Los transexuales no existen
Para las personas que no están a gusto con su sexo, para aquellas que dicen que están en el cuerpo equivocado, se ofrece la cirugía. Una vez intervenidos quirúrgica y plásticamente, los hombres se vuelven mujeres y viceversa. Pero este cambio es solamente relativo: su real sexo no ha cambiado.¿Por qué no han cambiado de sexo, si tienen ahora apariencia del otro sexo, y hasta senos y vaginas o penes artificiales? Porque los cambios son estéticos, y en parte hormonales, pero su sexo sigue siendo el mismo. Son personas mutiladas, con implantes, pero esencialmente con el mismo sexo natal.
La esencia de la sexualidad está en los genitales, pero en ellos fundamentalmente en los órganos que producen uno de dos elementos: espermatozoides u óvulos. Mientras un individuo tenga testículos y una próstata que produzcan semen y testosterona, ese individuo seguirá siendo varón. Si le son extirpados los testículos, entonces quedaría relativamente asexuado, pero eso no lo convierte en mujer. ¿Conserva la próstata y/o no tiene ovarios? Es varón, mutilado, pero varón.
Al revés, una mujer a quien le desaparezcan los senos, la vagina y la vulva en particular, aunque le injerten prótesis que simulen dos testículos y un pene, seguirá siendo mujer, en tanto tenga ovarios que producen óvulos y estrógeno. Si éstos le son extirpados, sería también relativamente un ser asexuado, pero eso no la convierte en varón: no tiene testículos, es mujer con apariencia masculina.
Los tratamientos hormonales que reciben los varones que desean ser mujeres, junto con los implantes para hacer crecer los senos y las caderas, redondear las piernas y eliminar vello masculino, no convierten a nadie en mujer. Se trata de un varón con elementos femeninos artificiales. Si le retiran los testículos y el pene, y le hacen un hueco simulando vagina y vulva, seguirá siendo varón con apariencia de mujer: sólo parece mujer.
En resumen de lo anterior: la sexualidad física esencialmente está determinada por la presencia de órganos que producen uno de los dos gametos: espermatozoides u óvulos. La producción de hormonas sexuales puede inhibirse.
Hay otros elementos físicos diferenciales que no se cambian y que difieren entre los sexos, como es la estructura ósea, distinta para hombres y mujeres; un esqueleto puede ser identificado como el de un hombre o de una mujer. No hay cirugía que cambie o modifique esto. Las cuerdas vocales son distintas y cambiarlas de sexo está más que en chino. Esa “manzana de Adán”… delata.
Pero hay algo esencial en la diferencia de sexos, que nadie, ningún cirujano plástico, puede cambiar, y que hace permanente la esencia de ser varón o mujer: el ADN. Veamos una cita del texto “ADN Y MEDICINA FORENSE, Diez años de Experiencia”, escrito por Rosario Alicia Sotelo Lago, Graciela Eleta y Carlos Gatti, de Argentina:
“El ADN es el componente fundamental de los cromosomas y contiene la información hereditaria requerida para transmitir, de padres a hijos, similitudes y diferencias.
“El número de cromosomas de la especie humana es de 46, los cuales se agrupan en 23 pares: 22 de ellos llamados ‘pares autosómicos’ no presentan diferencias de acuerdo al sexo; el restante, el par 23, ‘par sexual’, tiene características diferentes determinadas por cada uno de los sexos. Los 23 pares de cromosomas están contenidos en el interior del núcleo celular”.
Todos sabemos que el ADN, la “huella digital genética” de la persona, se determina en el momento de la concepción y permanece invariable a través de la vida, conservándose en los restos humanos también permanentemente. Por eso, la medicina forense tiene en el método del ADN un aliado excelente.
Supongamos que un cirujano logra implantar funcionalmente a un supuesto transexual los necesarios ovarios o testículos, los del nuevo sexo (que serían ajenos). El testarudo ADN se mantiene en el sexo original. La psique es también muy necia: no cambia, sólo se adapta parcialmente. De hecho, el cerebro tiene algunas características sexuales. Así, el cambio sigue siendo relativo, aunque sea satisfactorio para el paciente y su médico (y su cuenta de cheques).
Bajo estos argumentos, la transexualidad verdadera no existe. Quienes dicen haber cambiado, transmutado su sexo al contrario, de varón a mujer o viceversa, lo han hecho solamente en algunos elementos corporales, pero la esencia de su sexo no ha cambiado; su ADN así lo confirma y su incapacidad de producir los gametos contrarios, espermatozoides u óvulos, les impide cambiar de sexo.
Con un sexo se nace y se muere, aunque se modifiquen las anatomías en buena parte y se produzcan cambios a base de hormonas; las propias, por cierto, seguirán produciéndose en el cuerpo modificado, en tanto permanezcan ovarios o testículos y no sea inhibida su función. La nueva sexualidad relativa solamente puede mantenerse en lo que fue logrado por cirugía, con tratamientos hormonales de por vida (las hormonas naturales son muy tercas).
Quienes se han sometido a las intervenciones plásticas para “cambiar” artificialmente de sexo, pueden estar muy satisfechos(as) con su nueva anatomía, y hasta obtener legalmente su cambio de nombre y sexo, y ser socialmente aceptados(as) en su nueva personalidad, pero no han dejado, esencialmente, de ser lo que nacieron: varones o mujeres.
Todo esto es importante para nuestra sociedad, pues la promoción del argumentado “derecho” a cambiar de sexo, es solamente el apoyo al cambio de partes de la anatomía, sin poder modificar la esencia sexual, con el ADN a la cabeza de todo ello. Hace más o menos felices (¿felices?) a algunos, pero también frustrados de por vida a otros, los tardíamente arrepentidos.
Autor: Salvador I. Reding Vidaña
1 comentario:
Coincido con lo que dice este artículo.
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