Domingo 5º de Pascua, 2 de mayo de 2010
Hoy puede llamarse “el Domingo de los ministerios”. En las lecturas aparece la creación de ministros para el servicio del Pueblo de Dios. Vemos a Pablo y Bernabé, incansables apóstoles que viajan de aquí para allá, “animando a los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe” (Hechos 14, 21-27).
¿Por qué Pablo y Bernabé se complicaban la vida hasta ese extremo?, ¿qué motivaciones tenían para hacer todo eso, buscándose problemas?, ¿acaso les movía su deseo interesado para ir ascendiendo en el status social dentro de las comunidades cristianas?, ¿o es que eran personas que les gustaban fanfarronear y hacerse presente en todos los lugares como sucede en la actualidad con los personajillos de la prensa del corazón?. ¿Realmente que les motivaba a hacer eso?, ¿la fama, el prestigio, el aparentar, unos intereses malintencionados y ocultos?, ¿el afán de controlar a las personas?.
Hermanos en Cristo; Pablo y Bernabé no buscaban nada para sí. Sólo deseaban una cosa: Que el nombre de Jesucristo fuera conocido para ser, así, amado. ¿Qué razones tiene un corazón enamorado para volverse medio trastornado por amor?, ¿por qué un enamorado busca cualquier ocasión para poder estar al lado de aquella persona por la que suspira día y noche?. Por una única razón: Porque cuando el corazón es conquistado a base de amor toda la persona se rinde a los pies de la persona amada.
Todos aquellos que intentamos mantener fija nuestra mirada en el Corazón de Jesús y somos muy concientes de nuestro pecado, muchas veces de omisión, de no hacer el bien que deberíamos haber realizado, sentimos cómo le duele al Corazón de Cristo nuestras traiciones al amor.
Hace muy pocos días, en
Y, en este contexto tan hostil para un cristiano que desea tomarse en serio su amistad con Jesucristo, tiene que saber que no se encuentra solo. Es cierto que tendrá la misma experiencia de fragilidad y de temor que pueda sufrir una vela de cera prendida con su pábilo débil ante la brusquedad del viento, con los sentimientos propios de miedo por ser apagada. Por eso Jesucristo nos dice: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Por eso Jesucristo nos ampara entre sus manos para refugiarnos, para resguardarnos y fortalecer nuestras rodillas vacilantes y para que ese pábilo débil de la vela de la amistad con Él nunca sea apagada.
Jesucristo envía a sus Apóstoles para que animen la fe de los discípulos, para que inyecten una potente dosis de vitaminas en las almas de los que han sido bautizados. Por eso en cada comunidad cristiana se designaban, se nombraban, se ponían al frente de cada comunidad a los presbíteros, sacerdotes, para alentar, para acompañar, para fortalecer, para alimentar de Cristo a aquellos que desean vivir y gozar eternamente de su dulce compañía.
Cristo “lo hace todo nuevo”. Su resurrección nos garantiza su constante compañía y la eficacia de su Santo Espíritu que nos regenera por dentro, que nos impulsa a seguir avanzando en nuestra vida cristiana. Cristo “lo hace todo nuevo” por eso, desea que nosotros también afrontemos nuestros quehaceres contando con Él. En la medida en que le vayamos descubriendo irá surgiendo nuestro mayor deseo de estar con Él y de disfrutar de su infinita misericordia. Así sea.
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