Homilía del Domingo XV del Tiempo Ordinario, Ciclo A
16.07.2023
[Mt 13, 1-23]
Nos encontramos en el capítulo 13 del
evangelista san Mateo. Aquí tenemos siete parábolas reunidas de diversos
lugares y momentos. El propio evangelista creó un marco narrativo artificial,
pero con un significado teológico. ¿Dónde pronuncia Jesús estas parábolas? Se nos
dice que Jesús «se sentó junto al mar».
Jesús está en la orilla del mar, pero en Galilea no hay un mar sino un lago.
Cuando el evangelista habla de un mar y de una multitud
que se había reunido allí con Jesús en la orilla del mar es porque Jesús te está invitando a emprender un éxodo para
salir de tu tierra de esclavitud en la que te encuentras para emprender el
camino hacia esa tierra que él te propone [Cfr. Ex 14].
El evangelista nos dice que Jesús «salió Jesús de casa». Los discípulos y Jesús se
albergan en una casa. Esa casa representa la comunidad donde
se encuentran a los discípulos. Pero esa comunidad no puede quedarse en
casa porque el mundo está esperando un mensaje de salvación, por eso nos la
encontramos que esa comunidad junto con Jesús se sube a
la barca. Esa comunidad que se sube
a la barca representa a la Iglesia: Esa comunidad nueva
que nació de la inundación del diluvio [Cfr. Gn 7]. Este primer grupo que
siempre está con Jesús representa a aquellos que se han unido, que se han adherido
al Maestro. Los que están en esa barca comparten entre
ellos la adhesión al Maestro. También hay un segundo grupo de personas
que aún no pertenecen a esta comunidad y no se suben a la barca, sino que
permanecen «de pie en la orilla» y sólo las parábolas
conseguirán que ellos dejen su orilla para que suban a la barca: que
estén de acuerdo con la propuesta de adherirse a Jesús. Jesús, usando la
parábola desea que la convicción de seguirle nazca de dentro de cada uno de
ellos y que acepten unirse a su persona.
El sembrador es Jesús. Es Jesús que
sale con su comunidad de esa casa para conocer y encontrarse a las multitudes.
Este sembrador viene del Cielo, procede del Padre, viene de Dios. Jesús siembra esa palabra que está para crear una nueva
humanidad. Sin embargo, parece que a pesar de sembrar mucha y buena
semilla los resultados no son buenos porque la gente se ahuyenta. La parábola se dirige a nosotros que nos desanimamos cuando
no vemos los resultados que esperamos. Es que resulta que nos solemos
mover entre conversaciones triviales, entre particulares guerras y odios… y así
durante más de dos mil años. ¿De quién es la culpa? ¿es acaso de la calidad de
la semilla o del propio sembrador que no acierta al esparcirla? La parábola nos
dirá que los malos resultados no dependen ni del predicador ni de la calidad de
la semilla, la cual es excelente. Depende sólo del
terreno en el que cae la semilla. Pero, ¿cómo hacer productivo el
terreno para que de fruto? Esta cuestión es provocada por una pregunta que le hacen
sus discípulos. La pregunta que le hacen los discípulos se puede reformular de
este modo: Aquí en Cafarnaún todos hemos escuchado lo mismo, ¿cómo es que nosotros
lo entendemos y dimos nuestra adhesión y en cambio estos otros, que lo han escuchado
igualmente no se han llegado a comprometer?: «¿Por qué les hablas en parábolas?».
Los discípulos
saben que acoger el mensaje que les ha propuesto Jesús hace surgir una persona
hermosa. Es tanto como decir ¿cómo tantos
jóvenes y personas adultas no vienen a escuchar la Palabra de Dios que tanto
bien les puede llegar a hacer? La respuesta de Jesús es que la fe es un
regalo y debes de tomar conciencia y dar gracias al Señor: Unos dicen sí o
otros dicen no. La fe es un regalo que Dios oferta a todos. De hecho, en la
primera carta de Timoteo, en el capítulo segundo nos dice que «Dios quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» [1 Tim
2,4]. Pero el camino para decir sí a Cristo no es igual para todos. Hay quienes
llegan primero, los hay quienes llegan más tarde y los hay quienes han
preferido hacer la opción de interesarse en otra cosa distinta. Aquí están los diversos
terrenos. El fruto depende del terreno que puede estar más o menos preparado.
Jesús nos previene
para que no nos escandalicemos de que le rechacen a él y nos pone el
ejemplo del Antiguo Testamento con ese texto del profeta Isaías. Los profetas
proclamaron también la Palabra de Dios y a ellos casi nunca los escucharon. En
tiempo del profeta Isaías la gente no se interesaba por las profecías, ni por la
Palabra de Dios y endurecieron su propio corazón para no dejarse influenciar
por la Palabra. En tiempo del profeta Isaías la gente adiestró
sus oídos para no oír las profecías y endurecieron su corazón porque no querían
la conversión. De este modo actuaban como sordos y ciegos.
La escasez del fruto no depende de la
semilla sino del tipo de terreno. Se enumera cuatro tipos de terreno. Estos tipos
de terreno no representan los cuatro tipos de personas. Se trata de cuatro tipos de terreno presentes en cada uno de nosotros, ya
que en cada uno de nosotros se nos presenta la constante tentación.
El primero de
los terrenos es el del borde del sendero, que es terreno arcilloso. Es
tierra dura, porque cuando la semilla cae allí no penetra en la tierra, sino
que los pájaros, los gorriones se lo comen y allí no queda nada. Los pájaros, especialmente las aves de rapiña en la Biblia
representan las tentaciones del paganismo. Representan a los pueblos
paganos que trataban de seducir a Israel con propuestas de vida inmorales y que
trataban de sacar a Israel de la alianza con su Dios. Recordemos cuando Abrahán
quiere hacer una alianza con Dios llegan esas aves de rapaces que intentan
impedir este pacto [Cfr. Gn 15,11]. También hoy estamos rodeados de paganismo.
La Palabra de Dios no puede dar fruto en los corazones que están endurecidos a
causa del paganismo, de la secularización, de la permisividad, del relativismo,
de la ideología de género, de los discursos insulsos y vulgares, de las propuestas
inmorales que circulan libremente por los medios de comunicación social, la
avaricia por el dinero y todo lo efímero…por lo que terminamos perdiendo la cabeza.
Si estás agitado por los afanes de la vida ¿cómo puedes sintonizar tu corazón
con el Evangelio? Primero pidiendo la serenidad.
El segundo de
los terrenos, también presente en cada uno de los presentes y ausentes, es el del terreno pedregoso, rocoso. Son aquellos que acogen
la Palabra de Dios con entusiasmo, pero por no tener tierra se secan. Hay grandes
multitudes que acuden a grandes reuniones o catequesis y ahí se queda todo como
si se tratara de fuego de artificio; pero también les
hay de los que tienen una profunda experiencia espiritual que le haya dejado un
sello en su propia vida [Cfr. Gn 12, 7]. Se dice que Abrahán levantó
allí un altar para recordar un memorial del favor recibido, para recordar que
Dios le había ayudado, que se había portado de un modo excelente con él, que
había sido grande con él [Cfr. Gn 13, 18]. O puede ser, como dice el profeta Oseas
‘es como una nube de la mañana, como rocío que apenas llega el primer sol e
inmediatamente se endurece’: «Vuestro amor es nube mañanera, rocío matinal que
se evapora» [Os 6,4]. Son los entusiasmos fuertes pero efímeros. Nos invita a
hacer frente a la fatiga diaria de la fe, en donde tenemos que añadir tierra
con la Palabra de Dios. ¿Cómo hacer frente a este terreno pedregoso? En primer lugar,
permaneciendo unido a la propia comunidad de hermanos en la fe. Si no participas frecuentemente en la celebración de la
Eucaristía en el día del Señor puedes estar seguro que tú en pocas semanas vas
a ver secar todo en tu corazón, ya que todo se endurece ya que en estas tres semanas
te ha pasado de todo. Tú necesitas de los consejos, de los recordatorios,
del apoyo de los hermanos… porque de no tener tierra te secas.
El tercer terreno,
lo que cayó entre abrojos, entre espinas. Estas
espinas representan todas las oposiciones que la Palabra de Dios se encuentra en
tu vida todos los días: de preocupaciones por la salud, por el trabajo,
por la familia, por los amigos… Todo esto es bonito,
pero si todo el interés y todas las energías son absorbidas hará que la Palabra
se ahogue, se sofoque y muera. El pensar únicamente en las cosas
materiales, el apegarse al éxito de este mundo… son espinas que sofocan el
interés por el Evangelio. ¿Cómo mantener la tierra libre
de estas espinas? Sólo hay un camino: La oración, el diálogo constante con el Señor.
Recordemos que la fe es un enamorarse de Cristo. Cuando empieza a disminuir la comunicación
y el diálogo con el Señor se producen “los divorcios” (como sucede en los
matrimonios) entre los discípulos y Cristo. Si nosotros interrumpimos el
diálogo con Dios empezaremos a estar a merced de los ídolos, de las
preocupaciones y de las ansiedades de este mundo.
Y finalmente el
cuarto terreno, la tierra, la tierra hermosa. Cuando el Evangelio echa
raíces en la vida, produce personas hermosas, personas buenas. No es la tierra buena,
es la tierra hermosa. Por ejemplo, el árbol hermoso da frutos hermosos. Por eso
los discípulos no llegaban a entender cómo si todos habían escuchado el mismo
mensaje de Jesús en Cafarnaún unos tenían una vida hermosa y otros la tenían
desastrosa.
Es verdad que la mayoría de la semilla
se termina desperdiciando entre el camino, las piedras y las espinas y que esto
pueda generar un profundo desánimo que nos tiente a dejar la evangelización.
¿Cuál es la respuesta del Señor? Toma más semilla, debe ser más abundante esta siembra
para que lo que pueda caer en terreno de tierra buena o hermosa pueda dar un abundante
fruto.
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