sábado, 31 de diciembre de 2011

Santa Madre de Dios, 1 de enero de 2012

SANTA MADRE DE DIOS, 1 DE ENERO DE 2012

Al comienzo de este nuevo año pedimos a Dios que nos bendiga. Hacemos nuestro esas palabras tan agradables de la primera lectura: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz». Nuestro deseo es que Dios nos bendiga, que el Altísimo hable bien de nosotros. Aún guardo en la memoria aquella sensación tan reconfortante de saber que alguien, al cual uno estima por la prudencia o por la autoridad reconocida en el saber, hable bien de uno. No creo que se trate de orgullo, sino de esa alegría que uno siente por tener la certeza de que se está avanzando por el camino correcto. Y esa alegría se multiplicaría hasta el infinito si se tratara de Dios.

La fuente y el principio de toda bendición es Dios; el sacerdote es sólo un mediador. El sacerdote al administrar los sacramentos está comunicando aquello que se le he dado: la bendición de Dios. Y junto a la bendición también le suplicamos que nos proteja, que nos guarde. Expresamos que queremos la protección de Dios, que nos acompañe, que nos defienda y que nos salve en las desgracias.

En esta plegaria tan esperanzadora lleva inserta otra súplica: «Haga brillar su rostro sobre ti». Un rostro brillante o radiante es expresión de bondad y benevolencia. Solicitamos de Dios una mirada amiga, que transmita ternura y confianza. Muchas veces cuando nos encontramos con personas por la calle, en los bares o donde sea, y nos acogen con su mirada nos sentimos con más ganas para afrontar la jornada. Lo que deseamos es que Dios nos mire con esa mirada amiga como respuesta a nuestro vivir en cristiano.

Y la oración final es «y te conceda la paz». La paz es el mejor deseo que condesa todo el bien que se puede desear a una persona. Cuando en la Santa Misa el sacerdote dice «daos fraternalmente la paz», no está hablando de la paz que “uno se puede sacar de la manga” como si uno fuera el que construye o elabora la paz. No somos magos que sacamos de la chistera el conejo o la paloma. La paz no la creamos nosotros, la paz nos la da Dios, nos la dona Dios, nos la entrega Dios. Es el mismo Dios el que nos desea la mayor de las felicidades eternas.

Hay una canción cuya letra es: «Tus manos son palomas de la paz». Pues no, mis manos no son palomas de la paz; sino que toda mi vida, mis pensamientos, mis deseos, mis palabras, mis acciones, todo lo que soy y tengo se han de asemejar al tendido eléctrico, a los cables de la luz. Es Dios mismo el que genera y enciende la corriente eléctrica de la paz. La paz de Dios llega a los demás a través de nosotros, como la bombilla se enciende gracias a que la electricidad es llevada hasta ella por medio del cableado.

Lo que sucede desgraciadamente y como consecuencia del pecado es que no deseamos que los demás o alguien sean felices. Hay personas que piensan: «yo no te deseo el mal, a mí no me queda más remedio que soportarte», pero no te deseo esa paz que lleva en sí condensada la alegría que viene de lo alto, es más, deseo que no la tengas. Y ustedes se pueden dar cuenta que esto es de cristianos. Que me has dicho una palabra que no me ha gustado… pues no te hablo. Que no me dejas hacer lo que yo quiero… pues te criticaré allá en donde me encuentre y con las personas con las que considero que me van a dar la razón. Hermanos, en la vida cristiana estamos muy verdes. ¿Cómo vamos a desear que Dios nos bendiga si no somos nosotros portadores de la bendición de Dios?

Tenemos 366 días para hacer, no muchos deberes, sino una única tarea: Hacer todo por amor a Dios. Dios nos ha adoptado como hijos, eso nos lo está recordando el Apóstol San Pablo en la segunda lectura; somos hijos de Dios y herederos de Dios.

Nuestra Santísima Madre, la Virgen María gozó siempre y en todo momento de la bendición de Dios. Ella a parte de Madre del Hijo de Dios fue también discípula predilecta del Padre. Al principio de este año, Señora, nos ponemos en tus manos, tal y como Tú te pusiste en las manos del Señor. Así sea.

1 comentario:

soldados catolicos dijo...

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