EPIFANÍA 2012
Cuenta la Sagrada Escritura que unos Magos de Oriente, guiados por una brillante estrella, fueron conducidos ante la presencia de un recién nacido. Esa estrella tenía un cometido dado por Dios: Dar a conocer a Jesucristo, al Hijo de Dios, a todos los hombres. Esos Magos oriundos de aquellas tierras gozaron del privilegio de poder adorar al pequeño. Toda la vida de estos Magos adquirió la plenitud de sentido al encontrar el mayor de los tesoros: El Hijo de Dios hecho niño. Nosotros, los cristianos de ahora, no somos guiados por la estrella, sino por la fe. Y toda nuestra vida es un continuo peregrinaje cuyo destino es el mismo del de aquellos Magos: Gozar un día, cara a cara, de la hermosura infinita del rostro de Dios.
Muchas veces nos centramos demasiado en los regalos que ofrecieron al niño: el oro, el incienso y la mirra. El oro porque es el regalo apropiado para los reyes. El incienso porque ese rey es el rey del Cielo y al cielo va el humo del incienso, del mismo modo que nuestras plegarias son presentadas en lo alto ante la presencia de Dios. Y la mirra para honrar el supremo sacrificio que Dios ha realizado por amor a la humanidad. Sin embargo les invito a volver la mirada, no hacia los Magos, sino hacia la Santísima Virgen María. Santa María está presentando a los Magos el auténtico presente, el verdadero regalo. Los Magos se han afanado durante muchas jornadas y han soportado muchas penurias del viaje y han obtenido como suprema recompensa la acogida de San José y de la Virgen que desean que todos los hombres reciban este supremo don.
Las ofrendas presentadas por los Magos fueron agradables ante los ojos de Dios. Fueron agradables porque buscaron a Dios y Dios nunca se resiste a aquellos que le buscan con corazón generoso y entregado. Toda nuestra vida ha de ser una constante ofrenda agradable a Dios.
Del mismo modo que Santa María mostró al niño a aquellos sabios, también ahora la Iglesia nos entrega a Jesucristo en la Eucaristía. Hace poquitos días hemos empezado un nuevo año. El tiempo transcurre velozmente y la mayor parte de nuestro tiempo es gastado inútilmente. Sólo permanece el amor que hayamos entregado. A los Magos les condujo una estrella y consiguieron su finalidad. Si nuestra estrella es la fe encontraremos a Jesucristo siempre que nos lo propongamos. Es Él nuestro único y magnífico tesoro.
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