VIGILIA PASCUAL 2013
Dice San Pablo que «ya que el mundo, con su sabiduría, no
reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso salvar a
los que creen por la locura de la predicación» (1 Cor 1,21). Esta epístola
de San Pablo remitida a la comunidad de los corintos estaba escrita en griego y
no empleó el término «predicación» sino el término «Kerigma». Por lo tanto decir
que «Dios quiso salvar al mundo a través de la escucha del Kerigma» es más fiel
al sentido de las palabras de San Pablo. Pero ¿qué quiere decir el término
«Kerigma»? La palabra «Kerigma»
significa ‘anuncio de buena noticia’.
Dios ha venido a salvar al mundo a través
de una noticia. ¿Qué noticia? Yo no estoy ahora aquí –celebrando la Vigilia Pascual-
simplemente porque ‘toca’. Yo estoy aquí porque tengo que darles una GRAN
NOTICIA, «la noticia», «el Kerigma». Estoy aquí porque vuestra salvación depende
del anuncio del Kerigma. Por lo tanto, si yo como presbítero les
traigo el Kerigma les estoy trayendo AHORA la salvación.
En la segunda carta de San Pablo a los
Corintios dice que «Cristo ha muerto por todos». ¿Y por qué ha muerto por
todos?, ha muerto por nosotros para que todos los que viven ya no vivan más
para sí. Según San Pablo, Cristo ha muerto para que el hombre ya no viva más
para sí, sino que viva para Aquel que ha muerto y resucitado por él. Cristo ha muerto por ti, ¡sí por ti!,
el que ahora está sentado en los bancos de esta Iglesia escuchándome y por un
servidor que intenta ser fiel al Señor. ¡Por ti y por mí ha muerto Jesucristo! para
que dejemos de vivir para nosotros mismos y
empecemos a vivir para Él, que por nosotros murió y resucitó. Y esto no
me lo invento yo; lo dice San Pablo.
Escuchemos la epístola segunda de San Pablo
a los Corintios: «Porque
el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, para que
no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocemos a
Cristo según la carne, ya no lo conocemos así. Por tanto, el que está en Cristo,
es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios,
que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la
reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando el mundo consigo, no
tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros
la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si
Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos:
¡reconciliaos con Dios!» (2 Cor 5, 14-20) PALABRA DE DIOS.
Hermanos, es el Espíritu Santo el que nos ordena internamente conduciéndonos para que vivamos por Cristo y para Cristo.
Hay que dejar actuar al Santo Espíritu de Dios en nuestra vida particular. ¿Y cuándo
vamos a dejar actuar al Santo Espíritu de Dios? La respuesta es AHORA. San Pablo nos exhorta diciendo: «Mirad, ahora es el
tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2 Cor 6,2b). ¡Es ahora cuando hay que vivir
por Cristo y para Cristo… ahora! Seamos
como embajadores de Cristo, y el mundo cuando nos vea esté viendo a
Cristo, ¡porque somos sus embajadores! ¡Reconcíliate con Cristo!¡Reconcíliate
con Dios! San Pablo es muy claro: «El que está en Cristo es una nueva creación»
y continúa diciéndonos «y como colaboradores suyos que somos, os exhortamos a que no
recibáis en vano la gracia de Dios» (2 Cor 6,1). Esa gracia de Dios
llega hasta ti en cada instante de tu vida, por eso es AHORA cuando has de
acogerlo. Atención, tengamos en cuenta que según San Pablo aquellos hombres que vivan para
sí están como condenados.
¿Qué significa vivir para sí?¿por qué vivir
para sí es una cosa mala y terrible? Dense cuenta que todos vivimos para
nosotros mismos. ¡En todo buscamos nuestra felicidad!, por eso los muchachos
van a la universidad, tienen su novia, estudian, trabajan…en todo buscamos
nuestra felicidad. ¡Todos vivimos para nosotros!. Se dice mucho que ‘lo que no
hagas por ti nadie lo hará por ti’. Todos vivimos para nosotros mismos en
cierto sentido. Ahora bien, Cristo ha muerto para que el hombre no viva más
para sí.
Y ¿para qué el hombre vive para sí? Es que
resulta que el pecado original que habita en nuestra carne nos obliga a vivir para nosotros mismos.
Y dice San Pablo en la epístola a los Romanos en el capítulo siete nos dice «porque no logro
entender lo que hago, pues lo que quiero no lo hago; y en cambio lo que detesto
lo hago (…). Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero».
San Pablo dice que conoce dentro de su mente la verdad, pero descubre dentro de
sí algo que le obliga a hacer algo que no quiere hacer. Ahora bien, si hago yo
lo que no quiero ¿quién internamente me está como forzando y obligando a hacer
ese mal?. San Pablo da respuesta: El pecado que habita en mi carne, o sea, el pecado original.
Y ¿qué significa el pecado original?.
Pues dicen que el Demonio ha engañado al hombre e invita al hombre a no
depender de Dios y a vivir para sí mismo la vida. Que cada cual viva para sí
mismo y cada cual sea su propio dios. De tal modo que todos los hombres de la
humanidad vivan así: HACIENDO SU PROPIA VOLUNTAD, no la voluntad del Creador, sino la voluntad de la criatura. De tal
manera que MI PROPIA FELICIDAD es la columna maestra de toda la existencia del
hombre empecatado, de modo que los hombres buscan en la vida SU PROPIA
FELICIDAD.
Cuando el Demonio le dice a Eva: «¿Cómo es que Dios
os ha dicho que no comáis de ninguno de los árboles del jardín?» (Gn 3, 1b). O sea, ¿cómo es que Dios no os permite
comer de ningún árbol del paraíso?. Sabemos que el Demonio ya ha lanzado su veneno con esa
pregunta, aparentemente inocente. A lo que Eva le responde: «Podemos comer del
fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del
jardín, ha dicho Dios: No comáis, porque el día que comieres de él, morirás sin
remedio». O sea, podemos comer de todos los árboles menos de uno. Pero
el Demonio ya ha lanzado su veneno. El Demonio imparte la siguiente catequesis
malévola: Dios te ha puesto una
prohibición y por lo tanto es como si todo estuviese prohibido. El
Demonio es un genio engañando. Y el Demonio te dice: «No seas esclavo de Dios
porque todo te lo prohíbe». Y Eva dice a la serpiente que de ese fruto no se
puede comer porque moriremos. Y el Demonio dice a Eva que no van a morir, que
lo que les ha dicho Dios es mentira, que ellos no morirán. Sino que Dios sabe
muy bien que cuando tú comas de ese fruto tendrás
una experiencia del mal. De tal modo que conocerás el bien, conocerás el
mal. Y no tendrás necesidad de que nadie te enseñe nada: Serás dios de ti mismo,
conociendo el bien y el mal serás dios de ti mismo. Y viendo Eva esta nueva
experiencia descubre que no tiene que
ser como un niño ante Dios, que no tiene por qué obedecer como un infantil a lo
que Dios le está diciendo, que no le da la gana de obedecer, porque
descubre que es hermoso lo que el Demonio la está planteando. Eva comió y dio
de comer a su marido. Pero hermanos recordemos que Dios ha dicho que como
consecuencia del pecado morirán. El Demonio les ha lanzado su veneno, su
mentira y ha sido introducido dentro de Eva y Adam. En cambio lo que les dijo
Dios era cierto, que el hombre morirá, que el hombre experimentará la muerte.
¿Qué muerte?¿Qué tipo de muerte
experimenta? No se para el corazón, no es la muerte clínica. El tipo de muerte
que habla Dios es la muerte óntica, la muerte del ser, la muerte
de la raíz de la persona. Existimos porque Alguien nos ha dado el SER, por
Alguno que nos AMA. Pero el Demonio nos ha dicho que Dios no existe, que es
celoso, que es un monstruo y nos invita a enfrentarnos con Dios y ser nosotros
nuestros propios dioses: Es entonces nuestro
ser está muerto. Y como consecuencia de estar muertos surge la amargura
ante las preguntas fundamentales de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿quién
me ha creado?¿qué rol tengo en la vida?¿cuál es el sentido de mi existencia?
Por eso cuando Cristo dice «deja a los muertos que entierren
a sus muertos, ve tú conmigo a anunciar el Reino» (Lc 9,60).
Por
el pecado original que el hombre tiene en su propia carne vive de tal modo que
está como condenado a vivir para sí mismo. Y como el hombre vive como si fuera
su propio dios quiere que el mundo sea
como él quiere. Que la familia sea como uno
quiere, que el mundo sea como uno quiere, que la política sea como uno quiere,
que el noviazgo sea como uno quiere… todo como quiere el hombre, de tal modo
que sólo gire en torno a la propia felicidad. Y llega un momento que uno está totalmente
insatisfecho, porque mi esposa no es como yo quiero, ni mi hijo es como yo
quiero, ni mi trabajo es como yo quiero, ni la política es como yo quiero…todo queda impregnado de amargura e
insatisfacción, de vacío existencial. Lo cual uno vive la vida con una
gran dificultad profunda. Porque sólo busco mi propia felicidad y que todo el
universo gire en torno a uno y como no es como yo deseo…¡pues no lo quiero! Y
el gravísimo problema está –así como la razón de la amargura- que aunque uno se
esfuerza por amar no consigue amar ni sentirse amado porque esa persona vive para sí. En el año 2012 hubo
un importante incremento de suicidios en España. Personas que tienen de todo,
una esposa preciosa, unos hijos, e incluso un trabajo se quitan la vida de la
noche a la mañana. Es que esa persona, aunque se haya esforzado no ama a la
mujer ni se preocupa de los hijos. Pero ¿por qué no puede amar? No se cuántos
de nosotros amamos de verdad, porque el pecado que hay en nuestra carne nos
obliga a amarnos a nosotros mismos, a usar todo, ya sean cosas inmorales y
materiales para satisfacernos a nosotros mismos y esto nos impide donarnos y
eso que estamos creados a imagen de Dios. Al vivir para nosotros mismos no hay una realidad del verdadero amor,
no hay verdad en el amor. Y nos
dice San Pablo que conozcamos la verdad y nosotros sabemos que la verdad es
amar, es donarse. Y cuando uno no vive en esa verdad llega uno a un punto que
se plantea que uno no puede seguir viviendo así, porque esa vida no está en la
verdad. La profunda verdad es la cruz de Cristo. El sufrimiento más profundo
del hombre es uno solo; que no puede amar, sabe que el amor es la verdad pero
si uno quiere hacer el bien, termina haciendo el mal. Y dice San Pablo, «quien
me liberará de este cuerpo que me lleva a la muerte» y continúa diciendo «nosotros hemos de
dar gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo» (1 Cor 14,57).
Cristo al morir en la cruz nos ha
justificado, nos ha reconciliado con Dios Padre y enviando al Espíritu Santo ha
permitido que nuestra alma sea usada como su morada; que el Espíritu more
dentro de nosotros, para que nuestro corazón de piedra se cambie en uno de
carne. Si Cristo no hubiese muerto, si Cristo no hubiese resucitado, si Cristo
no nos hubiera enviado a su Santo Espíritu nosotros
estaríamos condenados a vivir para nosotros mismos y nos veríamos privados de la verdad del amor que
realmente engrandece y genera la plena felicidad. Y todo este regalo inmerecido se nos ha dado
porque Dios nos ama TOTALMENTE, SIN RESERVAS. Tanto te ama que
desea ser uno contigo.
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