lunes, 4 de marzo de 2013

Homilía para un funeral



FUNERAL DE TERESA. Vertavillo (Palencia), 4 de marzo de 2013
            Muchas personas viven de una manera totalmente despreocupada dejando su vida espiritual en barbecho. Creen que todo lo tienen asegurado, ellos se organizan todo y Dios es alguien que está pero, aun no queriendo estar a mal con él, sin embargo tampoco hago esfuerzos por adentrarme en su amistad. Parece como si esas personas, poniéndose una particular armadura de protección, fueran inmunes a los males y problemas que aquejan al resto de los mortales. Ellos se pierden lo más bello y no se dan cuenta que están enfermos, que sufren una hemorragia interna, donde poco a poco, se van quedando sin ilusión, sin ganas de luchar e incluso sin ganas de amar. Cristo, médico de las almas, desea administrarles –con carácter de urgencia- una importante transfusión, pero para ello es preciso la conversión y reconocer que a Dios le necesitamos tanto o más que a nuestro propio corazón, el cual si dejase de bombear la sangre la vida llegaría a su fin.  
            Y muchos me pueden preguntar: ¿Qué tiene que ver esto con un funeral? Mucho. Creer en Dios y dejarse guiar –siendo dóciles y obedientes ante su divina Palabra- nos va adentrando en nuevo modo de entender, de concebir nuestra propia y personal existencia. Saber que formo parte de un plan sobrenatural de Dios es algo que colma todas las expectativas y que general tal serenidad en el alma al constatar que somos hijos amados por el Padre. Acoger a Cristo en el alma es una necesidad imperiosa para todo cristiano. Esa acogida exige una lucha interna de superación, porque a Jesucristo se le acoge día a día, momento a momento, segundo a segundo y la acogida de mañana ha de ser más calurosa que la de hoy. Esa relación filial con Dios y con su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo, renueva y trasforma nuestra vida, es como nacer de nuevo. Es abrir las puertas y ventanas a una nueva concepción de la realidad, a una nueva y rejuvenecedora cultura del amor.
            El testimonio de muchas personas mayores ayudan a entender que –a pesar de los defectos o pecados que se tengan, y de las manías que uno vaya cogiendo- hay una persona que jamás falla y que genera esperanza: Jesucristo. Teresa era una de las mujeres que siempre que había Eucaristía en la Residencia asistía y comulgaba. Hablar con ella y sacar el tema de su pueblo era lo que más la llenaba de satisfacción. En medio de la rutina que acarrea una residencia de ancianos poder refrescar los recuerdos, de este su pueblo,  era un oasis de felicidad  y de hecho enseguida se la notaba en el rostro.
            Teresa era una mujer creyente. La fe en Jesús nos hace entrar en una vida nueva, distinta porque reconocemos la soberanía de Dios sobre nuestra existencia y eso genera que cambie la visión y todas las expectativas tanto del mundo como de la propia vida. Por la fe sabemos que la Palabra proclamada de la Biblia es Palabra de Dios; por la fe sabemos que cuando comulgamos estamos recibiendo el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios que viene a nuestro encuentro para salvarnos. Pues ahora, nuestra hermana Teresa sale al encuentro de Dios. Muchas veces Teresa le he recibido en la Sagrada Comunión pues recemos con fe para que ahora sea Cristo quien la reciba en la Gloria Eterna. Así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a mi me llama la atencion una meditacion... q me decia q esta tarde podia e incluso q iba a morir,,, y ello me invita a no pensar en mi porque despues tengo q responder de mi vida y tengo q defender q lo q he hecho es bueno... cosa q hasta ahora no es verdad...
aunq sea de manera egoista morir no es malo, pues se me acaban los problemas y veria a Dios!!!
sin embargo si no e muerto es porque debo hacer antes muchas cosas: vivir para mi??? NO
morir para los demas