o a una esposa, a
unos hijos, a una comunidad… se inicia un camino que dura hasta la muerte y que
es todo un itinerario «vocacional». Por lo tanto, ni yo ni nadie, podrá dar
respuesta a este itinerario «vocacional» si uno «vive pasa sí mismo» en lugar de vivir para Jesucristo. San
Pablo nos lo recuerda con gran claridad: «Ya
que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está
Cristo, sentado a la derecha de Dios».
Ahora bien ¿cómo sé yo si estoy buscando «los bienes
de allá arriba» o me estoy buscando a mí mismo? La respuesta es fácil de
responder, valga ésto a modo de ejemplo: La policía de investigación criminal
suele emplear un producto químico llamado ‘Luminol’ que produce una reacción
que detecta la existencia de sangre. Pues usemos nuestro particular ‘Luminol’
para detectar la existencia de egoísmo en nuestra vida y por lo tanto de la
ausencia de Dios. Vertamos un poco nuestra particular sustancia utilizando
preguntas de este estilo: ¿realmente considero que he adquirido un nivel de
formación cristiana más que adecuado?¿me preocupo de mi formación en la vida
cristiana?; a lo largo del año ¿cuántas veces me confieso?, ¿cuántas veces
asisto a la Eucaristía?¿cuántas
veces a lo largo del día rezo?; en el modo de estar en mi hogar ¿cómo influye
mi ser cristiano en la formación y educación de mis hijos?; en la convivencia
con mi esposo o con mi esposa ¿me dejo orientar por las aportaciones de
Jesucristo?; si soy un adolescente o joven ¿estoy cayendo en la cuenta de lo
complicado que es seguir y ser fiel a Jesucristo o simplemente ya no me planteo
en cristiano nada porque mi vida espiritual está –desde hace tiempo- congelada?
Una de las graves dificultades que podemos estar sufriendo es que nos hemos
acostumbrado a poner ‘el listón’ de nuestra vida cristiana tan bajo que casi no
tenemos ni que levantar los pies para saltarlo y nos podemos sentir como
violentados cuando alguien nos invita a levantar mencionado listón. Y en
realidad cuando uno se relaciona con las personas –y a mayor tiempo mayor
conocimiento- a poco uno se percata de dónde tiene colocado esa persona el
listón en su vida cristiana, si ‘a ras de suelo’ o a una altura ya interesante.
Hermanos, dice San Pablo « vuestra vida está con Cristo escondida en Dios», que
eso sea realidad en cada uno de nosotros para dar respuesta a la vocación que
Cristo Resucitado nos ha entregado. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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