viernes, 15 de marzo de 2013

Homilía del Domingo quinto de Cuaresma, ciclo c


DOMINGO QUINTO DE CUARESMA, ciclo c ISAÍAS 43, 16-21; SALMO 125; SAN PABLO A LOS FILIPENSES 3, 8-14; JUAN 8, 1- 11

            Dios realiza algo nuevo en ti. Yo no me lo invento, lo dice la Sagrada Escritura por medio del profeta Isaías: «Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando. ¿No lo notáis?». Habrá gente que –con gran sinceridad- manifieste que no está sintiendo nada nuevo, que está igual que siempre. Quizá algunos puedan pensar que algo está descubriendo en esto de la fe, pero no tanto a nivel de conocimientos sino a nivel de experiencia en ese trato con el Señor. Dios está abriendo un camino en nuestra vida; Dios desea hacerse notar en nuestra vida, desea regalarnos su presencia.
            Hace poco me compré una de esas jarras que filtran el agua proporcionando que el cloro y la cal disminuyan. El agua atraviesa el filtro y se deposita para ser bebida. Los cristianos necesitamos ir limpiando, ir filtrando nuestra vida interior, para que esas ideas carentes de autenticidad, esas informaciones falsas o deficientes sean puestas al descubierto y eliminadas por nocivas, perjudiciales. Y me pueden preguntar: ¿Qué necesitamos limpiar? ¿Qué cosas necesitamos filtrar de nuestra vida interior?¿de qué informaciones falsas o deficientes nos estará hablando este sacerdote?.
En primer lugar hermanos, para profesar y vivir la fe cristiana debemos de superar la tentación del subjetivismo que padecemos todos. Saber que no somos el centro del mundo ni la perfección en nuestra vida puede consistir en tener o hacer en cada momento lo que más gusta, lo que nos viene mejor. Si para ti Dios es el punto de referencia ansiarás constantemente tenerle muy cerca. Será entonces cuando tanto ante las decisiones cotidianas  que tengas que adoptar como de aquellas que revistan mayor seriedad para tu persona te plantees en primer lugar: Señor ¿qué quieres de mí? Toda esa vivencia, esa decisión, esa carga de experiencia es pasada por ese particular  filtro  que es Cristo, luchando por dejar esos posos nocivos de subjetivismo, y depositando únicamente en el recipiente aquello que me hace estar más cerquita del Señor. ¿Quién nos puede enseñar a filtrar toda nuestra existencia a través de Jesucristo?. Yo como presbítero, como persona elegida y consagrada por el Señor estaré totalmente dispuesto a caminar con ustedes para, enseñarles a redescubrir el tesoro de ser cristiano, pero para eso es preciso estar receptivos, abiertos ante Dios. Habrá personas que se pregunten: ¿pero este sacerdote que está diciendo? ¡si yo ya soy cristiano!, ¡me bautizaron desde pequeño y además estoy apuntado a esta y aquella cofradía! He ahí el problema, muchos piensan que ser cristiano es algo que se ha concedido en un momento concreto y permanece como algo latente, aparentemente inactivo en él durante gran parte de  su vida. Un socio de un determinado club deportivo, aparte de pagar sus cuotas, de asistir a las asambleas, también asiste a los partidos sufriendo y disfrutando con el equipo. Podrá llevar la camiseta o la gorra del equipo o incluso tocar el claxon de su automóvil por las calles para festejar la victoria. Pues ser cristiano no es ser socio de la Iglesia Católica; no es ser uno más que abona una cuota y asiste a determinadas cosas. Nosotros no estamos para consumir culto; estamos para encontrarnos con Jesucristo resucitado y ese Cristo resucitado es el que quiere hacerse notar en nuestra vida, el que quiere abrir un camino en nuestra particular existencia. Pablo de Tarso se encontró con Cristo Resucitado y toda su existencia pasó por ese filtro que es Cristo, de tal modo que su forma de ser, de pensar y sentir sufrió tal metamorfosis gozosa que llega a manifestar: «Todo lo estimo pérdida, comparando con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor».
Ante Jesús presentaron a aquella mujer sorprendida en flagrante adulterio para matarla a pedradas por haber pecado. Jesús la perdonó y esa mujer se salvó no solo en su cuerpo, sino también su alma. Cuando un cristiano pasa toda su existencia a través de ese filtro que es Cristo y reconoce cómo el amor de Dios le ha sanado interiormente haciéndole una criatura nueva, brotan las lágrimas de alegría porque UNO  recapacita -porque es sumamente consciente- de cómo era antes y de cómo es ahora y se avergüenza de haber juzgado y criticado a los hermanos en vez de haber rezado por su salvación.

No hay comentarios: