Homilía del Domingo XI del Tiempo Ordinario,
Ciclo A
18.06.2023
[Mt 9, 36-10,8]
Jesús está recorriendo todas las
ciudades y los pueblos enseñando en las sinagogas. Es decir, Jesús está
enseñando en las sinagogas toda la riqueza que está inserta en el Antiguo
Testamento y anunciando el evangelio del Reino. Para los judíos les enseña la
riqueza del Antiguo Testamento, pero para los paganos les anuncia el reino.
Empieza el evangelio diciéndonos que
«al ver Jesús a las
muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban vejados y abatidos, como
ovejas que no tienen pastor».
La compasión es una característica de Dios. La compasión no es un sentimiento, sino
una acción por la cual se comunica la vida a los que no la tienen. Esa
multitud estaba exhausta y cansada como ovejas que no tienen pastor. Sin embargo,
estas palabras de Jesús estaban cargadas de polémica: Ellos tenían
demasiados pastores, sólo que esos pastores buscaban su propio interés,
eran como comerciantes y no buscaban ni trabajaban por las necesidades de la
comunidad. Y al buscar su propia conveniencia y comodidad hacen que las
ovejas se dispersen.
Jesús dice a sus discípulos que «la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos». Es decir, hay mucha labor porque esta gente está
toda ella dispersa. Y el Señor les dice «rogad, pues, al Señor de la mies que mande
trabajadores a su mies».
Esto no es una oración para que otros oren por las vocaciones; sino que Jesús
nos invita a orar para que sus discípulos tomen conciencia urgente e
importancia de la actividad de evangelizar.
Jesús llama a los Doce y es la
primera vez que aparece este número que indica el Pueblo de Israel que está
siguiendo a Jesús. Y «les
dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda tipo de enfermedad
y toda dolencia». Nos
habla de un espíritu que si se acepta su influencia actúa desde la interioridad
del individuo. Cuando este espíritu o esta fuerza viene de Dios separa del mal;
pero cuando este espíritu o fuerza no viene de Dios retiene a la persona en la
oscuridad y en el mal.
Aquí aparece el término ‘apóstol’
que significa los que son enviados, les remite a una actividad; el ser
enviados. Aquí tenemos la lista, la cual no es igual en todos los
evangelistas. El primero y el último de la lista son los que fueron los
traidores, los que negaron a Jesús: Pedro y Judas Iscariote. Tenemos a
Mateo el publicano que representa a una persona impura; también esta Simón el
cananeo, cananeo que significa ‘el revolucionario’. Jesús da la bienvenida a
todos los que dentro de sí tienen ese deseo de plenitud de vida. Y Jesús les
envía. Jesús no espera a personas perfectas o a personas completas.
Nos encontramos con una orden de
Jesús: «No
vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría». ¿Por qué Jesús no los envía a la tierra de los
paganos y de los samaritanos? Porque sabe que los discípulos todavía están inmaduros
y siguen teniendo la imagen del Mesías como el hijo de David, el triunfador
que deberá de dominar y subyugar a los pueblos paganos. Por eso no les envía ni
a los paganos ni a los samaritanos porque sabe que ellos pueden generar daño. Sólo
después de su muerte y resurrección, en el Jesús Pascual, será cuando Jesús les
dirá «id a
todos los pueblos».
Por eso ahora sólo les manad a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Jesús les habla del reino de los
cielos, es decir, de una sociedad alternativa que Jesús viene a crearla.
¿Cuáles son los efectos o sensaciones de esa sociedad alternativa? Pues el
comunicar la vida, enriquecer con la vida. Esto el evangelista lo resume
diciendo eso de «curar a los enfermos, resucitar muertos,
limpiad leprosos, arrojad demonios».
Y termina diciendo «gratis habéis recibido, dad gratis». El amor de Dios no se me da por mis propios méritos,
sino por los méritos del Señor Jesús. La garantía del discípulo es hacer las
cosas desinteresadamente, no buscando su propio interés ni la propia
conveniencia ya que eso no viene de Dios.
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