lunes, 25 de marzo de 2013

Homilía de la Vigilia Pascual 2013



VIGILIA PASCUAL 2013
            Dice San Pablo que «ya que el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación» (1 Cor 1,21). Esta epístola de San Pablo remitida a la comunidad de los corintos estaba escrita en griego y no empleó el término «predicación» sino el término «Kerigma». Por lo tanto decir que «Dios quiso salvar al mundo a través de la escucha del Kerigma» es más fiel al sentido de las palabras de San Pablo. Pero ¿qué quiere decir el término «Kerigma»? La palabra  «Kerigma» significa ‘anuncio de buena noticia’.
Dios ha venido a salvar al mundo a través de una noticia. ¿Qué noticia? Yo no estoy ahora aquí –celebrando la Vigilia Pascual- simplemente porque ‘toca’. Yo estoy aquí porque tengo que darles una GRAN NOTICIA, «la noticia», «el Kerigma». Estoy aquí porque vuestra salvación depende del anuncio del Kerigma. Por lo tanto, si yo como presbítero les traigo el Kerigma les estoy trayendo AHORA la salvación.
En la segunda carta de San Pablo a los Corintios dice que «Cristo ha muerto por todos». ¿Y por qué ha muerto por todos?, ha muerto por nosotros para que todos los que viven ya no vivan más para sí. Según San Pablo, Cristo ha muerto para que el hombre ya no viva más para sí, sino que viva para Aquel que ha muerto y resucitado por él. Cristo ha muerto por ti, ¡sí por ti!, el que ahora está sentado en los bancos de esta Iglesia escuchándome y por un servidor que intenta ser fiel al Señor. ¡Por ti y por mí ha muerto Jesucristo! para que dejemos de vivir para nosotros mismos y empecemos a vivir para Él, que por nosotros murió y resucitó. Y esto no me lo invento yo; lo dice San Pablo.
Escuchemos la epístola segunda de San Pablo a los Corintios: «Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, para que no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocemos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos así. Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando el mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» (2 Cor 5, 14-20) PALABRA DE DIOS.
Hermanos, es el Espíritu Santo el que nos ordena internamente conduciéndonos para que vivamos por Cristo y para Cristo. Hay que dejar actuar al Santo Espíritu de Dios en nuestra vida particular. ¿Y cuándo vamos a dejar actuar al Santo Espíritu de Dios? La respuesta es AHORA. San Pablo nos exhorta diciendo: «Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2 Cor 6,2b). ¡Es ahora cuando hay que vivir por Cristo y para Cristo… ahora! Seamos como embajadores de Cristo, y el mundo cuando nos vea esté viendo a Cristo, ¡porque somos sus embajadores! ¡Reconcíliate con Cristo!¡Reconcíliate con Dios! San Pablo es muy claro: «El que está en Cristo es una nueva creación» y continúa diciéndonos «y como colaboradores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios» (2 Cor 6,1). Esa gracia de Dios llega hasta ti en cada instante de tu vida, por eso es AHORA cuando has de acogerlo. Atención, tengamos en cuenta que según San Pablo aquellos hombres que vivan para sí están como condenados.
¿Qué significa vivir para sí?¿por qué vivir para sí es una cosa mala y terrible? Dense cuenta que todos vivimos para nosotros mismos. ¡En todo buscamos nuestra felicidad!, por eso los muchachos van a la universidad, tienen su novia, estudian, trabajan…en todo buscamos nuestra felicidad. ¡Todos vivimos para nosotros!. Se dice mucho que ‘lo que no hagas por ti nadie lo hará por ti’. Todos vivimos para nosotros mismos en cierto sentido. Ahora bien, Cristo ha muerto para que el hombre no viva más para sí.
Y ¿para qué el hombre vive para sí? Es que resulta que el pecado original que habita en nuestra carne nos obliga a vivir para nosotros mismos. Y dice San Pablo en la epístola a los Romanos en el capítulo siete nos dice «porque no logro entender lo que hago, pues lo que quiero no lo hago; y en cambio lo que detesto lo hago (…). Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero». San Pablo dice que conoce dentro de su mente la verdad, pero descubre dentro de sí algo que le obliga a hacer algo que no quiere hacer. Ahora bien, si hago yo lo que no quiero ¿quién internamente me está como forzando y obligando a hacer ese mal?. San Pablo da respuesta: El pecado que habita en mi carne, o sea, el pecado original.
Y ¿qué significa el pecado original?. Pues dicen que el Demonio ha engañado al hombre e invita al hombre a no depender de Dios y a vivir para sí mismo la vida. Que cada cual viva para sí mismo y cada cual sea su propio dios. De tal modo que todos los hombres de la humanidad vivan así: HACIENDO SU PROPIA VOLUNTAD, no la voluntad del Creador, sino la voluntad de la criatura. De tal manera que MI PROPIA FELICIDAD es la columna maestra de toda la existencia del hombre empecatado, de modo que los hombres buscan en la vida SU PROPIA FELICIDAD.
Cuando el Demonio le dice a Eva: «¿Cómo es que Dios os ha dicho que no comáis de ninguno de los árboles del jardín?» (Gn 3, 1b). O sea, ¿cómo es que Dios no os permite comer de ningún árbol del paraíso?. Sabemos que el Demonio ya ha lanzado su veneno con esa pregunta, aparentemente inocente. A lo que Eva le responde: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio». O sea, podemos comer de todos los árboles menos de uno. Pero el Demonio ya ha lanzado su veneno. El Demonio imparte la siguiente catequesis malévola: Dios te ha puesto una prohibición y por lo tanto es como si todo estuviese prohibido. El Demonio es un genio engañando. Y el Demonio te dice: «No seas esclavo de Dios porque todo te lo prohíbe». Y Eva dice a la serpiente que de ese fruto no se puede comer porque moriremos. Y el Demonio dice a Eva que no van a morir, que lo que les ha dicho Dios es mentira, que ellos no morirán. Sino que Dios sabe muy bien que cuando tú comas de ese fruto tendrás una experiencia del mal. De tal modo que conocerás el bien, conocerás el mal. Y no tendrás necesidad de que nadie te enseñe nada: Serás dios de ti mismo, conociendo el bien y el mal serás dios de ti mismo. Y viendo Eva esta nueva experiencia descubre que no tiene que ser como un niño ante Dios, que no tiene por qué obedecer como un infantil a lo que Dios le está diciendo, que no le da la gana de obedecer, porque descubre que es hermoso lo que el Demonio la está planteando. Eva comió y dio de comer a su marido. Pero hermanos recordemos que Dios ha dicho que como consecuencia del pecado morirán. El Demonio les ha lanzado su veneno, su mentira y ha sido introducido dentro de Eva y Adam. En cambio lo que les dijo Dios era cierto, que el hombre morirá, que el hombre experimentará la muerte.
¿Qué muerte?¿Qué tipo de muerte experimenta? No se para el corazón, no es la muerte clínica. El tipo de muerte que habla Dios es la muerte óntica, la muerte del ser, la muerte de la raíz de la persona. Existimos porque Alguien nos ha dado el SER, por Alguno que nos AMA. Pero el Demonio nos ha dicho que Dios no existe, que es celoso, que es un monstruo y nos invita a enfrentarnos con Dios y ser nosotros nuestros propios dioses: Es entonces nuestro ser está muerto. Y como consecuencia de estar muertos surge la amargura ante las preguntas fundamentales de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿quién me ha creado?¿qué rol tengo en la vida?¿cuál es el sentido de mi existencia? Por eso cuando Cristo dice «deja a los muertos que entierren a sus muertos, ve tú conmigo a anunciar el Reino» (Lc 9,60).
 Por el pecado original que el hombre tiene en su propia carne vive de tal modo que está como condenado a vivir para sí mismo. Y como el hombre vive como si fuera su propio dios quiere que el mundo sea como él quiere. Que la familia sea como uno quiere, que el mundo sea como uno quiere, que la política sea como uno quiere, que el noviazgo sea como uno quiere… todo como quiere el hombre, de tal modo que sólo gire en torno a la propia felicidad. Y llega un momento que uno está totalmente insatisfecho, porque mi esposa no es como yo quiero, ni mi hijo es como yo quiero, ni mi trabajo es como yo quiero, ni la política es como yo quiero…todo queda impregnado de amargura e insatisfacción, de vacío existencial. Lo cual uno vive la vida con una gran dificultad profunda. Porque sólo busco mi propia felicidad y que todo el universo gire en torno a uno y como no es como yo deseo…¡pues no lo quiero! Y el gravísimo problema está –así como la razón de la amargura- que aunque uno se esfuerza por amar no consigue amar ni sentirse amado porque  esa persona vive para sí. En el año 2012 hubo un importante incremento de suicidios en España. Personas que tienen de todo, una esposa preciosa, unos hijos, e incluso un trabajo se quitan la vida de la noche a la mañana. Es que esa persona, aunque se haya esforzado no ama a la mujer ni se preocupa de los hijos. Pero ¿por qué no puede amar? No se cuántos de nosotros amamos de verdad, porque el pecado que hay en nuestra carne nos obliga a amarnos a nosotros mismos, a usar todo, ya sean cosas inmorales y materiales para satisfacernos a nosotros mismos y esto nos impide donarnos y eso que estamos creados a imagen de Dios. Al vivir para nosotros mismos no hay una realidad del verdadero amor, no hay verdad en el amor. Y nos dice San Pablo que conozcamos la verdad y nosotros sabemos que la verdad es amar, es donarse. Y cuando uno no vive en esa verdad llega uno a un punto que se plantea que uno no puede seguir viviendo así, porque esa vida no está en la verdad. La profunda verdad es la cruz de Cristo. El sufrimiento más profundo del hombre es uno solo; que no puede amar, sabe que el amor es la verdad pero si uno quiere hacer el bien, termina haciendo el mal. Y dice San Pablo, «quien me liberará de este cuerpo que me lleva a la muerte» y continúa diciendo «nosotros hemos de dar gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor 14,57).
Cristo al morir en la cruz nos ha justificado, nos ha reconciliado con Dios Padre y enviando al Espíritu Santo ha permitido que nuestra alma sea usada como su morada; que el Espíritu more dentro de nosotros, para que nuestro corazón de piedra se cambie en uno de carne. Si Cristo no hubiese muerto, si Cristo no hubiese resucitado, si Cristo no nos hubiera enviado a su Santo Espíritu nosotros estaríamos condenados a vivir para nosotros mismos y nos veríamos privados de la verdad del amor que realmente engrandece y genera la plena felicidad. Y todo este regalo inmerecido se nos ha dado porque Dios nos ama TOTALMENTE, SIN RESERVAS. Tanto te ama que desea ser uno contigo.

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