Homilía del DÍA DEL SEMINARIO 2010
No hace mucho visitando a una enferma en el hospital me encontré con un adolescente que estaba cuidando de su madre que recobraba las fuerzas después de una delicada operación quirúrgica. El muchacho al ver que yo iba vestido de cura, parece que eso le dio confianza para hablar conmigo. En poco tiempo me contó muchas cosas… que sus padres iban a Misa todos los domingos, que en casa oían la emisora RADIO MARÍA, que le caía genial el profesor de religión de su instituto, que asistía semanalmente a la catequesis de confirmación y que era un incondicional del Real Madrid. Lo más llamativo era la cara de asombro que ponía su madre ya que ella no era capaz de sacarle, ni con sacacorchos, dos palabras seguidas a su hijo.
No hace mucho visitando a una enferma en el hospital me encontré con un adolescente que estaba cuidando de su madre que recobraba las fuerzas después de una delicada operación quirúrgica. El muchacho al ver que yo iba vestido de cura, parece que eso le dio confianza para hablar conmigo. En poco tiempo me contó muchas cosas… que sus padres iban a Misa todos los domingos, que en casa oían la emisora RADIO MARÍA, que le caía genial el profesor de religión de su instituto, que asistía semanalmente a la catequesis de confirmación y que era un incondicional del Real Madrid. Lo más llamativo era la cara de asombro que ponía su madre ya que ella no era capaz de sacarle, ni con sacacorchos, dos palabras seguidas a su hijo.
El muchacho me preguntó que dónde estaba yo de cura, que si atendía alguna parroquia. Le comenté que el Obispo me encomendó una tarea preciosa que era acompañar a muchachos de su edad y que la diócesis tenía un lugar privilegiado que es el Seminario Menor. Me llamó mucho la atención porque el chico sabía donde se encontraba el Seminario Menor, ya que un primo suyo había estado allí hace unos años y me comentaba que su primo hablaba del seminario con gran cariño, como de una etapa importante en su vida y llena de buenos recuerdos.
Sin embargo este adolescente, aunque oía campanas no sabía de qué campanario procedía las campanadas… por eso le pregunté: “Oye chico, ¿sabes lo que es el seminario?”. Él se encogió de hombros y me reconoció que no lo sabía. Y como yo me estaba dando cuenta de que este muchacho contaba con un cierto bagaje de conocimientos de la Biblia y de una cultura general cristiana le comenté lo siguiente: “Sabes que a Jesús le seguía mucha gente, y esos eran los discípulos. Sin embargo Jesús tenía un grupo más reducido, que Él mismo había ido llamando personalmente por su propio nombre, y a este grupo más reducido de los Doce son los Apóstoles”, y continúe comentándole: “Ese pequeño grupo elegido por el Señor fueron acumulando muchas experiencias a cerca de Jesús: Ellos comían con Jesús; ellos escuchaban las parábolas con el resto de la gente y luego, el Maestro, se lo explicaba más detenidamente a ellos; ellos le acompañaban por aquellos caminos y fueron testigos privilegiados de sus milagros; ellos disfrutaron, gozaron de su divina compañía; ellos sufrieron cuando capturaron y crucificaron a Jesús, tuvieron mucho miedo; ellos experimentaron un gozo inenarrable al descubrir, ante sus propios ojos, que Aquel que había sido cosido en el madero de la cruz y que había muerto de una manera tan trágica… pues había resucitado y que está vivo para siempre. En cierto modo, los Doce con Jesús formaron ya el primer seminario de la historia”.
El adolescente, como era lógico, me contestó que los Doce, que los Apóstoles lo tenían mas sencillo que nosotros porque ellos habían visto a Jesucristo. Daba la casualidad que su madre tenía sobre la mesita de su habitación en el hospital una radio de las que uno debe de sintonizar, con los dedos, manualmente, el dial de la cadena radiofónica que uno desee. Yo pedí prestada la radio a su madre y moví, intencionadamente el dial de la radio para que únicamente se oyese ruidos molestos por no estar sintonizada. Yo le comenté que cuando estaba Jesús en esta tierra y cuando caminaba por los senderos de Galilea muchos no le prestaron atención, muchos pasaron totalmente de Él y de su Mensaje de Salvación. Y que incluso le condenaron, sus propios paisanos, a morir en una cruz. Ellos sí lo tenían delante, pero no lo reconocieron porque no sintonizaron el dial correcto de la radio de su corazón para escuchar el mensaje del amor que vino a traernos Jesucristo. Ante esto, me di cuenta que había tirado por tierra su argumentación. Y que el Seminario era un lugar privilegiado para ayudar a los seminaristas para ir sintonizando con el dial de la emisora de Dios. Pero para poder sintonizar en el dial de Jesucristo uno debe de cuidar, con gran esmero, su íntima amistad con el Señor. Y que uno cuida su amistad con Dios confesándose con frecuencia; rezando diariamente; participando de la Eucaristía y comulgando en estado de gracia; leyendo la Biblia; cuidando mucho las miradas… para que no se escapen las miradas y el corazón esté libre para el Señor; y preocupándose de su formación cristiana. El muchacho me contestó que eso era muy costoso, a lo que yo le respondí que si se acordaba de aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena y que vino el viento huracanado, los ríos se desbordaron y su casa terminó siendo una gran ruina. Que él debía de ser listo y edificar su vida sobre roca.
Yo le explicaba al adolescente que el seminario era como “una especie de microclima” en el cual se puede escuchar la voz de Dios que te puede llamar a una vida apasionante, a la vida sacerdotal. El muchacho es cuando me comenta: “Es que las chicas me gustan mucho”, y yo le respondo: “¡Las chicas te gustan porque tú estás bien hecho!, y las chicas tienen esa cualidad de ser atractivas porque Dios así lo quiere. Es algo normal. Lo que sucede es que tú tienes que descubrir en lo profundo de tu corazón el lugar dónde tienes que encontrar el auténtico amor que te haga feliz. Y Dios puede hacerte muy feliz si él te llama al sacerdocio”.
El seminario es un espacio privilegiado para DISCERNIR LA VOCACIÓN. Por eso es muy importante el papel que juega el DIRECTOR ESPIRITUAL que te va guiando por este itinerario de discernimiento vocacional. El muchacho como no entendía que era eso del DIRECTOR ESPIRITUAL le puse este ejemplo: “Tú imagínate que te encuentras bien adentrado en la espesura de la selva tropical. No consigues ver nada porque la maleza y las ramas te impiden poder divisar algo. Sin embargo, en dicha expedición tenéis la suerte de contar con un jefe de expedición que machete en la mano va, poco a poco, abriendo senderos seguros para poder llegar, sin muchos incidentes, al destino deseado. El DIRECTOR ESPIRITUAL sería como ese jefe de la expedición que con tesón y seguridad nos conduce y nos ayuda a discernir lo que Dios quiere de cada uno de nosotros. Y la brújula que tiene el DIRECTOR ESPIRITUAL así como el que está en dicha expedición es una: LA ORACIÓN ANTE EL SAGRARIO”.
Y el muchacho, intrigado me dice: “¿Cuándo uno puede saber si tal vez puede tener vocación sacerdotal?”... Lo cierto es que me alegré de la pregunta en cuestión. Yo le confesé que cuando uno va descubriendo que está mirando el Sagrario con los ojos de un enamorado. Y le comenté que contaban los feligreses del Santo Cura de Ars que él miraba el sagrario con los ojos de un enamorado”.
Muchos padres estáis preocupados por la educación de vuestros hijos. El Seminario Menor es el lugar adecuado que la diócesis os ofrece para vuestros hijos que cursen de primero de ESO hasta segundo de Bachiller. Muchas gracias.
Fdo. Roberto García Villumbrales
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