sábado, 1 de julio de 2023

Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A, 02.07.2023


Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

01.07.2023 [Mt 10, 37-42]

          El evangelio de hoy es la última parte del discurso de envío de Jesús para anunciar el Reino de Dios. Jesús nos dice, con toda la claridad que, para ser portadores de su mensaje, uno ha de haber alcanzado una madurez en la fe y en la propia conversión. Por eso Jesús, con estas palabras lo que pretende es poner en crisis a los suyos, para que retomen un impulso en su vida cristiana. Está hablando de la primera persecución que los primeros cristianos sufren por seguir a Cristo, por eso no cualquiera puede ser enviado. El enviado es una persona que ha alcanzado ya un grado de libertad interior, una madurez, y que da respuesta a esa radicalidad exigida por Jesús. Sin embargo, los demás rabinos no pedían nada de esto, no pedían ni madurez en la fe ni en la propia conversión, únicamente pedían cumplir con lo exigido. Por eso algún rabino le dijo ‘¿pero ¿quién te has creído tú para exigir eso?’, ‘¿tú eres más que nuestro padre Abrahán?’.

Jesús deja las cosas tan claras de tal manera que aquel que es enviado a anunciar el Evangelio está llevando al mundo a Cristo con sus palabras y acciones. Por eso dice que «a quien os recibe a vosotros, me recibe a mí».

         El cuarto mandamiento de la Ley de Dios les decía: «Honrarás a padre y madre», pero todos aquellos judíos que habían acogido el mensaje de Jesucristo, habían sido expulsados, en primer lugar, de las sinagogas. Estamos en el primer siglo. Los rabinos habían dicho que todos aquellos que se declaraban ‘nazarenos’, seguidores del ‘Nazareno’ tenían que ser expulsados de las sinagogas, y ahora dentro de sus propias familias también iban a ser rechazados. Por lo tanto, los primeros cristianos tienen un problema serio de conciencia, porque si ellos decidían ser cristianos, ellos no podían vivir el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Porque los cristianos de origen judío piensan que ellos no están observando el cuarto mandamiento de Dios. Tienen un serio problema de conciencia. Ellos llegaban a pensar que siguiendo al ‘Nazareno’ habrían traicionado a su propia tradición y a los suyos.

         Jesús sabe que les está pidiendo algo muy duro, por eso nos dice y les dice «quien no carga con su cruz, y me sigue, no es digno de mí». Jesús dice ‘con su cruz’, no con la cruz de Jesús. ¿A qué se refiere? Se refiere al madero horizontal que llevaban los condenados hasta ser crucificados, dando a entender que cada cual, mantenerse en la fidelidad a Cristo, uno sufre. Por ser fiel a Cristo y apostar por una familia y matrimonio cristiano, en ese educar desde la fe a los hijos, el ser fiel amante de Cristo en el ministerio sacerdotal…, en ese permanecer en la fidelidad diariamente, uno sufre, uno lleva ese madero horizontal de la cruz, pero siendo fiel en medio de la lucha, el Señor nos socorre y nos salva de nuestros enemigos [Cfr. Sal 136, 24; Sal 124].

         Jesús pone a sus seguidores frente a una decisión. Y esto nos conecta con la lógica de la segunda lectura [Rm 6,3-4.8-11]. San Pablo escribe a la Comunidad de Roma sobre la lógica del bautismo. Quien no entra en la muerte de Cristo, quien no carga con ese madero horizontal por mantenerse fiel al Señor, no puede entender ni la resurrección ni la dinámica pascual que lleva consigo la vida cristiana. ¿Cómo estoy llevando ese madero horizontal sobre mí? ¿lo estoy llevando? ¿me pesa ese madero por el hecho de mantenerme en la fidelidad a Cristo? ¿Estoy viviendo en esa dinámica de la vida nueva a la que uno está llamado? La pregunta clave que el Señor nos lanza es: ¿ser cristiano es algo que nos pone en crisis? ¿estamos tan acostumbrados a vivir en y desde la mediocridad que ni el mensaje del Señor nos pone en crisis? Porque el problema fundamental que tenemos en la iglesia es que nosotros siendo cristianos no renunciamos a nada. Por eso nadie o casi nadie entra en crisis ante la Palabra de Dios. Como todos somos cristianos nadie renuncia a nada. El problema es la falta de coherencia evangélica. Si viniera un musulmán y se convirtiera al catolicismo, ese sí que sería uno que muestra la radicalidad de su fe, pero nosotros no. O los cristianos que viven en países de persecución. ¿Para qué hacer la primera comunión, la confirmación o el casarse por la iglesia?, ¿vais a arriesgar algo de vuestra vida? Si realmente vamos a seguir haciendo las cosas como antes ¿para qué hacerlo? ¿Eso significa tomar una decisión radical o asumir una responsabilidad de más? ¿Acaso se hace para crecer en coherencia evangélica o es una cosa más que uno realiza? Porque si uno no arriesga nada de la vida por Cristo es tanto como pensar…’ahora me toca tirar cantos al río’. Pero esta gente, estos primeros cristianos se lo jugaban todo, familia, prestigio y eran marginados por su opción de fe.

         Y tú ¿qué arriesgas por Cristo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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