domingo, 2 de abril de 2017

Homilía del Quinto Domingo de Cuaresma, ciclo a

HOMILÍA DEL QUINTO DOMINGO DE CUARESMA, Ciclo a

            Muchas veces la primera de las lecturas puede pasar sin pena ni gloria. Hoy el profeta Ezequiel es capaz de hablar de esperanza en medio de tanta desolación. Le tocó vivir la época más trágica y más dura de la historia de Israel: el exilio a Babilonia.
            El profeta Ezequiel sabe que el exilio es consecuencia del pecado del pueblo. La santidad de Dios había sido ofendida por el pecado del pueblo. El pecado es como esa gran puerta que impide que Dios se haga presente en medio de su pueblo y así manifieste su luz a las gentes. Cuando se van creando leyes a favor del mal llamado matrimonio de personas del mismo sexo; cuando se hacen leyes que matan a los niños en el seno materno; cuando la ideología de género se cuela en todas las esferas del ámbito educativo; cuando se confunde la libertad de expresión con las faltas de respeto y con el alegrarse del mal ajeno, etc., se genera una nube tóxica de pecado que oculta la presencia de Dios en medio de su pueblo. Es como una gran mega cúpula de cristal irrompible que nos aísla de las realidades divinas. Ezequiel vivía en el exilio; nosotros estamos siendo llevados al exilio porque con este nuevo modo de pensar y con el correspondiente modo de proceder, nuestra vida cristiana y nuestra fe queda como arrinconada.
            Es entonces cuando uno puede hacer caso al dicho popular: «Si no puedes contra el enemigo, únete a él». Y cuando dejamos de tener a la Sagrada Escritura y lo que nos dice nuestra Madre la Iglesia como puntales de referencia nos vamos envenenando al no depurarnos con el perdón del Señor y al no alimentarnos con el pan de los hijos. Y como cuesta mucho más seguir a Cristo que a nuestras propias pasiones, no dudamos en renegar del Señor y preferir entrar por la puerta amplia que conduce a la perdición antes que por la estrecha que lleva a la salvación.
            Ezequiel se encuentra en el exilio en Babilonia porque eligió ser fiel a Dios antes que a cualquier ídolo o antes de cualquier modo cómodo de vivir al margen del Señor. Ezequiel al tener el Espíritu Santo goza de una capacidad de discernimiento de la realidad inmejorable y pone con sus palabras en la verdad a sus conciudadanos desenmascarando el pecado que les esclaviza. El pecado nos conduce a la muerte óntica, a la muerte del ser. Y el sepulcro es el lugar donde se sepultan los muertos. Hay aspectos de nuestra vida que, por lo que sea, no está siendo iluminadas por la luz de la fe y que se encuentran en esos particulares sepulcros. ¿Acaso se puede salir de esos sepulcros con nuestras propias fuerzas?, a todas luces, no. Sin embargo, cuando uno se pone a luchar contra el pecado y se va buscando los medios de la gracia que la Iglesia nos brinda, es entonces cuando el Señor escuche el clamor de los que sufren, tal y como nos dice el profeta Isaías: «Gritad, cielos, de gozo; salta, tierra, de alegría; montes, estallad de júbilo, que el Señor consuela a su pueblo, se apiada de sus desvalidos» (Is 49, 13).
            Y es que resulta que esos aspectos de nuestra vida que no están siendo iluminados por la luz de la fe, porque nosotros no queremos, y se encuentran enterrados en unos sepulcros. Y resulta que si lleva ya 'cuatro días' huele a podrido, se siente la herida que nos ocasiona el pecado. Nos latirá el corazón, pero andaremos como zombis en esos aspectos de nuestra vida: Podremos estar casados, pero como en ese matrimonio no esté Cristo en medio, la mirada se irá tras de otras mujeres y harás un uso impropio del matrimonio, generando un distanciamiento entre tu cónyuge que difícilmente lo podrás irás soportando. Podrás tener una tendencia hacia la homosexualidad, pero como no tengas presente a Cristo en tu vida que te llama a un amor de castidad te introducirás en una espiral autodestructiva lejos de Dios. Podrás se un sacerdote muy majo y encantador ante tu feligresía, pero como no seas fiel a la Iglesia, tanto en la liturgia como en la integridad de la fe y de las costumbres, estarás privando de la presencia de Cristo a tus feligreses y te estarás cavando tu propia fosa por ser un criado infiel y negligente.   
            Recordemos lo que nos dice hoy el apóstol San Pablo a los Romanos, y por ende, a nosotros mismos: «Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios». Los zombis o medio zombis que tienen aspectos de su vida en ese particular sepulcro y no quieren cambiar porque se encuentran muy a gusto con su situación empecatada, no pueden agradar a Dios.
            Jesucristo quiere sacarte de tus particulares sepulcros. Lo hemos escuchado en el Evangelio: Se desplaza hasta Judea y se presenta ante el sepulcro de su amigo fallecido y Él, con voz potente gritó: «Lázaro, sal fuera». A lo que el muerto salió, con los pies y las manos atadas con vendas y la cara envuelta en un sudario. Jesucristo se desplaza hasta tu vida para que tú y yo seamos sanados y sacados de nuestros particulares sepulcros. Nuestro pecado nos impide que la luz de Cristo brille en nuestras almas y así vivamos en un exilio lejos de Dios. El mundo que piense lo que quiera y que actué como considere oportuno, lo nuestro es caminar detrás de Cristo dejándonos conquistar por su amor. Y si por hacer esto tenemos que sufrir el exilio como el profeta Ezequiel, bienvenido sea ya que así podremos dar testimonio de nuestra fe.
LECTURAS:       Lectura de la profecía de Ezequiel 37,12-14
                               Sal 129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8 R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa
                               Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8,8-11

                               Lectura del santo evangelio según san Juan 11,3-7.17.20-27.33b-45 

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