sábado, 8 de abril de 2017

Homilía del Domingo de Ramos, ciclo a, 9 de abril de 2017

HOMILÍA DEL DOMINGO DE RAMOS, ciclo a, 9 de abril 2017

            En estos días vamos a ser testigos de unas batallas feroces y de una guerra de magnitudes titánicas. Satanás se va a sacar sus mejores armas, va a envenenar con mentiras y complots a muchísima gente, va a confundir a muchos corazones y sembrar odio y discordia por doquier para conseguir un único objetivo: Que Jesucristo desobedezca al Padre. Satanás sabe que si Jesucristo termina muriendo en la cruz se le va a acabar el monopolio de todas las almas, ya que Dios Padre y Dios Espíritu Santo le resucitará de entre los muertos abriendo la puerta de la Vida Eterna a aquellas almas puras que han aceptado la Palabra de Dios en sus vida. Va a conseguir sacar lo peor de cada uno de nosotros para que rechacemos al autor de la Vida.
            Satanás ‘está de uñas’, está rabioso, y es más, lo hemos podido comprobar en las lecturas bíblicas proclamadas en la Eucaristía durante esta semana. Siempre buscando una ocasión para poder acusar y atacar sin piedad a Jesucristo. Primero presentándole aquella mujer sorprendida en adulterio para que llevando la contraria a la ley de Moisés -de apedrear a las adúlteras- le pudieran comprometer e ir a por él (cfr. Jn 8,1-11). Le hemos visto teniendo una conversación muy seria con los fariseos avisándoles que si siguen así van a terminar muriendo por su pecado, a lo que ellos hacen ‘oídos sordos’ (cfr. Jn 8,21-30). Hacen ‘oídos sordos’ porque Satanás como sabe que «la fe entra por el oído» (cfr. Rom 10,17), Satanás tiende a taponarlos. Incluso nos encontramos cómo los judíos quieren apedrear a Jesucristo (cfr. Jn 10,31-42) y todo porque realiza las obras del Padre, de tal modo que Él vive un sufrimiento moral al ser incomprendido y mal juzgado en medio de gentes que deforman sus intenciones profundas. Asombra de cómo Jesucristo, aun en medio de estos tormentos, estaba en posesión de una paz constante. Jesús se sabía acompañado y cuidado por el Padre.
Satanás desea desmoralizar a Jesucristo, pero no lo consigue, porque, como dice el Salmo: «Mi alma descansa en el Señor, mi alma descansa en su Palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora» (Salmo 129, 5-6).

            Durante todo el tiempo que Jesús de Nazaret estuvo en esta tierra se dedicó a ir abriendo el oído a sus discípulos y proporcionar una lengua de iniciado para que llegaran a escuchar en profundad como los iniciados y hablen con valentía y coraje a todos aquellos extraviados o infieles «que andan a oscuras». Y se habla ‘no de oídas’, sino de lo que se ha experimentado.  

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