viernes, 8 de marzo de 2013

Homilía del Domingo Cuarto de Cuaresma, ciclo c


DOMINGO CUARTO DE CUARESMA, CICLO C, JOSUÉ 5, 9a.10-12; SALMO 33; SEGUNDA CARTA DE SAN PABLO A LOS CORINTIOS 5, 17-21; SAN LUCAS 15- 1-3.11-32

            Hermanos, creer en Jesucristo es apoyar la propia vida en la esperanza de la resurrección y de la Vida Eterna. Creer en Jesucristo es valorar las cosas de este mundo y organizar mi propia vida en función de esta esperanza y deseo existencial de abrazar a Dios. En estos momentos de confusión y deserción, muchos cristianos, bautizados, viven un poco aturdidos, en zonas intermedias, ni dentro ni fuera de la Iglesia, ni creen ni han dejado de creer, viven confusos, inseguros, llenos de dudas, con la conciencia intranquila y con reservas contra la Iglesia. No llegan a desligarse de su adhesión a Jesucristo pero alejados de la práctica sacramental.
Si en la Iglesia somos críticos es de justicia reconocer que muchos de nuestros hermanos se han enfriado en su fe porque nosotros, con nuestro modo de actuar, no hemos proyectado ante ellos lo que Cristo nos aporta enriqueciéndonos.
            Muchas familias con niños pequeños o no tan pequeños no sienten la necesidad de estar vinculados a la vida parroquial. A ellos se les plantea muchas dificultades, algunas de ellas aún sin saber cómo afrontarlas, y como su relación con la parroquia –para ellos- no les ha dado claridad en sus situaciones personales del pasado tampoco esperan que se lo proporcione en las cuestiones actuales. Reducen esto de la fe a cuatro oraciones, la devoción a su Patrona y a las asistencias por compromisos sociales en el templo. No digamos nada como algunos adolescentes y jóvenes se plantean su noviazgo, porque resulta muy curioso en esa nueva situación se da de todo… pero el gran ausente es Dios.
            Pero ¿por qué no hemos sabido o podido transparentar a Jesucristo con nuestro modo de pensar, amar, luchar y obrar a nuestros hermanos? ¿Dónde está la razón de nuestra esterilidad o infertilidad en el apostolado? La Palabra de Dios nos deja bien en claro que «el que es de Cristo es una criatura nueva» y si soy criatura nueva ¿por qué no me renuevo en mi modo de ser?¿por qué nos hemos acostumbrado a poner remiendos –como hacían antes nuestras abuelas en las ropas- en vez de nacer de nuevo del agua y del Espíritu de Dios?
            ¿Han escuchado el Evangelio de hoy? La parábola del Hijo Pródigo. El hijo pequeño que le dice a su padre «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna» y con su parte de la herencia se marcha de la casa de su padre. Aparentemente el mejor de los hijos es el mayor, se ha quedado con su padre en la casa. Pero atención, no nos engañemos: Lo único que une al hijo mayor con el Padre es el techo que le cobija. El hijo mayor no quiere nada más ni se plantea más. Físicamente está al lado de su padre pero está a años luz de distancia del corazón de su padre, de las inquietudes de su padre y del sufrimiento de su padre. El padre ama al hijo mayor pero el hijo mayor le responde con la más de las absolutas indiferencias. Y no hay cosa que más duela que el amor no correspondido.
            Hermanos, nos puede suceder que nosotros que estamos en la Iglesia nos hayamos acostumbrado a oír un sinfín de veces que Dios nos quiere y que demos por sentado este hecho; pero nosotros no estemos dando pasos para corresponder al Señor en ese amor. Y si no correspondemos al Señor en ese amor nos vamos, poco a poco, distanciando del corazón del padre, tal y como se distanció el hijo mayor de la parábola. Entonces corremos EL RIESGO DE NO PROYECTAR ante nuestros hermanos lo que Dios nos aporta, estaremos como negociando con Dios –poniendo remiendos a nuestra vida- para evitar la conversión sincera que el mismo Señor nos está pidiendo. Creer en Jesucristo es apoyar toda nuestra existencia en su persona. Hagámoslo y dejémonos ABRAZAR POR EL PADRE de la Misericordia. Así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo veo la diferencia fe-sentimiento.
Pues el sentimiento es el impulso animal pero la fe es la razon. Por eso la razon tiene dudas y los sentimientos NO.
Por eso la meditacion en la vida y en los grandes acontecimientos es importante.
Y realmente es Dios el que da la razon, y por tanto la Fe