sábado, 22 de julio de 2023

Homilía del Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A, 23.07.2023

 

Homilía del Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

23.07.2023 [Mt 13, 24-43]- Parábola del trigo y la cizaña

          El evangelio de Mateo fue escrito en Antioquía de Siria donde había una comunidad cristiana muy numerosa y compuesta principalmente por judíos que se habían convertido a Cristo. Mateo es un rabino que escribe unos cincuenta años después de la muerte de Jesús.

         Mateo constata que el mal sigue estando presente, y los de su comunidad cristiana le preguntan cosas como estas: ¿Qué reino ha venido a instaurar Jesucristo si no ha logrado hacer desaparecer inmediatamente y para siempre todo el mal del mundo? Ellos mismos se dan cuenta de cómo la vida en la comunidad cristiana no es ejemplar. Ellos constatan cómo ese fervor inicial después de cincuenta años ha ido disminuyendo y muchos aspectos de la vida pagana han ido reapareciendo entre los cristianos.

         Ante esto, los más fervorosos de esta comunidad de Antioquía de Siria tenían presente lo escrito en el libro del profeta Isaías donde se dice que el pueblo de Dios sólo estará compuesto de justos [Cfr. Is 60, 21]. Y por eso estas personas más fervorosas de esta comunidad sostenían que únicamente podrían estar dentro de la Iglesia cristiana las personas santas y justas. Y el resto ser echados fuera de la comunidad. Pensaban como los esenios. Ellos constatan que no toda la comunidad es santa.

         Ante esta constatación surge una cuestión: ¿Cómo comportarse con los que no viven una vida de cristianos? Y dentro de la comunidad de Mateo surgieron dos tendencias pastorales opuestas: Unos sostenían que todos aquellos que no fueran coherentes con los compromisos bautismales tenían que ser expulsados de la Iglesia. Las personas que apoyaban esta opción lo argumentaban en una epístola de San Pablo a los corintios cuando trata de un cristiano que lleva una vida inmoral, de tal modo que ni los paganos se comportaban así, de tal modo que san Pablo les ordena que echen fuera de la comunidad a esa persona para que tome conciencia de su comportamiento: El caso del incestuoso [Cfr. 1 Cor 5]. Pero también estaba la tendencia de aquellos que sostenían que debían de ser más comprensivos y más pacientes con el pecador. Estas dos tendencias han continuado oponiéndose durante siglos en la Iglesia. Lo curioso es que ambas posiciones se apoyaban apelando a la parábola de la cizaña. Ahora bien, ¿cuál es la opción pastoral justa?, ¿la de los intolerantes e intransigentes o la de los más indulgentes y permisivos?

         El primer personaje es el sembrador, el cual es Dios que ha hecho las cosas buenas y bellas, tal y como se nos recuerda siete veces al inicio del libro del Génesis. La semilla empleada era «buena semilla», una semilla hermosa. Ahora bien, ¿cómo es que existe el mal? ¿de dónde vienen las desgracias, el dolor, la muerte? Jesucristo vino a un mundo de egoísmo y de guerras para poner un germen de belleza del que brotara una humanidad donde reinase la paz, la armonía, el amor. Ahora bien, ¿cómo es posible que incluso después de que Jesús plantase esa semilla hermosa del Evangelio los frutos esperados no hayan llegado?

         El segundo personaje es el enemigo que de noche esparció cizaña en medio del trigo.  El enemigo no es el diablo. El mal viene de dentro de la propia criatura, el cual es limitado y hace un mal ejercicio de su propia libertad.

         El tercer personaje son las malas hierbas. Esas malas hierbas representan la parte negativa presente en cada hombre.

¿Por qué escogió la cizaña? Porque cuando brota la cizaña se parece al trigo y se mezcla con el trigo; pero cuando aparece la espiga es cuando se revela su naturaleza porque el grano de la cizaña es negro y dorada la del trigo. El grano de la cizaña es para la muerte y el grano del trigo es comestible y para la vida. Jesús nos habla de hierba “cizaña”, sino de “hierbas” porque hay muchas formas del mal; las cuales al principio parecen bien y se confunden con lo bueno, pero luego son venenosas. Hay realidades que parecen buenas, pero no lo son. Por ejemplo, para poder discernir si hay un amor verdadero; una pareja que nos dicen que se quieren y les preguntamos ‘¿qué queréis decir con amor?’. Ellos pueden contestarnos que ‘para nosotros es me gustas, me gusta estar con ella o con él’. Pero si les preguntamos cosas tales como ‘¿qué proyecto tenéis?’ y ellos contestasen que ‘eso ahora no’, ‘que ellos se gustan porque ahora quieren estar juntos, pero sin proyecto, sin tener en mente un proyecto de fundar una familia’. Esa búsqueda del propio placer, del propio egoísmo, cuyos frutos no serán de vida, sino de muerte. Algunos dirán que los tiempos han cambiado. Es cierto, han cambiado, pero los tiempos no transforman la cizaña en buen grano. Sin embargo, si uno desea optar por cultivar la cizaña en su propio corazón ha de ser respetado, pero los hermanos de la comunidad tienen el deber de ayudarle a abrirle los ojos porque se está envenenando.

El mal no aparece inmediatamente. Al principio aparece como algo deseado.

El enemigo actúa mientras están durmiendo. Cuando uno se duerme en el campo moral, cuando uno se relaja en las costumbres es cuando es sembrada. Muchas veces escuchamos cosas como estas: ¿Qué tiene de malo que se haga alguna cosa si todos lo hacen? Uno no se puede dormir en el campo moral. Y la comunidad cristiana -con su obispo y sus pastores respaldándole- ha de ser un potente despertador para evitar que la gente se duerma o se relaje.

En este punto entra en escena el cuarto personaje; los criados. Ellos aparecen interesados en el campo. Están preocupados por la humanidad. Estos criados se dirigen al amo para hacerle una primera pregunta: «¿De dónde sale la cizaña?», o sea, ‘¿de dónde sale el mal? La respuesta es la siguiente: La cizaña sale de dentro del propio hombre. «Porque de dentro del corazón vienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las injurias» [Cfr. Mt 15, 19]. Pertenece a la propia naturaleza humana. Y nos podríamos preguntar cosas tales como ¿por qué Dios ha creado al hombre con esta inclinación negativa? La respuesta es porque respeta nuestra libertad. Dios ha creado a personas no a robots programados y domesticados; además, la cizaña es necesaria porque es un elemento que ayuda a la propia conversión [Cfr. 2 Cor 12, 7], no sea que nos enorgullezcamos y para que reconozcamos que ‘llevamos el tesoro del amor de Dios en vasos de barro para que se manifieste que lo sublime de este amor viene de Dios’.

¿Cuáles son esas cizañas que están dentro de nosotros y tanto nos molestan? Las conocemos muy bien: el orgullo; la voluntad de prevalecer sobre los demás; las pasiones salvajes que conducen al libertinaje; el apego a los bienes y al dinero que nos lleva a ignorar las necesidades de los pobres y de aquellos que tenemos tanto cerca como lejos… La cizaña es todo lo que nos deshumaniza, son los enemigos de la vida.

Ante esta cizaña, ¿cómo comportarse? Los criados lanzan su propuesta: «¿Quieres que vayamos a arrancarla» Ellos hacen esa propuesta desde la intolerancia y la radicalidad? Pero, ¿qué piensa el Maestro de todo esto? Este es el mensaje central de la parábola: «No, tienen que crecer juntos. Porque al recoger la cizaña arrancarían también el trigo».  La cizaña es parte constitutiva de nuestra persona y debemos hacer las paces, porque de lo contrario nos convertiríamos en agresivos con nosotros mismos y también con los demás. El buen grano y la cizaña han de crecer juntos.

Los fariseos sostenían que la comunidad mesiánica sólo podía estar constituida por gente pura, no por ignorantes, ni por pecadores, ni por gente grosera ni maleducada, ni por gente campesina que desconocía la Torá. Ellos querían una comunidad formada sólo por los puros. Pero Jesús constituye una comunidad de personas, es decir donde convivan el trigo y la cizaña. En la Iglesia conviven y pertenecen los que son peores y los que son algo mejores. Lo que sucede es que hay personas que se escandalizan de la Iglesia porque se fijan en el pecado de ciertos cristianos en vez de poner sus ojos en la belleza evangélica de los otros hermanos cristianos.

La conclusión la parábola es la cosecha. El Señor dice «arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero». Estas palabras han sido muy incomprendidas al creer que al fin del mundo nos libraríamos de los villanos, de la gente malvada que serán arrojadas al infierno. Pero hay un problema serio: En cada hombre hay trigo junto con la cizaña.

¿Qué significan estas palabras de Jesús? La cosecha no es un momento de tristeza, es un momento de gran alegría. Lo que sucederá en esta fiesta es que la parte bella de cada persona permanecerá, porque el Reino que ha de ser entregado al Padre ya no estará la cizaña, sino que el amor de Dios quemará toda la cizaña, nos purificará y de este modo deslumbraremos en belleza y hermosura al ser hijos de Dios. Y el buen grano entrará en el Reino del Padre.

En este punto el evangelista Mateo inserta dos parábolas: la de la semilla de mostaza y el de la levadura. La semilla es hermosa y produce frutos hermosos y extraordinarios en el corazón de cada hombre. Estas dos parábolas tienen cosas comunes: si esa microscópica semilla de mostaza no hubiera estado escondida en la tierra no hubiera producido nada; y si la levadura hubiera estado fuera de harina no hubiera fermentado y no hubiera servido de nada.

En la parábola de la semilla de mostaza nos habla de la grandeza del Reino de Dios. El profeta Ezequiel en el capítulo 17 había presentado el reino mesiánico con la imagen de un estupendo cedro plantado por Dios en la cima de una montaña. El cedro es considerado como el rey de los árboles, dando la imagen del esplendor y la grandeza del reino. No es así como Jesús presenta el Reino de Dios, sino como una pequeña semilla de mostaza que plantado en tierra produce algo realmente genial. Una Palabra que es plantada en medio de lo frágil, ya que ‘llevamos este tesoro en vasos de barro’ [Cfr. 2 Cor 4, 6-12], al constatar nuestra propia debilidad. Sin embargo, esta semilla es capaz de hacer brillar en belleza a aquellos que la acojan en su tierra.

La parábola de la levadura también habla de lo escondido. Se nos habla de tres medidas de harina, lo cual es una medida sumamente extraordinaria para aquella ‘mujer que la amasa en su hogar’. Estamos hablando de cerca de unos 40 kilos de harina. Se desea resaltar que la Palabra puede transformar desde dentro a una persona y luego a una sociedad. Claramente una mujer no amasaba en su casa unos 40 kilos de harina. Tal vez los apóstoles se estaban refiriendo a la gente que formaba parte del imperio romano.

Acabadas las dos parábolas, Mateo retoma la parábola de la cizaña para dar una palabra a su comunidad cristiana. Recordemos que es un judío que escribe a los judíos y usa un lenguaje para hacerse entender, comprensible para su pueblo. Todo este lenguaje de “horno de fuego”, “allí será el llanto y el rechinar de dientes” hace referencia al lenguaje empleado en la literatura apocalíptica; sobre todo a un libro conocido y muy leído en aquel tiempo como era el ‘libro de Henoc’. Y los rabinos recurrían constantemente a estas imágenes; ahora bien, imágenes que Jesús no empleaba. ¿Qué nos quiere decir estas imágenes apocalípticas?

Los discípulos se acercan a Jesús y le dicen «explícanos la parábola». Lo hacen empleando un gesto imperativo, de no estar de acuerdo de que crezcan juntos el trigo y la cizaña. Son cristianos que forman parte de la comunidad cristiana y se sienten, como los dioses, elegidos, los justos y se quejan de que la cizaña esté entre los que se consideran puros. Usan un tono de desaprobación a la parábola de Jesús. La respuesta del Maestro es alegórica.

Jesús juega con siete personajes que aparecen en la parábola: el sembrador (Dios), el campo (la iglesia y el mundo), la buena semilla (la Palabra), la cizaña (los malos instintos), el enemigo (el mal uso de la libertad personal), los segadores (los criados) y los ángeles. Los ángeles son los mediadores de la salvación, o sea, los profetas, el Bautista, los apóstoles. Son ángeles cuando Jesús envía a sus discípulos. Un ángel es cualquiera que medie y lleve la Palabra del Maestro. La Palabra destruye la cizaña presente en el corazón de cada hombre. Son los enviados por el Hijo del Hombre en su reino. La tarea de los ángeles es hacer desaparecer todos los escándalos. El propio Pedro es llamado por Jesús ‘escándalo’ porque se interpuso entre el camino y trataba de impedir que fuera por el camino que el Padre trazó para Jesús [Cfr. Mt 16, 23]. Uno comete escándalo cuando uno obra según los criterios del maligno y se interpone u obstaculiza la voluntad de Dios. Los ángeles son todos aquellos que se empeñan en hacer desaparecer todo lo que impida a los hombres el adherirse a Dios y a Cristo. Anunciando la Palabra del Señor Jesús eliminan a los que actúan con la iniquidad, con el mal para construir una humanidad hermosa. Y la Iglesia está al servicio de esta construcción del mundo nuevo.

¿Y qué pasa con la imagen del horno de fuego? San Pablo, en su primera carta a los corintios en el capítulo tres, lo emplea para decirnos que cada uno debe construir su vida teniendo en cuenta que esta construcción será probada por el fuego [Cfr. 1 Cor 3, 10-15]. Siendo Cristo el único cimiento sobre el cual se puede edificar el edificio de tu vida, uno puede emplear diversos materiales: oro, plata, piedras preciosas, madera, heno o paja. Dependiendo del material empleado, se podrá salvar o no de las llamas del fuego. Este fuego es el fuego del Espíritu, el fuego del amor de Dios.

         El mensaje que el autor quiere dar -el evangelista Mateo- a los cristianos de su comunidad es que, pasado el fervor del primer anuncio, se pasa a no tomar en serio los compromisos bautismales. Mateo usando el estilo de los predicadores de la época, les dice que la construcción de la propia vida ha de pasar por la prueba de fuego. Y este fuego quemará toda la cizaña. Puede ser que gran parte de tu vida sea quemado, pero quedará el buen grano. Habrá muchas obras sugeridas por la cizaña y eso será destruido; y lo será en el purgatorio. Pero el purgatorio no está allí para la destrucción del hijo de Dios, sino para la destrucción del mal presente en cada hijo de Dios. Y sólo de este modo cada uno de nosotros seremos entregados al Padre. Será la cizaña presente en cada hombre lo que será finalmente quemado para el encuentro eterno de amor con el Padre Celestial.


sábado, 15 de julio de 2023

Homilía del Domingo XV del Tiempo Ordinario, Ciclo a. 16.07.2023

 

Homilía del Domingo XV del Tiempo Ordinario, Ciclo A

16.07.2023 [Mt 13, 1-23]

          Jesús emplea con frecuencia las parábolas. Las parábolas aportan las razones por las que el interlocutor acepta una verdad que le viene desde fuera y que le invita a cambiar muchos aspectos de su vida. Sin embargo, en un primer momento, cuando la escuchan, no se sienten denunciados ni incomodados, ahora bien, la escuchan sin la necesidad de tener un escudo de protección, sin la necesidad estar a la defensiva. La parábola no arroja la verdad al interlocutor, sino que hace que la verdad salga desde dentro. Esto es lo que hace que uno tome partida por un lado o por el otro. Recordemos ‘la parábola de la corderita del pobre’ que el profeta Natán [2 Sam 12] le dijo al rey David, y que produjo el arrepentimiento de David.

         Nos encontramos en el capítulo 13 del evangelista san Mateo. Aquí tenemos siete parábolas reunidas de diversos lugares y momentos. El propio evangelista creó un marco narrativo artificial, pero con un significado teológico. ¿Dónde pronuncia Jesús estas parábolas? Se nos dice que Jesús «se sentó junto al mar». Jesús está en la orilla del mar, pero en Galilea no hay un mar sino un lago. Cuando el evangelista habla de un mar y de una multitud que se había reunido allí con Jesús en la orilla del mar es porque Jesús te está invitando a emprender un éxodo para salir de tu tierra de esclavitud en la que te encuentras para emprender el camino hacia esa tierra que él te propone [Cfr. Ex 14].

         El evangelista nos dice que Jesús «salió Jesús de casa». Los discípulos y Jesús se albergan en una casa. Esa casa representa la comunidad donde se encuentran a los discípulos. Pero esa comunidad no puede quedarse en casa porque el mundo está esperando un mensaje de salvación, por eso nos la encontramos que esa comunidad junto con Jesús se sube a la barca.  Esa comunidad que se sube a la barca representa a la Iglesia: Esa comunidad nueva que nació de la inundación del diluvio [Cfr. Gn 7]. Este primer grupo que siempre está con Jesús representa a aquellos que se han unido, que se han adherido al Maestro. Los que están en esa barca comparten entre ellos la adhesión al Maestro. También hay un segundo grupo de personas que aún no pertenecen a esta comunidad y no se suben a la barca, sino que permanecen «de pie en la orilla» y sólo las parábolas conseguirán que ellos dejen su orilla para que suban a la barca: que estén de acuerdo con la propuesta de adherirse a Jesús. Jesús, usando la parábola desea que la convicción de seguirle nazca de dentro de cada uno de ellos y que acepten unirse a su persona.

         El sembrador es Jesús. Es Jesús que sale con su comunidad de esa casa para conocer y encontrarse a las multitudes. Este sembrador viene del Cielo, procede del Padre, viene de Dios. Jesús siembra esa palabra que está para crear una nueva humanidad. Sin embargo, parece que a pesar de sembrar mucha y buena semilla los resultados no son buenos porque la gente se ahuyenta. La parábola se dirige a nosotros que nos desanimamos cuando no vemos los resultados que esperamos. Es que resulta que nos solemos mover entre conversaciones triviales, entre particulares guerras y odios… y así durante más de dos mil años. ¿De quién es la culpa? ¿es acaso de la calidad de la semilla o del propio sembrador que no acierta al esparcirla? La parábola nos dirá que los malos resultados no dependen ni del predicador ni de la calidad de la semilla, la cual es excelente. Depende sólo del terreno en el que cae la semilla. Pero, ¿cómo hacer productivo el terreno para que de fruto? Esta cuestión es provocada por una pregunta que le hacen sus discípulos. La pregunta que le hacen los discípulos se puede reformular de este modo: Aquí en Cafarnaún todos hemos escuchado lo mismo, ¿cómo es que nosotros lo entendemos y dimos nuestra adhesión y en cambio estos otros, que lo han escuchado igualmente no se han llegado a comprometer?: «¿Por qué les hablas en parábolas?».  Los discípulos saben que acoger el mensaje que les ha propuesto Jesús hace surgir una persona hermosa. Es tanto como decir ¿cómo tantos jóvenes y personas adultas no vienen a escuchar la Palabra de Dios que tanto bien les puede llegar a hacer? La respuesta de Jesús es que la fe es un regalo y debes de tomar conciencia y dar gracias al Señor: Unos dicen sí o otros dicen no. La fe es un regalo que Dios oferta a todos. De hecho, en la primera carta de Timoteo, en el capítulo segundo nos dice que «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» [1 Tim 2,4]. Pero el camino para decir sí a Cristo no es igual para todos. Hay quienes llegan primero, los hay quienes llegan más tarde y los hay quienes han preferido hacer la opción de interesarse en otra cosa distinta. Aquí están los diversos terrenos. El fruto depende del terreno que puede estar más o menos preparado.

         Jesús nos previene para que no nos escandalicemos de que le rechacen a él y nos pone el ejemplo del Antiguo Testamento con ese texto del profeta Isaías. Los profetas proclamaron también la Palabra de Dios y a ellos casi nunca los escucharon. En tiempo del profeta Isaías la gente no se interesaba por las profecías, ni por la Palabra de Dios y endurecieron su propio corazón para no dejarse influenciar por la Palabra. En tiempo del profeta Isaías la gente adiestró sus oídos para no oír las profecías y endurecieron su corazón porque no querían la conversión. De este modo actuaban como sordos y ciegos.

         La escasez del fruto no depende de la semilla sino del tipo de terreno. Se enumera cuatro tipos de terreno. Estos tipos de terreno no representan los cuatro tipos de personas. Se trata de cuatro tipos de terreno presentes en cada uno de nosotros, ya que en cada uno de nosotros se nos presenta la constante tentación.

         El primero de los terrenos es el del borde del sendero, que es terreno arcilloso. Es tierra dura, porque cuando la semilla cae allí no penetra en la tierra, sino que los pájaros, los gorriones se lo comen y allí no queda nada. Los pájaros, especialmente las aves de rapiña en la Biblia representan las tentaciones del paganismo. Representan a los pueblos paganos que trataban de seducir a Israel con propuestas de vida inmorales y que trataban de sacar a Israel de la alianza con su Dios. Recordemos cuando Abrahán quiere hacer una alianza con Dios llegan esas aves de rapaces que intentan impedir este pacto [Cfr. Gn 15,11]. También hoy estamos rodeados de paganismo. La Palabra de Dios no puede dar fruto en los corazones que están endurecidos a causa del paganismo, de la secularización, de la permisividad, del relativismo, de la ideología de género, de los discursos insulsos y vulgares, de las propuestas inmorales que circulan libremente por los medios de comunicación social, la avaricia por el dinero y todo lo efímero…por lo que terminamos perdiendo la cabeza. Si estás agitado por los afanes de la vida ¿cómo puedes sintonizar tu corazón con el Evangelio? Primero pidiendo la serenidad.

         El segundo de los terrenos, también presente en cada uno de los presentes y ausentes, es el del terreno pedregoso, rocoso. Son aquellos que acogen la Palabra de Dios con entusiasmo, pero por no tener tierra se secan. Hay grandes multitudes que acuden a grandes reuniones o catequesis y ahí se queda todo como si se tratara de fuego de artificio; pero también les hay de los que tienen una profunda experiencia espiritual que le haya dejado un sello en su propia vida [Cfr. Gn 12, 7]. Se dice que Abrahán levantó allí un altar para recordar un memorial del favor recibido, para recordar que Dios le había ayudado, que se había portado de un modo excelente con él, que había sido grande con él [Cfr. Gn 13, 18]. O puede ser, como dice el profeta Oseas ‘es como una nube de la mañana, como rocío que apenas llega el primer sol e inmediatamente se endurece’: «Vuestro amor es nube mañanera, rocío matinal que se evapora» [Os 6,4]. Son los entusiasmos fuertes pero efímeros. Nos invita a hacer frente a la fatiga diaria de la fe, en donde tenemos que añadir tierra con la Palabra de Dios. ¿Cómo hacer frente a este terreno pedregoso? En primer lugar, permaneciendo unido a la propia comunidad de hermanos en la fe. Si no participas frecuentemente en la celebración de la Eucaristía en el día del Señor puedes estar seguro que tú en pocas semanas vas a ver secar todo en tu corazón, ya que todo se endurece ya que en estas tres semanas te ha pasado de todo. Tú necesitas de los consejos, de los recordatorios, del apoyo de los hermanos… porque de no tener tierra te secas.

         El tercer terreno, lo que cayó entre abrojos, entre espinas. Estas espinas representan todas las oposiciones que la Palabra de Dios se encuentra en tu vida todos los días: de preocupaciones por la salud, por el trabajo, por la familia, por los amigos… Todo esto es bonito, pero si todo el interés y todas las energías son absorbidas hará que la Palabra se ahogue, se sofoque y muera. El pensar únicamente en las cosas materiales, el apegarse al éxito de este mundo… son espinas que sofocan el interés por el Evangelio. ¿Cómo mantener la tierra libre de estas espinas? Sólo hay un camino: La oración, el diálogo constante con el Señor. Recordemos que la fe es un enamorarse de Cristo. Cuando empieza a disminuir la comunicación y el diálogo con el Señor se producen “los divorcios” (como sucede en los matrimonios) entre los discípulos y Cristo. Si nosotros interrumpimos el diálogo con Dios empezaremos a estar a merced de los ídolos, de las preocupaciones y de las ansiedades de este mundo.

         Y finalmente el cuarto terreno, la tierra, la tierra hermosa. Cuando el Evangelio echa raíces en la vida, produce personas hermosas, personas buenas. No es la tierra buena, es la tierra hermosa. Por ejemplo, el árbol hermoso da frutos hermosos. Por eso los discípulos no llegaban a entender cómo si todos habían escuchado el mismo mensaje de Jesús en Cafarnaún unos tenían una vida hermosa y otros la tenían desastrosa.

         Es verdad que la mayoría de la semilla se termina desperdiciando entre el camino, las piedras y las espinas y que esto pueda generar un profundo desánimo que nos tiente a dejar la evangelización. ¿Cuál es la respuesta del Señor? Toma más semilla, debe ser más abundante esta siembra para que lo que pueda caer en terreno de tierra buena o hermosa pueda dar un abundante fruto.


lunes, 10 de julio de 2023

Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario, Ciclo A, 09.07.2023


Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario, Ciclo A

09.07.2023 [Mt 11, 25-30]

          El evangelio que nuestra madre la Iglesia nos ofrece en esta liturgia encierra una belleza que puede pasar desapercibida a los ojos de iniciados en la fe. San Mateo escribe a una comunidad cristiana de los años 80 d.C. cuyos hermanos cristianos procedían del judaísmo. Para esos hermanos era fundamental el caer en la cuenta de cómo en la persona de Jesucristo se cumplían todas las promesas realizadas por los profetas y por los padres. Esta es la razón por la que san Mateo está siempre mirando con el rabillo del ojo al Antiguo Testamento para iluminar la mente de esos hermanos de esa comunidad cristiana.

         El evangelio de Mateo se estructura en cinco discursos. El primero es el Sermón de la Montaña (Mt 5-7). El segundo es el discurso de la misión o el discurso misionero que está en Mt 10 al 12 y donde se proporciona instrucciones a los Doce Apóstoles. El tercer discurso de Mateo 13 proporciona varias parábolas para el Reino de Dios. El cuarto discurso de Mateo 18 suele llamarse el discurso sobre la Iglesia o sobre la vida cristiana. Y el quinto discurso es el discurso de los olivos y aborda el discurso sobre el final de los tiempos y la segunda venida del Mesías. El número cinco no es por casualidad sino adrede, porque cinco son los libros de la Ley (Toráh) para el Pueblo de Israel. Recordemos que Mateo escribe a cristianos procedentes del judaísmo.

         Jesús empieza dando gracias a Dios «haber ocultado estas cosas a los sabios». Este término ‘sabio’ nos remite a la carta de San Pablo a los Romanos (Rm 1, 22) donde se nos dice esta expresión: «Alardeando de sabios se han hecho necios», y todo porque han puesto sus pensamientos en cosas sin valor y se ha obscurecido su insensato corazón. Se refiere a todos aquellos que rechazan a Jesucristo como Señor y le suplantan por los ídolos y cualquier otra ideología, aunque esta se dé y se propague dentro del seno de la propia iglesia.

         En este texto el propio evangelista hace una serie de guiños al prólogo del evangelio de San Juan al presentar a Cristo como el mediador de Dios y esa íntima relación y santa complicidad entre el Padre y el Hijo. Sobre todo, cuando Mateo habla de «a quien el Hijo se lo quiera revelar», ya que Cristo es la luz a la que el mundo rechazó (Jn 1,9).

         Mateo está presentando a su comunidad cristiana a Jesucristo como el nuevo Moisés. Sigue mirando todo el rato por el rabillo del ojo al Antiguo Testamento. ¿Por qué a Moisés? Porque Moisés era el «hombre más humilde y sufrido del mundo» (Nm 12, 3). Del mismo modo Moisés es calificado en la Biblia como el amigo de Dios, aquel que podía hablar cara a cara con Él. «Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo» (Ex 33, 11). Dios le revelaba a Moisés sus planes para con el Pueblo israelita. Moisés tenía esa complicidad con Yahvé.

         Cuando Jesús nos dice eso de «cargad con mi yugo», se está refiriendo al modo de cómo entender la propia Ley divina. La Ley fue entregada por Dios a Moisés en el monte Sinaí. De nuevo vuelve a salir el nombre de Moisés de un modo oculto, pero totalmente presente en este texto. La Ley era entendida como un yugo opresor; la Torá, tal y como la explicaban los fariseos y saduceos, los sabios de aquella época, era opresora. San Pablo en la carta a los gálatas habla del yugo de la ley (Gal 4, 5-7) y el libro el Eclesiástico lo presenta de este modo: «Someted vuestro cuello a su yugo y recibid instrucción» (Si 51, 26). «Su yugo es un honor para mí, al que me enseñó daré gracias» (Si 51, 17). Cristo nos dice que toda la Ley y los profetas están contendidos en el mandamiento nuevo del amor, el cual Él nos entregó en el marco de la última cena.

         Y nos dice que «hallaréis vuestro descanso». De nuevo nos vuelve a remitir a Moisés, concretamente a la Tierra Prometida. Fue Moisés quien acaudilló al pueblo sacándoles de la esclavitud de Egipto hacia la tierra de Caná atravesando durante cuarenta años el desierto. Del mismo modo Cristo es el camino que conduce al Padre Eterno, al descanso en la Gloria. La tierra prometida es el lugar del descanso. «Cuando entréis en la tierra que voy a daros, la tierra tendrá también su descanso en honor a Yahvé» (Lv 25, 2). «Yahvé respondió: yo mismo iré contigo y te daré descanso» (Ex 33, 14); «Recordad la orden que os dio Moisés, siervo de Yahvé: Yahvé vuestro Dios os ha concedido descanso, dándoos esta tierra» (Jos 1, 13).

         Vivir según el Espíritu es dejarse sacar de la esclavitud del pecado y de los lazos del faraón (demonio), para ser conducido por el desierto (purificación) y poder entrar en el descanso eterno del Padre. Cristo es nuestro nuevo Moisés, el supremo Caudillo al que estamos llamados a seguir con toda la determinación.


sábado, 1 de julio de 2023

Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A, 02.07.2023


Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

01.07.2023 [Mt 10, 37-42]

          El evangelio de hoy es la última parte del discurso de envío de Jesús para anunciar el Reino de Dios. Jesús nos dice, con toda la claridad que, para ser portadores de su mensaje, uno ha de haber alcanzado una madurez en la fe y en la propia conversión. Por eso Jesús, con estas palabras lo que pretende es poner en crisis a los suyos, para que retomen un impulso en su vida cristiana. Está hablando de la primera persecución que los primeros cristianos sufren por seguir a Cristo, por eso no cualquiera puede ser enviado. El enviado es una persona que ha alcanzado ya un grado de libertad interior, una madurez, y que da respuesta a esa radicalidad exigida por Jesús. Sin embargo, los demás rabinos no pedían nada de esto, no pedían ni madurez en la fe ni en la propia conversión, únicamente pedían cumplir con lo exigido. Por eso algún rabino le dijo ‘¿pero ¿quién te has creído tú para exigir eso?’, ‘¿tú eres más que nuestro padre Abrahán?’.

Jesús deja las cosas tan claras de tal manera que aquel que es enviado a anunciar el Evangelio está llevando al mundo a Cristo con sus palabras y acciones. Por eso dice que «a quien os recibe a vosotros, me recibe a mí».

         El cuarto mandamiento de la Ley de Dios les decía: «Honrarás a padre y madre», pero todos aquellos judíos que habían acogido el mensaje de Jesucristo, habían sido expulsados, en primer lugar, de las sinagogas. Estamos en el primer siglo. Los rabinos habían dicho que todos aquellos que se declaraban ‘nazarenos’, seguidores del ‘Nazareno’ tenían que ser expulsados de las sinagogas, y ahora dentro de sus propias familias también iban a ser rechazados. Por lo tanto, los primeros cristianos tienen un problema serio de conciencia, porque si ellos decidían ser cristianos, ellos no podían vivir el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Porque los cristianos de origen judío piensan que ellos no están observando el cuarto mandamiento de Dios. Tienen un serio problema de conciencia. Ellos llegaban a pensar que siguiendo al ‘Nazareno’ habrían traicionado a su propia tradición y a los suyos.

         Jesús sabe que les está pidiendo algo muy duro, por eso nos dice y les dice «quien no carga con su cruz, y me sigue, no es digno de mí». Jesús dice ‘con su cruz’, no con la cruz de Jesús. ¿A qué se refiere? Se refiere al madero horizontal que llevaban los condenados hasta ser crucificados, dando a entender que cada cual, mantenerse en la fidelidad a Cristo, uno sufre. Por ser fiel a Cristo y apostar por una familia y matrimonio cristiano, en ese educar desde la fe a los hijos, el ser fiel amante de Cristo en el ministerio sacerdotal…, en ese permanecer en la fidelidad diariamente, uno sufre, uno lleva ese madero horizontal de la cruz, pero siendo fiel en medio de la lucha, el Señor nos socorre y nos salva de nuestros enemigos [Cfr. Sal 136, 24; Sal 124].

         Jesús pone a sus seguidores frente a una decisión. Y esto nos conecta con la lógica de la segunda lectura [Rm 6,3-4.8-11]. San Pablo escribe a la Comunidad de Roma sobre la lógica del bautismo. Quien no entra en la muerte de Cristo, quien no carga con ese madero horizontal por mantenerse fiel al Señor, no puede entender ni la resurrección ni la dinámica pascual que lleva consigo la vida cristiana. ¿Cómo estoy llevando ese madero horizontal sobre mí? ¿lo estoy llevando? ¿me pesa ese madero por el hecho de mantenerme en la fidelidad a Cristo? ¿Estoy viviendo en esa dinámica de la vida nueva a la que uno está llamado? La pregunta clave que el Señor nos lanza es: ¿ser cristiano es algo que nos pone en crisis? ¿estamos tan acostumbrados a vivir en y desde la mediocridad que ni el mensaje del Señor nos pone en crisis? Porque el problema fundamental que tenemos en la iglesia es que nosotros siendo cristianos no renunciamos a nada. Por eso nadie o casi nadie entra en crisis ante la Palabra de Dios. Como todos somos cristianos nadie renuncia a nada. El problema es la falta de coherencia evangélica. Si viniera un musulmán y se convirtiera al catolicismo, ese sí que sería uno que muestra la radicalidad de su fe, pero nosotros no. O los cristianos que viven en países de persecución. ¿Para qué hacer la primera comunión, la confirmación o el casarse por la iglesia?, ¿vais a arriesgar algo de vuestra vida? Si realmente vamos a seguir haciendo las cosas como antes ¿para qué hacerlo? ¿Eso significa tomar una decisión radical o asumir una responsabilidad de más? ¿Acaso se hace para crecer en coherencia evangélica o es una cosa más que uno realiza? Porque si uno no arriesga nada de la vida por Cristo es tanto como pensar…’ahora me toca tirar cantos al río’. Pero esta gente, estos primeros cristianos se lo jugaban todo, familia, prestigio y eran marginados por su opción de fe.

         Y tú ¿qué arriesgas por Cristo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


sábado, 17 de junio de 2023

Homilía del Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo A 18.06.2023

 

Homilía del Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

18.06.2023 [Mt 9, 36-10,8]

             Haber utilizado esta página del evangelio para para pedir por las vocaciones ha trastocado totalmente su significado. Este texto ha de ser una toma de conciencia de toda la comunidad para un compromiso urgente para cooperar con el Señor se ha transformado únicamente en una petición o una oración para pedir por las vocaciones de sacerdotes, frailes y monjas.

            Jesús está recorriendo todas las ciudades y los pueblos enseñando en las sinagogas. Es decir, Jesús está enseñando en las sinagogas toda la riqueza que está inserta en el Antiguo Testamento y anunciando el evangelio del Reino. Para los judíos les enseña la riqueza del Antiguo Testamento, pero para los paganos les anuncia el reino.

            Empieza el evangelio diciéndonos que «al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor». La compasión es una característica de Dios. La compasión no es un sentimiento, sino una acción por la cual se comunica la vida a los que no la tienen. Esa multitud estaba exhausta y cansada como ovejas que no tienen pastor. Sin embargo, estas palabras de Jesús estaban cargadas de polémica: Ellos tenían demasiados pastores, sólo que esos pastores buscaban su propio interés, eran como comerciantes y no buscaban ni trabajaban por las necesidades de la comunidad. Y al buscar su propia conveniencia y comodidad hacen que las ovejas se dispersen.

            Jesús dice a sus discípulos que «la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos». Es decir, hay mucha labor porque esta gente está toda ella dispersa. Y el Señor les dice «rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Esto no es una oración para que otros oren por las vocaciones; sino que Jesús nos invita a orar para que sus discípulos tomen conciencia urgente e importancia de la actividad de evangelizar.

            Jesús llama a los Doce y es la primera vez que aparece este número que indica el Pueblo de Israel que está siguiendo a Jesús. Y «les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda tipo de enfermedad y toda dolencia». Nos habla de un espíritu que si se acepta su influencia actúa desde la interioridad del individuo. Cuando este espíritu o esta fuerza viene de Dios separa del mal; pero cuando este espíritu o fuerza no viene de Dios retiene a la persona en la oscuridad y en el mal.

            Aquí aparece el término ‘apóstol’ que significa los que son enviados, les remite a una actividad; el ser enviados. Aquí tenemos la lista, la cual no es igual en todos los evangelistas. El primero y el último de la lista son los que fueron los traidores, los que negaron a Jesús: Pedro y Judas Iscariote. Tenemos a Mateo el publicano que representa a una persona impura; también esta Simón el cananeo, cananeo que significa ‘el revolucionario’. Jesús da la bienvenida a todos los que dentro de sí tienen ese deseo de plenitud de vida. Y Jesús les envía. Jesús no espera a personas perfectas o a personas completas.

            Nos encontramos con una orden de Jesús: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría». ¿Por qué Jesús no los envía a la tierra de los paganos y de los samaritanos? Porque sabe que los discípulos todavía están inmaduros y siguen teniendo la imagen del Mesías como el hijo de David, el triunfador que deberá de dominar y subyugar a los pueblos paganos. Por eso no les envía ni a los paganos ni a los samaritanos porque sabe que ellos pueden generar daño. Sólo después de su muerte y resurrección, en el Jesús Pascual, será cuando Jesús les dirá «id a todos los pueblos». Por eso ahora sólo les manad a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

            Jesús les habla del reino de los cielos, es decir, de una sociedad alternativa que Jesús viene a crearla. ¿Cuáles son los efectos o sensaciones de esa sociedad alternativa? Pues el comunicar la vida, enriquecer con la vida. Esto el evangelista lo resume diciendo eso de «curar a los enfermos, resucitar muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios».

            Y termina diciendo «gratis habéis recibido, dad gratis». El amor de Dios no se me da por mis propios méritos, sino por los méritos del Señor Jesús. La garantía del discípulo es hacer las cosas desinteresadamente, no buscando su propio interés ni la propia conveniencia ya que eso no viene de Dios.

 


martes, 13 de junio de 2023

San Antonio de Padua 2023

 


San Antonio de Padua

13 de Junio de 2023

[2 Cor 1, 18-22; Sal 118; Mt 5, 13-16]

 

            Agradezco a la Cofradía del Santísimo Sacramento y de San Antonio esta oportunidad para celebrar en este pueblo esta fiesta en honor a San Antonio de Padua; un pueblo en el cual tengo gran parte de mis raíces.

Hoy Jesús, en evangelio, a sus discípulos, les ofrece dos imágenes. La primera: «Vosotros sois la sal de la tierra» [Mt 5, 13-16]. Jesús habla al primer grupo de discípulos que están dando los primeros pasos tras el Maestro. La misión de ser sal de la tierra lleva consigo una serie de dificultades. ¿Cómo podemos ser sal de la tierra? Primero hay que caer en la cuenta que el sabor evangélico de nuestra vida es muy insípido. Nuestra vida no sabe a Evangelio.

Debemos tener presente que la fragilidad y debilidades, las cuales comprobamos en nuestra vida, no nos incapacita para sacar adelante la opción de seguir a Jesucristo. El apóstol Simón, al que Jesús le llamó con el sobrenombre de Pedro, durante toda la convivencia con Jesús seguía pensando con criterios mundanos y vemos la fatiga, el esfuerzo que Pedro realizó para separarse de los criterios dictados por el Maligno. Porque Pedro seguía teniendo sueños de grandeza, de prestigio que caracterizan el mundo del pecado. Sin embargo, Jesús siguió confiando en Pedro. Y Jesús sigue confiando en cada uno de nosotros a pesar de las grandes debilidades y fragilidades.

Por eso hoy Nuestro Señor Jesucristo nos presenta a uno de sus grandes amigos: San Antonio de Padua. San Antonio puede decir y asumir las mismas palabras que escribió el Apóstol San Pablo: «He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he guardado la fe» [2 Tim 4, 7]. San Antonio de Padua nos invita a que pensemos en las cosas del cielo, que siempre tendamos a estar con Dios.

Dios, que conoce a cada uno de los vecinos de Villamartín de Campos sabía, y por eso lo hizo, que este querido santo iba a ser muy querido y aceptado por los hijos de este pueblo. De hecho, ya sea en la prosperidad o en las más dolorosas adversidades, todos los hijos de este pueblo, ya sea a lo largo de los años ya sea en la distancia, han tenido y tienen en su corazón esta devoción a San Antonio tan honda y tan segura protección. San Antonio, al estar en el cielo y estar tan íntimamente unido a Cristo, no deja de interceder por nosotros ante el Padre. De hecho, todos tenemos experiencia de cómo Dios nos ha regalado muchas gracias y deseos pidiéndoselo a través de San Antonio, el cual, intercediendo por nosotros ante el Padre, los hemos recibido. Cada cual sabe lo que ha recibido como fruto de esa oración constante y fervorosa.

            Dios comunicó un poder extraordinario a San Antonio de Padua, el cual nació en Lisboa en el año 1195, y que fue bautizado con el nombre de Fernando. Cristo concedió el don de los milagros a este gran santo para marcar con el sello divino su Palabra. Era necesario probar con señales indudables y milagrosas la doctrina del Maestro y conducir así a los no creyentes al cristianismo. Muchas veces las razones teológicas que San Antonio argumentaba a los paganos no eran escuchadas porque eran ‘muy duros de mollera’, eran ‘tercos, pero tercos de los hechos por encargo’ y además estaban repletos de prejuicios. San Antonio se tenía que ‘armar con muchas dosis de paciencia’ ante aquellos que negaban las verdades que él defendía.

Otra de las cosas a tener en cuenta en ese ser sal de la tierra es que tenemos miedo a la confrontación con aquellos que piensan de un modo diverso. ¿Por qué razón tenemos miedo a la confrontación con los que piensan diferente? En primer lugar, porque si nos preguntan las razones de nuestra esperanza no podamos ofrecérselo. Y también porque tenemos miedo de que se rían de nosotros al ser considerados como soñadores y engañados. Recordemos que esto le sucedió a Pablo en Atenas, cuando en el Areópago [Cfr. Hch 17, 16-34] estaba anunciando la resurrección comenzaron a burlarse de él. El cristiano no tiene que tener miedo de presentarse ante el mundo, el cual piensa de un modo diverso. No podemos quedarnos rezagados o aislados en nuestras comunidades. Y no lo podemos hacer porque debemos de esparcir la sal de la sabiduría evangélica en el mundo. Daros cuenta de la valentía y del santo coraje que tuvo nuestro querido santo, san Antonio para dar razón de su fe:

Sus biógrafos nos cuentan cómo cierto día nuestro querido santo discutía con un hereje. Ese infeliz se negaba obstinadamente a admitir el misterio de la transustanciación, porque después de la consagración no percibía cambio alguno en las especies eucarísticas. San Antonio se lo explicaba con argumentos de la Biblia y de la Tradición, pero todos sus esfuerzos chocaban con la obstinación de su interlocutor. De tal modo que nuestro querido santo cambió de estrategia:

 Le dijo: «Usted tiene una mula que utiliza para montarla. Voy a presentarle una hostia consagrada; si se postrase ante el Santísimo Sacramento, ¿admitiría la presencia del Salvador en las especies eucarísticas?» -«Sin duda» -, respondió el incrédulo esperando dejar en situación embarazosa al santo con semejante apuesta. Para garantizar mejor el éxito, el hereje privó al animal de cualquier alimento.

El día y hora fijados, Antonio que se había preparado con redobladas oraciones, salió de la iglesia portando el ostensorio entre sus manos. Por el otro lado, el incrédulo llegaba sujetando al hambriento animal por las riendas. Una multitud considerable se agolpaba en la plaza, llena de curiosidad en presenciar el singular espectáculo. Con una sonrisa en los labios, nuestro hombre, pensando ya triunfar, colocó ante el animal un saco de avena. Pero la mula, entregada a sí misma, se desvió del alimento que se le ofrecía y dobló las patas ante el augusto Sacramento; sólo se levantó después de haber recibido el permiso del santo. Es fácil imaginar el efecto que produjo el milagro. El hereje mantuvo la palabra y se convirtió.

San Antonio de Padua sabía perfectamente cómo debía ser él esa sal. ¿Cómo ha de ser la sal? En tiempo de Jesús eran muchas las funciones de la sal y Jesús utiliza esta metáfora. La sal, en primer lugar, es la de dar sabor a los alimentos. Desde la antigüedad la sal se ha convertido en el Símbolo de la Sabiduría, porque es lo que da sabor a la vida. Es más, todos tenemos experiencia que cuando estamos en un grupo y hay una persona sabia o entendida la conversación enseguida sube de nivel y se vuelve agradable e interesante, enriquecedor… o sea, tiene sabor. San Pablo conoce este simbolismo cuando escribe a la comunidad de los colosenses recomendándoles que las conversaciones que tengan entre ellos sean siempre agradables sazonando con sal: «Que vuestra conversación sea siempre amena, sazonada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene» [Col 4, 6]. La forma de hablar del cristiano ha de tener un sabor muy particular, muy diferente del discurso que hacen los que son paganos. Por lo tanto, en la boca de un cristiano no cabe ni el lenguaje soez ni la vulgaridad. Lo importante a destacar es que el cristiano trae al mundo la sabiduría que da el sabor y el sentido a la vida. Nuestro santo para responder a todos aquellos que iban contra la fe y contra la Iglesia siempre se posicionaba con dulzura y con claridad, de tal manera que su forma de actuar siempre le daba la razón. De esto tiene experiencia nuestro santo:

Nos cuentan que en la ciudad italiana de Rímini estaba San Antonio predicando y los herejes se burlaban de sus sermones. A lo que nuestro santo les dijo: «Ya que los hombres no quieren oír la palabra de Dios, voy a predicar a los peces». -Se dirigió hacia los verdes márgenes de un río, que daba ya al mar. Cuando San Antonio, con una sencillez encantadora invitó a los habitantes de las limpias corrientes a alabar al Señor, los peces se fueron reuniendo cerca de la playa; ponían la cabeza hacia fuera y parecían escuchar al orador con atención.

 

            Cuando alguien está tan lleno de Dios, como es el caso de San Antonio de Padua, puede gozar de un discernimiento y sabiduría divinos. Sabe dar la palabra adecuada y hacer el gesto oportuno para conducir a las personas hacia Dios. San Antonio, todo lo que hacía era para fortalecer la fe de los oyentes y que cuidasen esa relación personal de amistad con el Señor. Cuando Jesús nos avisa del riesgo de que la sal se vuelva sosa nos está dando una palabra de gran actualidad. El verbo que se usa en griego para indicar la pérdida del sabor, es ‘moraino’, que se traduce por “perder el sabor”, “desvirtuarse”; significa también “volverse necio, loco” [Cfr. Rom 1, 22; 1 Cor. 1, 20]. El cristiano puede correr el riesgo de perder ese sabor, de perder esa sabiduría que debe de llevar allá en donde se desarrolle su existencia. El cristiano está en el mundo, en medio de unos planteamientos mundanos, y puede correr el riesgo de contaminarse por la sabiduría mundana, y de este modo pierda su sabor, pierda su presencia evangélica. Cuando uno empieza a adaptarse al mundo, el mundo te engulle. El evangelio puede ser aceptado o rechazado, pero no puede ser modificado. No se puede contaminar el sabor de la sal evangélica.

El adjetivo derivado del mismo (morós) se aplica al hombre necio o insensato que construye su casa sobre arena [Mt 7, 26] y las vírgenes necias que al tomar sus lámparas no se proveyeron de aceite [Mt 25, 1-21]. Los términos de «ser echado fuera y que la pise la gente» remite al juicio de Dios [Cf. Mt 3, 10 «y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego»; Mt 7,19; 13,42 «y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes»]; por lo tanto, un discípulo que no viva como tal y que no ejerza alguna influencia en su ambiente, será rechazado por Dios. Nuestro santo, lleno del Espíritu del Señor, para que no perdamos ese sabor de la sal, nos dio una gran lección a propósito de lo acontecido durante un funeral.

            Algunos biógrafos cuentan que Antonio tuvo que dirigir la palabra durante un funeral a un usurero. Habiendo tenido conocimiento por revelación particular de la condenación eterna del infeliz, quiso que la suerte trágica de este desgraciado sirviese por lo menos para los vivos. Tras explicar con algunas palabras vehementes los peligros de la avaricia, concluyó su homilía con este texto del Evangelio: “El mal rico murió y fue sepultado en el infierno” [Lc 16, 22]. Como el auditorio se extrañó ante semejante audacia, añadió: «Este hombre colocó su corazón en sus tesoros. Id a su caja fuerte, abridla; descubriréis allí su corazón, castigado por la justicia de Dios». Fueron al domicilio del muerto. La afirmación del santo se encontró milagrosamente realizada: el corazón del difunto yacía en medio de su oro.


sábado, 20 de mayo de 2023

Homilía del Domingo de la Ascensión del Señor a los Cielos, ciclo a

 

Domingo de la Ascensión del Señor del Tiempo de Pascua, Ciclo A

21 de Mayo de 2023

            Hoy se ha proclamado el evangelio de san Mateo [Mt 28, 16-20]. Solamente en san Lucas encontramos el relato de la ascensión. En el evangelio de san Mateo, el texto proclamado hoy, es un añadido posterior que no estaba en la primera redacción del evangelio.

            Jesús convoca a los Once, no a los Doce. ¿Por qué los Once y no los Doce? Porque ya no se trata de una refundación de la nueva Jerusalén, sino que ahora el anuncio es para todos los pueblos. Todos, no hay exclusión de nadie.

Jesús les convoca en Galilea ¿y eso?, y en un monte; «al monte que Jesús les había indicado», ¿pero que monte es? El evangelista no lo dice, pero se trata del monte de las bienaventuranzas, porque el otro monte, el del Tabor, se encuentra en la zona de Judea.

            Les convoca en Galilea porque es un volver otra vez al comienzo. «La cosa empezó en Galilea» [Hch 10, 37]. Después de la resurrección de Jesús vuelven al comienzo de las enseñanzas de Jesús; es decir, el volver a revisitarlas desde el punto de vista post-pascual. Y en cuanto que le vieron, ellos se postraron a sus pies y le adoraron. Ese ‘ver’ significa que le reconocieron después de los hechos de la pasión, porque a pesar de todo ellos tenían dudas, seguían sin creer. Pero esas dudas no eran tanto que ellos dudaran de Cristo resucitado, sino esas dudas brotaban del miedo y las dudas de lo que ellos intuyen que va a ser su misión: la de repetir los pasos del Maestro, por lo tanto, morir en la cruz.

            Y al ser citados en el monte de las bienaventuranzas les está mostrando que ellos han de volver a recordar la misión del Maestro, mostrándoles que él ha vivido las bienaventuranzas hasta el punto que él se ha donado hasta la muerte, y muerte de cruz.

             Dice el evangelista que Jesús se acercó a ellos, no fueron ellos a él. Fue Cristo el que se acercó. Esto ¿qué significa? Significa que se han roto todas las separaciones. Dios que estaba representado en el monte Sion de Jerusalén, donde está construido el Templo de Jerusalén y donde está presente la divinidad, ha roto todas las separaciones: ha roto la separación entre paganos y judíos. En el Templo había la zona de los paganos y la zona de los judíos donde ya no podían acceder los paganos. Dentro de la zona de los judíos había otra separación donde no podían acceder las mujeres. Dentro de la zona de los judíos varones había otra separación donde sólo podían acceder los sacerdotes. Y dentro había otra separación, donde estaba el velo del Templo, donde únicamente podía traspasar el sumo sacerdote el día de Yom Kipur. Pues Jesús resucitado, al acercarse, ha roto todas las separaciones. Ahora es el mismo que nos dice «acercaos». Es que el anuncio, la misión es para todos.

Y él nos dice que él nos envía para que bauticéis en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y eso significa que como Cristo ha muerto y ha resucitado, en ese momento anuncian en el nombre de Jesús. Recordad que ellos decían ‘en el nombre de Jesús nazareno, levántate’, le dicen al cojo de la puerta del Templo. Ese ‘bautizándoles’ no se refiere como habitualmente nos referimos al sacramento del bautismo, porque eso serían volver otra vez a los guetos y a la separación, entre cristianos y no cristianos. Se refiere que a partir de ese momento los discípulos invitan a las gentes a sumergirse en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección. Invita a las personas a sumergirse en la dinámica del Espíritu, a redescubrir su vida cotidiana a la luz del Resucitado. ¿Qué significa esto? Que en el modo de actuar y de relacionarnos con el dinero, los afectos, las relaciones personales y laborales, etc., Cristo tiene una palabra, nos ofrece una orientación, una perspectiva nueva que nos eleva al cielo. A parte de venir tu a la iglesia, y tener a tus hijos bautizados, comulgados, confirmados, casados…, a parte de todo esto ¿cómo estás reajustando tu vida para ser dinamizada por el Señor resucitado? ¿cómo estás adentrado en ese misterio de la Pascua para resucitar a una vida nueva? Este es el anuncio al que nos invita Jesús cuando dice que les bauticemos. No es un anuncio de una doctrina, y tanto es así que los discípulos ya pasado ese misterio y por eso dudan y tienen miedo porque saben cómo acabó su Señor la vida terrenal, en una cruz.


sábado, 13 de mayo de 2023

Homilía de domingo VI del Tiempo Pascual, ciclo a

 


Domingo VI del Tiempo Pascual, Ciclo a, 14.05.2023

           

            Jesús después de haberles lavado los pies, anunciarles que le iban a traicionar, en el marco de la última cena y en el discurso de despedida nos dice que ‘le amemos’ [Jn 14, 15-21]. Pocas veces el Señor nos pide esto, ahora lo hace. Os voy a poner un ejemplo mundano. Imaginémonos que es la boda de unos amigos a los que uno aprecia mucho y uno sabe que a esa boda también está invitado uno de las personas que más daño te han hecho en la vida. Sólo por la amistad de los novios uno iría a esa boda. Jesús nos dice que ‘le amemos’, que es tanto como decir ‘apóyate en mí y apoyándote en mí las dificultades se superan’. Jesús es nuestro defensor; Él nunca nos acusa; Él nos defiende y va delante de nosotros abriéndonos el camino. Hay personas que, tan pronto como oyen el nombre de alguien, es como si se les abriera la carpeta de archivos de sus particulares ‘discos duros’ de la memoria y actúan con desprecio total o magistrales aduladores. Jesús nunca nos acusa; Él nos defiende.

            Y dice otra cosa más. Nos dice que su amor es lo que nos impulsa a vivir los mandamientos. El estar con Él es la razón por la que nosotros cumplimos los mandamientos. Os voy a poner otro ejemplo mundano. El amor hacia la esposa y los hijos es lo que hace que uno no se líe con la mujer más despampanante que uno se encuentra. El amor hacia la propia familia es lo que sustenta la fidelidad y la unidad de vida. Y si Cristo está en medio de esa familia ese amor matrimonial se fortalece sobremanera gracias a la gracia divina.

            Si vamos teniendo experiencia del amor de Dios, si nos vamos percatando del puesto que tiene Jesucristo en nuestra vida vamos adquiriendo discernimiento y diremos que sí a todo aquello que a Él nos acerca y diremos que no a todo aquello que de Él nos aleje. De este modo daremos razón de nuestra esperanza. ¿Porqué rechazas propuestas indecentes o deshonestas, o incluso muy apetecibles? ¿acaso eres tonto y por eso no las aceptas? Uno no las acepta porque tiene un amor asentado que uno no quiere perder y que le ayuda a rechazar todo aquello que lo pueda destrozar. ¿Por qué tenemos que ser prudentes a la hora de beber, de ver películas o series de televisión, a la hora de relacionarnos con las demás personas o de situaciones de las que nos exponemos a un peligro moral innecesario? Estamos llamados porque el amor que Cristo me da llena mi ser y no necesito nada que, aunque a corto plazo me pueda satisfacer, me conduce al más de los profundos de los vacíos. Por eso San Pedro nos llama a «glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» [ 1 Pe 3, 15-18]. Hace poco hubo un terremoto en Turquía y muchos edificios se derrumbaron porque, aun sabiendo la zona peligrosa por los movimientos sísmicos, no cumplían la normativa de seguridad. Si lo hubieran cumplido se hubieran salvado más personas. Si estamos enamorados del Señor y le amamos, nos iremos librando de muchas situaciones delicadas e iremos adquiriendo discernimiento en nuestra vida cristiana.

            Ahora bien, si uno solamente está bautizado con el bautismo de Juan, el cual es un bautismo de conversión, entenderá la vida cristiana como un elenco de tareas y de mandamientos a realizar. Y haciendo esto uno está viviendo en la dinámica de la Antigua Alianza entendiendo la relación con lo divino como ‘un tiempo reservado para Dios y para las cosas de la iglesia’. Pero si uno está bautizado con el Espíritu Santo uno se adentra en una dinámica nueva y lo primero que uno se da cuenta al entrar en esa dinámica es de lo mal que uno está, de los pecados tan afianzados que uno tiene, del daño que uno ha ocasionado y de la urgente necesidad de la conversión porque uno desea amar y abrazarse intensamente a Jesús.

Y como nosotros tenemos capacidad de análisis: Partiendo de nuestra forma de razonar, pensar, actuar y amar ¿estamos viviendo en la dinámica del bautismo de Juan el bautista o en la dinámica del bautismo del Espíritu Santo? [Hc 8, 5-8. 14-17].